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antigua civilización de la península ibérica De Wikipedia, la enciclopedia libre
Tartessos (en griego antiguo: Τάρτησσος Tártēssos; en latín: Tartessus), Tarteso o Tartesia[1] es el nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización de Occidente. Posible heredera del Bronce final atlántico, se desarrolló en el triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, y posteriormente en la provincia de Badajoz,[2][3] en el suroeste de la península ibérica durante el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro. Sus comienzos se dan hacia el siglo IX a. C., extendiéndose hasta el siglo V a. C. Se presume que tuvo por eje el río Tartessos, que pudo ser el que los romanos llamaron luego Betis (Guadalquivir). Sin embargo, hay autores que la sitúan en la confluencia de las bocas del Odiel con el Tinto (Huelva), puesto que bajo la propia ciudad onubense es sabido que se hallan sepultados importantes restos. También se ha situado el núcleo del país en torno al río Barbate (Porlan, 2015).
Tartessos | ||
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Rostro tartésico de El Turuñuelo (Badajoz) | ||
Información histórica | ||
Periodo |
Edad del Bronce y Edad del Hierro Siglo XII a. C. a Siglo V a. C. | |
Información geográfica | ||
Área cultural | Andalucía Occidental, suroeste de Extremadura, suroeste de la península ibérica | |
Equivalencia actual |
España Portugal Gibraltar (territorio británico de ultramar) | |
Información antropológica | ||
Pueblos relacionados | ||
Idioma | Tartésico (hipótesis) | |
Asentamientos importantes | ||
Asta Regia (Jerez de la Frontera) Spal (Sevilla) Onoba (Huelva) Olissipo (Lisboa) Ossonoba (Faro) Conobaria (Las Cabezas de San Juan) Nabrissa (Lebrija) Mastia (Cartagena) | ||
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Área aproximada de extensión e influencia de la civilización tartésica.
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Tartesos influyó sobre las tierras del interior y el Algarve portugués. Los tartesios desarrollaron presumiblemente una lengua y escritura distinta a la de los pueblos vecinos y, en su fase final, tuvieron influencias culturales de egipcios y fenicios.
La primera fuente histórica que alude a Tartessos se halla en la obra de Hecateo, en el siglo VI a. C., quien fue considerado por los autores antiguos como un logógrafo, término que definía a los historiadores antes de los tiempos de Heródoto y Tucídides. Hecateo menciona varias ciudades tartésicas, mientras que Heródoto (la siguiente fuente relevante) habla del rey Argantonio (que se cree significaría El hombre o señor de la plata) que gobernó más de 100 años y de su incontable riqueza, sabiduría y generosidad. Una más tardía data del siglo IV d. C., del escritor romano Rufo Festo Avieno, que escribió una obra titulada Ora maritima, poema en el que se describen las costas mediterráneas, basándose en textos más antiguos (probablemente del siglo VI a. C.). De ella Avieno dijo que era un «periplo», es decir, un viaje de navegación costera realizado por un marino griego o cartaginés, en el que partiendo de las costas de Britannia o de Cornualles (Inglaterra) llegó hasta Massalia (actual Marsella). Como resultado de aquel viaje se narran los lugares visitados por el desconocido marino, que proporciona las noticias más antiguas sobre la península ibérica y cita entre otras a "la ciudad de Gadir, llamada antes Tarteso".[4] Éforo de Cime dijo que desde Cádiz a Tartessos había medio día de navegación.[5]
Su gentilicio es tartesio o tartésico.[1]
Sobre el origen de la cultura tartesia se ha escrito mucho, a pesar de lo cual nada es seguro todavía.[6] Entre las corrientes principales estarían la indigenista y la colonialista:
Sobre el origen de los propios tartesios, y en el marco de las teorías difusionistas tan en boga hasta los años 1970 del siglo XX, se ha llegado a decir que llegaron a la península con los pueblos del mar, o incluso que pudieron ser pueblos indoeuropeos precursores de la cultura celta[8] o gentes procedentes de las estepas al norte del Cáucaso, que se asentaron sobre el sustrato prehistórico. También se pensó que podrían haber traído con ellos el neolítico, la agricultura y la ganadería, desde el Oriente Próximo,[9] originado la cultura argárica y la de los campos de urnas.
El núcleo original de la cultura tartesia comprende aproximadamente el territorio de las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Dos áreas especialmente importantes fueron los centros mineros de los ríos Tinto y Odiel y la llanura agropecuaria del Guadalquivir. Estas eran las zonas más intensamente pobladas y desde ellas la influencia tartesia se extendería durante el Bronce final y la Primera Edad del Hierro por buena parte del resto de Andalucía y Extremadura, así como el Algarve y el Alentejo portugueses.[10][11][12]
Algunos asentamientos importantes de la costa fueron Asta, Nabrissa, Spal, Onoba, Ossonoba, Olissipo y Mastia, mientras que en el interior se destacan Corduba, Carmo, Astigi, Carambolo, Tejada la Vieja, Setefilla[13] y Cancho Roano (Badajoz).
En una última fase (siglo VI a. C.), se produjo una emigración hacia el norte por motivos desconocidos que pobló el valle del Guadiana e incluso el Valle de Alcudia, tal como demuestran los yacimientos tartésicos de Cancho Roano, El Turuñuelo.[14]
Aparición de asentamientos estables en los que se aprecia una incipiente jerarquización social.[10][11][12] Los primeros poblados tartésicos datan de esta etapa final del Bronce. Están compuestos por casas de planta ovalada o circular, construidos sin una organización espacial definida. Se situaban en lugares estratégicos donde dominaban los caminos terrestres y los recursos agrícolas y mineros de la región.[15] Algunos de los asentamientos importantes de esta época son:
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Todavía del Bronce final, hay un incremento de las piezas metálicas y de orfebrería, así como de la demografía. Los poblados conocidos por la arqueología, como El Carambolo, son de pequeño tamaño, con cabañas circulares u ovales cuyas paredes fueron levantadas con ramas y barro. La sociedad se fue estratificando, concentrándose el poder en unas élites militares cuya evidencia arqueológica son las estelas de guerrero.[10][11][12]
Por otro lado, sobre el 800 a. C. se advierten los primeros influjos tartésicos en Andalucía oriental además de intensificarse la explotación de plata a gran escala en la zona de Riotinto.[16]
Ya en la Edad del Hierro, coincide con el apogeo sociocultural y construcción de murallas en algunos poblados como Tejada la Vieja. La fundación de los enclaves comerciales fenicios provocó un proceso de aculturación y adopción de técnicas como el torno de alfarero, las técnicas de filigrana y granulado en orfebrería, así como el gusto por los modelos suntuarios orientales. También en el mundo funerario se impuso la incineración sobre la inhumación.[10][11][12]
Caracterizada por el reinado del único monarca histórico: Argantonio. Sobre el año 600̺ a. C. los griegos focenses establecen colonias en Andalucía, como evidencia la numerosa presencia de objetos griegos en la cultura tartésica.[16] En la batalla de Alalia (535 a. C.), (Córcega) los griegos fueron derrotados por una coalición formada por cartagineses y etruscos, por lo que Tartessos se quedó sin un importante aliado comercial.
A finales del siglo VII a. C. y coincidiendo con la llegada de las primeras cerámicas griegas, en la región de Huelva se redujo la producción de plata y se abandonaron los centros metalúrgicos. En la segunda mitad del siguiente siglo Huelva entró en decadencia, mientras las murallas de Tejada fueron reforzadas. El comercio y las importaciones fenicias se redujeron drásticamente, desapareciendo las tumbas principescas del valle del Guadalquivir.[17]
Tartessos desapareció abruptamente de la historia: a partir de la batalla de Alalia (535 a. C.) quince años después de la muerte de Argantonio, en la que etruscos y cartagineses se aliaron contra los griegos, no hay más referencias escritas.
Una de las posibilidades es que fuera barrida por Cartago tras su victoria sobre los griegos para hacerle pagar así su alianza con estos. O por Gadir, metrópolis fenicia que podía ambicionar el control del comercio de los metales. O quizás por los pueblos de la meseta.[18] Cartago se convirtió así en dueña indiscutible del Mediterráneo Occidental. Cortada la ruta hacia Iberia, los focenses cesan el comercio con Tartessos, que queda lentamente relegada al olvido.
La derrota griega dejó a los tartessos sin sus aliados y expuestos al ataque púnico. Todo el imperio de Tartessos debió hundirse tras la caída de su capital y la misma suerte le cupo a Mainake (Málaga), la ciudad griega fundada bajo la protección de Tartessos. Así Cartago se adueña del Mediterráneo Occidental y la mayor parte de la costa mediterránea ibérica queda bajo su influencia.
Este dominio púnico se mantendría en estas tierras hasta que Cartago se enfrentó a Roma por la hegemonía en el Mediterráneo occidental, en las guerras púnicas, siendo derrotada totalmente en el 146 a. C. Esto marcaría la llegada de los romanos a la península ibérica, donde encuentran una región llamada Turdetania en la que vivían posibles descendientes de los tartesios. A esta región la llamarían la Betica, y al río Tartessos que la cruzaba lo llamarían río Betis.
Pero también se han dado explicaciones de carácter económico: al conseguir Massalia acceder por tierra a las fuentes de estaño británicas y el mismo Gadir llegar a ellas por mar, el monopolio tartésico se derrumbaría, lo que habría provocado una caída en picado de los ingresos y toda una serie de consecuencias internas que llevarían a la decadencia interna del reino y a su disolución.[18] Asimismo se ha considerado la posibilidad del agotamiento de las vetas de minerales, fuente principal de su riqueza comercial.
De cualquier manera, los centros de poder político-económico se desplazaron hacia la periferia del área tartésica, concentrándose en oppida como Carmona o Cástulo, que darían lugar a los pueblos turdetanos, túrdulos, túrdulos oppidanos y conios.[17]
Otra posible interpretación sería un cambio en el clima. En su libro, Esther Rodríguez sugiere que sus investigaciones indican un cambio climático, no necesariamente catastrófico, sino más bien como una sucesión continua de inundaciones. Este concepto se desprende, por ejemplo, de las excavaciones en el patio de Casas del Turuñuelo, donde se ha identificado un nivel de inundación que afectó al lugar justo antes de su clausura ritual y abandono. Aunque la investigadora señala que esta hipótesis debe ser respaldada por análisis de semillas y fauna recuperadas, así como estudios geomorfológicos adicionales.
Existen topónimos prerromanos tartésicos, entre los que destacan los formados con ipo, elemento que se supone significaría “ciudad”, -urgi y -uba.
La distribución de los topónimos citados no es aleatoria, sino que su marco geográfico y cultural refleja una “colonización” tartésica[19] confirmada por hallazgos arqueológicos, que puede compararse con la colonización etrusca.
Se conocen más de 50 topónimos formados por ipo en el suroeste peninsular. Entre ellos destacan Olissipo (Lisboa), Baesippo (Barbate), Collipo (San Sebastián de Freixo, Leiría), Ilip(o)la (Niebla), Irippo (Alcalá de Guadaíra), Orippo (Dos Hermanas), Ostippo (Estepa), Seripa (Serpa, Portugal), Aipora (Sanlúcar de Barrameda), Laepo (Lepe), Epora (Montoro, Córdoba) o Iponuba (Baena).
Entre los topónimos en -urgi destacan Conisturgi (Medellín), Isturgi (Andújar) o Murgi (El Ejido) y entre los topónimos en -uba destacan Corduba (Córdoba), Onuba (Huelva) y Ossonoba (Faro).
Durante el Periodo Orientalizante se fundaron numerosos asentamientos para controlar la red de comunicaciones terrestres surgida, paralela a la ruta marítima que alcanzaba desde Gadir hasta los estuarios del Sado y el Tajo por Onuba (Huelva), Ossonoba (Faro), Ipses (Vila Velha, Alvor) y Lacobriga (Lagos).
Las diferencias que ofrecen los distintos tipos de antropónimos en su dispersión geográfica y en relación con el sistema viario orientalizante y los restos arqueológicos hallados en algunas poblaciones permiten plantear que esas fundaciones “coloniales” corresponden a diversas fases, caracterizadas por distintos topónimos extendidos por áreas diversas y en fechas distintas.
A una primera fase parecen corresponder los topónimos en -urgi, quizás utilizados en el Bronce Final, en el Valle medio del Guadiana y el Alto Guadalquivir. De forma paralela se advierte una colonización marina a partir del golfo Tartésico evidenciada por los topónimos en -uba. Esta expansión hacia el Atlántico habría alcanzado Onuba antes del siglo X a. C. y desde esta, Ossonoba, mientras hacia el Mediterráneo alcanzarían Salduba (Estepona) y Maenoba (Vélez Málaga).
Una segunda fase de colonización estaría representada por topónimos iniciados por Ipo-, que aparecen fuera de la zona nuclear. Las poblaciones en Ipo- se extendieron en su mayoría hacia el este del Genil, aunque también hay algunas poblaciones en Ipo- al oeste del Guadalquivir, como Iporca (Constantina, Sevilla), I(po)tuci (Aldea de Tejada, Huelva) e Ipses (Vila Velha, Algarve), que controlarían las vías de dicha colonización orientalizante.
La tercera fase, principal y más característica, ya correspondería a los topónimos finalizados en -ipo todos ellos situados en la periferia de la colonización tartésica, llegando hasta Collipo (Leiría, Portugal) por la costa atlántica.
Algunos yacimientos importantes que se podrían considerar tartésicos son:
Cancho Roano aún constituye una incógnita. Es posible que fuera un palacio o un lugar de culto, o que cumpliera ambas funciones, además de mercado y santuario funerario. Solo sus primeros estadios se asociarían con el mundo tartésico. Su estructura evidencia la influencia oriental sobre Tartessos: patio delantero con torres en las alas de tipo migdal, escalera lateral, sala transversal, habitaciones con cámara y antecámara, espacio central, almacenes, segunda planta destinada a almacén y vivienda, trazado geométrico, uso de adobe, pseudoortostatos y, muy probablemente, cubierta aterrazada. Estas fórmulas arquitectónicas apuntan a la zona norsiria y, quizás, de Fenicia septentrional más que a Mesopotamia, Siria meridional o Canaán, pues parecen derivar de los palacios norsirios de inicios del I milenio, cuyo elemento más característico es el bît-hilani o pórtico de columnas abierto a un salón del trono con su eje longitudinal paralelo a la fachada, pudiendo considerarse origen de la apadana persa y del iwan de la arquitectura sasánida e islámica.
Cerro Salomón fue un poblado minero establecido en el siglo VII a. C. en la cabecera del río Tinto. En él se encontraron herramientas mineras, lámparas, fuelles y crisoles. Sus habitantes extraían oro, plata y cobre, fundían el mineral y lo enviaban río abajo hasta Onuba en forma de lingotes o en bruto. Este puerto tartesio funcionaba como el centro de una red de asentamientos y en él también se realizaban actividades metalúrgicas. Otros asentamientos dedicados a la metalurgia y localizados en la cercanía de las minas serían San Bartolomé de Almonte y Peñalosa.[20]
Tejada la Vieja se sitúa en el municipio onubense de Escacena del Campo, llegando a estar habitado entre los siglos VIII y IV a. C. Controlaba la ruta que se utilizaba para llevar los minerales obtenidos en las minas de Aznalcóllar al puerto de Gadir.[20] Se conserva bien el perímetro amurallado y las estructuras de las viviendas.
La primera referencia que se ha querido ver de Tartessos procede de su identificación con el nombre Tarshish que aparece mencionado en la Biblia, pero muchos autores consideran que se refiere más bien a algún puerto del mar Rojo o a un tipo de nave que viajaba hacia esa zona.[21]
Para las fuentes griegas Tartessos era un estado gobernado por una monarquía instalada en un país rico en productos agrícolas, ganaderos y en minerales como el oro, la plata, el estaño y el hierro.[22] Pero no hay ninguna prueba de que existiera una ciudad llamada Tartessos, ya que no ha sido hallada ninguna que pueda ser identificada como tal. Las diferentes fuentes antiguas son a veces contradictorias entre sí y no ha sido posible hacerlas cuadrar con datos arqueológicos.[23]
Las fuentes clásicas y bizantinas indican que la capital estaría situada en el cauce del Tartessos/Guadalquivir, río que hasta bien entrada la época romana desembocaba en el lago Ligustino, colmatado actualmente y convertido en las marismas del bajo Guadalquivir. El Guadaíra, que hoy es un afluente del Guadalquivir, era un río independiente con cierta entidad y desembocaba justo en la confluencia de este con el Ligustino. En la zona de la desembocadura había entonces varios brazos, alguno de los cuales formaba todavía dos lagunas sucesivas en la Sevilla del siglo XVI. Entre dichos brazos quedarían definidas varias islas, a las que se hace referencia en los escritos citados.
La llegada de los fenicios y su establecimiento en Gadir (actual Cádiz), tal vez estimuló su proyección sobre las tierras y ciudades del entorno, la intensificación de la explotación de las minas de cobre y plata (Tartessos se convirtió en el principal proveedor de bronce y plata del Mediterráneo), así como la navegación hasta las islas Casitérides (las islas británicas), de donde importaron parte del estaño necesario para la producción de bronce, que también obtenían por el lavado de arenas estanníferas.
Una hipótesis apoyada en algunas referencias clásicas es la identificación de Gádir con Tartessos.[23] Según esta teoría, Tartessos sería la denominación genérica de una región en la que la única urbe con entidad de la zona sería la Gádir fenicia. Ya que Gádir significa recinto amurallado, para poder identificar claramente de dónde provenían las mercancías, los fenicios podrían haber comenzado a usar expresiones como «de la ciudad en Tartessos», provocando así la confusión en las fuentes. Esto sería coherente con el hecho de que existan fuentes que hablen de la ciudad y sin embargo no se encuentren restos arqueológicos de ella.
Interpretando el periplo de Avieno, Adolf Schulten estuvo buscándola sin éxito en la desembocadura del Guadalquivir, en una isla entre dos brazos del río.[24] Su teoría sobre la ciudad de Tartessos fue muy polémica y muchos la tacharon de fantasiosa. Creyó que la ciudad podría estar en el coto de Doñana, siendo avalada esta tesis por el hallazgo de la Estela Tartésica de Villamanrique, ocurrido el 22 de marzo de 1978 en el paraje denominado Chillas (en la localidad hispalense de Villamanrique de la Condesa, limítrofe con el Parque nacional) por dos de sus vecinos (Manuel Zurita Chacón y Manuel Carrasco Díaz). Esta inscripción arqueológica en piedra única, del s. VI a. C., que documenta sobre la escritura indígena, se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla.[25][26][27]
En 1938, el historiador y arqueólogo sevillano Antonio Martín de la Torre concluye su obra titulada: Tartessos (geografía histórica del SO. de España)[28], publicada en 1940 y en la que realiza un análisis de las distintas teorías de Jorge Bonsor, Adolf Schulten, Luis Pericot y Bosch Gimpera, entre otros, y expone sus hipótesis sobre la ubicación de la capital del reino de Tartessos, en Asta Regia, en el actual yacimiento de Mesas de Asta, en Jerez de la Frontera (Cádiz).
Aunque el texto de dicho libro quedó totalmente terminado en 1938, las dificultades derivadas de la guerra hicieron imposible su publicación en aquella fecha. Sin embargo, en 1939, y con el fin de dar a conocer en Alemania las principales ideas en él contenidas, se publicó un folleto, redactado en alemán con la colaboración de Willy Meyer, y bajo el título de Beitrag zur Tartessos-Frage (Contribución a la cuestión de Tartessos).
Tartessos (geografía histórica del SO. de España), fue uno de los primeros libros que trató la cuestión sobre el mundo tartésico, recibiendo excelentes críticas por el rigor, precisión y minuciosidad del trabajo de Antonio Martín de la Torre.[29]
José Chocomeli Galán buscó Tartessos en Asta Regia, en Mesas de Asta, donde las catas realizadas indican la existencia de un gran potencial arqueológico relacionado con una importante población tartésica.[24]
Siguiendo la hipótesis de Doñana, los investigadores del CSIC Sebastián Celestino y Juan Villarías Robles, el profesor de la Universidad de Huelva Antonio Rodríguez-Ramírez y el historiador Ángel León hicieron desde el verano de 2005 hasta el de 2008 una campaña geofísica, superficial y de fotografía aérea en la zona de la Marisma de Hinojos, donde fotografías satelitales y muestras del subsuelo sugieren que podrían haber restos antrópicos, desconociéndose por el momento su datación.[30][31][32] Durante la campaña de 2009 se iniciaron los primeros trabajos de campo dando como resultado importantes descubrimientos en lo referente a la geología de Doñana. Los más interesante que se puede concluir de los trabajos publicados (Rodríguez-Ramírez et al., 2014, 2015) hacen referencia a la intensa neotectónica de la zona, de tal forma que la paleogeografía tartésica se situaría a varios metros de profundidad bajo la topografía actual. Es por ello que en Doñana los estudios de superficie nunca han encontrado restos tartesios. El proyecto aún está vigente.
En 2015, el filólogo Alberto Porlan formuló la tesis de que el núcleo de la civilización tartesia estuviera en la región del estrecho de Gibraltar. Según él, ocuparía aproximadamente toda la cuenca del río Barbate y la costa atlántica del estrecho entre cabo Trafalgar y Tarifa. Su capital estaría situada en una isla fluvial aguas arriba de la hoy desecada laguna de La Janda, a unos cuatro kilómetros al norte de la población actual de Benalup. Para llegar a estas conclusiones se basó en el estudio e interpretación de las fuentes clásicas, como la Ora maritima de Avieno.[33]
La tradición literaria clásica dice que su forma de gobierno era la monarquía y que poseían leyes escritas en verso en tablas de bronce desde tiempo inmemorial; Estrabón habla de 6 000 años antes de su época, una fecha que podría referirse en realidad a años o meses lunares (unos 500 años). Es posible que los fenicios propiciaran la concentración del poder en un rey, ya que de esa manera les resultaba más fácil establecer intercambios comerciales. Se puede dividir la monarquía de Tartessos en dos grandes grupos: los reyes mitológicos y los reyes históricos.
Argantonio es el único rey del que se tienen referencias históricas. Según Heródoto vivió 120 años, de los cuales reinó 80. Schulten calculó que pudo reinar entre el 630 a. C. y el 550 a. C. Propició el comercio con los foceos durante 40 años para así romper el monopolio que ostentaban los fenicios. Llegó a ofrecerles asentarse en su reino definitivamente a aquellos que emigraran a Occidente cuando los persas presionaban sobre las ciudades griegas de Jonia. Aunque rechazaron la oferta, recibieron de Argantonio un cargamento de plata para reforzar sus murallas. Después de él desaparecen las citas a Tartessos.[43]
La base fundamental de la riqueza de Tartessos fue la metalurgia y la exportación de los minerales de oro, plata, cobre, estaño, hierro y plomo. El oro abundaba en los ríos del sur y oeste peninsular. La plata en Huelva y el curso alto del Guadalquivir. El cobre y el estaño lo obtenían del occidente peninsular y británico. La metalurgia del hierro debió ser introducida por los fenicios, que la conocían gracias a sus relaciones con los hititas. Los centros metalúrgicos no solo estaban cerca de las áreas mineras, sino que aparecen repartidos por todo el territorio. Las herramientas se volvían a fundir una vez que se deterioraban.[44] Los procesos utilizados para obtener la plata consistían en la fundición y copelación de las rocas de gossan, lo que indica unos buenos conocimientos metalúrgicos.[20]
Las rutas comerciales fueron un factor clave para la economía tartésica. Sus barcos navegaban por el Atlántico hasta las actuales islas británicas y remontaban una buena parte del curso de los ríos Tartessos (Guadalquivir) y Anas (Guadiana). Utilizaban asimismo rutas terrestres que llegaban al Tajo y al centro de la meseta. Por todas ellas circulaban los lingotes metálicos, de forma rectangular, que después se exportaban al Oriente Próximo a través de los mercaderes fenicios y griegos.[44] Los principales beneficiarios de este comercio fueron estos mismos mercaderes, pero también las élites locales, que fomentaron el proceso de aculturación y el aumento de la jerarquización social, bien representados ambos en las tumbas principescas de la necrópolis de La Joya. A cambio de los metales, recibieron joyas, ungüentos, aceite y vino,[45] así como telas y otros productos manufacturados. Este trueque fue muy importante, ya que facilitó el intercambio de aspectos culturales y religiosos.
La agricultura, la ganadería y la pesca eran también muy importantes. Se especializaron sobre todo en el cultivo de cereales, usando las técnicas importadas de los fenicios, sin olvidar las huertas y los frutales.
En Tartessos se fabricaron abundantes objetos de metal que, por un lado, tenían influencia oriental, pero también una gran originalidad. En bronce destacan las jarras picudas, similares a las griegas, pero con forma piriforme en vez de ovoide. También se crearon asadores de más de un metro de longitud, fíbulas del tipo de codo o placas de cinturón con garfios; mención aparte merece el Bronce Carriazo, que representa a la diosa Astarté. De bronce o plata se elaboraban aguamaniles de forma circular con dos asas, elemento totalmente autóctono. La orfebrería en plata era muy abundante y en época turdetana se hacía con ella objetos vulgares como barreños o toneles. De origen autóctono es la técnica de embutido de metales que se realizaba con oro, plata o cobre. Los fenicios introducirían las técnicas del granulado y la soldadura. Los mejores ejemplos del nivel alcanzado por la joyería tartésica son las piezas correspondientes a los tesoros de Aliseda, el Carambolo y el cortijo de Ébora: pectorales, cinturones, diademas, brazaletes o pendientes, todo ello elaborado con oro macizo. También se encontraron unos candelabros de oro en Lebrija, que han sido interpretados como elementos rituales pertenecientes a algún templo, que quizás imitaran a los incensarios orientales.[46][47] En cuanto a iconografía, son típicas dos palomas que flanquean una piel de toro, como las que han sido halladas en el yacimiento de El Turuñuelo, cerca de Guareña (Badajoz).[48] En este mismo yacimiento se halló en abril de 2023 las dos primeras representaciones antropomórficas de esta cultura, correspondientes, según los investigadores, a dos divinidades tartésicas o a dos personalidades de dicha sociedad.[49]
En marfil y hueso se fabricaron cajitas o arquetas de lujo para guardar perfumes o ungüentos. Con las conchas de la almeja del Guadalquivir se hicieron objetos de tocador labrados. La cerámica incluye piezas lisas, espatuladas, bruñidas o decoradas, pero siempre fabricadas a mano. Esta cerámica local coexistió con las importaciones orientales fabricadas con torno rápido, de pequeño tamaño y alta calidad, que también serían imitadas por los alfareros tartesios.[50]
También importaron de los talleres orientales o gaditanos artículos de prestigio manufacturados con marfil, oro y plata, vidrio tallado, jarros de bronce, estatuillas de este metal dedicadas a Astarté, aríbalos y alabastrones conteniendo esencias y cosméticos, tejidos, collares, cuentas de vidrio y baratijas.[51]
Hay muy pocos datos, pero se supone que, al igual que el resto de los pueblos del Mediterráneo, era también una religión politeísta. Se cree que pudieron adorar a una diosa producto de la aculturación de los fenicios, Astarté o Potnia. Pudo haber una divinidad fenicia masculina, Baal o Melkart. Se han encontrado santuarios de estilo fenicio en el yacimiento de Castulo (Linares, Jaén). Se han hallado exvotos en diversos puntos de Andalucía y en otros puntos más alejados, como Salamanca, que no se sabe exactamente de dónde provienen. En el aspecto religioso, la aculturación fenicia fue diferencial, no influyendo en todos los sitios por igual.
Existe una serie de lápidas sepulcrales halladas en el Algarve, Alentejo y bajo Guadalquivir que contienen inscripciones en un idioma desconocido con un signario mixto silábico-alfabético que se lee principalmente de derecha a izquierda. En ellas se ha querido ver una representación del idioma tartésico, aunque la mayor concentración de las inscripciones se halla en el Sur de Portugal, siendo en realidad escasas y periféricas en los territorios tartésicos, lo que plantea serias dudas al respecto. De la lengua tartessia (de momento aún desconocida) podría haber derivado la lengua hablada por los turdetanos, a juzgar por las referencias de Estrabón, quien dice que los turdetanos y túrdulos tenían escritos y leyes con más de 6000 años de antigüedad.[52]
Según Aubet, el periodo «orientalizante» tartésico se ha de interpretar en el contexto de una élite indígena situada en la cúspide de una sociedad jerarquizada que dominaba sus propios recursos económicos. Enfrentada ante los exóticos estímulos socioculturales que los fenicios les ofrecieron procedentes del levante, respondió adoptando su ideología e integrándose en sus circuitos comerciales, que abarcaban todo el Mediterráneo.[53]
...un navío samio, que tenía por patrono a Colaios y que se dirigía hacia Egipto, fue arrojado fuera de su ruta a la isla de Platea; las samios confiaron todo el asunto a Corobios y le hicieron un depósito de víveres para un año. Ellos mismos, que, al partir de la isla, habían marchado con un enorme deseo de llegar a Egipto, navegaron fuera de su ruta, arrastrados por el viento del Este; y, sin dejar de soplar el viento, alcanzaron las columnas de Hércules y, conducidos por un dios, llegaron a Tartessos. Este lugar de comercio estaba sin explotar en esta época, de forma que, a su vuelta, estos samios realizaron con su cargamento el mayor beneficio que haya conseguido hasta ahora ningún griego, del que nosotros tengamos referencias exactas, si exceptuamos a Sóstrato, hijo de Laodamente de Egina, que ningún otro puede compararse con éste. De sus ganancias los samios dedujeron el diezmo, seis talentos y ordenaron fabricar un jarrón de bronce en forma crátera argólica.
«Dicen que Tartessos es un río en la tierra de los iberos, llegando al mar por dos bocas y que entre esas dos bocas se encuentra una ciudad de ese mismo nombre. El río, que es el más largo de Iberia y tiene marea, llamado en días más recientes Baetis y hay algunos que piensan que Tartessos fue el nombre antiguo de Carpia, una ciudad de los iberos».[56]
El tratado está concebido en estos términos: «Sobre estas bases existe amistad entre los romanos y los aliados de los romanos con los cartagineses, tirios, uticenses y sus aliados. Más allá del Kalón Akrotérion y de Mastia de Tarsis, los romanos no podrán hacer presas ni comerciar ni fundar ciudades. Si los cartagineses se apoderasen de alguna ciudad del Lacio no sometida a los romanos, quedarán con el dinero y los cautivos pero dejarán la ciudad. Si los cartagineses se apoderasen de gentes con las cuales los romanos hubiesen pactado, aun cuando no estuviesen bajo el imperio de los romanos, no las llevarán a los puertos romanos y, si alguno fuera llevado y un romano se hiciera cargo de él, quedará libre. Lo mismo evitarán los cartagineses; si por el contrario, alguien lo hiciese, no se le perseguirá privadamente, sino que se considerará injuria pública. En Cerdeña y en Libia ningún romano comerciará ni establecerá poblados (ni se acercará), a no ser para aprovisionarse o para reparar sus naves. Si es llevado por una tempestad, en un plazo de cinco días debe marcharse. En la parte de Sicilia sometida a los cartagineses y en Cartago, un romano puede vender y hacer todo aquello que es lícito al ciudadano. Igual derecho tendrán los cartagineses en Roma».
Desde los clasicistas de principios del siglo XX, los arqueólogos bíblicos a menudo identifican el topónimo Tarsis en la Biblia hebrea con Tartessos, aunque otros conectan Tarsis con Tarso en Anatolia u otros lugares tan lejanos como la India. Tarsis, como Tartessos, está asociado con una gran riqueza mineral (Faja pirítica ibérica).
En 1922, Adolf Schulten dio vigencia a una visión de Tartessos que la convirtió en la fuente occidental y totalmente europea de la leyenda de la Atlántida. Una revisión más seria de W.A. Oldfather apareció en The American Journal of Philology. Se creía que tanto la Atlántida como Tartessos eran sociedades avanzadas que colapsaron cuando sus ciudades se perdieron bajo las olas. Las supuestas similitudes adicionales con la sociedad legendaria hacen que una conexión parezca factible, aunque prácticamente no se sabe nada de Tartessos, ni siquiera su sitio preciso. Otros entusiastas tartésicos lo imaginan como contemporáneo de la Atlántida, con la que podría haber comerciado.
En 2011, un equipo dirigido por Richard Freund afirmó haber encontrado pruebas sólidas de la ubicación en el parque nacional de Doñana basándose en estudios subterráneos y submarinos y la interpretación del sitio arqueológico Cancho Roano como "ciudades conmemorativas" reconstruidas a imagen de la Atlántida. Los científicos españoles han rechazado las afirmaciones de Freund alegando que estaba sensacionalizando su trabajo. El antropólogo Juan Villarías-Robles, colaborador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, dijo que "Richard Freund era un recién llegado a nuestro proyecto y parecía estar involucrado en su propio tema muy controvertido sobre la búsqueda del rey Salomón de marfil y oro en Tartessos, el asentamiento bien documentado en el área de Doñana establecido en el primer milenio antes de Cristo" y describió sus afirmaciones como "fantasiosas".
Simcha Jacobovici, involucrado en la producción de un documental sobre el trabajo de Freund para el National Geographic Channel, afirmó que el Tarsis bíblico (que él cree es el mismo que Tartessos) era la Atlántida, y que "la Atlántida se escondía en el Tanaj". Aunque esto es muy discutido por la mayoría de los arqueólogos involucrados en el proyecto. La enigmática Dama de Elche, un busto antiguo de una mujer que se encuentra en el sureste de España, ha sido relacionada con la Atlántida y Tartessos, aunque la estatua muestra claros signos de haber sido fabricada por culturas ibéricas posteriores.
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