«Los jugadores de naipes, que muy despacio van descubriendo las cartas, y por sola la raya, antes que pinte el naipe discurren la que puede ser, dicen que miran por brújula».[4]
«O no ha de haber ley en los naipes» [«Prometerse ganar mano y salir con otras cosas»]. [11]
«Si el prior juega a los naipes, ¿qué harán los frailes?».[12] O «Cuando el guardián juega a los naipes ¿qué harán los frailes?» y «Cuando el sargento juega a los dados ¿qué harán los soldados?».[12][13]
«“— Yo, señor don Quijote de la Mancha, doy por bien empleadísima la jornada que con vuestra merced he hecho, porque en ella he granjeado cuatro cosas. La primera, haber conocido a vuestra merced, que lo tengo a gran felicidad. La segunda,... [...] La tercera, entender la antigüedad de los naipes, que, por lo menos, ya se usaban en tiempo del emperador Carlomagno, según puede colegirse de las palabras que vuesa merced dice que dijo Durandarte, cuando, al cabo de aquel grande espacio que estuvo hablando con él Montesinos, él despertó diciendo: Paciencia y barajar; y esta razón y modo de hablar no la pudo aprender encantado, sino cuando no lo estaba, en Francia y en tiempo del referido emperador Carlomagno. Y esta averiguación me viene pintiparada para el otro libro que voy componiendo, que es Suplemento de Virgilio Polidoro, en la invención de las antigüedades; y creo que en el suyo no se acordó de poner la de los naipes, como la pondré yo ahora, que será de mucha importancia, y más alegando autor tan grave y tan verdadero como es el señor Durandarte. La cuarta es haber sabido con certidumbre el nacimiento del río Guadiana, hasta ahora ignorado de las gentes”».[14]
↑ tercera acepción del lema en el 'DLE como «cada una de las cartulinas rectangulares que, cubiertas con una cara uniforme y otra con dibujos determinados, se usan en distintos juegos de azar».
↑ Contexto en la novela/episodio: «Y salió en aquel mismo instante, solo, vestido de aldeano, y se perdió en las veredas fragosas que conducen a Maestu. ¿A dónde iba? Realmente no lo sabía, y al tomar aquella dirección, como habría tomado otra cualquiera, no hizo más que entregarse al ciego Acaso, saboreando el goce de prever lo que le deparase, como saborean los jugadores las presunciones y corazonadas que preceden al manejo de los naipes».
↑ Notas para una edición comentada de Góngora. Estudio de Jorge Guillén, Antonio Piedra, Juan Bravo. Univ. de Castilla La Mancha (2002), página 200. ISBN 8489707502, 9788489707504.
↑ Obras completas (novelas y cuentos). Ed. de Federico Carlos Sáinz de Robles: Volumen 1; Página 106; Aguilar, 1964.
Ortega Blake, Arturo. El gran libro de las frases célebres. Penguin Random House Grupo Editorial. México, 2013. ISBN 6073116314, 9786073116312. (En Google Books.)