Una dictadura representa un sistema de gobierno autocrático, en el que el poder se concentra en manos de un único líder o de un grupo selecto de individuos, que actúan con restricciones mínimas o nulas, y con escasa tolerancia hacia el pluralismo político o la libertad de prensa. Esta forma de gobierno se caracteriza por la centralización de la autoridad política en torno a un dictador, que dirige los asuntos del Estado a través de un grupo muy unido de élites, que incluye asesores, generales militares y otros altos cargos. El dictador se aferra al poder gestionando estratégicamente las relaciones dentro de este círculo íntimo y reprimiendo al mismo tiempo cualquier forma de disidencia u oposición. Esta oposición puede manifestarse en forma de facciones políticas rivales, insurgencias armadas o incluso disidencia en las filas de los propios partidarios del dictador.
Las dictaduras surgen por diversos medios, incluidos los golpes de Estado que desmantelan por la fuerza los gobiernos existentes o mediante autogolpes, en los que líderes elegidos democráticamente manipulan el panorama político para consolidar su gobierno indefinidamente. La naturaleza de la dictadura puede ser autoritaria o totalitaria,[1] con clasificaciones que abarcan dictaduras militares, sistemas de partido único, dictaduras personalistas y monarquías absolutas.[2] El propio término «dictadura» tiene sus raíces en la República romana, y denota una asignación temporal de poder absoluto para hacer frente a situaciones de emergencia.[3] Históricamente, el concepto evolucionó, apareciendo los primeros casos de dictaduras militares en el Japón de la era posclásica —el sogunato—, y en Inglaterra bajo el gobierno de Oliver Cromwell.
La evolución de las dictaduras modernas comenzó en el siglo XIX, marcada por la aparición del bonapartismo en Europa y el auge de los caudillos en América Latina. El siglo XX fue testigo de la proliferación de dictaduras fascistas y comunistas en toda Europa. El fascismo fue erradicado tras la Segunda Guerra Mundial en 1945, mientras que el comunismo se expandió por todo el mundo, manteniendo su influencia hasta la conclusión de la Guerra Fría en 1991. Esta época también vio el advenimiento de dictaduras personalistas en África y dictaduras militares en América Latina, especialmente durante las décadas de 1960 y 1970. En la era posterior a la Guerra Fría se produjo inicialmente un auge de la gobernanza democrática en todo el mundo, aunque persistieron varias dictaduras, especialmente en África y Asia.
A principios del siglo XXI, los Estados democráticos superaron en número a los regímenes autoritarios. Sin embargo, las consecuencias de la crisis financiera mundial de 2008 catalizaron un «retroceso democrático» que redujo el atractivo del modelo democrático occidental en todo el mundo. En 2019, los gobiernos autoritarios habían vuelto a superar a las democracias.[3] A pesar de los esfuerzos de las dictaduras por imitar los procesos democráticos, como la celebración de elecciones para fingir legitimidad o incentivar a los miembros del partido gobernante, estas elecciones carecen de auténtica competitividad. La estabilidad de una dictadura depende de la coerción y la represión política, restringiendo el acceso a la información, vigilando a la oposición y empleando la violencia. Sin una represión eficaz de la oposición, las dictaduras corren el riesgo de derrumbarse mediante golpes de Estado o revoluciones.
Etimología
La palabra «dictador» proviene de la palabra clásica latina dictātor, sustantivo agente de dictare (dictāt- pasado participio de dictāre dictate v.+ -or -or sufijo).[4] Durante la República romana, un dictador era un magistrado temporalmente investido con poder absoluto, para atender emergencias militares o tareas excepcionales. A diferencia de los dictadores modernos, y de las acepciones más conocidas, tenía importantes limitaciones a su poder. Este cargo fue suprimido formalmente tras la muerte de Julio César.
Definición
El politólogo español Jaume Colomer ha dividido los sistemas políticos en dos grandes grupos: los «sistemas de consenso» que se basan en «la existencia de una aceptación, o cuando menos, de una tolerancia social generalizada frente al poder establecido» (cuya «concreción más avanzada [sería] el Estado social y democrático de Derecho») y los «sistema de coerción» (también llamados autoritarios) que se basan, «fundamentalmente, en el uso de la fuerza para la preservación de sus estructuras, quedando la creación de consenso en un plano subordinado, cuando no pura y simplemente inexistente». Colomer señala que los «sistemas de coerción han sido ampliamente dominantes a lo largo de la Historia en todas las áreas geográficas», con muy pocas excepciones. La dictadura sería la forma moderna que habrían adoptados estos.[5]
Ha sido después de la Segunda Guerra Mundial cuando se ha discutido más intensamente sobre el concepto de dictadura entre historiadores y politólogos, llegando a la conclusión de que se trataría de una forma de gobierno en la cual el poder absoluto se concentra en las manos de un líder (comúnmente identificado como un dictador) o una «pequeña camarilla» u «organización gubernamental».[6] Por otro lado, la democracia, que generalmente se contrapone al concepto de dictadura, se define como una forma de gobierno donde la supremacía pertenece a la población y los gobernantes llegan al poder mediante elecciones competitivas.[7][8] Colomer la define como «el gobierno consentido mediante el principio representativo, el sufragio general, las elecciones competitivas y las garantías de derechos».[9]
También ha sido objeto de análisis y de debate entre los politólogos y los historiadores un tipo específico de dictadura: los totalitarismos que se desarrollaron en el siglo XX, marcando el comienzo de una nueva era política. Jaume Colomer ha destacado que las diferencias entre autoritarismo y totalitarismo no eran «de grado, sino de cualidad en la medida en que es posible establecer una diferencia de intencionalidad entre uno y otro sistema: el autoritarismo se propone el sometimiento de la sociedad; el totalitarismo busca la conformación de la sociedad... a un determinado sistema de valores, de comportamientos y de adhesión. Allí donde el autoritarismo se detiene, una vez eliminado cualquier riesgo para la estabilidad del sistema, el totalitarismo sigue persiguiendo unas finalidades que no son ya tan sólo la eliminación de la disidencia, sino la consecución de unos objetivos de ingeniería social cuyo fin es la transformación de las estructuras mismas de la sociedad, incluso en sus niveles de mayor privacidad, para adaptarlas a un determinado referente ideológico fuerte».[10] En una línea similar el politólogo español Juan José Linz ha afirmado que mientras que un régimen autoritario busca sofocar la política y la movilización política, uno totalitario busca controlar la política y la movilización política.[11] Otros autores han señalado que en los totalitarismos el gobierno tiene un «control total de las comunicaciones de masas y las organizaciones sociales y económicas».[12] Según Hannah Arendt, el totalitarismo sería una nueva y extrema forma de dictadura compuesta de «individuos aislados y atomizados».[13]
Tipos de dictaduras
Según Barbara Geddes, un gobierno dictatorial puede clasificarse en cinco tipologías: dictadura militar, dictadura de partido único, dictadura personalista, dictaduras monárquicas, dictadura híbrida.[13] Por su parte Jaume Colomer propone seis «formas de gobierno autoritarias»: tradicionalistas, teocráticas, regímenes militares, regímenes cívico-militares, de partido único y de base étnica.
Dictaduras monárquicas (formas de gobierno tradicionalistas)
Según Jaume Colomer, en las «formas de gobierno tradicionalistas» «el sistema político fundamenta toda su legitimidad en la preservación de estructuras tradicionales (más o menos reales o presentadas como tales), casi siempre bajo formas hereditarias (monarquías, emiratos, sultanatos, etc.)» y se caracteriza por la «concentración ejecutiva y legislativa (enmascarada o no esta última por la existencia de algún órgano consultivo) en manos del monarca o figuras asimilables, basado en el apoyo del clan dinástico»; la «difusión de una ideología de preservación de elementos supuestamente constitutivos del cuerpo social que hunden sus raíces en la historia (la defensa de la tradición religiosa suele constituir, en estos casos, un elemento no determinante pero sí relevante); y el «carácter elemental del sistema institucional, normalmente reducido a la existencia de asambleas de notables».[15] Por otro lado, se ha destacado que las élites en las dictaduras monárquicas son típicamente miembros de la familia real.[13]
Los ejemplos más claros de dictaduras monárquicas son Arabia Saudí y los Emiratos del Golfo Pérsico, mientras que Marruecos y Jordania «presentan aspectos diferenciados en la medida en que han adoptado formas pseudoparlamentarias y han abierto el juego político hasta los límites de una oposición básicamente colaboracionista o, al menos, bajo control».[16]
Dictaduras militares
Las dictaduras militares son regímenes en los que un grupo de oficiales detenta el poder, determina quién dirigirá el país y ejerce influencia sobre la política. Las élites de alto nivel y un líder son los miembros de la dictadura militar. Las dictaduras militares se caracterizan por el gobierno militar profesionalizado como una institución. En los regímenes militares, las elites son referidas como miembros de la junta; por lo general son altos mandos (y a menudo otros oficiales de alto nivel) en el ejército.[13][17]
Este tipo de dictadura se impuso durante el siglo XX en países como España por Francisco Franco , Chile por Augusto Pinochet, Argentina por Jorge Rafael Videla y otros líderes, Uruguay por Juan María Bordaberry, Paraguay por Alfredo Stroessner, Bolivia por Hugo Banzer, Brasil por Humberto de Alencar Castelo Branco, Panamá por Omar Torrijos y Manuel Antonio Noriega.[18]
Dictaduras de partido único
Las dictaduras de partido único son regímenes en los que un partido domina la política. En las dictaduras de un solo partido, un solo partido tiene acceso a cargos políticos y control sobre la política. Otros partidos pueden existir legalmente, competir en elecciones e incluso ocupar escaños legislativos, pero el verdadero poder político recae en el partido dominante. En las dictaduras de partido único, las élites del partido son típicamente miembros del cuerpo gobernante del partido, a veces llamado el "comité central" o "politburó". Este grupo de individuos controla la selección de los funcionarios del partido y "organiza la distribución de beneficios a los simpatizantes y moviliza a los ciudadanos para votar y mostrar su apoyo a los líderes del partido".[13]
Durante la Guerra Fría, las dictaduras de partido único se volvieron predominantes en Asia y Europa Oriental con la instalación de gobiernos comunistas en varios países.[19] En algunos países de África también se desarrolló el unipartidismo durante la descolonización en los años 60 y 70, muchos de los cuales derivaron a regímenes autoritarios.[20]
Dictaduras personalistas
Las dictaduras personalistas son regímenes en los que todo el poder está en manos de un solo individuo. Las dictaduras personalistas difieren de otras formas de dictaduras en su acceso a posiciones políticas clave, otros frutos de cargos, y dependen mucho más de la discreción del dictador personalista. Los dictadores personalistas pueden ser miembros de las fuerzas armadas o líderes de un partido político. Sin embargo, ni el ejército ni el partido ejercen un poder independiente del dictador. En las dictaduras personalistas, el cuerpo de élite generalmente está compuesto por amigos cercanos o familiares del dictador. Por lo general, estos individuos son seleccionados a dedo para cumplir sus puestos por parte del dictador.[13][21]
Como estos dictadores favorecen la lealtad sobre la competencia y, en general, desconfían de la intelectualidad, los miembros de la coalición ganadora no suelen tener una carrera política profesional y están mal equipados para gestionar las tareas del cargo que se les confiere. Sin el beneplácito del dictador nunca habrían adquirido una posición de poder. Una vez destituidos, las posibilidades de que mantengan su posición son escasas. El dictador lo sabe y, por tanto, utiliza estas tácticas de "divide y vencerás" para evitar que su círculo más cercano coordine acciones (como los golpes de Estado) contra él.
El resultado es que estos regímenes no tienen controles internos y, por lo tanto, no tienen restricciones a la hora de ejercer la represión sobre su pueblo, de realizar cambios radicales en la política exterior o incluso de iniciar guerras (con otros países).[22] Este proceso se conoce como selección negativa. Según un estudio de 2019, las dictaduras personalistas son más represivas que otras formas de dictadura.[23]
El cambio en la relación de poder entre el dictador y su círculo íntimo tiene graves consecuencias para el comportamiento de dichos regímenes en su conjunto. Muchos estudiosos han identificado formas en las que los regímenes personalistas difieren de otros regímenes en cuanto a su longevidad, métodos de desintegración, niveles de corrupción y propensión a los conflictos. La primera característica que puede identificarse es su relativa longevidad. Por ejemplo, Mobutu Sese Seko gobernó Zaire durante 32 años, Rafael Trujillo la República Dominicana durante 31 años y la familia Somoza se mantuvo en el poder en Nicaragua durante 42 años.[24] Incluso cuando se trata de ejemplos extremos, los regímenes personalistas, cuando se consolidan, tienden a durar más tiempo. Barbara Geddes, calculando la duración de los regímenes entre 1946 y 2000, encontró que mientras los regímenes militares permanecen en el poder una media de 8,5 años, los regímenes personalistas sobreviven casi el doble: una media de 15 años. Los regímenes de partido único, en cambio, solían tener una vida de casi 24 años.[25] Las monarquías no se incluyeron en esa investigación, pero un estudio similar establece su duración media en 25,4 años.[26] Esto puede parecer sorprendente, ya que normalmente los regímenes personalistas se consideran de los más frágiles porque no poseen instituciones eficaces ni una base de apoyo significativa en la sociedad. Los estudios sobre la probabilidad de su ruptura han encontrado resultados mixtos: En comparación con otros tipos de regímenes, son los más resistentes a la fragmentación interna, pero más vulnerables a los choques externos que los regímenes de partido único o militares. La segunda característica es que estos regímenes se comportan de forma diferente en cuanto a las tasas de crecimiento. Con un liderazgo equivocado, algunos regímenes dilapidan los recursos económicos de su país y hacen que el crecimiento se detenga prácticamente. Sin ningún tipo de control y equilibrio en su gobierno, estos dictadores no tienen oposición a nivel nacional cuando se trata de desatar la represión o incluso iniciar guerras.[27]
Dictaduras híbridas
Las dictaduras híbridas son regímenes que combinan cualidades de dictaduras personalistas, de partido único y militares. Cuando los regímenes comparten características de las tres formas de dictaduras, se les llama triple amenaza. Las formas más comunes de dictaduras híbridas son los híbridos personalistas/de partido único y los híbridos personalista/militar.[13]
Medición de dictaduras
Una de las tareas de la ciencia política es medir y clasificar los regímenes como dictaduras o democracias. Freedom House, Índice de democracia, Polity IV y Democracy-Dictatorship Index son cuatro de las series de datos más utilizadas por los politólogos.[28] En general, existen dos enfoques de investigación: el enfoque minimalista, que se centra en si un país tiene elecciones continuas que son competitivas, y el enfoque sustantivo, que amplía el concepto de democracia para incluir los derechos humanos, la libertad de prensa y el estado de derecho . El índice Democracia-Dictadura se ve como un ejemplo del enfoque minimalista, mientras que la serie de datos Polity usa el otro enfoque.[29][30][31][32]
Historia
Entre las dos guerras mundiales, se han descrito cuatro tipos de dictaduras: constitucional, comunista, contrarrevolucionaria y fascista. Desde la Segunda Guerra Mundial, se ha reconocido una gama más amplia de dictaduras, incluidas dictaduras del Tercer Mundo, dictaduras teocráticas o religiosas y dictaduras dinásticas o basadas en la familia.[33]
Orígenes republicanos en Roma
Durante la etapa republicana de la Antigua Roma, un dictador era un magistrado especial que tenía poderes bien definidos, normalmente durante seis meses, generalmente en combinación con un consulado. A los dictadores romanos se les asignó el poder absoluto durante tiempos de emergencia. En la ejecución, su poder originalmente no era arbitrario ni inexplicable, estaba sujeto a la ley y requería una justificación retrospectiva. No hubo estas dictaduras después del comienzo del siglo II a. C. y dictadores posteriores como Sila y los emperadores romanos ejercieron el poder mucho más personal y arbitrariamente. Como el emperador romano era un rey en todo menos en el nombre, un concepto que seguía siendo negativo para la sociedad romana tradicional, la institución no se mantuvo tras las instauración del Imperio romano.
Caudillos latinoamericanos en los siglos XIX y XX
Después de las guerras de independencia hispanoamericanas, varios dictadores llegaron al poder en muchos países liberados. A menudo liderando un ejército privado, estos caudillos o líderes políticos y militares autoproclamados atacaron a gobiernos nacionales débiles una vez que controlaron las potencias políticas y económicas de una región, con ejemplos como Antonio López de Santa Anna en México y Juan Manuel de Rosas en Argentina. Tales dictadores también han sido llamados "personalismos".
La ola de dictaduras militares en América del Sur en la segunda mitad del siglo XX dejó una marca particular en la cultura latinoamericana. En la literatura latinoamericana, la novela del dictador escrita para desafiar la dictadura y el caudillismo es un género significativo. También hay muchas películas que representan las dictaduras militares de América Latina.
El comunismo y el fascismo en las dictaduras del siglo XX
En la primera mitad del siglo XX, las dictaduras comunistas y fascistas aparecieron en una variedad de países europeos y extremo oriente, que son distintos de las dictaduras en América Latina y las dictaduras poscoloniales en África y Asia. Los principales ejemplos de dictadura totalitaria moderna incluyen:
- La Alemania nacionalsocialista de Adolf Hitler, el Imperio del Japón de Hideki Tojo, la Italia fascista de Benito Mussolini, el Portugal de António de Oliveira Salazar o la España de Francisco Franco.
- La Unión Soviética de Iósif Stalin, la República Popular China de Mao Zedong, la Corea del Norte de la Dinastía Kim, la Cuba de Fidel Castro y otras dictaduras comunistas que aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial en Europa Central, Europa del Este, Asia central, el Sudeste Asiático y otros países.
Dictaduras en África y Asia después de la Segunda Guerra Mundial
Después de la Segunda Guerra Mundial, los dictadores se establecieron en varios nuevos estados de África y Asia, a menudo a expensas o en el fracaso de las constituciones heredadas de las potencias coloniales. Estas constituciones a menudo no funcionan sin una clase media fuerte o trabajan en contra de la regla autocrática preexistente. Algunos presidentes electos y primeros ministros tomaron el poder al reprimir a la oposición e instalar el gobierno de un solo partido y otros establecieron dictaduras militares a través de sus ejércitos. Cualquiera que sea su forma, estas dictaduras tuvieron un impacto adverso en el crecimiento económico y la calidad de las instituciones políticas. Los dictadores que permanecieron en el cargo por un largo período de tiempo encontraron cada vez más difícil llevar a cabo políticas económicas sanas.[34] La dictadura explotadora a menudo citada es el régimen de Mobutu Sese Seko, que gobernó Zaire desde 1965 hasta 1997, malversó más de $ 5 mil millones de su país.[35]
Democratización
La dinámica global de la democratización ha sido una cuestión central para los científicos políticos.[36][37] El politólogo Samuel P. Huntington habla de la Tercera Ola Democracia que convertía algunas dictaduras en democracias.[36] La Tercera ola comenzó en 1974 (Revolución de los Claveles, Portugal) e incluyó las transiciones democráticas históricas en América Latina en la década de 1980, los países y regiones de Asia Pacífico (Filipinas, Corea del Sur y Taiwán) de 1986 a 1988, Europa del Este después del colapso de la Unión Soviética y África subsahariana a partir de 1989.[36]
Legitimidad y estabilidad
Varios factores determinan la estabilidad de una dictadura y deben mantener algún grado de apoyo popular para evitar que crezcan los grupos de resistencia. Esto puede asegurarse a través de incentivos, como la distribución de recursos financieros o promesas de seguridad, o puede ser a través de la represión, en la que se castiga la falta de apoyo al régimen. La estabilidad puede debilitarse cuando los grupos de oposición crecen y se unifican o cuando las élites no son leales al régimen.[38] Las dictaduras unipartidistas son generalmente más estables y duran más que las dictaduras militares o personalistas.[39]
Una dictadura puede caer por un golpe militar, una intervención extranjera, una negociación o una revolución popular.Un golpe militar a menudo se lleva a cabo cuando un régimen amenaza la estabilidad del país o durante períodos de inestabilidad social. La intervención extranjera tiene lugar cuando otro país busca derrocar un régimen invadiendo el país o apoyando a la oposición. Un dictador puede negociar el fin de un régimen si éste ha perdido legitimidad o si parece probable una destitución violenta. La revolución tiene lugar cuando el grupo de oposición crece lo suficiente como para que las élites del régimen no puedan reprimirlo o decidan no hacerlo.[38] Las destituciones negociadas tienen más probabilidades de terminar en democracia, mientras que las destituciones por la fuerza tienen más probabilidades de resultar en un nuevo régimen dictatorial. Es más probable que un dictador que ha concentrado un poder significativo sea exiliado, encarcelado o asesinado después de su derrocamiento y en consecuencia, es más probable que se niegue a negociar y se aferre al poder.[40]
Las dictaduras suelen ser más agresivas que la democracia cuando están en conflicto con otras naciones, ya que los dictadores no tienen que temer los costos electorales de la guerra. Las dictaduras militares son más propensas al conflicto debido a la fuerza militar inherente asociada con dicho régimen y las dictaduras personalistas son más propensas al conflicto debido a las instituciones más débiles para controlar el poder del dictador.[38] En el siglo XXI, las dictaduras se han movido hacia una mayor integración con la comunidad global y cada vez más intentan presentarse como democráticas.[41] Las dictaduras suelen recibir ayuda exterior con la condición de que avancen hacia la democratización.[42] Un estudio encontró que las dictaduras que se dedican a la extracción de petróleo tienen más probabilidades de permanecer en el poder, con el 70,63 % de los dictadores que se dedican a la extracción de petróleo aún en el poder después de 5 años de dictadura, mientras que solo el 59,92 % de los dictadores que no producen petróleo sobrevivir los primeros 5 años.[43]
Simulacro de elecciones
Para dotarse de cierta legitimidad algunas dictaduras celebran un simulacro de elecciones ya que en ellas solo se vota una única lista, la que presenta el partido único (el PNF en la Italia Fascista, el NSDAP en la Alemania nazi, el PCUS, en la Unión Soviética, o el PCC en la Cuba castrista). Otras ni se molestan en hacerlo como Mao Zedong en la China Comunista o el general Franco en la España franquista.[44]
El simulacro de elecciones respalda la legitimidad de una dictadura al presentar la imagen de una «democracia», estableciendo una negación plausible de su condición de dictadura tanto para la población como para los gobiernos extranjeros. En las contadas ocasiones en que se presenta más de una lista electoral las dictadura manipulan los resultados a través del fraude electoral, la intimidación o el soborno de candidatos y votantes, el uso de recursos estatales como el control de los medios, la manipulación de las leyes electorales o la restricción de quién puede postularse como candidato .[38]
Desde el final de la Guerra Fría, más dictaduras han establecido elecciones «semi-competitivas» en las que la oposición puede participar en las elecciones pero no ganar, impidiéndoles hacer campaña, prohibiendo los partidos de oposición más populares, impidiendo que los miembros de la oposición formen un partido o exigiendo que los candidatos sean miembros del partido gobernante. Las dictaduras pueden celebrar elecciones semicompetitivas para calificar como extranjeras, para demostrar el control de un dictador sobre el gobierno o para incentivar al partido a expandir su capacidad de recopilación de información, particularmente a nivel local. Las elecciones semicompetitivas también tienen el efecto de incentivar a los miembros del partido gobernante a brindar un mejor trato a los ciudadanos para que sean elegidos como candidatos del partido debido a su popularidad.[40]
Violencia
En una dictadura, la violencia se usa para coaccionar o reprimir toda oposición al gobierno del dictador y la fuerza de una dictadura depende de su uso de la violencia. Esta violencia se ejerce con frecuencia a través de instituciones como las fuerzas armadas o policiales. El uso de la violencia por parte de un dictador suele ser más grave durante los primeros años de una dictadura, porque el régimen aún no ha consolidado su gobierno y aún no se dispone de información más detallada sobre la coerción dirigida. A medida que la dictadura se afianza, se aleja de la violencia recurriendo al uso de otras medidas coercitivas, como restringir el acceso de las personas a la información y rastrear a la oposición política. Se incentiva a los dictadores a evitar el uso de la violencia una vez que se establece una reputación de violencia, ya que daña las otras instituciones de la dictadura y representa una amenaza para el gobierno del dictador si las fuerzas gubernamentales se vuelven desleales.[40]
Las instituciones que coaccionan a la oposición mediante el uso de la violencia pueden cumplir diferentes funciones o pueden utilizarse para contrarrestarse entre sí a fin de evitar que una institución se vuelva demasiado poderosa. La policía secreta se utiliza para recopilar información sobre opositores políticos específicos y llevar a cabo actos de violencia dirigidos contra ellos, las fuerzas paramilitares defienden al régimen de los golpes de Estado y los militares formales defienden la dictadura durante las invasiones extranjeras y los principales conflictos civiles.[40]
El terrorismo es menos común en las dictaduras. Permitir que la oposición tenga representación en el régimen, por ejemplo, a través de una legislatura, reduce aún más la probabilidad de ataques terroristas en una dictadura.[45] Las dictaduras militares y de un solo partido tienen más probabilidades de experimentar terrorismo que las dictaduras personalistas, ya que estos regímenes están bajo más presión para experimentar cambios institucionales en respuesta al terrorismo.[46]
Véase también
- Cesarismo
- Censura en Internet
- Contrapoder
- Déficit democrático
- Desobediencia civil
- Despotismo
- Dictablanda
- Dictadura constitucional
- Insumisión
- Monarquía absoluta
- Oclocracia
- Polarización política
- Selección negativa
- Sultanismo
- Tecnocracia
- Teocracia
- Líderes de regímenes no monárquicos con mandatos más largos
Referencias
Bibliografía
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