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celebración de la misa del rito romano de la Iglesia católica según las prescripciones y rúbricas de las sucesivas ediciones del misal romano promulgadas entre 1570 y 1962 De Wikipedia, la enciclopedia libre
La expresión «misa tridentina» se emplea para referirse a la celebración en la actualidad de la eucaristía bajo la forma previa a la reforma litúrgica de 1970, tal y como se estableció a perpetuidad bajo el pontificado del papa san Pío V tras el Concilio de Trento y publicada en el Misal romano de 1570, que fue sometido a modificaciones menores en las ediciones posteriores hasta la de 1962.[3] El calificativo de «tridentina» se refiere a su origen, ya que fue por mandato del Concilio de Trento[4] que Pío V procediera a la reforma solicitada.[5]
Se llama también misa latina tradicional, rito tradicional, misa latina (misa en latín – expresión ambigua), misa preconciliar (es decir, de antes del Concilio Vaticano II), misa vetus ordo y misa tradicional.
En el motu proprio Summorum Pontificum de 2007, Benedicto XVI la llamó «forma extraordinaria»[6] del rito romano, pero su sucesor inmediato, el papa Francisco, declaró en el motu proprio Traditionis custodes de 2021 que actualmente hay una sola expresión del rito romano, a saber, los libros litúrgicos promulgados por los pontífices Pablo VI y Juan Pablo II en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II.[7]
La liturgia nunca se ha considerado fija: la forma de la misa, que se traduce en el misal; el oficio divino (el breviario), y los demás sacramentos, están en constante y lenta evolución, sin interrupción, en lo que se entiende como la “evolución orgánica de la liturgia”.
Los orígenes del rito romano se pueden rastrear hasta el siglo III. A este siglo se remonta la Traditio apostolica, texto que presenta como apostólicos muchos usos propios de la liturgia romana y que eran también comunes en Antioquía y Alejandría. El Canon Romano se remonta al menos al siglo IV, que en el siglo V incorporó: el Sanctus, elemento procedente de la liturgia antioqueña; el Communicantes; el Nobis quoque pectoribus; y el Hanc igitur, del que probablemente fue compilador el papa León I.[8] Entre los siglos III y V en Roma, se insertaron nuevos elementos en la liturgia, que dieron a la Misa una impronta externa más elaborada y solemne.[9] El papa Dámaso I en la segunda mitad del siglo IV favoreció la transición gradual del griego al latín, no solo traduciendo, sino también componiendo nuevos textos que formarían colecciones de oraciones llamadas eucologías.
Durante un largo período de tiempo que va del siglo III al IX, se fueron introduciendo fórmulas que diferenciaban la Misa de los diferentes días y fiestas del año en relación con el tiempo litúrgico y las festividades de la Cuaresma y el Adviento. El culto litúrgico de los mártires, que se origina en el siglo III, tuvo un número creciente de misas propias en los siglos siguientes. En el siglo V aparecen también las misas votivas.[10]
Los libros litúrgicos más antiguos que se han conservado son los del Ordo romanus I, escrito después del pontificado del papa Sergio I (687-701), pero que contiene partes de un hipotético Ordo Missae de la época del papa Gregorio Magno (590-604) posteriormente reelaborado; y el Capitulare ecclesiastici ordinis, contemporáneo del Ordo Romanus I, cuyo autor se dice que es Juan Archicantor, enviado a Inglaterra por el papa Agatón en 680.[11] Estos libros describen la Misa solemnemente celebrada por el Papa. La Misa pontificia es esencialmente la antigua Misa descrita en el Ordo Romanus I, pero con algunas especificidades que atañen estrictamente a la figura papal.[12] [13]
La Misa celebrada por un presbítero podía ser cantada, con la presencia de un diácono y un lector, a lo que después del siglo XI se añadió el subdiácono: a partir de este momento la misa cantada también se llamó Missa solemnis. La parte musical tuvo un gran desarrollo en la época carolingia.[14] Junto a la misa cantada, también se celebraba la misa rezada o privata, en la que el celebrante recita todas las partes pertenecientes al diácono, al subdiácono y a la Schola cantorum: aunque esta práctica ya estaba presente en los primeros siglos, se convirtió en común en el siglo VII.[15] De la práctica de la Misa rezada surge la costumbre, que duró desde el siglo XII hasta 1962, de que el celebrante recitara en privado las partes confiadas a otros incluso en la Misa solemne, como el Introito, el Kyrie, el Gloria, el Credo, el Sanctus el Agnus Dei, la Epístola y el Evangelio.[16]
En el siglo VIII, el papa Adriano I (772–795) envió a Carlomagno un libro —el Hadrianum— que contenía el texto de la liturgia papal de entonces. En los siglos IX y X se realizó una fusión entre este material y elementos prestados de las liturgias del Imperio carolingio, y fue esta fusión la que «encontró su camino de regreso a Roma y fue posteriormente adoptada allí».[17][13]La extensión de la liturgia romana mezclada con elementos galicanos a gran parte del mundo latino fue favorecida por los monjes de la abadía de Cluny en el siglo XI.[18]
El Ordo Missae originalmente desarrollado para el uso de la Corte Papal se convirtió en la práctica oficial de la Iglesia y terminó prevaleciendo sobre todas las demás especialmente gracias a los franciscanos, que allí donde predicaban, en lugar de a los ritos locales, buscaban ceñirse al rito de la Iglesia Romana, como lo estableció el ministro general Aimone de Faversham en el capítulo celebrado en Bolonia en 1243.[19] Aunque el uso franciscano difería en algunos puntos de la misa romana, fue importante para la homologación de las liturgias locales a la liturgia romana.
Con la invención de la imprenta, el primer Missale Romanum impreso se publicó en 1474, basado en el Código Ottoboniano de la segunda mitad del siglo XIII.[20][21][22]
El Concilio de Trento, reunido entre 1542 y 1563, elaboró su “exposición de la doctrina relativa al sacrificio de la Misa”, durante su vigésimo segunda sesión del 17 de septiembre de 1562, queriendo defender la doctrina católica sobre la misa contra lo que consideraba los errores resultantes de la Reforma protestante. Para ello, el concilio expone los fundamentos doctrinales del sacrificio de la misa y recuerda en el decreto final algunos principios prácticos para respetar y combatir determinadas malas costumbres.
San Pío V, en respuesta a lo aprobado en Trento, trató de unificar el culto romano de Occidente, ordenando que la nueva edición del Misal romano fuese usada en toda la Iglesia occidental, excepto en aquellas regiones y órdenes religiosas que tenían ritos propios con más de 200 años de antigüedad.[23] A lo largo de la Edad Media la mayoría de las naciones donde se habían desarrollado ritos particulares fueron adoptando progresivamente el rito romano: Francia, había sustituido el rito galicano por el gregoriano (romano) en el siglo IX a instancias de Carlomagno; y España, abandonó la liturgia hispánica a finales del siglo XI, no sin resistencia del clero local.[24][25]
La misa tridentina fue una versión actualizada del rito romano gregoriano tal y como se celebraba a finales del siglo XVI, cuyos elementos esenciales fueron preservados. Está generalmente aceptado que el texto del misal de Pío V se basó esencialmente en el publicado casi exactamente cien años antes en el Missale Romano impreso en Milán en 1474, y que ya contiene varios textos, como las oraciones al pie del altar, también incorporados al Misal Romano de 1570.[26][27] El Misal Tridentino fue el «resultado final de una larga evolución, que [...] está esencialmente ligada a la más antigua tradición de la Iglesia romana».[28]
Con las bulas Quo primum tempore y Quod a nobis, se declaró obligatorio en toda la Iglesia latina el uso del Misal Romano y de sus ediciones del Breviario Romano.[23] Desde entonces y, particularmente después del Concilio Vaticano II, apenas se han conservado los ritos pretridentinos y, algunos de ellos como el rito mozárabe, han sido profundamente modificados para asemejarlos a la misa de Pablo VI.[29] En la actualidad se celebran misas según el rito ambrosiano, el mozárabe, el bracarense, y el de los cartujos. Además, algunas comunidades conservan todavía, por concesión de la Santa Sede y el permiso del obispo diocesano, ritos de órdenes religiosas, como los de la orden dominicana y los carmelitas.
El misal estuvo sujeto a sucesivas revisiones promulgadas por los papas posteriores. Estas revisiones generales se daban a conocer a través de las ediciones típicas, que eran las ediciones oficiales de los textos del misal dados por Roma a las cuales debían ajustarse las ediciones hechas por los distintos impresores.
Después de la edición original del misa tridentino de san Pío V, la primera nueva edición típica fue promulgada por el papa Clemente VIII en 1604[30] que adaptaba algunos de los textos bíblicos del misal al texto de la Vulgata en algunos lugares donde el misal tridentino los tenía modificados. Esta edición mandaba que las palabras: "Haec quotiescumque feceritis, in meam memoriam facietis" (Haced esto en memoria mía) no debían ser dichas mostrando el cáliz al pueblo tras la consagración sino antes; indicaba que el Canon debía ser recitado inaudiblemente e introdujo el uso de la campanilla, entre otros cambios.[27]
La siguiente edición típica es de 1634 del papa Urbano VIII.[31] No hubo ninguna nueva edición típica hasta la de León XIII en 1884 que introdujo solo muy pequeños cambios.
Pío XII no publicó una nueva edición típica, sino que permitió sustituir los textos anteriores del Domingo de Ramos y de la Semana Santa con los nuevos que él comenzó a introducir en 1951 y que hizo obligatorios en 1955 (ver: Reformas litúrgicas de Pío XII)[32]
La edición típica del Misal de Juan XXIII (1962) incluyó en el canon romano una mención a San José, "et beati Ioseph, eiusdem Virginis sponsi" ausente en ediciones anteriores.[33] También eliminó el adjetivo perfidis de la oración por los judíos de las Oraciones del Viernes Santo.[34]
Esta es la última edición del misal de este rito y fue la autorizada por Benedicto XVI en 2007 para la celebración de lo que llamó forma extraordinaria del rito romano, y la que se usa actualmente. De forma excepcional también se permite la celebración de la liturgia de Semana Santa previa a las reformas de 1955.[35]
La Misa se divide en dos partes, la Misa de los Catecúmenos y la Misa de los Fieles. Los catecúmenos, aquellos que estaban siendo instruidos en la fe, abandonaban la celebración después de la primera mitad, por no haber profesado aún la fe. La profesión de fe se consideraba esencial para participar en el sacrificio eucarístico .
Esta regla de la Didaché todavía está vigente y es una de las tres condiciones (bautismo, recta fe y recta vida) para la admisión a recibir la Sagrada Comunión que la Iglesia católica siempre ha aplicado y que son mencionadas a principios del siglo II por San Justino Mártir:
"Y este alimento es llamada entre nosotros la Eucaristía, de la cual nadie puede participar sino el hombre que cree que las cosas que enseñamos son verdaderas, y que ha sido lavado con el lavatorio que es para la remisión de los pecados y para la regeneración, y que es tan vivo como Cristo lo ha ordenado" (Primera Apología , Capítulo LXVI).
Es un rito penitencial opcional que normalmente precede sólo a la Misa principal del domingo. En la sacristía, un sacerdote vestido con alba, si ha de celebrar la Misa, o sobrepelliz, si no es el celebrante de la Misa, y revestido con una estola, que es el color del día si el sacerdote es el celebrante de la Misa o púrpura si no es el celebrante de la Misa, exorciza y bendice la sal y el agua, luego pone la sal bendita en el agua rociándola tres veces en forma de cruz mientras dice una vez: "Commixtio salis et aquæ pariter fiat in nomine Patris, et Filii et Spiritus Sancti" (Que ahora se haga una mezcla de sal y agua en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo).
A continuación, el sacerdote, vestido con una capa del color del día, mientras el coro canta una antífona y un verso del Salmo 50/51 o 117/118, rocía tres veces con agua bendita el altar, y luego al clero y a los fieles. Este rito, si se utiliza, precede a las Oraciones al Pie del Altar. Durante el tiempo de Pascua, la oración "Asperges me..." se reemplaza por "Vidi aquam...", y se añade "Aleluya" al verso "Ostende nobis..." y a su respuesta.
Después del Asperges, comienza la misa.
La primera parte es la Misa de los Catecúmenos.
La secuencia de Oraciones al pie del altar es:
Nuestro auxilio es en el nombre del Señor,
Quien hizo los cielos y la tierra.
Confíteor Deo omnipoténti, beátæ Maríæ semper Vírgini, beáto Michaéli Archángelo, beáto Ioanni Baptístæ, sanctis Apóstolis Petro et Paulo, ómnibus Sanctis, et vobis, fratres, quia peccávi nimis cogitatióne, verbo et ópere: (mientras se golpea el pecho tres veces) mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Ídeo precor beátam Maríam semper Vírginem, beátum Michaélem Archángelum, beátum Ioánnem Baptístam, sanctos Apóstolos Petrum et Paulum, omnes Sanctos, et vos, fratres, oráre pro me ad Dóminum Deum nostrum.
La segunda parte es la Misa de los Fieles.
Hasta 1960, la forma tradicional del misal romano establecía que se debía colocar una vela en el lado de la Epístola del altar y que debía encenderse al mostrar el sacramento consagrado al pueblo. En la práctica, excepto en los monasterios y en ocasiones especiales, esto había caído en desuso mucho antes de que el papa Juan XXIII reemplazara la sección sobre las rúbricas generales del Misal Romano por su Código de Rúbricas, que ya no mencionaba esta costumbre.
El Misal Tridentino incluye oraciones que el sacerdote debe decir antes y después de la Misa.
En ediciones posteriores del Misal Romano, incluida la de 1962, el título introductorio de estas oraciones indica que deben recitarse pro opportunitate (según lo permitan las circunstancias), lo que en la práctica significa que son meramente opcionales y pueden omitirse. El Misal Tridentino original presenta la mayoría de las oraciones como obligatorias, indicando como opcional sólo una oración muy larga atribuida a San Ambrosio (que ediciones posteriores dividen en siete secciones, cada una de las cuales debe recitarse sólo un día de la semana) y otras dos oraciones atribuidas a San Ambrosio y Santo Tomás de Aquino respectivamente.
Además de estas tres oraciones, el Misal Tridentino original propone que el sacerdote recite antes de celebrar la Misa la totalidad de los Salmos 83–85, 115, 129, y una serie de recopilaciones: oraciones de estilo. Ediciones posteriores añaden, después de las tres que en el Misal original son sólo opcionales, oraciones a la Santísima Virgen, a San José, a todos los ángeles y santos, y al santo cuya Misa se va a celebrar, pero, como se ha dicho, trata como opcionales todas las oraciones antes de la Misa, incluso aquellas originalmente dadas como obligatorias.
El Misal Tridentino original propone que el sacerdote recite tres oraciones después de la Misa, entre ellas el Adoro te dedica. Ediciones posteriores colocan antes de estas tres el Cántico de los Tres Jóvenes (Libro de Daniel) con tres colectas, y continúan con el Anima Christi y siete oraciones más, tratando como opcionales las tres prescritas en el Misal Tridentino original.
De 1884 a 1965, la Santa Sede prescribió la recitación después de la misa rezada de ciertas oraciones, originalmente para la solución de la cuestión romana y, después de que esta disputa se diera por resuelta con el Tratado de Letrán, el papa Pío XI, las prescribió para "permitir que la tranquilidad y la libertad de profesar la fe fueran restauradas al afligido pueblo de Rusia".[37][38]
Estas oraciones se conocen como Oraciones Leoninas porque fue el papa León XIII quien el 6 de enero de 1884 ordenó su recitación en todo el mundo. Las oraciones consisten en tres avemarías, el Salve Regina y la oración a San Miguel Arcángel que compuso el propio papa León XIII. San Pío X añadió la oración: "Sacratísimo Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros" repetido tres veces.[39]
En 1964, con efecto a partir del 7 de marzo de 1965, la Santa Sede puso fin a la obligación de recitar las Oraciones Leoninas después de la Misa rezada.[40]
Existen diversas formas de solemnidad de celebración de la Misa Tridentina:
La primera gran revisión de la liturgia tuvo lugar durante el pontificado de Pío XII, antes de Concilio Vaticano II. En 1951 se inició una reforma del misal tridentino para los ritos de la Semana Santa que entró en vigor en toda la Iglesia en 1955. Esta reforma sin precedentes, en la que participaron algunos de los artífices de la reforma de Pablo VI como Annibale Bugnini, fue el antecedente necesario para las reformas litúrgicas conciliares.[41]
En 1963 el Concilio Vaticano II aprobó la Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium. En ella se mandaba llevar a cabo una revisión del misal que simplificara los ritos:
50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles. En consecuencia, simplifíquense los ritos, conservando con cuidado la sustancia; suprímanse aquellas cosas menos útiles que, con el correr del tiempo, se han duplicado o añadido [...][42]
El documento señalaba que el latín era la lengua de la liturgia, pero concedía la posibilidad de autorizar el uso de lenguas vernáculas en algunas partes de la misa:
36. § 1. Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular. § 2. Sin embargo, como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos, conforme a las normas que acerca de esta materia se establecen para cada caso en los capítulos siguientes.[42]
También mandó que se introdujera la posibilidad de recibir la comunión bajo las dos especies y la concelebración en algunas misas.[42]
Con la instrucción Inter Oecumenici del 26 de septiembre de 1964 se inició la aplicación de las decisiones del Concilio al rito de la misa. Se permitió el uso, sólo en la Misa celebrada con el pueblo, de la lengua vernácula, especialmente en las lecturas bíblicas, en las Oraciones de los Fieles reintroducidas, en los cantos (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus Dei y las antífonas de entrada, ofertorio y comunión) y en las partes de diálogo con el pueblo, y en el Padre Nuestro, que ahora el pueblo podía recitar íntegramente junto con el sacerdote. La mayoría de las Conferencias Episcopales aprobaron rápidamente traducciones vernáculas provisionales, generalmente diferentes de un país a otro, y, después de que la Santa Sede las confirmara, las publicaron en 1965. Otros cambios incluyeron la omisión del Salmo 43 (42) al comienzo de la Misa y la lectura del Initium al final, los cuales el papa san Pío V había insertado por primera vez en el Misal (habiendo sido anteriormente oraciones privadas dichas por el sacerdote en la sacristía), y las Oraciones Leoninas del papa León XIII. El Canon de la Misa, que se siguió recitando en silencio, se mantuvo en latín.[40]
Tres años más tarde, la instrucción Tres abhinc annos del 4 de mayo de 1967 permitió el uso de la lengua vernácula incluso en el Canon de la Misa, y permitió decirla en voz alta e incluso, en parte, cantarla; la lengua vernácula podía usarse incluso en la misa celebrada sin que la gente estuviera presente. El uso del manípulo se hizo opcional, y en tres ceremonias en las que antes la capa era la vestimenta obligatoria, se podía utilizar la casulla .[43]
El papa Pablo VI continuó la implementación de las directivas del Concilio, ordenando con la Constitución Apostólica Missale Romanum del Jueves Santo, 3 de abril de 1969, la publicación de una nueva edición oficial del Misal Romano, que apareció (en latín) en 1970.
En 1969 los cardenales Alfredo Ottaviani, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Antonio Bacci mandaron una carta al papa Pablo VI titulada Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missæ, lo que se conoció como la Intervención Ottaviani. El texto, dirigido por el Arzobispo Marcel Lefebvre fue escrito con otros 12 teólogos, entre ellos Guérard des Lauriers O.P. y advertía que la nueva misa:
«se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa»[44]
Los autores consideraban que la reforma eliminaba la naturaleza sacrificial de la Santa Misa, reduciendo la misa a un simple "Memorial"; que menoscababa gravemente la presencia real de Cristo; la naturaleza del sacerdocio asemejándolo a un ministro protestante; destruía la unidad de culto al enterrar definitivamente la lengua de la Iglesia; entre otras muchas deficiencias fruto de innovaciones sin precedentes en discordancia con la fe y la teología católicas y afanada en el "insano arqueologismo" condenado por Pío XII.[45]
El papa se vio obligado entonces a modificar el proyecto del nuevo rito y la versión final corregida de la misa nueva tuvo en cuenta algunas de las críticas del grupo encabezado por Ottaviani.[46]
En 1970, uno de los principales críticos de la reforma litúrgica, el arzobispo francés Marcel Lefebvre, fundó la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), que estableció un seminario en Suiza para la formación de nuevos sacerdotes fieles a la doctrina tradicional y a los ritos anteriores a la reforma de Pablo VI.[47] Lefebvre fue suspendido a divinis en 1976 tras la ordenación de los primeros seminaristas.[48]
En España, se fundó en 1969 la Hermandad Sacerdotal Española (HSE) que llegó a reunir a unos 6000 sacerdotes españoles[49][50] opuestos a los cambios en Iglesia tras el Concilio Vaticano II y a la reforma litúrgica. Sin embargo, a finales de los años 70 y tras la suspensión del arzobispo Lefebvre, la mayor parte de la resistencia se disolvió.
Los católicos tradicionalistas critican ampliamente la mayoría de los cambios efectuados en la liturgia desde 1950, pero en especial la reforma de la misa de Pablo VI, argumentando que la reforma se hizo precipitadamente, desechando la tradición litúrgica precedente de tal modo que muchos no consideran que se trate de una reforma del rito romano sino de la instauración de un rito totalmente nuevo.
Una minoría argumenta que la reforma se aleja tanto de la Tradición y de la teología católicas que la misa nueva sería hasta tal punto deficiente que no es agradable a Dios y es perjudicial para la salud de las almas de quienes asisten.
En los años inmediatamente posteriores a la reforma litúrgica en los países occidentales se vio un descenso drástico en la asistencia a la misa dominical. Por ejemplo, en Estados Unidos en 1960, el 72% de los católicos asistía semanalmente a misa, siendo en la actualidad solo el 17%; en Francia del 8%.[51]
En la actualidad la asistencia regular a la misa tradicional es minoritaria en todo el mundo. En 2021 se estimó que alrededor de 150 000 católicos asisten regularmente a misa tridentina en los Estados Unidos.[52] En diciembre de 2021 Catholic News Agency estimó que había unos 60 000 católicos tradicionalistas en Francia, alrededor del 4-7% de todos los católicos practicantes del país.[52] En 2024 participaron más de 18 000 personas en la peregrinación anual a Chartres para la restauración de la misa tradicional.[53]
Sin embargo, mientras la Iglesia Católica vive un declive permanente en número de fieles y vocaciones desde los años 70 —especialmente en Occidente—, el número de misas, la asistencia a la misa tradicional y las vocaciones de los seminarios tradicionalistas no han dejado de crecer en todo el mundo desde los años 80 y con una notable mayor intensidad desde 2007.[54][55][56]
Tras la publicación del nuevo misal en 1969-1970, la Santa Sede concedió algunos permisos para el uso de la liturgia antigua. Por ejemplo, los sacerdotes de más edad no estuvieron obligados a celebrar el rito nuevo.[57] En Inglaterra y Gales se concedió un permiso especial para la celebración esporádica de la misa antigua que se conoció como el «Indulto Agatha Christie»[58], que fue una de las muchas personalidades británicas que firmaron la solicitud al Papa para poder seguir celebrando la liturgia anterior.[59][60] Sin embargo, no existió un marco jurídico que permitiera celebrar el rito y se negó a conceder nuevas autorizaciones a medida que el movimiento católico tradicionalista fue creciendo.
En 1984 la Santa Sede publicó una carta a los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo titulada Quattor Abhunc annos.[61] En este documento se concedía a los obispos el poder para autorizar, bajo ciertas condiciones, la celebración de la Misa Tradicional a grupos que lo solicitaran.[58] En 1988, tras las consagraciones de Écône y sus consecuentes excomuniones, el papa publicó el motu proprio Ecclesia Dei, que señalaba que se debía "respetar en todas partes la sensibilidad de todos aquellos que se sienten unidos a la tradición litúrgica latina" y pedía a los obispos una amplia y generosa aplicación de lo previsto en Quattor Abhunc annos.[62] Se estableció la Pontificia Comisión Ecclesia Dei para supervisar las relaciones entre Roma y los católicos tradicionalistas.[62]
Como cardenal, Joseph Ratzinger criticó la manera en la que se había desviado del mandato conciliar la celebración de la misa nueva.[63] Siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el pontificado de Juan Pablo II fue el encargado de negociar con Marcel Lefebvre la crisis con la FSSPX que desembocó en la excomunión de Lefebvre y los cuatro obispos que consagró.[64][65][66]
En septiembre de 2006, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei estableció el Instituto del Buen Pastor formado por exmiembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, autorizados para celebrar la misa tridentina.[67] Algunos miembros del clero francés escribieron una carta abierta de protesta al Papa.[68]
En julio de 2007 el papa publicó el motu proprio Summorum Pontificum. En este documento se declaraba que el rito romano estaba constituido por dos formas: la forma ordinaria, el misal promulgado por Pablo VI; y la forma extraordinaria, el misal tridentino en la edición de Juan XXIII del año 1962; "dos usos del único rito romano".[69] Además se afirmaba que este último nunca había sido jurídicamente derogado. El motu proprio establecía que los sacerdotes no precisaban de autorización de su obispo ni de la Sede Apostólica para celebrar la misa tradicional "sin pueblo" y que los grupos solo necesitan la autorización del cura párroco, no del obispo, para su uso público facilitando ampliamente su celebración.[70][69]
Benedicto XVI levantó las excomuniones a los obispos de la FSSPX, aunque siguieron sin estar en plena comunión con Roma.[71][72]
El 16 de julio de 2021, el papa Francisco publicó la carta apostólica motu proprio Traditionis custodes, sobre el uso de la Liturgia Romana previa a la reforma de 1970. En ella el papa establece que "los libros litúrgicos promulgados por San Pablo VI y San Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II son la única expresión del lex orandi del rito Romano" contradiciendo directamente lo establecido por su antecesor, entonces todavía vivo. El documento limita la celebración de la Misa tridentina, siempre con el permiso del obispo de la diócesis, que "como moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia particular que le ha sido confiada" (Art. 2) es el único capaz de autorizar la celebración de rituales con el misal anterior a la reforma de 1970.[52][73]
Francisco señala también en esta carta que hay una necesidad de que "con el tiempo" aquellos que están apegados a la misa tridentina vuelvan a la celebración de la Misa de Pablo VI.[73]
En la actualidad Traditionis custodes es el documento oficial que regula la celebración de la misa tradicional en la Iglesia Católica.
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