«El Tao que puede llamarse Tao no es el verdadero Tao. El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre».[1]
«El Tao es vacío, imposible de colmar, y por eso, inagotable en su acción».[2]
«Se le llama invisible porque mirándole no se le ve. Se le llama inaudible porque escuchándole no se le oye. Se le llama impalpable porque tocándole no se le siente».[3]
«El Tao engendra al Uno, El Uno engendra al Dos, El Dos engendra al Tres. El Tres engendra a los diez mil seres».[4]
«La iluminación viene cuando abandonamos nuestra obstinación y nos hacemos dóciles al obrar del Tao en el mundo que nos rodea y en nuestros propios cuerpos, mentes y espíritus».[5]
«Nadie puede impedir que el creyente considere que Dios, el Purusa, el Atman o el Tao son la causa primaria y eliminar con ello la última insatisfacción del hombre en el todo. La ciencia hace un trabajo diligente, pero no toma el cielo al asalto».[6]
«Sólo el espíritu desapegado penetra en la esencia del Tao. El apasionado no percibe más que los efectos: el descenso a las profundidades exige el silencio, la suspensión de nuestras vibraciones, entiéndase de nuestras facultades».[7]