Zeus había encerrado a los Titanes en el Tártaro. Gea, su abuela, madre de Cronos y Rea, se enfadó y engendró a los gigantes, que entablaron combate contra los dioses olímpicos.[1]Higino nombra veinticuatro gigantes.[2]
Otra versión dice que Gea engendró a los gigantes como venganza contra los dioses junto al Tártaro, creando una contraparte de cada dios.
Los dioses olímpicos conocían un oráculo que decía que los Gigantes no podrían morir a manos de los dioses a no ser que un mortal luchara al lado de estos, por lo que Zeus hizo llamar, por medio de Atenea, a Heracles.
A su vez, Gea fabricó un brebaje que impedía también que los Gigantes pudieran morir a manos de los mortales. Al saber esta situación, Zeus impidió que Helios, Selene y Eos brillasen y recolectó en la oscuridad la planta base de la poción.[1]
Se dice que los caballos Janto y Balio también lucharon en la contienda, favoreciendo el bando de los olímpicos.[3]
La batalla se libró donde habitaban los Gigantes, en Flegra (‘tierra ardiente’) o en Palene. Apolodoro dice que Porfirión y Alcioneo eran los más destacados. Este último, que se había llevado las vacas de Helios desde Eritia, era inmortal siempre que luchase en su tierra de origen, mientras que Homero aporta el dato de que Eurimedonte reinaba sobre ellos.[4]
Los Gigantes llevaron a cabo un primer ataque contra los dioses armados con enormes rocas y troncos de árboles.[5]
Heracles atacó primero a Alcioneo, y lo atravesó con una de sus flechas envenenadas pero tal como el gigante caía al suelo volvía a la vida de nuevo. Siguiendo el consejo de Atenea, Heracles lo arrastró fuera de su tierra de origen, y así logró matarlo definitivamente.[1] Se dice también que, al haber heredado la fuerza de Zeus, Heracles mató al gigante partiéndole el cuello con las manos.
Porfirión atacó a Heracles e intentó violar a Hera. Zeus lo fulminó con el rayo y Heracles lo remató con sus flechas.
Efialtes murió de un flechazo en cada ojo, uno de Apolo y otro de Heracles.
Cuando Encélado abandonaba el campo de batalla, Atenea lo aplastó con la isla de Sicilia, donde quedó encarcelado.[6] Su aliento de fuego surge del Etna. Según otras versiones Encélado fue muerto por Sileno.
Mimas fue sepultado por Hefesto bajo una masa de metal fundido, en la que sigue preso (el Vesubio).
Polibotes fue enterrado por Poseidón, quien le arrojó un pedazo de la isla de Cos, dando así lugar a la nueva isla de Nisiros.
Hécate quemó a Clitio con sus antorchas infernales.
En la versión inacabada de la Gigantomaquia de Claudiano, se describe a Hades y Perséfone montando en carros uno al lado del otro, liderando un ejército de muertos contra los gigantes atacantes.
Ctonio y Peloreo lucharon contra Dioniso.[8] Cada Gigante fue rematado por las flechas de Heracles empapadas en el veneno de la Hidra de Lerna, excepto los que quedaron presos bajo las islas.
Con el fin de derrotar a los dioses, cada gigante había nacido para ser la contraparte de algún dios.[citarequerida]
La lucha de los gigantes con los dioses fue representada por Fidias en el interior del escudo de su estatua de Atenea.[9] También se representa la Gigantomaquia en el Altar de Zeus de Pérgamo.
En el palacio del Té de Mantua existe una sala llamada "sala de los gigantes" cuyas pinturas al fresco representan el tema de la gigantomaquia o caída de los gigantes, del pintor Giulio Romano (1499-1546).
Vian, Francis (1955). «La Guerre des Géants. Le Mythe avant l'époque hellénistique (La guerra de los gigantes: el mito antes de la época helenística)». L'Année sociologique (París). 3.ª serie (1952): 440-3.
María Isabel Rodríguez López, El asalto al Olimpo: La Gigantomaquia, p.14, en revista De Arte, 8 (2009): 7-26, ISSN: 1696-0319. Esta lucha aparece en una Cílica del pintor Aristófanes y el ceramista Ergino que se conserva en el Antikensammlung de Berlín.