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corriente pedagógica que defiende el principio de una participación activa de los individuos en su propia formación De Wikipedia, la enciclopedia libre
La pedagogía progresista, también conocida como educación progresista y con otras muy diversas denominaciones (entre ellas, escuela nueva, escuela activa, nueva educación, educación nueva),[2] es un movimiento o un grupo de movimientos pedagógicos de carácter progresista, críticos con la educación tradicional, a la que acusan de formalismo, de autoritarismo, de fomentar la competitividad, y de constituir una mera transmisión de conocimientos mediante la memorización, pasiva para el alumno y ajena a sus intereses, definiendo su modelo con los rasgos opuestos: educación práctica, vital,[3] participativa, democrática, colaborativa, activa y motivadora.[4]
Estos movimientos surgieron a finales del siglo XIX, continuaron su desarrollo en el siglo siguiente, y se volvieron predominantes en las denominadas reformas educativas planteadas en el contexto intelectual de la revolución de 1968. También se utilizan expresiones como pedagogía reformista o educación reformista, denominaciones que no solo se vinculan a las legislaciones de reforma educativa, sino a los proyectos de reforma social (la propia utilización de la palabra reforma implica una connotación progresista, hasta tal punto que las modificaciones educativas con carácter conservador se suelen calificar de "contra-reformas" por los partidarios de la pedagogía progresista).[5]
La educación progresista se plantea el reto simultáneo de ser general (lo que en la forma de enseñanza obligatoria, se terminó convirtiendo en uno de los pilares del Estado del bienestar, y supone distintos tipos de integración)[6] e individualizada (relacionado con dar respuesta a las necesidades específicas de cada alumno).[7] La emergencia del movimiento escolanovista representa una de las primeras alternativas que se instauran para fijar una posición que impugna y enfrenta la hegemonía de la escuela tradicional.[8]
El concepto genérico de "escuela nueva" tuvo múltiples versiones en instituciones educativas concretas, con orientaciones ideológicas muy dispares, desde el «Movimiento de los loco´s modernos» o Escuela Moderna de Freinet, o la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos (de carácter liberal-progresista, identificada intelectualmente con el krausismo), hasta los proyectos de Francisco Ferrer y Guardia (de base libertaria -pedagogía en el anarquismo-), Maria Montessori, Alexander Sutherland Neill, y un largo y diverso etcétera.
La Pedagogía Progresista ésta identificada con diferentes designaciones, como por ejemplo, la educación progresista, la escuela nueva, la escuela activa, la nueva educación, la educación nueva, la pedagogía reformista, la educación reformista, entre otras. Lo fundamental de la pedagogía progresista, es que es una corriente conformada por un conjunto de tendencias educativas, con la particularidad de que pretenden ser renovadoras del hecho educativo, mostrándose ser muy distintas a la educación tradicional. Esta pedagogía está constituida por un cúmulo de fundamentos docentes como opción contraria a la escuela tradicional que surgió a finales del siglo XIX y que se consolidó en los inicios del siglo XX. Dentro de esta corriente se encuentran personajes destacados en el campo educativo, investigadores y teóricos notables que han promovido estos fundamentos, tales como John Dewey, Alexander Neill, Jean Piaget, Joel Spring, Iván Ilich, Paulo Freire, entre otros.
En sus diversas interpretaciones, se sustenta en la filosofía de la ilustración, el romanticismo, el pragmatismo, el activismo, el desarrollo cognitivo, la genético-dialéctica, la educación en libertad, la pedagogía del oprimido, el aprendizaje significativo, entre otras. La Pedagogía Progresista pretende la aplicación de un prototipo formativo para la educación práctica, dinámica, participativa, democrática, estimulante y motivadora, la cual busca romper con el formalismo tradicional, pues le corresponde descubrir las posibilidades del educando, para luego alcanzar con humildad y tolerancia sus posibilidades (Freire: 1993). Es educar para el cambio constante, comenzando por exaltación de las sensaciones de existencia y enseñanza, logrando un individuo que comprende, piensa, enjuicie, coopera y contribuya de manera activa y democrática en el proceso educativo, buscando el desarrollo económico, político y social.
Desde la antigüedad clásica distintos métodos (la mayéutica socrático-platónica -enseñar preguntando-, el peripatetismo de Aristóteles -enseñar paseando-, el docere delectando del Ars Poetica de Horacio -"enseñar deleitando"-,[9] el género speculum princeps -enseñar al príncipe-) se presentaban explícitamente como alternativas al aprendizaje como esfuerzo repetitivo y no creativo (escribas sumerios[10] y egipcios -Per Anj o "casa de la vida"-, kējǔ -examen imperial chino-, el Ars longa, vita brevis de Hipócrates -prevención similar al "la letra, con sangre entra"-,[11] la inacabable tarea de los scriptorium monásticos y los rígidos métodos de la escolástica que anquilosaron la universidad europea desde la Edad Media).
Tras los precedentes teóricos más inmediatos que se establecieron en la Ilustración y el Romanticismo (Rousseau, Pestalozzi, Fröbel, Tolstói), los planteamientos pedagógicos más influyentes en esta tendencia fueron la pedagogía de la acción de John Dewey (pragmatismo, activismo),[12] las teorías genético-cognitivas de Jean Piaget (desarrollo cognitivo), las genético-dialécticas de Lev Vygotski (1896-1934), la educación en libertad de Benjamin Spock,[13] la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, o el constructivismo de David Ausubel (aprendizaje significativo).
Es consustancial a la pedagogía progresista la tensión entre la teoría y la praxis (los planteamientos abstractos de naturaleza utópica y la "aplicabilidad"), de modo que ninguna de las reformas o experiencias educativas se considera definitiva, sino perpetuamente inacabada o imperfecta desde el punto de vista de quien la propone o emprende, más allá de que sea objeto de crítica desde otros puntos de vista.
A pesar de los primeros esfuerzos de John Dewey y de otros por conformar la escuela según los intereses de una democracia radical, y de los intentos recientes de los teóricos educativos de izquierdas por evidenciar la conexión que existe entre la ideología de la escuela y la lógica del Estado capitalista, el espacio político que ocupa la educación del profesorado en la actualidad sigue desalentando la lucha por dotar de poder al profesor, y normalmente sirve para reproducir las ideologías tecnocráticas y corporativas, características de las sociedades dominantes. De hecho, es razonable afirmar que la formación del profesorado sirve fundamentalmente para crear intelectuales que actúan al servicio de los intereses del Estado, cuya función social es sostener y legitimar el statu quo. (...) Queremos dejar claro que existe una importante diferencia entre la obra de John Dewey, especialmente (1916) Democracy and Education... y el discurso híbrido de una reforma educativa progresista que caracterizó los últimos años de la década de los 60 y la década de los 70 en los Estados Unidos. La reforma educativa progresista guarda poco parecido con la filosofía de la experiencia de Dewey, en el sentido de que Dewey hacía hincapié sobre la relación entre la experiencia del estudiante, la reflexión crítica, y el aprendizaje. Sin embargo, la idea de aplicabilidad que ha caracterizado a los principales partidarios de la educación progresista normalmente gira en torno al concepto de una adquisición sistemática de conocimientos, y favorece acríticamente un concepto antiintelectual de la experiencia del estudiante.[14]
Tiene como referentes las ideas filosóficas y pedagógicas de autores como Jean-Jacques Rousseau y la corriente naturalista (que postulaba la necesidad de volver a la naturaleza para preservar al ser humano de una sociedad que lo corrompía), Johann Heinrich Pestalozzi (método intuitivo),[15] Friedrich Fröbel (Kindergarten -"jardines de infancia"-), William Maclure, Johann Friedrich Herbart (solo se aprende aquello que interesa),[16] Wilhelm Wundt y las nuevas ideas surgidas a la luz del darwinismo (Herbert Spencer) y la sociología (Émile Durkheim).
Comenzaron a fundarse las llamadas "escuelas nuevas", es decir, instituciones escolares de vanguardia fundadas y dirigidas por profesionales innovadores. Sin embargo, se considera como precursor del movimiento a un novelista, el ruso León Tolstói, fundador de una escuela verdaderamente nueva en más de un sentido. En 1859 Tolstói abrió en su finca de Yásnaia Poliana una escuela para los hijos de sus campesinos basada en el principio "mientras menor sea la constricción requerida para que los niños aprendan, mejor será el método". Este "anarquismo pedagógico" de Tolstói, como se le llamó despectivamente, más que en la confianza en la expansión libre de las potencialidades del alma infantil, se basaba en la desconfianza más absoluta hacia la "pedantería autoritaria" de los adultos: "dejen que los niños decidan por sí solos lo que les conviene. Lo saben no menos bien que vosotros".
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Mariano Carderera y Potó, de orientación católica liberal, inspiró la legislación educativa y dirigió puestos clave de la administración pública de la enseñanza en España, desde donde se esforzó en introducir las innovaciones pedagógicas progresistas que investigó por toda Europa, aunque sin la radicalidad que caracterizó a la Institución Libre de Enseñanza fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos, de la que ejerció en cierto modo como contrapeso.[17] En las fechas del Congreso Nacional Pedagógico (1882) ya representaba, con Claudio Moyano, la facción "conservadora" o "normativista" frente a la "progresista" o "institucionista", en la que, además de Giner, estaban Manuel Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, Torres Campos, Pedro A. García o Agustín Sardá.[18] Dentro de las modificaciones metodológicas de la pedagogía progresista en la enseñanza musical, puede citarse también el método de Émile Jaques-Dalcroze.
Tras la sistematización debida al estadounidense John Dewey (profesor de pedagogía en Chicago, Nueva York y Columbia -My Pedagogic Creed, 1897, The School and Society, 1900, The Child and the Curriculum, 1902, Democracy and Education, 1916, Experience and Education, 1938) y a partir de la Primera Guerra Mundial (1914), las ideas de la pedagogía progresista y la metodología activa se extendieron sobre todo en Europa. Maestros e intelectuales de distintas orientaciones (liberales, izquierdistas, católicos -Ovide Decroly, Maria Montessori, Célestin Freinet, las Hermanas Agazzi, Andrés Manjón o Giner de los Ríos-) se plantearon la necesidad de reconsiderar los planteamientos educativos imperantes hasta ese momento, y se proponen revisar los principios que sustentan el acto educativo y las instituciones creadas para ello. Para ello buscaron una nueva educación que fuera activa, que preparara para la vida real y que partiera de los intereses reales que tenía el niño.
La década de los años 1930, caracterizada por el auge de los totalitarismos, supuso una revisión de esta tendencia.
Numerosas obras literarias y cinematográficas, especialmente de ficción, reflejan el mundo escolar. En algunos casos el tema tratado es la pedagogía progresista, o alguno de sus planteamientos, pero es más habitual que se propongan la crítica, la denuncia o la ridiculización de todo tipo de abusos de la educación tradicional, convertida en un estereotipo de medio hostil que impide el crecimiento personal; y que propongan como modelos alternativos, representándolos como verdaderos héroes, a profesores progresistas y comprometidos y a alumnos que se rebelan contra la represión o la disciplina escolar. Muy a menudo los autores se basan en la recreación de sus propias experiencias personales, bien de una infancia o adolescencia frustrada, o bien de su paso por la docencia.[22]
We don't need no educationWe don't need no thought control
No dark sarcasm in the class room
Teachers, leave those kids alone
Hey, teachers! Leave those kids alone!
No necesitamos ninguna educación / No necesitamos ningún control del pensamiento / Ningún oscuro sarcasmo en el aula / Profesores, dejad a esos chicos en paz. / ¡Hey, profesores! ¡Dejad a esos chicos en paz!
Another Brick in the Wall, canción de Pink Floyd del álbum The Wall (1979, se realizó también una película -Pink Floyd The Wall, 1982-).[29]
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