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obra de teatro de 1662 De Wikipedia, la enciclopedia libre
El lindo don Diego es una obra de teatro de Agustín Moreto, publicada en 1662. Se trata de una comedia de enredo de las llamadas «de figurón», cuya trama gira en torno a un personaje central caracterizado como vanidoso. Tiene su antecedente en El Narciso en su opinión, de Guillén de Castro, con la que guarda una relación muy estrecha.
Comedia de enredo en la que Don Tello compromete el matrimonio de sus hijas Doña Leonor y Doña Inés, respectivamente, con Don Mendo y Don Diego, pese a que la primera está enamorada del prometido de la segunda y ésta, a su vez, suspira por otro caballero llamado Don Juan. Inés no puede soportar la suprema vanidad de Diego y para humillarle le tiende una trampa, haciéndole creer que Beatriz, la novia de su sirviente Mosquito, es una condesa de gran alcurnia. Diego cree la broma e intenta seducir a Beatriz, pero es sorprendido por Don Tello, que le reprocha la infidelidad. Diego reacciona airado, anunciando su matrimonio con quien cree mujer de noble cuna, lo que desencadena el permiso paterno para el amor entre Inés y Juan. Diego, sin embargo, trama su venganza deslizando que Beatriz fue amante de Juan, y éste le reta a duelo. Diego consigue que su lugar en el lance sea ocupado por Mendo con engaños al hacerle pensar que Juan ama a Leonor. El combate es finalmente detenido por Mosquito, que revela toda la verdad. Mendo y Leonor, Juan e Inés y Mosquito y Beatriz pueden por fin ver cumplidos sus deseos de amor, mientras que la única preocupación de Diego es el daño a su imagen, al conocer que Beatriz es solo una sirvienta.
Se considera a El lindo Don Diego la obra más significativa del subgénero denominado comedia de figurón. Se denomina así por el peso que recae en un personaje -el figurón- al que se trata de forma satírica: en este caso, don Diego. Su personalidad desbordante lo convierte en el motor de la acción junto con el donaire, Mosquito. Esto es porque la sátira hacia Don Diego se realiza a través de su apariencia, sus gestos y sus palabras, pero Mosquito -el gracioso- es también el artífice del engaño al crédulo galán. Lobato[1] apunta que el equilibrio estructural recae sobre estos dos personajes: aunque el humor se desprende de la secuencia de actos protagonizados por don Diego, la continua presencia de Mosquito suplementa este mecanismo mediante la verbalización de no pocos elementos ridículos que durante la obra surgen en relación con el figurón. De hecho, debido a esta diversificación del peso de la acción, algunos autores como Sáez Raposo han propuesto ajustar la taxonomía del subgénero en este caso denominándolo comedia con figurón[2].
La raíz de la comicidad de El lindo es, en síntesis, el continuo cisma entre la realidad que vive y sus juicios y acciones para con ella. A partir de una idea fantástica de sí mismo, introduce una serie de convencimientos y de actos que son motivo de risa o de desesperación para el resto de personajes. Para dar más fuerza a esta fractura, se sitúa frente a él a un personaje antitético, su primo don Mendo, que se desenvuelve como un galán de extremada discreción y maneja con soltura las relaciones sociales.
En la construcción del humor de la comedia resultan importantísimos los apartes, que son parlamentos enunciados por los autores directamente al público y a algunos personajes en detrimento de otros, que no los escuchan. A través de ellos, numerosos personajes expresarán sus comentarios respecto del lindo. Puede afirmarse, con Lobato, que los apartes constituyen una estructura profunda a través de la que se comunican el resto de personajes durante los intercambios en que don Diego está presente, provocando así un desconocimiento de la situación real que lo aísla y lo ensimisma totalmente.
A través de todos estos juegos, Moreto pone en tela de juicio una buena cantidad de problemas sociales. Los más inmediatos y obvios son los que encarna el protagonista: la presunción y la petulancia, el orgullo desmesurado, el individualismo y la cobardía de no reconocer lo que nos es incómodo. Sin embargo, la actitud coercitiva del padre con su hija es claramente negativa, y se exacerba más al mantenerse fiel a pesar de las características del futuro desposado. Si bien es cierto que no es El sí de las niñas, se atisba ya la certera crítica del matrimonio involuntario, puesta en boca de doña Leonor en un largo y preciso parlamento.
No queda impune el lenguaje culto -o culterano- criticado sagazmente mediante el personaje de Beatriz, que parodia a la “culta latiniparla”. La mofa se dirige con claridad hacia los que admiran el registro elevado por cuanto son incapaces de entenderlo. Se emparienta de este modo con las críticas que ya hiciera Quevedo (“doctrina muerta, letra no tocada…”)
Son varios los elementos y asuntos que inspiran la comedia, por lo que se puede hablar de una poligénesis. Por un lado, se documentan durante el Siglo de Oro varias locuciones que involucran a un personaje indeterminado llamado Don Diego; ya en 1612, está documentada la expresión “¡Lindo Don Diego!” en una pieza de Mira de Amescua, y volverá a aparecer en Lope, Calderón, Tirso y en el mismo Moreto con anterioridad. Al margen de ese sustrato popular, la famosa obra que el madrileño toma como modelo es El Narciso en su opinión, de Guillén de Castro, publicada en 1625. Esta reformulación del figurón acaba por producir una comedia superior a su precedente, puesto que Moreto sofistica los mecanismos de conformación del personaje. Mientras que Guillén de Castro construye a don Gutierre mediante hipérboles descriptivas y un protagonismo absoluto, su análogo moretiano va revelando su personalidad a través de sus relaciones con el resto, y reparte su protagonismo con un donaire que se sitúa en posición contraria al figurón: estos son planteamientos que luego producen una obra mucho más fructuosa.
Por último, El lindo comparte la columna vertebral de su argumento con un entremés previo del propio Moreto llamado El aguador. Como queda subrayado en el artículo de Brioso[3], en el argumento encontramos la estafa canónica de tipo amoroso en la que el engaño se produce por la vía del matrimonio, con la medranza económica como finalidad.
Hoy día es considerada una de las obras capitales de Moreto, de la mano de El desdén, con el desdén. Pero sus inicios no fueron tan prometedores: no parece haber indicios de su presencia en los escenarios del XVII, aunque sí durante el XVIII: seguramente la validación cultural dada por la adaptación de Molière -La Princesse d'Èlide- fue decisiva para su surgimiento en escena: el comediógrafo francés la estrena durante una fiesta palaciega en Versalles solo dos años después de la publicación de nuestra comedia. El lindo sobrevive también a través de todo el siglo XIX, siendo representada en Madrid durante y después de la Guerra de la Independencia.
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