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Un concierto para viola es un tipo de concierto que contrasta una viola con otro cuerpo de instrumentos musicales, como una orquesta o un conjunto de música de cámara. Los primeros ejemplos de conciertos para viola incluyen el concierto de Telemann en sol mayor, varios conciertos de Carl Stamitz y otros miembros de su familia, así como los conciertos de Alessandro Rolla. La primera obra concertante que utilizó la viola en igualdad con otro instrumento fue la Sinfonía concertante para violín y viola de Mozart. Durante el siglo XX y el siglo XXI, la viola comenzó a ser tomada en cuenta como un instrumento solista y de concierto, por lo que aparecieron numerosas obras dedicadas a los virtuosos del instrumento.
Históricamente se ha considerado a la viola como un instrumento inferior al violín, o que está a la sombra de éste. En 1752, Johann Joachim Quantz realizó comentarios que mostraban el estereotipo que se tenía en esa época sobre la viola y sus supuestas desventajas con respecto al violín. Estas opiniones iban en consonancia con respecto al repertorio orquestal, que utilizaba a la viola como un instrumento de acompañamiento, pero no para realizar obras solistas o concertantes.[1]
Se considera que la primera obra de concierto para viola es el Concierto para viola en sol mayor de Georg Philipp Telemann, compuesto aproximadamente en 1715. Se trata de una obra con una estructura de concierto de iglesia, de cuatro movimientos.[2][3] Por otro lado, el compositor italiano Alessandro Rolla, quien eligió la viola como su instrumento principal, realizó una decena de conciertos para este instrumento.[4]
La primera obra en la que la viola tiene un rol protagónico junto a otro instrumento es la Sinfonía concertante de Mozart, en el que un violín y una viola son solistas; sin embargo, Mozart recomienda que el violista afine su instrumento un semitono más alto de lo normal, para tener mayor brillantez.[1]
Otra obra en la que la viola tiene un rol protagónico es Harold en Italia (1834), de Hector Berlioz, una sinfonía concertante en la que la viola es el instrumento solista. Sin embargo, al ser esta obra un encargo de Niccolò Paganini, se esperaba que fuera una pieza virtuosa; pero Berlioz no siguió los lineamentos de Paganini y realizó una obra expresiva, en la que "la viola brilla como un antihéroe melancólico en lugar de alinear frenéticamente semicorcheas." [1] De hecho, en su tratado de orquestación, Berlioz describe a la viola con estas palabras:
De todos los instrumentos de la orquesta, aquel cuyas excelentes cualidades han sido poco conocidas, es la viola. Es tan ágil como el violín, el sonido de estas cuerdas bajas tiene un mordisco particular, sus notas altas brillan con su acento tristemente apasionado, y su timbre general, de profunda melancolía, se diferencia del de otros instrumentos de arco.[1]
Sin embargo, fue hasta el siglo XX, cuando la viola comenzó a ser tomada en cuenta como un instrumento solista en toda la expresión de la palabra, apareciendo una enorme cantidad de repertorio, tanto para el instrumento solista, como obras concertantes con orquesta.[5] Hubo varias razones por las cuales aparecieron más obras para este instrumento, como la profesionalización de los violistas y la necesidad de un repertorio más virtuoso; así como compositores y compositoras que también eran intérpretes de viola, como Paul Hindemith, Frank Bridge y Rebecca Clarke.[6]
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