Una momia es un ser humano o un animal muerto cuyos tejidos blandos y órganos han sido preservados por exposición intencional o accidental a productos químicos, frío extremo, humedad muy baja o falta de aire, de modo que el cuerpo recuperado no se descomponga más si se mantiene en condiciones frescas y secas. Algunas autoridades restringen el uso del término a cuerpos embalsamados deliberadamente con productos químicos, pero el uso de la palabra para cubrir cuerpos disecados accidentalmente se remonta al menos a 1615 d.C.
El cadáver se envolvía con vendas impregnadas en resinas entre las que se colocaban amuletos. Desde la Baja Época muchas veces la resina será sustituida por betún, denominado mum de donde derivará la palabra árabe mummiya y de esta, momia.
Finalmente los guardaban en uno a tres sarcófagos uno dentro del otro.
Los egipcios comunes no eran momificados, pero eran enterrados desnudos y en posición fetal, en fosas donde el calor y las condiciones secas del desierto, los momificaban naturalmente. El proceso se da en las tumbas predinásticas de Nagada ya que lo más habitual era que los cuerpos permanecieran enteros y enterrados en fosas sencillas, cavadas a poca profundidad. Gracias al contacto directo con la arena del desierto, a veces estos cuerpos se han conservado muy bien (Ginger, en el Museo Británico). Pocos ejemplos nos han llegado de este tipo de momia natural, seguramente porque con frecuencia los cuerpos debieron de ser desenterrados y destrozados por los animales del desierto.
Momias de la Parroquia de Santiago de Utrera (Sevilla-España).
Dentro de la cultura popular destaca la representación de la momia resucitada como personaje clásico del catálogo de monstruos de Hollywood, junto a los zombis y vampiros.