Cristo crucificado o en la cruz, o Jesús o Jesucristo crucificado o en la cruz, o simplemente Crucificado, son denominaciones convencionales para la representación pictórica o escultórica de la escena evangélica de la crucifixión de Jesús, especialmente cuando se limita a la figura de Cristo y a la cruz con pocas adiciones. Cuando la escena es más compleja se puede denominar Calvario,[2] al incluir elementos paisajísticos (naturales o urbanos) y otras figuras: las de otros dos crucificados (el Buen Ladrón —Dimas— y el Mal Ladrón —Gestas—), las de las tres Marías, la del "discípulo" (Juan —la escena se denomina Stabat Mater si aparecen la Virgen María y el apóstol a ambos lados de la cruz—), las de los sayones, las de Longinos y otros soldados romanos, las de los espectadores (que pueden constituir una verdadera multitud), etc. A veces se incluyen las figuras de otros santos (que no tienen por qué corresponder a la escena evangélica, ni siquiera ser de esa época, de modo similar a una sacra conversazione) o las de los comitentes o donantes de la obra, en un plano inferior y en actitud orante.

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Cristo crucificado de la iglesia de Santa María de Belén (monasterio de los Jerónimos de Lisboa), de Philippe de Vries o Filipe Brias, 1551.[1]

Es uno de los temas más recurrentes en el arte cristiano y el de una iconografía más evidente. Si bien se representa a veces a Cristo vestido, lo habitual es representar su cuerpo desnudo, aunque con los genitales cubiertos con un paño de pureza (perizonium); los desnudos integrales son muy raros, pero destacados (Brunelleschi, Miguel Ángel, Cellini). Las convenciones de representación de las distintas actitudes de Cristo crucificado se designan con las expresiones latinas Christus triumphans ("triunfante" —no debe confundirse con la Maiestas Domini o el Pantocrátor—), Christus patiens ("resignado" —no debe confundirse con el Cristo de la paciencia—)[3] y Christus dolens ("sufriente" —no debe confundirse con el Vir dolorum—). El triumphans se representa vivo, con los ojos abiertos y el cuerpo erguido; el patiens se representa muerto, con la voluntad totalmente vaciada (kénosis), la cabeza inclinada, el rostro con expresión serena, los ojos cerrados y el cuerpo arqueado, mostrando las cinco llagas; el dolens se representa de un modo similar al patiens, pero con un gesto de dolor, particularmente en la boca (curvada hacia abajo), remarcando los rasgos anatómicos y dando una mayor sensación de tensión y gravedad.[4]


Las representaciones escultóricas ("la cruz adornada con la efigie de Cristo crucificado") pueden denominarse crucifijo, especialmente a efectos devocionales.[6] Tienen todo tipo de tamaños, desde las pequeñas joyas que pueden llevarse al cuello hasta los de tamaño natural y los de escala colosal. Dentro de las iglesias, es obligatorio disponer un crucifijo como parte destacada del altar mayor o ante él (Crux triumphalis —"cruz triunfal"—),[7] como pieza aislada o englobado en un retablo. Una modalidad de representación especial es la denominada Gabelkreuz ("crucifijo doloroso", en alemán: cruz en y griega), en la que el travesaño horizontal se sustituye por dos en ángulo (con su correspondiente interpretación cristológica).

Las cruces de grandes dimensiones, que presiden los cruces de caminos u otros lugares destacados, se denominan crucero. También hay numerosos pasos procesionales con este tema. Las cruces funerarias pueden incorporar la figura del Crucificado. Aunque el remate de los báculos suele ser el lituus, a veces se dispone en ellos una representación de Cristo crucificado. Las estación duodécima del Viacrucis tradicional se describe como Jesús muere en la cruz. En la reforma de Juan Pablo II las escenas que tienen lugar con Cristo crucificado van de la décima a la decimotercera.

Cada periodo artístico ha destacado distintos aspectos de acuerdo con las características de su estilo e incluso a sus implicaciones intelectuales, sociales e ideológicas en una época histórica determinada.

Cristo en la cruz a lo largo de la historia del arte

Previamente a la representación de Cristo en la cruz, en el arte antiguo se había representado la muerte y la tortura de distintas formas, incluyendo la crucifixión.[9] Temas clásicos de la escultura griega, como el de Laocoonte o el de Marsias, son claros precedentes de la representación de la anatomía masculina en tensión extrema.

El Graffiti Alexamenos y el Orpheos Bakkikos
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A la izquierda, el Graffiti Alexamenos, una burla anticristiana, precoz representación del Crucificado (en el centro, croquis aclaratorio). A la derecha, el Orpheos Bakkikos, un sello de hematita de interpretación debatida, inicialmente clasificado como una imagen cristiana, con lo que sería una de las primeras representaciones de Cristo en la cruz; mientras que desde la década de 1920 se duda de tal identificación, pudiendo representar otros cultos mistéricos, como el orfismo, o elementos simbólicos del flamen Divi Iulii (el sacerdote dedicado al culto de Julio César divinizado).[10] También se ha denunciado como un posible fraude.[11] Estuvo en el Altes Museum de Berlín, y se perdió o fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial.

Paleocristiano, bizantino y prerrománico

En el arte paleocristiano de la Antigüedad Tardía no es un tema muy tratado. La figura de Cristo a veces se acompaña de la cruz, pero no representando la escena de su muerte (patena de Cástulo, siglo IV). Un panel de marfil, procedente, probablemente, de Roma (ca. 420-430) es considerada la primera representación narrativa de la crucifixión. Además del Crucificado se identifican otros personajes: Longinos, la Virgen y San Juan, y en una escena separada el suicidio de Judas.[12] Reecientemente (2006) se publicaron unos polémicos restos arqueológicos del yacimiento de Iruña-Veleia, que de poderse verificar y datarse en el siglo III, como defienden los responsables de la excavación, serían la primera representación de un calvario, aunque están cuestionados por distintos expertos.

En el arte bizantino de la Edad Media el tema pasa a tener un gran desarrollo, especialmente en mosaicos e iconos. En general, durante la Alta Edad Media fue más habitual la Crux gemmata[13] (el crucifijo decorado con piedras preciosas, incluso en su representación pictórica) que la representación figurativa de Cristo crucificado.[14]

Románico y Gótico

El tema en el arte occidental de la Plena Edad Media pasa, de tratarse de una forma hierática en el Románico (Jesús aparece como Cristo en Majestad, vencedor sobre la muerte y completamente vestido a pesar de estar en la Cruz, o en todo caso hierático y solemne),[23] a hacerse de una forma más naturalista en el Gótico (Jesús aparece sufriente, y habitualmente desnudo —cubierto únicamente con el perizonium o paño de pureza—). Para el tema iconográfico de los clavos de Cristo,[24] es característico en el románico la utilización de cuatro clavos, dos para los manos y dos para los pies, cada pie en un clavo diferente; mientras que en el gótico se suele representar con tres, haciendo que un pie esté sobre otro, lo que obliga a una pierna a doblarse de forma diferente a la otra y romper la simetría.[25] Otros símbolos de la Crucifixión o de la Pasión (Arma Christi)[26] que se fijan en época medieval y relacionados con el momento concreto de clavar a Cristo en la Cruz son la escalera, las tenazas y el martillo; además de otros que aparecen durante la Crucifixión, como la lanza de Longinos y la esponja con agua y vinagre. La corona de espinas es, además de un motivo muy usual en la Crucifixión, un símbolo más genérico de la Pasión de Cristo, al asociarse con escenas anteriores, como la flagelación de Cristo y el Ecce Homo. También se fijó convencionalmente el uso de una cartela con las siglas INRI. En la pintura italiana medieval fueron característicos los crucifijos pintados, a los que se añadían también otras escenas en pequeños recuadros.

La separación entre los dos siglos del Románico (XI y XII) y los dos siguientes del Gótico (XIII y XIV, Duecento y Trecento en Italia), aunque se ajusta aproximadamente a la evolución formal de un estilo a otro, no deja de ser una convención con muchas excepciones y divergencias entre las distintas escuelas locales.

Arte de la Edad Moderna

Siglo XV

El siglo XV significó la transición entre el arte medieval y el arte de la Edad Moderna. Las convenciones del tema de Cristo crucificado, que se habían fijado en el Gótico, fueron objeto de diferentes adaptaciones a las nuevas técnicas, como la perspectiva italiana (Masaccio), o el óleo flamenco (Van der Weyden).

Siglo XVI

El Renacimiento pleno se identifica con los grandes maestros de los años finales del Quattrocento e iniciales del Cinquecento, tanto en Italia (Leonardo -único de ellos que no pintó ningún Crucificado, aunque sí un Cristo cargando la cruz-,[38] Rafael, Miguel Ángel, Tiziano) como en el llamado Renacimiento nórdico (al norte de los Alpes, principalmente el francés, el alemánDurero, Altdorfer, Grünewald—, y el flamenco). La Reforma protestante, que supuso una radical ruptura en la representación iconográfica de la Virgen y los santos, centró la pintura religiosa en la representación del Cristo crucificado, en ocasiones vinculada a la propia figura de los reformadores (Cranach).

Siglo XVII y comienzos del XVIII

Tras el Renacimiento pleno, el Manierismo, el Barroco y el Clasicismo (posteriormente Neoclasicismo y Academicismo) continuaron la tradición iconográfica medieval, cuya representación se fue adaptando a las convenciones formales de cada uno de los estilos, con una oposición muy visible, al ser tendencias pendulares con un mayor o menor énfasis en el intelecto o en los sentidos.

Arte de la Edad Contemporánea

En el arte de la Edad Contemporánea, las representaciones religiosas dejaron de ser tan dominantes como lo habían sido en el Antiguo Régimen; aunque continuó habiendo numerosos encargos, tanto institucionales como particulares, de arte religioso para los que se ajustaban perfectamente las convenciones académicas fijadas desde el Neoclasicismo. No obstante, a partir del siglo XIX son destacables las reformulaciones del concepto de Cristo en la cruz que realizan con criterios muy personales diversos artistas: en el Romanticismo, Caspar David Friedrich (Altar de Tetscher -donde el nuevo concepto de belleza sublime de la naturaleza se convierte en protagonista-), en el Prerrafaelismo, William Holman Hunt (La sombra de la muerte -una escena premonitoria en la carpintería-), o el Postimpresionismo, Paul Gauguin (Cristo amarillo).

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Dibujo atribuido a San Juan de la Cruz (ca. 1550) en el que Dalí dijo inspirarse para su famoso Cristo[44] En realidad, un plano mucho más parecido al daliniano es el de Trinidad con santos, de Andrea del Castagno (1453-1454).

siglo XX


En el siglo XX se puede destacar la originalidad de Dalí que muestra a Jesús en un escorzo de picado en su cuadro Cristo de San Juan de la Cruz; o sobre una cruz en forma de hipercubo en Corpus hypercubus.

Cristo crucificado en el cine

Las películas que tratan la vida de Cristo constituyen un subgénero cinematográfico. El momento de la crucifixión suele ser la culminación dramática de casi todas ellas, incluso aunque se prolonguen con escenas posteriores.

Cristo crucificado en representaciones populares

Las "pasiones" son representaciones dramatizadas de la Pasión de Cristo que implican a comunidades enteras. Aunque sus inicios pueden vincularse al de los autos sacramentales, su extensión es reciente. La inclusión del momento de la crucifixión es común a todas ellas. En algunos casos (como ocurre en algunas localidades filipinas), en cumplimiento de un voto, se infligen heridas verdaderas a quien representa el papel de Cristo.[46]

Paráfrasis del tema artístico

La fuerza icónica del cuerpo del Crucificado hace muy fácil que la paráfrasis visual del tema artístico de la crucifixión suscite una fuerte impresión en el espectador. Se ha empleado con todo tipo de variaciones, desde las más sutiles a las más evidentes; y en todo tipo de contextos, sagrados y profanos, incluyendo la blasfemia (Félicien Rops, La tentación de San Antonio).

Véase también

Notas

Enlaces externos

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