Una hernia es la protrusión de cualquier órgano o tejido fuera de la cavidad en que está alojado normalmente.[1] Las hernias más comunes se desarrollan en la pared abdominal, a través de orificios naturales o artificiales que constituyen los puntos débiles en los cuales comienza su proceso de formación.
A pesar de que las hernias más conocidas en medicina son las relacionadas con la cavidad abdominal, existen también hernias en sitios diferentes como la hernia discal y la hernia cerebral.
Congénitas: por trastornos del desarrollo.
Adquiridas: por factores como obesidad, estreñimiento, esfuerzo físico que aumenta la presión intraabdominal.
Traumáticas: por factores traumáticos. Ejemplo: en los perros es frecuente que ante atropellos, el diafragma sea dañado parcial o totalmente, ante lo cual las asas intestinales pueden pasar hacia la cavidad torácica.
Tumoración blanda que aumenta con la tos, esfuerzos y bipedestación, y que disminuye en decúbito y reposo.
Dolor, que es mayor cuando se está formando la evaginación.
Trastorno del tránsito intestinal: dificultad de expulsión de gases y heces. El grado va desde un simple apretamiento hasta una obstrucción total del tránsito intestinal.[2][3]
Según etiología:
Hernia congénita
Hernia adquirida
Según su morfología:
Hernia deslizada: su contenido (el meso o la víscera) forman parte de la pared del saco.
Hernia complicada o estrangulada: tiene compromiso vascular, es decir, no recibe sangre al comprimir los vasos que la irrigan. Reducir una hernia estrangulada está contraindicado.
Según el contenido del saco herniario:
Hernia de Richter: contiene solo parte de la pared del intestino, normalmente el borde antimesentérico. Suele estrangularse.
Hernia de Amyand: la que contiene el apéndice cecal con apendicitis o no.
Consiste en una intervención quirúrgica para evitar que se complique y se estrangule, seguido de rehabilitación y consumo de medicamentos indicado por el doctor. Esta recibe el nombre de hernioplastia.