Gran Redada
programa de exterminio de los gitanos de España en el siglo XVIII / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
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La Gran Redada, conocida oficialmente como Prisión general de gitanos, fue el intento de exterminio de los gitanos que vivían en España. El proyecto, ideado y dirigido por el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, consistía en recluir separadamente a los hombres y a las mujeres gitanos para que no pudieran reproducirse y conseguir así su extinción. Se inició en la madrugada del 31 de julio de 1749 y prosiguió durante los días siguientes. Hubo una segunda fase a partir de la tercera semana de agosto (en Cataluña y en algunas localidades a donde no había llegado la orden inicial de prisión, especialmente Málaga, Cádiz y Almería).[1] Manuel Ángel del Río Ruiz, de la Universidad de Sevilla, lo ha calificado como un proyecto de «disolución y de exterminio cultural»,[2] mientras que José Luis Gómez Urdáñez, de la Universidad de la Rioja, lo ha considerado como un proyecto genocida.[3] Antonio Domínguez Ortiz ya lo había afirmado en 1976: «Ensenada planeó un verdadero genocidio».[4]
Aunque fracasó el plan de acabar con «tan malvada raza» —«Estas gentes que llaman gitanos no tienen religión; puestos en presidio se les enseñará y se acabará con tan malvada raza», había afirmado Ensenada, quien cinco años después, a causa de una serie de intrigas palaciegas que no tuvieron nada que ver con la «Gran Redada», sería destituido y confinado en la Alhambra de Granada por orden del rey Fernando VI—,[5] el daño causado por la «Gran Redada», según Manuel Martínez Martínez, del Instituto de Estudios Almerienses, fue «incalculable, pues causó una profunda brecha entre ambas comunidades [gitanos y no gitanos] y acentuó la pobreza y la marginalidad de una colectividad étnica que prácticamente en su totalidad se hallaba asentada y en proceso de completa integración».[6] Una valoración similar sostiene Teresa San Román, de la Universidad Autónoma de Barcelona, que afirma que la «Gran Redada» provocó la ruptura traumática de los vínculos entre «castellanos» y gitanos, especialmente desde la perspectiva de estos últimos, que vieron traicionados sus esfuerzos de integración.[7]