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oratorio profano de Franz Joseph Haydn de 1799-1801 De Wikipedia, la enciclopedia libre
Die Jahreszeiten (en español, Las estaciones) Hob. XXI.3, es un oratorio profano compuesto por Franz Joseph Haydn entre 1799 y 1801. Es una de las obras de madurez del compositor. Fue, junto con la Schöpfungsmesse (Hob. XXII:13) y la Harmonienmesse (Hob. XXII: 14), una de sus últimas obras de gran envergadura.[cita requerida]
Die Jahreszeiten | ||
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«Las Estaciones» | ||
de Joseph Haydn | ||
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Fecha de composición | de 1799 a 1801 | |
Estreno | ||
Fecha | 24 de abril de 1801 | |
Lugar | Viena, Palacio del príncipe Schwarzenberg | |
Instrumentación |
Orquesta sinfónica, coro, soprano, tenor, bajo | |
Movimientos | 4 | |
Se creó tras su doble estancia en Inglaterra, donde fue galardonado con el título de Honoris Causa por la Universidad de Oxford, Joseph Haydn es considerado por sus compatriotas vieneses como el compositor vivo más importante. Durante esta época es también liberado de sus obligaciones en Esterházy. Por esta razón, puede dedicar su tiempo a encargos privados.
Impresionado por la cantidad de público que atraían los oratorios de Haendel en Londres, siente el deseo de componer obras de este género. Aborda entonces la composición de La Creación entre 1796 y 1798 que obtiene un éxito rotundo. El Barón Gottfried van Swieten, traductor y libretista de La Creación, propone a Haydn trabajar sobre el poema The Seasons de James Thomson. En un principio, a Haydn no le convence la idea de no trabajar sobre un texto religioso, como es habitual en los oratorios clásicos, pero al final se deja convencer. La composición durará dos años (1799-1801) en difíciles condiciones, tanto por los roces con las indicaciones de Van Swieten como por la debilidad que le iban causando sus enfermedades.
El punto de partida del libreto de Gottfried van Swieten es la obra poética The Seasons del escocés James Thomson publicada en cuatro partes entre 1726 y 1730. Thomson publicará en 1745 una versión revisada de la obra añadiendo a las descripciones de la naturaleza desde una visión deísta, consideraciones y alusiones filosóficas, científicas y económicas. Van Swieten utiliza la versión alemana publicada en Hamburgo en 1745. De ella mantiene las descripciones de la naturaleza y la vida sencilla de los campesinos, pero realiza cortes y modifica ampliamente este largo poema de 200 páginas. Introduce tres personajes, ausentes en la obra original. Sin embargo, estos no son los motores de una acción que no existe. Simplemente describen los paisajes y los sentimientos que les producen. Finalmente, Van Swieten utiliza pasajes de otros dos poetas: Gottfried August Bürge, para el coro de hilanderas (n.º 34) y Christian Felix Weisse, para la canción de Hanne (n.º 36).
El trabajo de Van Swieten fue muy criticado en su momento por la simplicidad, incluso ingenuidad, en la evocación de la vida en el campo. El público inglés se mantuvo reticente, al no identificar la conocida obra de Thomson con la retraducción del libreto.
Haydn dedicó dos años a perfeccionar la obra. Van Swieten había sembrado su texto de indicaciones para el compositor con detalles descriptivos, imitaciones de sonidos de animales, etc. El pasaje del croado de la rana es célebre por las tensiones que incitó entre los dos hombres, Swieten se basó en una antigua partitura de Grétry para convencer a un Haydn reticente del interés de la imitación, refiriéndose a ella como
porquería afrancesada
.[1] La manera en que la música responde a las imágenes no es menos notable: chalumeaux para los pastores, bordones de gaitas, crepitar de grillos, cantos de pájaros y hasta una imponente tormenta, anticipándose al propio Beethoven en la Pastorale. Haydn luchó para imponer algunas de sus ideas, incluida la reutilización del tema del andante de su Sinfonía n.º 94.
La obra de Haydn es un vasto fresco pictórico de la naturaleza como metáfora de las distintas etapas de la vida humana, subyace un nuevo enfoque subjetivo en la relación entre la naturaleza el hombre y Dios, y cómo los fenómenos naturales influyen en los sentimientos humanos a la vez que revelan la bondad y la grandeza del Creador, todo ello expresado con una sensibilidad plenamente romántica. Haydn se revela como un filósofo que desarrolla una cosmovisión original en la que el ser humano con todas sus contradicciones se coloca en el centro del tablero de juego, interpretando las leyes naturales y analizando la verdadera naturaleza de Dios. La influencia de esta gran obra maestra se hará sentir en los románticos posteriores; diez años más tarde, Beethoven escribirá su sinfonía pastoral, en la que superpondrá la expresión de sentimientos a los sentidos.[2], concepto que Berlioz llevará al límite con su "Sinfonía Fantástica" y que nos conduce a una nueva cosmovisión del Mahler de la tercera sinfonía.
La orquesta está compuesta de:
Para los recitativos secos:
Las arias y recitativos son confiadas a tres solistas:
Doble coro: coro de voces masculinas y coro de voces femeninas.
El estreno de la obra tuvo lugar en Viena, el 24 de abril de 1801, en el palacio del príncipe Schwarzenberg. El estreno público se produjo en el Burgtheater de Viena el 29 de mayo de 1801. Los solistas fueron los mismos que en La Creación: Mathias Rathmayer, Ignaz Saal y la hija de este último, Thérèse Saal. Después del éxito indiscutible de La Creación, la opinión de los críticos de la época fue más matizada, sobre todo en la forma de tratar las pinturas musicales.[3]
La primera edición de la obra fue publicada por Breitkopf & Härtel en mayo de 1802 en un doble volumen; uno con el texto en alemán y su traducción inglesa, y el otro con el texto en alemán y una traducción francesa. La partitura original ha desaparecido, pero se conservan copias de las partes separadas. August Eberhard Müller realizó una reducción para piano a petición del editor, para la cual Joseph Haydn aportó algunas correcciones.
La obra está dividida en cuatro partes, correspondiendo con las cuatro estaciones. La duración de la ejecución es aproximadamente de 135 minutos. Cada parte está precedida de una introducción instrumental. La estructura tonal parte de Sol menor hasta concluir en Do mayor. Haydn huye del enfoque tradicionalista de tonalidad - base o de referencia sobre la que pivotan las distintas partes de la obra y se aventura en un camino imprevisible cuyo punto de partida va a ser diferente al de llegada, es un viaje que nos conduce a través de diferentes paisajes a una meta que resuelve el enigma de la obra. Esta concepción novedosa de la tonalidad la encontramos ya en las óperas de madurez (La Vera Costanza, Orlando Paladino, Armida, Orfeo), en "Las siete palabras" o en "La Creación" (Mozart que era casi 25 años más joven prefirió siempre el marco tradicional de tonalidad - base o tonalidad de referencia por motivos de unidad).
Al igual que "La Creación", "Las Estaciones" está repleta de pasajes antológicos:
Comenzamos por la propia Obertura, única en su género por su sinfonismo feroz, su energía colosal y sus grandes contrastes. Por momentos parece desbordar los límites sonoros de la orquesta, es una página visionaria que no tiene precedentes en todo el s.XVIII, alejándose totalmente del sinfonismo formal de Mozart. Solo algunos pasajes de sus Sinfonías Londres (las más modernas y revolucionarias del s.XVIII) y el famoso "Terremoto" de sus "Siete Palabras de Cristo en la Cruz" se acercan a esta nueva concepción sinfónica. Esta Obertura culmina en un pasaje agresivo sobre el acorde de 7a. de dominante de Sol que enlaza bruscamente con el primer "acconpagnato" de la obra. Le sigue el 1° Coro, una plasmación perfecta del primer Romanticismo, su melodísmo conecta con el mundo del "lied", género en el que Haydn es también uno de los mayores exponentes.
El aria de Simón "Schon eilet froh der Ackersmann" es un anticipo del lied romántico, de carácter alegre y un ritmo tonificante. El pasaje en menor es un presentimiento de la sombría aria de Simón que precede al grandioso final del oratorio. Al igual que en "La bella molinera de Shubert, ciclo en el que el primer lied apenas nos hace presagiar el triste final, aquí ocurre algo parecido, pues la evolución del personaje de Simón es igualmente sobrecogedora.
La grandiosa fuga final de la 1° Parte. Tras un pasaje pianissimo en Re mayor surgen unos acordes atronadores en Si b mayor que describen la majestad del Creador, Le sigue una hermosa plegaria de los solistas interrumpida por un pasaje dramático del coro y la orquesta, una pausa da paso a la imponente Fuga construida a base de entradas continuas del tema 1° y segundos motivos en un diseño intrincado de gran virtuosismo en el que el más complejo contrapunto se une a un magistral soporte orquestal. Un pasaje de tintes apocalípticos precede al final exultante de la fuga.
La salida del Sol, en la Segunda Parte, "El Verano", es otro momento inolvidable. Partiendo de un pianissimo, Hanne susurra un motivo ascendente y cromático al que se unen Lucas y Simon y por último el coro hasta alcanzar un apoteósico fortissimo del tutti. El sigue un vibrante Coro de alabanza en Re mayor (tonalidad solar por excelencia) en el que alternan de manera incomparable los solistas con el coro.
La gran escena de Hanne en el bosque crea una pintura romántica llena de sentimiento, siempre se destaca la extraordinaria escritura del oboe que juega con la soprano en un diseño "a dúo" único en su género.
El aria de Lucas, es todo un espléndido lieder romántico. La cuerdas en sordina y las sutiles pinceladas de la flauta y el oboe recrean una atmósfera casi inmaterial. La tonalidad de Mi mayor y la gran expresividad de la línea melódica su funden junto una armonía propia del mejor Schubert.
La tormenta es un imponente episodio sinfónico-coral de fuerza descomunal. Sólo Beethoven ha sido capaz de crear un episodio parecido en su Sinfonía Pastoral, claramente influenciado por esta página memorable de Haydn. Destacar la genial introducción previa al estallido de la orquesta, en la que la soprano relata las amenazantes nubes sobre un simple acompañamiento de las cuerdas en "pizzicato"" simulando las primeras gotas de lluvia y unos sombríos redobles de timbales recreando los primeros truenos amenazantes. Por último un vertiginoso motivo descendente de la flauta parece dibujar el primer rayo que cae del cielo y súbitamente estalla la tormenta con grandes acordes disonantes del coro sobre una orquesta atronadora. La segunda sección del número es una modernísima fuga con un tema principal descendente y cromático coloreado con trémolos de la cuerdas que crean un pasaje sombrío y dramático con esporádicos estallidos de la orquesta. Cerca del final la Coda resuelve toda la energía en un magistral "diminuendo" en el que Haydn hace intervenir la sonoridad de un íntimo cuarteto de cuerdas que va descendiendo por semitonos hasta llegar al Do grave en el que intervienen todas las cuerdas en "pianissimo". Este número impresionó al público y la crítica de tal manera que quedó plasmado en elogiosos artículos de prensa que se hicieron eco de esta impresionante obra.
El Coro de glorificación del trabajo de la 3ª Parte, "El Otoño", es otra demostración del dominio absoluto del genio de Rohrau en materia de contrapunto, si bien le costó dolores de cabeza decidirse a poner música al texto de Van Swieten. Haydn no quería que se frivolizara con el duro trabajo del campo, él conocía bien el mundo rural, pues en ese contexto nació y se crió y tenía el mayor de los respetos por la gente humilde y trabajadora que se dejaba la salud trabajando la tierra.
Los otros 2 platos fuertes del Otoño son La grandiosa "escena de caza" y el "Coro de la Vendimia". La primera de ellas es la más famosa escena de caza de la historia, las 4 trompas se distribuyen en grupos de 2 las diferentes "tonadas" o llamadas a la caza que van apareciendo a lo largo de esta partitura. El "coro de la Vendimia" es una deshinibida escena exultante que describe la alegría del pueblo por la cosecha y la ingesta del vino que provoca el primer epìsodio de embriaguez colectiva de la historia de la música con una exaltada "loa al Vino" que hizo sonrojar a más de uno. El mismo Haydn dudaba de si se había sobrepasado con esta escena tan explícita en la que todos los instrumentos y el coro se lanzan a su libre albedrío, se oyen gritos de júbilo, innumerables "Hurra", la orquesta del pueblo, el bordón, los bailes populares, La tercera sección es un apoteosis de júbilo en compás de 6/8 con la orquesta y el coro a toda potencia, con panderetas, triángulo y percusión, en una danza que parece una auténtica bacanal.
El 4º número del "Invierno" es el aria de Lucas sobre el tema del “Caminante perdido" que se haya en medio de una tormenta de nieve, que se convierte en el arquetipo de este tema capital del Romanticismo. Está en Mi menor y recorre un extenso recorrido modulatorio lleno de ansiedad que sólo se disipa al final de la pieza, Es el "Wanderer" que recorre distintos paisajes de la naturaleza para encontrarse a sí mismo. Su influencia en Schubert, Shumann o Wagner es innegable.
El "coro de las Hilanderas" es otro leitmotiv del Romanticismo. El accompagnato que le precede prepara magistralmente el diseño melódico reiterativo del bajo que describe la rotación de la rueca, sin pausa ataca el coro de hilanderas, escrito en forma estrófica jugando con el estribillo que a manera de ritornello va apareciendo sin cesar mientras la estrofa va variando su instrumentación en cada aparición. El tema o estribillo es muy pegadizo y se apoya en dos tonalidades Re menor y La menor, ambas con el mismo peso, creando una sensación de balanceo e incertidumbre sobre cuál es la principal, al final se resuelve el enigma, siendo Re menor la que se impone. Este número influenció claramente también a Schubert, Mendelssohn o Schumann.
La gran aria de Simon, en Mi b mayor, de profundidad estremecedora, es de nuevo un lied, más propio del "Viaje de Invierno" de Schubert que del primer estilo romámtico. El hombre llega a su postrera etapa y se adivina ya la sombra de la muerte. Los recuerdos de juventud y madurez se mezclan con el presentimiento del final de la vida. El aria no tiene conclusión (lo cual es un acierto dramatúrgico) y queda unida al accompagnato siguiente que conecta, a su vez, con el grandioso final.
La escena final, con toques de trompeta (en alusión al Juicio final) está diseñada a doble coro y culmina en la colosal Fuga que marcó un hito en la historia de la música con su grandiosa sección final coloreada con fanfarrias de trompetas y la sonoridad del resto de los metales unidos a la orquesta al completo y una percusión contundente. El efecto que produce este número sigue sorprendiendo a los espectadores, tanto como lo hizo el 24 de abril de 1801.
Las 4 partes del oratorio van precedidas de una introducción orquestal, cuatro momentos extraordinarios muy diferentes entre sí: la Introducción a la primera parte (la Primavera) como ya se dijo, es una anticipación al Beethoven más descarnado y feroz, la segunda Introducción (el Verano) muy concisa, es de gran sutileza y sensibilidad, la introducción al Otoño es luminosa y melódica, muy alejada del prototipo melancólico occidental, por su parte la introducción al Invierno es un prodigio de pintura de atmósfera, cargada de profunda soledad, Haydn traduce en música la mañana gélida del libreto y la sombra cercana de la muerte con una orquestación magistral. Esta página orquestal está considerada por muchos especialistas como el momento cumbre de esta magna obra.
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