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cantos tradicionales del norte de España que anuncian la llegada de la primavera De Wikipedia, la enciclopedia libre
Marzas es el nombre que reciben los cantos con los que se recibe al mes de marzo, conmemorando así la llegada de la primavera. Se cantan el último día de febrero o el primero de marzo en numerosas localidades ubicadas en la zona del norte de España, especialmente en Cantabria, así como, en menor medida, en Asturias, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Soria, Valladolid y Vizcaya.
a) copla que en la Nochebuena, en el Año Nuevo y en la de los Santos Reyes, van cantando por las casas de las aldeas, por lo común en la corralada, unos cuantos mozos solteros.
b) obsequio de manteca, morcilla, etc., que se da en cada casa a los marzantes para cantar o para rezar.
Los grupos marceros estaban compuestos por varones, ya que la ley y la costumbre de las marzas no consienten más que a mozos solteros", por ser este "un derecho indiscutido de todo mozo soltero" (a excepción de las Pascuas de Resurrección, en las que suelen intervenir cuadrillas mixtas de mozos y mozas). Estos grupos están formados por cuadrillas o comparsas que reciben los nombres de marzantes, marceros o pasqueros (cuando salen por Pascua). A veces estas cuadrillas de marceros, si los mozos tenían conflicto entre ellos y no salían a rondar, eran sustituidas por comparsas de hombres casados.
Internamente la cuadrilla de marzantes se encontraba conformada por el presidente, mozo viejo, regidor, caporal o amo (mozo soltero de más edad), que tenía la máxima autoridad dentro del grupo; los quintos del año; un conjunto homogéneo de varios mozos de edades similares, de un mismo ámbito intracomunitario e igual estatus social; y aquel o aquellos jóvenes que ese año entraban a mozos y marceaban por vez primera, una vez cumplidos los quince o dieciséis años, una vez pagada la patente, la cuota o los derechos: pago en metálico o en cántaras de vino, que daba al novicio el derecho a marcear y poder echarse novia, a partir de entonces.
El dao, las dádivas o limosnas que se entregaban en metálico, solían ser custodiadas por el tesorero, el cajero o el mozo viejo que hacía también las veces de bolsero, así denominado por la bolsa ("el cepo") en la que metía el dinero (en algunas cuadrillas esta función la desempeñaba otro de los mozos mayores) y que, una vez finalizadas las marzas, rendía cuentas, ante el colectivo, de los dineros obtenidos, al igual que el cestero debía recontar en público los alimentos recaudados y llevarlos a la taberna o a la casa, donde se organizaba la comida, Algunas rondas de marzantes, según los lugares y el tiempo, empleaban instrumentos musicales (aunque la costumbre más generalizada ha sido cantar las marzas sin acompañamiento instrumental), tales como: panderetas, carracas, pitos y acordeón, en las marzas de Navidad, Año Nuevo y Reyes, berronas o berras, bígaros y campanos, como sucedía en las marzas rutonas.
Las sobremarzas: comida, merienda o cena festiva, se celebraban "el domingo de comer las marzas" o domingo siguiente al día en que se pedían. A la cena, que, según el lugar, convocaban a toque de campana, estaban invitados los niños del pueblo y las mozas; o más exactamente, aquellas mozas en cuyas casas se había cumplido" con los marzantes. En algunas aldeas acudían como invitados, el alcalde, el maestro, el cura, y “los mozos que se hayan casado desde las últimas marzas en adelante”; en ciertos pueblos, también asistía "un matrimonio de respeto”. Para la ocasión se encargaban, dependiendo del número de asistentes, uno o varios corderos; de manera que a nadie le faltara un buen trozo de carne en su plato.
Finalizada la comida, el mozo viejo depositario del dinero, hacía un último recuento público del mismo, rindiendo cuentas, colocándolo encima de la mesa. Se calculaban los gastos habidos y, una vez separada la limosna para la iglesia, se establecía la diferencia entre lo recaudado y lo gastado. Si existía déficit, se completaba mediante la aportación igualitaria de los marceros, y si sobraba, pasaba a engrosar las arcas de la Sociedad de Mozos, para su empleo en otras ocasiones.
Hoy en día, en la mayor parte de los lugares donde la ronda de marzas ha tenido algunos años de ausencia, se han retomado introduciendo en el grupo a las mujeres, pues ya de cara al siglo XXI donde hombres y mujeres tienen el reto de caminar juntos, transformando y dinamizando su propio entorno, donde los sesgos por sexo, en lo social y laboral, van desapareciendo, no ha lugar a que en el ritual de dar la bienvenida a la primavera solo participen varones. Las marzas, desde luego, lo que no fueron en su origen, aunque en el devenir de los tiempos alguno parece así considerarlo, es un ritual de cortejo.[cita requerida]
En numerosas localidades de Cantabria esta tradición ha sido recuperada, pues durante años desapareció la ronda a excepción de la zona de Campoo, que ha tenido mayor continuidad, y la mantenida por algunos coros que las cantaban en algún escenario concreto a varias voces, posteriormente se han retomado las marzas de calle por diferentes asociaciones, que hacen una ronda de representación de marzas.[cita requerida]
La tradición marcera se sustentaba en la ronda, el ir cantando las diversas canciones de "marzas", de casa en casa, por vecinos reunidos para la ocasión y cantadas a una sola voz y sin instrumento alguno.
Es difícil hacer una división de las marzas en función sus diferentes variables, ya que en cada valle y aún en cada pueblo tienen las marzas distintos modos, títulos, melodías y letras, encontramos, en una primera instancia, las marzas con zarramacos, zamarrones o zarramasqueros (personajes disfrazados y, en ocasiones, enmascarados), de las que son un ejemplo las del valle de Soba y las marzas ordinarias (sin elementos disfrazados), que son la casi totalidad. Una segunda instancia, abarcaría la totalidad del fenómeno marcero, estructurado con arreglo a tres ejes fundamentales:
La profesora Emma María Blanco Ruíz, en su libro " Marzas, tradición viva en Polanco" (2015: 20), haciendo referencia al etnógrafo Demetrio Duque y Merino en su libro "Tonadas de ronda y cantos romeros"(1901) dice que quede claro que las auténticas marzas sólo se cantan y piden en las primeras horas de la última noche de febrero (1901:124)
Marza rutona
Pereda ya aporta un ejemplo de la misma y Demetrio Duque y Merino en su obra "Algo de Marzas" ganador en 1.892 del premio al cuarto tema, Cuadro de Costumbres Montañesas. Alude en dicho relato, a la marza rutona, cuando escribe: "los dueños... que... no daban" se exponían a "que los marceros les acusasen de roñosos y se lo dijeran cantando".
Pero dicha marza se cantaba, no a los que no daban nada, porque nada tenían, sino a aquellos que no tiraban nada, que ni tan siquiera comían un huevo frito porque les obligaba a tirar la cáscara.
Marzas de Brañosera:
"Ni es descortesia, ni es desobeciencia, ni es desobediencia / En casa de nobles cantar sin licencia, cantar sin licencia / Si nos dan licencia señor cantaremos, señor cantaremos / Con mucha paciencia las marzas diremos, las marzas diremos /
Marzo florido seas bienvenido, seas bienvenido / Con el muchu pan, con el pocu vinu, con el pocu vinu / Traemos un burru cargado de aceite, cargado de aceite / Pa' freír los huevos que nos de la gente, que nos de la gente /
Marzo florido seas bienvenido, seas bienvenido.."
Marzas de Rabanera del Pinar:
Para cantar las marzas,/licencia pedimos,/licencia pedimos,/si las cantamos/ o las dejamos./ Esta noche ha entrado marzo./ De la media noche abajo... / nos dará un huevecillo / de la gallina pinta,/ de la más coloradita,/ la que duerme con el gallo;/nos dará el huevecito / y a la mañana otros cuatro.[4]
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