«Dádivas quebrantan peñas y hacen venir a las greñas...».[18]
Nota 1: Refrán que recalca el poder del dinero para todo cuanto uno quiera.[18]
Nota 2: Sancho solo lo cita a medias, dirigiéndose al duque y mezclando el refrán con muchos otros: «... que no estoy agora para mirar en sotilezas ni en letras más a menos; porque me tienen tan turbado estos azotes que me han de dar, o me tengo de dar, que no sé lo que me digo, ni lo que me hago. Pero querría yo saber de la señora mi señora doña Dulcina del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes, y llámame alma de cántaro y bestión indómito, con una tiramira de malos nombres, que el diablo los sufra. ¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a mí algo en que se desencante o no? ¿Qué canasta de ropa blanca, de camisas, de tocadores y de escarpines, anque no los gasto, trae delante de sí para ablandarme, sino un vituperio y otro, sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y a Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un "toma" que dos "te daré"? Pues el señor mi amo, que había de traerme la mano por el cerro y halagarme para que yo me hiciese de lana y de algodón cardado, dice que si me coge me amarrará desnudo a un árbol y me doblará la parada de los azotes; y habían de considerar estos lastimados señores que no solamente piden que se azote un escudero, sino un gobernador; como quien dice: "bebe con guindas". Aprendan, aprendan mucho de enhoramala a saber rogar, y a saber pedir, y a tener crianza, que no son todos los tiempos unos, ni están los hombres siempre de un buen humor. Estoy yo ahora reventando de pena por ver mi sayo verde roto, y vienen a pedirme que me azote de mi voluntad, estando ella tan ajena dello como de volverme cacique.»[19][9]
«... De ese Sancho tu escudero Las entrañas sean tan tercas Y tan duras, que no salga De su encanto Dulcinea.
De la culpa que tú tienes Lleve la triste la pena; Que justos por pecadores al vez pagan en mi tierra. Tus más finas aventuras En desventuras se vuelvan. En sueños tus pasatiempos. En olvidos tus firmezas...».
Nota: Don Quijote a Sancho, parafraseando las palabras de Jesucristo en Mateo 12: 34 donde se lee: «... Porque de la abundancia del corazón habla la boca».[sin fuentes]
«Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener».[9]
Fuente: Sancho Panza, capítulo XX
«Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra».
Fuente: Capítulo LXIV
E
«El amor es invisible y entra y sale por donde quiere sin que nadie le pida cuenta de sus hechos».[23]
«En los principios amorosos los desengaños prestos suelen ser remedios calificados».[46]
Fuente: Capítulo XLVI
«Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno. Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón; y si no puedo pagar las buenas obras que me hacen con otras obras, pongo en su lugar los deseos de hacerlas, y cuando éstos no bastan, las publico; porque quien dice y publica las buenas obras que recibe, también las recompensara con otras, si pudiera; porque, por la mayor parte, los que reciben son inferiores a los que dan; y así, es Dios sobre todos, porque es dador sobre todos y no pueden corresponder las dádivas del hombre a las de Dios con igualdad, por infinita distancia; y esta estrecheza y cortedad, en cierto modo, la suple el agradecimiento. Yo, pues, agradecido a la merced que aquí se me ha hecho, no pudiendo corresponder a la misma medida, conteniéndome en los estrechos límites de mi poderío, ofrezco lo que puedo y lo que tengo de mi cosecha;...».
«Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero».[9]
Fuente: Capítulo LXXIV
L
«La abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la carestía, aún de las malas, se estima en algo».
«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».[9]
Fuente: Capítulo LVIII
«Las obras impresas se miran despacio, fácilmente se ven sus faltas».[51]
«La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos».[9]
Fuente: Capítulo XVI
«Las acciones que ni mudan ni alteran la verdad de la historia, no hay para que escribirlas, se han de redundar en menosprecio del señor de la historia».[52]
«Le aconsejaría que mirase más a la fama que a la hacienda; porque la buena mujer no alcanza la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo; que mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas».
«... me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que, aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz...».[65]
«Capítulo LXII. Que trata de la aventura de la cabeza encantada, con otras niñerías que no pueden dejar de contarse»[9]
«Mira, Sancho —respondió don Quijote—: yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráeslos tan mal por los cabellos, que los arrastras, y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia».[9]
Fuente: Capítulo LXVII
N
«No hay libro tan malo, dijo el bachiller, que no tenga algo bueno».[67]
«No huye el que se retira, respondió don Quijote; porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la base de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo».
«¿No sabes tú que no es valentía la temeridad?».[70]
«No seas siempre riguroso, ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos estremos [sic]; que en esto está el punto de la discreción».[9]
Fuente: Capítulo LI
«... No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más, que vuestra merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana».[71]
Sancho a don Quijote en el Capítulo LXXIV. "De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte".
«Nunca los cetros y coronas de los emperadores farsantes, respondió Sancho, fueron de oro puro, sino de oropel y hoja de lata».[72]
«— Paréceme —respondió Sancho— que vuesa merced es como lo que dicen: "Dijo la sartén a la caldera: Quítate allá ojinegra". Estáme reprehendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos».[9]
«Por cierto, Sancho —dijo don Quijote—, que siempre traes tus refranes tan a pelo de lo que tratamos cuanto me dé Dios mejor ventura en lo que deseo».[76]
Fuente: «Capítulo X. Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la señora Dulcinea, y de otros sucesos tan ridículos como verdaderos».[9]
«Sea moderado tu sueño; que el que no madruga con el sol, no goza del día; y advierte, oh Sancho, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza su contraria, jamás llegó al término que pide un buen deseo».[29]
Fuente: Capítulo XLIII.
«Sé que la senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio ancho y espacioso; y se que que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio dilatado acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acababa, sino en la que no tendrá fin [...]».[78]
«Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me torne a dar vida».
Fuente: Capítulo XXXVIII
«Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo».[82]
Capítulo LVIII
«Vivo muriendo, ardo en el hielo, tiemblo en el fuego, espero sin esperanza, pártome y quédome».[83]
Fuente: Capítulo XXXVIII
«Vístete bien; que un palo compuesto no parece un palo».[9]
Fuente: Capítulo LI.
Y
«Y ¿es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?».[84]
Fuente: Capítulo Primero.
«Y la que es deseosa de ver, también tiene deseo de ser vista».[85]
Fuente: Capítulo XLIX
«Y no se burle nadie conmigo, porque o somos o no somos».[86]
Fuente: Capítulo XLIX
«Yo imagino que es bueno mandar aunque sea a un hato de ganado».[87]
Fuente: Capítulo XLII
«Yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo».[9]
Fuente: Capítulo XX
«Yo, señores míos, soy caballero andante, cuyo ejercicio es el de las armas, y cuya profesión la de favorecer a los necesitados de favor y acudir a los menesterosos».[9]
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↑ Citado en Muñoz Iglesias, Salvador. Lo religioso en El Quijote. Estudio teológico de San Ildefonso. Seminario conciliar. Editorial I.T. San Ildefonso, 1989. ISBN 9788440442802, p. 64.
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