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sinfonía de Ludwig van Beethoven (1808) De Wikipedia, la enciclopedia libre
La Sinfonía n.º 6 en fa mayor, Op. 68, conocida como "Sinfonía Pastoral" o en alemán "Pastorale", fue compuesta por Ludwig van Beethoven en 1808. Es la sexta de sus nueve sinfonías. La partitura está dedicada al príncipe Joseph Franz von Lobkowitz y al conde Andréi Razumovski.[1][2][3][4][5]
Beethoven fue un amante de la naturaleza; pasaba gran parte de su tiempo caminando por el campo. Solía dejar Viena para trabajar en localidades rurales.[cita requerida] No fue el primer compositor en describir sinfónicamente la naturaleza. Joseph Haydn en su oratorio Las estaciones estrenado en 1802 pintó el amor por la naturaleza, con campesinos bailando, una tormenta, pájaros cantando, etc.[cita requerida] Durante el Barroco francés e italiano se compusieron piezas que pretendían imitar a la naturaleza, aspiración muy propia de la Ilustración. Antonio Vivaldi compuso sus celebérrimos Conciertos para violín Op. 8, Las cuatro estaciones, genial pintura de la naturaleza, con tormentas, cantos de aves, moscardones, etc.[cita requerida]
Sabemos por varios testimonios el gran amor que Beethoven tenía por la naturaleza y por la vida en el campo donde pasaba sus veranos.[6]
«Qué feliz estás de haber podido irte al campo tan pronto. Solo el 8 podré disfrutar de esta dicha. Me regocijo como un niño. Qué placer poder vagar por los bosques, entre los árboles, las hierbas, las rocas. Nadie puede amar el campo como yo. Los bosques, los árboles, las rocas en efecto nos dan el eco deseado».— Beethoven, carta a Theresa Malfatti, Viena, mayo de 1810.
Uno de los primeros biógrafos del compositor, Alexander W. Thayer, relata las palabras del músico inglés Charles Neate quien se encontraba a menudo con Beethoven en Viena:[7]
«Neate, en su larga vida —tenía casi 80 años en 1861 cuando habló con el autor— nunca había conocido a un hombre que disfrutara tanto de la naturaleza; se deleitaba intensamente con las flores, las nubes, todo - “La naturaleza era, por así decirlo, su alimento; realmente parecía vivir de ella”. Vagando por los campos, se sentaba en cualquier montículo verde que pareciera ofrecer un asiento cómodo y luego dejaba que sus pensamientos volaran libremente. […] En otra ocasión, caminando por los campos alrededor de Baden, Neate la habló de la Sinfonía 'Pastoral' y del poder de Beethoven para pintar escenas con música. Beethoven le dijo: "Siempre tengo una imagen en mente cuando compongo, y trabajo hasta lograrla».—Alexander W. Thayer, Vida de Beethoven.
“Le gustaba estar a solas en la naturaleza, convertirla en su única confidente”, escribió la condesa Therese Brunsvick. Un día en Viena, se negó a alquilar un apartamento en una casa cuando descubrió que no había árboles alrededor. “Amo más a un árbol que a un hombre”, habría replicado (pero la autenticidad de esta frase es cuestionable). A Beethoven le encantaba experimentar la naturaleza en todos sus estados de ánimo, sentir el viento, la lluvia y el sol en su rostro. En Baden se cuenta que una vez rechazó airadamente la oferta de un paraguas, y solo la eminencia del personaje podía hacer sonreír a su anfitriona ante su costumbre de salpicar todos los muebles al volver de uno de sus paseos sin paraguas.
En sus numerosos paseos por Heiligenstadt y Nußdorf, al norte de Viena, eran los amplios prados, las zonas rocosas, los senderos en bosques bordeados de olmos y los arroyos susurrantes y caudalosos los que deleitaron a Beethoven. La belleza de un escenario natural a menudo lo transportaba con fervor religioso. "¡Todopoderoso en el bosque! Soy bendito, lleno de felicidad en el bosque: cada árbol habla a través de ti. ¡Oh Dios! que esplendor! En tal país de bosques, en la altura está el descanso, el descanso para servirte”, escribió en su diario en 1815, en un momento de exaltación panteísta, después de leer a los filósofos indios, los Upanishads y el Bhagavad-Gītā.[8] Anton Schindler cuenta que un día de abril de 1823 paseaba con Beethoven:[9]
«Cruzamos el encantador valle, entre Heiligenstadt y Grinzing; cruzamos un arroyo límpido que bajaba de una montaña cercana, y a cuyo borde una cortina de olmos enmarcaba el paisaje. Beethoven se detuvo varias veces, lanzó sus miradas encantadas y respiró el aire balsámico de este delicioso valle. Luego, sentándose cerca de un árbol, me preguntó si, entre el canto de los pájaros, ¡oía el de la oropéndola! Como reinaba un silencio absoluto, en ese momento, a nuestro alrededor, dijo: “¡Que la escena del torrente fue escrita en este lugar, y en la que las oropéndolas, las codornices, los ruiseñores, así como los cucos, eran sus colaboradores!».— Anton Schindler, Historia de la vida y obra de Louis Van Beethoven, 1864, pp. 105-106.
La composición de la pieza se desarrolló desde los primeros esbozos que datan del verano de 1807, posiblemente con borradores de 1803-04, compuesta principalmente entre principios de 1808 y septiembre de 1808.[3] El primer esbozo de la Sinfonía Pastoral se encuentra en un cuaderno de 1803, mezclado con los de la Eroica y el comienzo de la Sinfonía n.º 5.[10] De hecho esta sinfonía fue compuesta simultáneamente con la más famosa y feroz sinfonía beethoveniana, la n.º 5.
Beethoven optó por componer una sinfonía, y así escapó del carácter sobre-literal que habría impuesto un libreto, en caso de componer una cantata o un oratorio. Como dijo el compositor, la Sexta Sinfonía es «más expresión de sentimientos que pintura de sonidos»,[11] y el mismo punto se ofrece en el título que colocó en el primer movimiento.
Es una de las pocas obras de música programática del compositor, quien la subtituló Recuerdos de la vida campestre. Beethoven tenía poco gusto por el “retrato musical” porque en varias ocasiones anotó comentarios en los bocetos para la Pastoral en los márgenes y finalmente indicó en el título mismo: “más bien una expresión de sensación que una pintura. En 1807 indicó: “Que el oyente cuide su orientación. Sinfonia caracteristica o un recuerdo de la vida en el campo. Cualquier espectáculo pierde por querer reproducirlo con demasiada fidelidad en una composición musical. — Sinfonia Pastorella — los títulos explicativos son superfluos; incluso alguien que solo tiene una vaga idea de la vida en el campo comprenderá fácilmente la intención del autor. La descripción es innecesaria; centrarse más en la expresión del sentimiento que en la pintura musical." Y en 1808 anotó: “la Sinfonía Pastoral no es un cuadro; allí se encuentran expresadas, en matices particulares, las impresiones que el hombre saborea en el campo.[12] Se trata, por tanto, de una partitura a la vez expresionista e impresionista: sabemos la fortuna que disfrutaron después estas dos estéticas, con Claude Debussy y Richard Strauss en particular.
En una carta al poeta Gerhard, se expresa en estos términos sobre el dominio de la música:
“La descripción de una imagen pertenece a la pintura. Y a este respecto también el poeta, aquel cuyo dominio no es tan restringido como el mío, puede considerarse más favorecido que mi Musa. Por otro lado mi esfera se extiende más hacia otras regiones y nuestro dominio no es tan accesible".
— Beethoven, carta a Wilhelm Gerhard, Nussdorf, 15 de julio de 1817[6]
Hay un estudio que se utilizará en el segundo movimiento y el motivo del contrabajo que se repetirá en el tercer movimiento. El tema de la tormenta ya está presente en la introducción que sigue inmediatamente a la apertura del ballet Las Criaturas de Prometeo. Anton Schindler relata en sus memorias que Beethoven se inspiró en las canciones populares austriacas para el tercer movimiento y en las danzas campesinas, llegando incluso a parodiar la danza nacional del pueblo austriaco.[9] Según indicaciones de ciertos borradores, Beethoven pensó por un momento en coronar el final y la sinfonía con un coro religioso –habría considerado un Gloria o uno de los lieder de Gellert. En un manuscrito anterior, la intención religiosa es ciertamente más explícita; Beethoven había escrito: “Hirtengesang, vohltätige, mit Dank an die Gottheit verbundene Gefühle nach dem Sturm” (Canción de pastores, sentimientos benevolentes unidos al agradecimiento a la divinidad después de la tormenta)."[8] “Al renunciar a la palabra y a la voz, para dejar cantar sólo a la música pura, mantuvo la obra en el dominio de la sensación, a igual distancia de la “pintura” y del “pensamiento”.[13]
El estreno público se celebró el 22 de diciembre de 1808 en el Theater an der Wien de Viena, en el cual se había estropeado la calefacción. Consistió en un monumental concierto "maratón" de cuatro horas con música exclusivamente de Beethoven y que fue dirigido por el propio compositor.[14] Fue su última aparición como solista al piano. En el programa figuraban las dos sinfonías dispuestas al revés del orden por el cual las conocemos hoy: la Sexta se escuchó al principio de la primera mitad y la Quinta justo después del descanso.[15][16][17]
El programa del concierto de estreno fue el siguiente:[18]
En España se estrenó la noche del 19 de diciembre de 1838 en el Teatro de Madrid y un mes más tarde en el Liceo de Barcelona.
La partitura está escrita para una orquesta formada por:[1]
La plantilla instrumental de la sinfonía difiere en cada movimiento y aporta escasas modificaciones a las previas obras sinfónicas del maestro alemán. Para los movimientos más líricos (el primero, el segundo y el final), Beethoven especificó una orquesta sinfónica clásica más bien pequeña. En el tercer movimiento se añaden las trompetas y para incrementar la efectividad de la tormenta Beethoven agrega trombones, timbales y flautín.
La sinfonía consta de cinco movimientos:[19]
Al estructurarse en cinco movimientos, rompió con el molde clásico de los cuatro típicos. Beethoven adapta su programa descriptivo a la forma sinfónica clásica habitual, insertando después del scherzo (III movimiento) un movimiento adicional (Tormenta). Sólo el primer movimiento se acomoda a la forma sonata. El tercer movimiento responde a la forma Scherzo-Trío, modificada. Esta sección se enlaza sin pausa con los dos últimos movimientos, práctica que Beethoven solamente empleó en esta obra y en la Sinfonía n.º 5. Felix Mendelssohn en su Sinfonía de la Reforma y Robert Schumann en su Sinfonía n.º 4 retomaron este procedimiento décadas después.
Fue recibida fríamente, sobre todo debido a su más brillante contraparte, la Quinta. Si bien la Sexta contiene algunos de los pasajes más hermosos del músico de Bonn, la gente deseaba otra obra cargada y aventurera, y la obra relativamente calmada e introspectiva no fue muy de su agrado.[cita requerida]
A pesar de su estreno poco auspicioso, la pieza, que dura alrededor de 40 minutos, se ha convertido poco a poco en una de las obras centrales del repertorio sinfónico. Es la favorita de muchos oyentes y es muy frecuentemente interpretada y grabada en la actualidad.[cita requerida]
La Sexta significó un paso más en el desarrollo de la música programática, que desembocaría por último en la aparición del poema sinfónico por Franz Liszt. Este proceso culminaría a finales del siglo XIX en los extraordinarios poemas sinfónicos de Richard Strauss y en sus sinfonías programáticas, especialmente en la estruendosa y lírica a la vez Sinfonía Alpina.
En 1940, Walt Disney incorporó está sinfonía en su película de animación Fantasía, aunque con modificaciones en la longitud de la pieza, realizadas por el director Leopold Stokowski.
Fragmentos del primer movimiento aparecen en la escena de la muerte de la película de ciencia ficción del año 1973 titulada Soylent Green.
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