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Madrid goyesco

El Madrid de Goya De Wikipedia, la enciclopedia libre

Madrid goyesco
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Madrid goyesco o Madrid de Goya es el conjunto de tipos y lugares enmarcados en el escenario geográfico, histórico y sociológico presente en la obra de Francisco de Goya protagonizados por el pueblo de Madrid.[3] Un espacio variopinto y multicolor poblado por un grupo humano tan diverso como la indumentaria que le caracterizó y el marco cosmopolita que habitaron, o los círculos y ocupaciones que compusieron su esencial estética pictórica.[4] Así, el Madrid Goyesco queda definido en la geografía de la capital de España como un conjunto ejemplar con identidad propia en la historia de la pintura universal.[5]

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La pradera de San Isidro, el pequeño óleo –42 x 90 cm– pintado por Goya en 1788, mostrando Madrid desde la ermita de San Isidro patrón de la ciudad, el día de la romería, un evento popular que el propio pintor definía en una carta a su amigo Martín Zapater con su personal ortografía: «la Pradera de San Isidro, en el mismo día del Santo con todo el bullicio que en esta Corte acostumbra haver».[1] Se trataba de un boceto para un ambicioso cartón de siete metros y medio de longitud, que tras la muerte de Carlos III, no se llegó a realizar. Es contemporáneo de un sainete de Ramón de la Cruz con el mismo título.[2]
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Goya, vecino de Madrid

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«Yo sé quién es Goya, y también sé que lo precioso de Madrid es que puede ser goyesco siempre.»[6]
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Autorretrato de Goya con tricornio (1790-1795).
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El Madrid carnavalesco en El entierro de la sardina (1812-1819), Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Goya vivió en Madrid durante medio siglo.[a] Durante ese largo periodo de su vida, apenas interrumpido por pequeños viajes y un par de estancias más dilatadas en Cádiz y Sanlúcar de Barrameda, el pintor fue vecino en varios domicilios de distintos barrios de la capital de España.[b][7] Así, en 1775, aparece instalado con Josefa Bayeu, en casa de su cuñado y mentor Ramón Bayeu, en la calle del Reloj, donde permaneció dos años y nace su segundo hijo, Eusebio Ramón. Tras una breve estancia en la calle del Espejo (donde nace Vicente Anastasio en 1777) se trasladaron a la Carrera de San Jerónimo, a una casa de la marquesa de Campollano (allí nacen: Hermenegilda, en 1782, y Javier, nacido el 4 de diciembre de 1784, el último y el único hijo que sobrevivió al pintor y fue su heredero).[8] El pintor, que en este periodo central de su vida buscó siempre la vecindad del centro de Madrid, con la Puerta del Sol o el Palacio Real a mano, aparece residiendo en 1799 en casa propia en la calle del Desengaño (donde nacen sus hijos María Pilar Dionisia y Francisco de Paula Antonio Benito), piso que luego vendería a Manuel Godoy para que el valido acomodase a su amante —y luego esposa— Pepita Tudó. En 1800, Goya compra una casa en la calle de Valverde; pero tres años después se muda a la calle de los Reyes –a un piso en propiedad que acabará regalando a su hijo Javier–, que abandonó en 1819 cuando compró una quinta en el cerro Bermejo, «al otro lado del puente de Segovia, camino de la ermita de San Isidro», conocida como Quinta del Sordo.[9][10][11]

La historia del vecino metropolitano se completaría con el Goya que trabaja en la Real Fábrica y su entorno natural cercano al río y las dehesas y bosques del Pardo; con el pintor que decora el palacete de la Alameda, de los duques de Osuna; y en el último lustro de su vida madrileña, con el viejo solitario recluido en la finca de Carabanchel Bajo que ya antes de que Goya la comprara era llamada la quinta del sordo.[12]

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El Madrid de los cartones y tapices

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La más tópica y rica representación del Madrid goyesco aparece en el conjunto de apuntes, cartones y tapices realizados por Goya para la Real Fábrica de Tapices,[13] una galería de cuadros de costumbres en la línea de la pintura de género europea más exquisita. Una visión lúdica, idealizada y benévola que, sin cambiar de escenario, adoptará nuevos y estremecedores ángulos en los Caprichos y Disparates.

Algunos ejemplos de este singular capítulo del Madrid goyesco:

  • El baile a orillas del Manzanares o El baile de San Antonio de la Florida (1777), uno de los varios ejemplos en que el modesto río Manzanares y sus riberas sirvieron de escenario a muchos de los trabajos de Goya. El boceto original de este cartón para tapiz —en paradero desconocido— fue comentado por Goya en una carta de diciembre de 1778 escrita a su amigo Martín Zapater con esta anécdota: «Sabatini se me echó sobre unos guapos borrones que tenía y ya los había destinado y un ibas más librado y me he quedado en pelota. Aquel que tenía antiguo del baile también si lo quieres lo pondrás en un rinconcito que por inútil se quedó...» Luego Sabater añadiría en una nota: «...Dicho borrón que poseo y ha sido calificado por el señor Haess, representa un baile en la ronda: en el fondo se destaca el templo de San Francisco el Grande...» Queda claro que los bocetos (cartones o tapices), conocidos con este mismo tema del baile junto al río, fueron versiones posteriores en las que Goya afinó en calidad —y en algún caso suprimió— la cúpula de San Antonio.[14]
  • El ciego de la guitarra (1778), sin duda una de las escenas más habituales de la picaresca española , que el propio Goya en una factura del 1 de mayo de 1778 describe así: «...representa un ciego cantando con su guitarra y su lazarillo y catorce figuras que le están escuchando, y de las principales son, dos mujeres, un extranjero, un negro vendiendo agua, un paradero, los restantes están embozados con sus capas; delante de todo, dos muchachos sentados oyéndole también. Hay en otro término un murciano con una carreta de bueyes, al otro lado un grupo con muchas gentes y entre ellas uno que está comprando un melón. Hay una perspectiva de calle con casas y una obra que se fabrica en ella, se ve el horizonte y cielo poblado de nubes...».[15]
  • La feria de Madrid (1778), o lo que más tarde se conocerá como el Rastro madrileño, aparece ya a finales del siglo XVIII español como un escenario curioso y singular. Goya lo describe asimismo en una factura del 6 de enero de 1779: «...representa un pasaje de ferias en el tiempo de ellas, que es una prendería, delante de ella el prendero tratando de la venta de una alhaja con una señora a quien acompañan dos caballeros, el uno con un anteojo mirando ciertos cuadros que hay en venta, detrás de éstos se descubren otros cuatro y a más distancia varias gentes. Su medida de ancho siete pies y catorce dedos, su alto nueve pies y siete dedos. Su valor seis mil reales de vellón».[16]
  • El cacharrero (1779) representa una escena del mercado de loza callejero (sobre la que se han escrito todo tipo de supuestos narrativos),[c][17] que Goya en una factura del 6 de enero de 1779 describe así: «...representa un valenciano vendiendo vajilla, dos señoras sentadas eligiendo para comprar, una vieja sentada al mismo fin, a un lado dos caballeros sentados sobre unos ruedos mirando a un coche que pasa por delante, en él se ve una señora, detrás dos lacayos y un volante y un cochero en su pescante, a más distancia se ven varias gentes y edificios...».[18]
  • Los zancos (1791), juego de equilibrio como Las gigantillas y —como estas— diversión callejera del pueblo madrileño. En presencia de un coro de embozados y majos con sombreros de ala ancha los improvisados funámbulos intentan reclamar la atención de una joven asomada a una ventana. Los teóricos de Goya han creído ver aquí un símbolo de lo difícil que es enfrentarse al mundo real.[19]

El traje goyesco

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Personajes con indumentaria goyesca en el baile-juego de La gallina ciega, pintados por Goya en 1789. Museo del Prado (Madrid).

Presente en la magnífica pasarela de los cartones para tapices y en algunos de los mejores retratos del pintor aragonés, el traje goyesco es el nombre que recibe de manera convencional el conjunto de indumentaria popular usada en la capital de España desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX.[20] Un estilo que fue adoptado por las clases altas siguiendo en parte las consignas de sobriedad y populismo exportadas a toda Europa por la Revolución Francesa.[21][22] Así, el 'traje goyesco' es el resultado de la fusión de prendas de vestir tradicionales —comunes a gran parte de las regiones de España— con modas extranjeras traídas por la nobleza y las casas reales. Inconfundible y personalísimo, como muestra la obra de Goya, exhibe los siguientes elementos:

El majo u hombre 'goyesco' viste esencialmente camisa blanca, fajín, chaquetilla corta abotonada y adornada con bordados (o chaleco); pañuelo al cuello haciendo juego con el fajín; pantalón ajustado y llega hasta debajo de las rodillas, mostrando las calzas o medias blancas. También usa redecilla bordada negra a la cabeza, rematada por una borla o "madroño" en su extremo. Se complementa con la capa española y la manta, así como diferentes tipos de tricornio para adornar o proteger la cabeza.

Por su parte, la mujer 'goyesca' viste un corpiño confeccionado en tejidos ricos (casi siempre terciopelos), ajustado y muy escotado, y se toca con un pañuelo, pañoleta, chal o mantón que la envuelve o cubre parcialmente; lleva también camisa de mangas con farol en los hombros y luego ajustadas; como el hombre puede recogerse los cabellos con una redecilla o construir con ellos caprichosos peinados y adornos de cintas (del tipo caramba). Se completa el traje con un conjunto de faldas de vuelo desde la cintura, y ocasionalmente, mandil; los más trabajados van bordados, tanto la falda como el corpiño. Complementos habituales son la toquilla y la peineta.[23]

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Los niños de Madrid

El balancín (1780), tema recurrente, es uno de los numerosos ejemplos que el pintor dedica a los grandes protagonistas de las calles y descampados del Madrid goyesco, los niños, sus juegos, mascaradas, peleas y travesuras. Este fenómeno que pasaba desapercibido para la clase alta, y que gracias a la mirada de Goya, al quedar patentes sus andrajos y cabezas tiñosas en las series de tapices para los comedores y habitaciones del Escorial y el Palacio del Pardo, despertó la sensibilidad sociopolítica de gobernantes como Campomanes, que llegaría a recomendar a padres y maestros que vigilasen «el aseo de niños y aprendices».[3]

Como antes le ocurriera a Murillo con los niños de su ciudad, Goya refleja en repetidas ocasiones el ameno tema infantil, sin bajar por ello el listón de su agudeza e ingenio. Los niños de Madrid, como los sevillanos de Murillo, mendigos en su mayoría, son más pícaros que dulces angelitos.[24]

Corridas goyescas

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Retrato del espada Pedro Romero El Infalible, pintado por Goya entre 1795 y 1798.

Además de la serie de treinta y tres grabados publicados en La tauromaquia (1816) —y cuyo objetivo inicial era ilustrar algunos pasajes de la Carta histórica sobre el origen y progreso de las corridas de toros en España (1777), que Nicolás Fernández de Moratín escribió para Pignatelli[d]— Goya, buen aficionado a la fiesta de los toros, vivió el Madrid taurino con instinto periodístico, a tal punto que su obra en este campo es uno de los mejores reportajes gráficos de la fiesta en el puente del siglo XVIII al XIX.[25] Algunos de sus óleos y grabados permiten identificar la desaparecida plaza de toros de la Puerta de Alcalá, como es el caso de El picador (suerte de varas) (1793), de la Galería Nacional de Washington.[26][27]

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El Madrid oscuro

Goya, gran pesadilla de cosas inauditas;
fetos cocidos en sabáticas comedias;
viejas frente al espejo, desnudas doncellas,
tentando a los diablos ajustando sus medias.
Charles Baudelaire (traducción de Ramón Gómez de la Serna).[28]

A partir de 1790, despunta en la obra de Goya una nueva mirada. Muchos estudiosos coinciden en atribuir a su enfermedad la visión amarga, descarnada y brutal, pero lúcida e inteligente, que muestra Goya en Caprichos.[29][30] El sueño de la razón produce monstruos y algunos de ellos se pasean por una noche eterna, que en muchos casos es la noche de Madrid, con sus celestinas y prostitutas en la capital fantasmal de un herido imperio.[31][32] Y aunque el terror es un sentimiento universal, no hay que dejar de observar que la Quinta del Sordo, demolida en el verano de 1909, estuvo en Madrid.[33]

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Parámetros del Madrid goyesco

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La ermita de San Isidro (1788), la ermita del santo patrón de Madrid, pintada en el día de su romería (15 de mayo) en un pequeño óleo sobre tela de 42 x 44 cm. El inconfundible perfil de su cúpula aparece desde distintas perspectivas en la obra de Goya a lo largo de su vida. Protagonizan la escena un grupo de majas sentadas en el suelo y los majos que se acercan a ellas con los vasos del agua bendita. Al fondo, la muchedumbre hace cola ante la fuente (en el grupo, parecen distinguirse las casacas azules de dos guardias de corps, anunciando quizá la presencia de la familia real).

A partir de los numerosos estudios realizados sobre la obra de Goya y en especial de los específicos sobre la estética que ha dado en denominarse 'goyesca', pueden diferenciarse los siguientes parámetros:

  1. Vestimenta
  2. Oficios y calles
  3. Niños y juegos
  4. Diversiones del pueblo
  5. Tauromaquia
  6. Caprichos
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Influencia en la pintura: discípulos 'goyescos'

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La sombra del Tres de mayo de 1808 (o Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío) en La ejecución de Maximiliano pintada por Manet en 1867.

Partiendo en ocasiones del estilo goyesco blando de los cartones para tapices, como fue en principio el caso de Eugenio Lucas, los seguidores de Goya eligieron la vertiente más romántica del maestro, sin llegar a superarlo.[34] Así, aparecen escenas madrileñas de Alenza, en las que aún se mueven majos embozados muy 'goyescos', mientras que, ya en el siglo XX, la vertiente popular más dura y en ocasiones siniestra pervive en artistas como Solana. A estos nombres se podría añadir, por lo anecdótico, el de José Zapata (1763-1837), pintor levantino que creó sus propios Caprichos.[35] Sin embargo para ninguno de ellos se aplicará el sello de 'goyesco', estéticamente asociado ya al Goya de los primeros años.

En el capítulo internacional, el caso más claro de 'discípulo goyesco' queda patente en algunas obras de Edouard Manet como La ejecución de Maximiliano o la Olympia, que tras su visita al Madrid de 1865 desarrolló una ingenua pasión por el genio de Goya.[36]

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Majos de Galdós

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La romería de San Isidro (1819-1823). La oscura turba de los majos madrileños vistos por Francisco de Goya en sus Pinturas Negras.

Si la imagen más conocida de los majos —en el Madrid del ocaso del siglo XVIII y el amanecer del XIX— quedó fijada con la obra de Goya,[37] complementario, aunque mucho menos conocido, es el retrato coral literario que hizo Galdós del majo madrileño de la primera mitad del siglo XIX.[e] Una interesante y jugosa clasificación y ordenación sociolaboral, minuciosamente localizada además en el callejero de la ciudad, puede leerse en unas memorables páginas de El 19 de marzo y el 2 de mayo, libro tercero de la primera serie de los Episodios Nacionales:[38]

La taberna del tío Malayerba estaba llena de bote en bote, y también disfrutaba el honor de una desmesurada concurrencia, un patio interior destinado de ordinario a paradero y taller de carretería. No puedo haceros formar idea de la variedad de trajes que allí vi, pues creo que había cuantos han cortado la historia, la costumbre y el hambre con su triple tijera. Veíanse muchos hombres envueltos en mantas, con sombrero manchego y abarcas de cuero; otros tantos cuyas cabezas negras y redondas adornaba un pingajo enrollado, última gradación de turbante oriental; otros muchos calzados con la silenciosa alpargata, ese pie de gato que tan bien cuadra al ladrón; muchos con chalecos botonados de moneditas, se ceñían la faja morada, que parece el último jirón de la bandera de las comunidades...
Benito Pérez Galdós: El 19 de Marzo y el 2 de Mayo. Cap. VIII págs. 34 y ss.
...y entre esta mezcolanza de paños pardos, sombreros negros y mantas amarillas, se destacaban multitud de capas encarnadas cubriendo cuerpos famosos de Las Vistillas, del Ave-María, del Carnero, de la Paloma, del Águila, del Humilladero, de la Arganzuela, de Mira el Río, de los Cojos, del Oso, del Tribulete, de Ministriles, de los Tres Peces, y otros célebres «faubourgs» (permítasenos la palabrota) donde siempre germinó al beso del sol de Castilla la flor de la granujería...
Benito Pérez Galdós: El 19 de Marzo y el 2 de Mayo. Cap. VIII págs. 34 y ss.
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Cronología de Goya en Madrid

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Más información Año, Vida de Goya ...
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Uso literario

El uso lingüístico, erudito o literario de la construcción o expresión Madrid goyesco, obviamente posterior a Goya y su obra, no se rastrea con facilidad antes del siglo XX. Algunas pistas documentales:

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Véase también

Notas

  1. Los 50 años centrales de su vida, tras un infancia en su pueblo natal, Fuendetodos, una primera juventud en Zaragoza, y una vejez en el amable exilio voluntario de Burdeos (Francia), donde falleció a los 82 años de edad en 1828.
  2. Queda noticia documentada de que Goya estuvo en Madrid en varias ocasiones a lo largo de la década de 1860 para concursar en las convocatorias de pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1763 y 1766. Tras pasar por alguna pensión de la calle de Atocha, acabó haciéndose un hueco en casa de los Bayeu. En ella, como observa Sánchez Cantón, encontró Goya "protección, enseñanza y novia". Y con el tiempo un buen trabajo en la Real Fábrica de Tapices como ayudante en el taller de los Bayeu, que le permitiría, entre otros beneficios, ser becado en Italia en 1770 como discípulo de Ramón.
  3. Calvo Serraller recoge la teoría de que el cuadro es una alegoría de las tres edades o el paso del tiempo, representado por las diferentes edades de las mujeres que centran la composición, mientras otros fabulan una intriga amorosa entre la dama del carruaje y los dos caballeros que, de espaldas al espectador, la ven pasar (con el agravante de que se desconozca la identidad de los varones en tanto la mujer se muestra, aunque velada).
  4. Así lo han documentado, sucesivamente, Valerian von Loga, Juan de la Encina, Ventura Bagüés, Sinués Urbiola y Cossío.
  5. Galdós, muy minucioso siempre en sus fuentes documentales, usa un abanico de referencias que van desde Mesonero Romanos hasta el ilustre «sainetero» Don Ramón de la Cruz.
  6. Francisco Bayeu llegará a ser el pintor de cámara de Carlos III, sucediendo a Mengs.
      Los Bayeu, Francisco y sus hermanos Ramón y el cartujo Manuel, son una familia aragonesa de notables pintores. Es probable que Manuel, también arquitecto, participara con ellos en algunos proyectos.
      Goya comienza su carrera pictórica bajo la protección de Francisco. Su vinculación con los Bayeu trasciende de lo profesional pues se casará con su hermana Josefa, con la que tendrá ocho hijos.
      Con ocasión de la realización del fresco Regina Martyrum en la cúpula del Pilar por Goya, se producirá en 1781 un profundo desencuentro entre él y Francisco que no será superado hasta 1786, año en que Goya es nombrado pintor del Rey. [40]
  7. Carlos III había encargado a Mengs, su pintor de cámara, la decoración de los Palacios Reales de Madrid y Aranjuez.
  8. Carlos III trae la lotería del Reino de Nápoles. Las reformas de Esquilache y la intervención española en la Guerra de los Siete Años hacían necesarios más ingresos.
  9. Por las calles madrileñas circulaba esta copla satírica contra el marqués de Esquilache, presentando al rey como un pelele suyo (Poza Yagüe, 2003):
    Yo, el gran Leopoldo Primero,
    Marqués de Esquilache Augusto,
    rijo la España a mi gusto
    y mando a Carlos Tercero.
    Hago en los dos lo que quiero,
    nada consulto ni informo,
    al que es bueno le reformo
    y a los pueblos aniquilo.
    Y el buen Carlos, mi pupilo,
    dice a todo: «me conformo».
    El rey decide evitar una represión que provoque muertes. En su lugar atiende parte de las reivindicaciones populares, especialmente la bajada del precio del pan. El levantamiento, más que una revuelta antisistema consistió en un motín de subsistencia.[43]
  10. Ramón de la Cruz describe con lenguaje arrabalero y propio de los bajos fondos el regreso a Madrid de un hampón recién salido de un presidio africano (Wikisource: «Manolo»).
  11. Josefa Bayeu, familiarmente "la Pepa" para Goya, dio a luz ocho hijos: Antonio, nacido en Zaragoza en 1774, y los demás (Eusebio, Vicente, un prematuro, María del Pilar, Francisco de Paula, Hermenegilda y Francisco Javier) nacidos en Madrid. Todos murieron al nacer o siendo muy niños, a excepción del último, Javier, nacido el 4 de diciembre de 1784, que sobrevivió al pintor y fue su heredero. (Angelis, 1988, pp. 83-84)
  12. En 1792 enfermará de nuevo gravemente, pero esta vez quedará con secuelas de por vida.
  13. Los ilustrados desean dar a conocer nuestra pintura a nacionales y extranjeros. Goya apoya el proyecto, lo que le permitirá estudiar la obra de Velázquez y desarrollar la técnica del aguafuerte.
  14. Goya es recibido por Carlos III acompañado de su hijo y heredero el futuro rey Carlos IV, y de la esposa de este, María Luisa de Parma. El encuentro es de la máxima satisfacción para el pintor, tal como manifiesta en carta a su amigo Martín Zapater: «… no había tenido tanta dicha jamás; y te digo que no podía desear más en cuanto a gustarles mis obras, según las satisfacciones que logré con el rey y mucho más con sus altezas» (Gallego, 2024, p. 96)
  15. A estas alturas Goya ya cuenta con el favor del conde de Floridablanca, que lo relaciona con las altas esferas madrileñas.
  16. La duquesa de Alba luce el peinado a la Caramba en el retrato de Goya La duquesa de Alba de blanco (1795).[53]
  17. El cuadro no lo pinta en Madrid sino en el palacio de La Mosquera, Arenas de San Pedro (Ávila). (Gallego, 2024, p. 103)
  18. Bayeu influye a favor del nombramiento de Goya como pintor del rey. Así se manifiesta Fray Manuel Bayeu en carta a Zapater: «Esta accion de Francho [Bayeu], como azía tiempo no se trataban, a sido para mí la de más satisfacción que he tenido. Dios quiera vivan en paz y como Dios manda.» [sic] [40]
  19. Goya es 'pintor del rey' pero no el 'primer pintor de cámara', su verdadero objetivo que no logrará hasta 1789 con Carlos IV. Su cometido era supervisar la calidad de los tapices de la Real Fábrica.
  20. A la muerte de su hermano Fernando VII, el infante don Carlos le disputará el trono a Isabel II (primera guerra carlista).
  21. La naturaleza de esta enfermedad es incierta: sífilis, saturnismo, síndrome de Susac. La sordera que le quedó de secuela le agrió el carácter de por vida.
  22. Carlos IV esperaba que el conde de Aranda salvara a su primo el rey Luis XVI de Francia, cosa que no consigue.
  23. Son tres los tratados de San Ildefonso. Por el primero (1777), España y Portugal fijan las fronteras entre ambos países en Sudamérica.
    Por el segundo (1796), España y Francia se alían frente al Reino de Gran Bretaña.
    Finalmente, por el tercero (1800), el rey consiente el desarme de la Armada entregando a Francia seis navíos de 74 cañones cada uno a cambio de un territorio en Italia aún sin determinar, del que sería rey Fernando de Borbón, nieto de Felipe V. Además se estipulaba la entrega por España del territorio de la Luisiana.
  24. A su salario de 50 000 reales anuales se añadían 500 ducados para mantenimiento de una carroza, en la que Goya gustaba pasearse ufano por Madrid. (Gallego, 2024, p. 100)
  25. Moratín le corresponde con su Silva a don Francisco Goya que termina así:
    … en la edad futura,
    Al mirar de tu mano los primores
    Y en ellos mi semblante,
    Voz sonará que al cielo te levante
    Con debidos honores,
    Venciendo de los años el desvío,
    Y asociando á tu gloria el nombre mio.
  26. En la época circuló el rumor de que la duquesa había sido envenenada por Godoy a requerimiento de la reina María Luisa de Parma. La autopsia que se le practicó a los restos en 1945 determinó que había muerto de causas naturales: meningoencefalitis de origen tuberculoso. (Tortella, 2010, pp. 14-19)
  27. Wikcionario: «abolir»
    Son más usadas las formas cuya desinencia comienza por —i.
    Real Academia Española. «abolir». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Consultado el 20 de junio de 2024.
  28. Un testigo presencial tan «ecuánime, moderado y pacífico» como dice Gaspar Gómez de la Serna que fue Ramón de Mesonero Romanos, escribe que el 13 de noviembre de 1823, seis días después de ordenar la ejecución de Riego, Fernando VII el Deseado «lanzó a la Nación en todos los horrores de la saña política, de las venganzas personales, de la persecución contra el saber y el patriotismo». No es de extrañar que a partir de ese momento Goya solo pensara en poner tierra de por medio.

Referencias

Bibliografía

Enlaces externos

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