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universo de leyendas y memoria colectiva de la religión y cosmovisión del Imperio Incaico De Wikipedia, la enciclopedia libre
La mitología incaica es el universo de leyendas y memoria colectiva de la civilización incaica, que tuvo lugar en los actuales territorios de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, incorporando en primera instancia, de manera sistemática, los territorios de la sierra central de Perú hacia el sur.
La mitología incaica tuvo éxito por la influencia política, comercial y militar, antes de la conquista de los territorios al sur y norte del Cuzco, que más tarde diera comienzo al naciente imperio. La identidad de los pueblos quechuas en el Perú y Bolivia; y los quichuas (kichwa) en el Ecuador; comparten esta percepción espacial y religiosa que los une por su deidad más significativa: el dios Inti.
La mitología incaica se nutría de una serie de leyendas y mitos propios, que sustentó la religión panteísta del Imperio inca, centralizada en Cusco. A sus dioses, el pueblo inca les rendía culto, al igual que en otras religiones. Algunos nombres de dioses se repetían o eran llamados de igual forma en distintas provincias del pueblo inca. Más tarde, todos estos dioses se unificaron y formaron el que se denomina verdadero panteón incaico de divinidades.
Lo aplicado por la cosmogonía inca en el ámbito de las creencias debe ser considerado como uno de los instrumentos más importantes utilizados en el proceso de la formación del imperio a la par de las transformaciones económicas, sociales y de la administración.
La investigación académica demuestra que los sistemas de creencias incas se integraron con su visión del cosmos, especialmente en lo que respecta a la forma en que los incas observaban los movimientos de la Vía Láctea y el sistema solar como se ve desde Cusco, la capital inca cuyo nombre significaba el centro de la Tierra. Desde esta perspectiva, sus historias representan los movimientos de constelaciones, planetas y formaciones planetarias, todos conectados a sus ciclos agrícolas. Esto fue especialmente importante para los incas, ya que dependían de las temporadas agrícolas cíclicas, que no solo estaban conectadas a ciclos anuales, sino a un ciclo de tiempo mucho más amplio (cada 800 años a la vez). Esta forma de medir el tiempo se implementó para asegurar la transmisión cultural de información clave, a pesar de cambios de régimen o catástrofes sociales.
Después de la conquista española del Perú por Francisco Pizarro, los funcionarios coloniales quemaron los registros que llevaba el Inca. Actualmente existe una teoría propuesta por Gary Urton de que los quipus podrían haber sido un sistema binario capaz de registrar datos fonológicos o logográficos. Aun así, hasta la fecha, todo lo que se conoce se basa en lo registrado por los sacerdotes, en la iconografía de la cerámica y la arquitectura inca, y en los mitos y leyendas que han sobrevivido entre los pueblos de los Andes.
Manco Cápac fue el legendario fundador de la Dinastía Inca en Perú y la Dinastía Cusco en Cusco. Las leyendas y la historia que lo rodean son muy contradictorias, especialmente las relativas a su gobierno en el Cuzco y sus orígenes. Según una leyenda, era hijo de Viracocha. En otro, fue sacado de las profundidades del lago Titicaca por el dios Sol Inti. Sin embargo, a los plebeyos no se les permitió pronunciar el nombre de Viracocha, lo que posiblemente sea una explicación de la necesidad de tres leyendas fundacionales en lugar de una sola.[1]
También hubo muchos mitos sobre Manco Cápac y su llegada al poder. En un mito, Manco Cápac y su hermano Pacha Kamaq eran hijos del dios sol Inti. A Manco Cápac se le adoraba como el dios del fuego y el sol. En otro mito, Manco Cápac fue enviado con Mama Ocllo (otros incluso mencionan a numerosos hermanos) al lago Titicaca donde resurgieron y se asentaron en la Isla del Sol. Según esta leyenda, Manco Cápac y sus hermanos fueron enviados a la Tierra por el dios Sol y emergieron de la cueva de Puma Orco en Paqariq Tampu llevando un bastón dorado llamado Topayauri. Se les pidió que crearan un Templo del Sol en el lugar donde el bastón se hundía en la tierra para honrar al dios del Sol Inti, su padre. Durante el viaje, uno de los hermanos de Manco (Ayar Cachi) fue engañado para que regresara a Puma Urqu y encerrado en el interior o, alternativamente, se convirtió en hielo, porque su comportamiento imprudente y cruel enfureció a las tribus que intentaban gobernar. (huaca).
Pedro Sarmiento de Gamboa escribió que había un cerro denominado Tambotoco, a unos 33 kilómetros de Cuzco, donde ocho hombres y mujeres emergieron como los originales incas. Los hombres eran Manco Capac, Ayar Auca, Ayar Cachi y Ayar Uchu. Las mujeres eran Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Ipacura y Mama Raua.[2]
En otra versión de esta leyenda, en lugar de emerger de una cueva en Cuzco, los hermanos emergieron de las aguas del lago Titicaca. Dado que este fue un mito de origen posterior al de Pacaritambo, puede haber sido creado como una estratagema para atraer a las poderosas tribus aimaras al redil del Tawantinsuyo.
En la leyenda del Inca Viracocha, Manco Cápac era el hijo del Inca Viracocha de Paqariq Tampu, que se encuentra a 25 km al sur de Cuzco. Él, sus hermanos (Ayar Auca, Ayar Cachi y Ayar Uchu) y hermanas (Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Raua y Mama Cura) vivían cerca de Cusco en Paqariq Tampu, uniendo a su gente y los diez ayllus que encontraron en sus viajes para conquistar las tribus del Valle del Cusco. Esta leyenda también incorpora el bastón de oro, que se cree que fue entregado a Manco Cápac por su padre. Los relatos varían, pero según algunas versiones de la leyenda, el joven Manco traicionó celosamente a sus hermanos mayores, los mató y luego se convirtió en soberano del Cusco.
El espacio andino era concebido en dos niveles diferentes: horizontal y vertical. En el plano horizontal, los incas veían el mundo de manera dual: Hanan y Hurin (arriba y abajo). Estas dos mitades eran divididas, a su vez, en otras dos, dando origen a la cuatripartición. Esta división era entendida como complementariedad, oposición y reciprocidad. Mientras que, a nivel vertical, el espacio estaba dividido en tres Pachas:[3]
1. Hanan Pacha (mundo de arriba, celestial o supraterrenal): era mundo celestial y solo las personas justas podían entrar en ella, cruzando un puente hecho de pelo. En la tradición andina se definió al Hanan Pacha como el mundo superior donde habitan los dioses como: Viracocha, Inti, Mama Quilla, Illapa, etc. (Lo que se ve, pero no se puede controlar).[4]
2. Kay Pacha (mundo del presente y de aquí): en la cosmovisión andina, Kay Pacha es el nombre del mundo terrenal, donde habitan los seres humanos y pasan sus vidas. Habitan los dioses como: Pachamama, señora de la Tierra; Mama Sara, señora de los frutos y plantas; Pariacaca, señor de las aguas; entre otros dioses. (Lo que se ve y se puede controlar).
3. Uku Pacha (mundo de abajo o mundo de los muertos): en la mitología andina, Uku Pacha era el mundo de abajo o mundo de los muertos, de los niños no nacidos y todo lo que estaba debajo de la superficie de la Tierra o del mar. Las fuentes, cuevas u otras de las aberturas de la superficie terrestre eran considerados líneas de comunicación entre el Uku Pacha y el Kay Pacha. Pero no lo veían como un infierno de "castigo", como le ve la religión cristiana, sino como otro mundo de estadía. Habitan los dioses como: Supay, el dueño de este mundo; Mama Cocha, señora de las tempestades y la vida marina; Pachacamac, señor de los temblores y los maremotos; entre otros. (Lo que no se ve y no se puede controlar).
El medio ambiente y la geografía también fueron parte integral de la mitología Inca. Muchas características naturales prominentes dentro del Imperio Inca estaban vinculadas a importantes mitos y leyendas entre los incas.[5] Por ejemplo, el lago Titicaca, un importante cuerpo de agua en el Altiplano, se incorporó a los mitos incas, como el lago de origen a partir del cual comenzó el mundo.[5] De manera similar, muchos de los picos andinos prominentes desempeñaron papeles especiales dentro de la mitología de los incas. Esto se refleja en los mitos sobre la montaña Paxil, de la cual se dice que las personas fueron creadas a partir de granos de maíz que fueron esparcidos por los dioses.[5] Los entornos terrestres no eran el único tipo de entorno importante para la mitología. Los incas a menudo incorporaron las estrellas en leyendas y mitos.[6] Por ejemplo, muchas constelaciones recibieron nombres y se incorporaron a historias, como las formaciones estelares de la Gran Llama y el Zorro.[6] Aunque quizás no se relacione con una sola característica física per se, el sonido ambiental fue extremadamente importante en la mitología inca. Por ejemplo, en el mito de la creación de Viracocha, el sonido de la voz del dios es particularmente importante. Además, los mitos se transmitían oralmente, por lo que la acústica y el sonido de un lugar eran importantes para la mitología inca.[7] Estos ejemplos demuestran el poder que tenía el medio ambiente para crear y experimentar los mitos incas.
La mitología andina prehispánica era animista, perfilaba a los astros y a los grandes hechos y fenómenos geográficos como deidades en sí mismas. El único dios en sentido pleno de la palabra fue Viracocha, el dios creador. Otros dioses importantes eran el sol (Inti), la luna (Mama Quilla) protectora de las mujeres, la tierra (Pacha Mama) de la fertilidad agrícola, y el rayo (Illapa) trinidad del rayo, trueno y relámpago, y dios de la guerra.
Al igual que los romanos, los incas permitieron que las culturas que integraban en su imperio mantuvieran sus religiones individuales. A continuación, se muestran algunos de los diversos dioses adorados por los pueblos del imperio inca, muchos de los cuales tienen responsabilidades y dominios superpuestos. A menos que se indique lo contrario, se puede suponer con seguridad que estos fueron adorados por diferentes ayllus o adorados en determinados estados anteriores.[8]
Huiracocha (en ortografía quechua: Wiraqucha) era considerado como el esplendor originario o El Señor, Maestro del Mundo. En realidad, fue la primera divinidad de los antiguos habitantes andinos, a saber, los habitantes de Chavín, Huari y especialmente los tiahuanacos, que provenían del lago Titicaca. El culto al dios creador supuso un concepto de lo abstracto y de lo intelectual, y estaba destinado solo a la nobleza.
Viracocha al igual que otros dioses, fue un dios nómada. Según los mitos, surgió de las aguas y creó el cielo y la tierra. Tenía un compañero alado, el Pájaro Inti, una especie de pájaro mago sabedor de la actualidad y del futuro. Este pájaro mago no es otro que el Corequenque de las tradiciones orales, el picaflor de oro, mensajero de los dioses, cuyas plumas servían para la mascaypacha o corona del emperador Inca.
Viracocha es representado con dos varas, que al parecer eran realmente estólicas (propulsalanzas) o warak'as (hondas gigantes andinas).
Aparte del gran Viracocha y su corte terrenal de Amautas, o sabios y primeros sacerdotes y administradores, el segundo cordón de clérigos, la nobleza militar y los ayllus o gremios, regidos hasta en su más mínimo movimiento por la ley del Inca, el pueblo llano tenía su panteón con otros dioses menores, a los que probablemente le resultaba más sencillo y cercano dirigirse en busca de favores y soluciones.
En total, y según algunas tradiciones orales, Viracocha, el primer Sol del mundo antiguo (Ñawpa pacha), el creador con su corte, tuvo cuatro hijos: Kon o Wakon, Mallko, Vichama y Pachacámac. También guardan relación con los cuatro hermanos del mito de los hermanos Ayar, uno de los mitos de la creación del Imperio inca.
De acuerdo con la mitología Inca, Inti es el dios Sol, así como una deidad patrona del Imperio Inca. Su origen exacto se desconoce, la historia más común dice que él es hijo de Viracocha, dios de las Varas, dios creador de la civilización.
El Sol es un factor importante de la vida, pues ofrece calor y luz, por eso el Dios Inti es también conocido como el dador de la vida. Fue adorado por la mayoría de agricultores que confiaban en él para recibir abundantes cosechas. Aunque era el dios más venerado después de Huiracocha, recibió el mayor número de ofrendas. El Sapa Inca, como gobernante imperial, reivindicó su origen divino, al adjudicarse ser descendiente del propio dios "Inti" o "Sol".
El dios Inti obtendría mayor protagonismo en el panteón divino del Imperio Inca luego de la victoria de estos sobre los chancas durante el reinado del inca Pachacútec, adjudicándole este su victoria.
Illapa (palabra en quechua para designar al rayo; también conocido como: Apu Illapa, Ilyap'a, Chuquiylla, Katoylla, Intillapa o Libiac) era el dios del rayo, el trueno, el relámpago, la lluvia y la guerra.
De una forma generalizada, Illapa era el señor del clima. A pesar de que la principal facultad de la deidad era el rayo y sus demás elementos, Illapa tenía el dominio total del tiempo atmosférico.
Debido a su facultad como dios del clima, Illapa era sumamente venerado, sobre todo en tiempos de peregrinación y sequía.
Illapa, como dios de la guerra, jugaba un papel primordial en contextos bélicos. Illapa era el numen protector de las campañas militares incas. Estas fueron bastante frecuentes durante la expansión del Tahuantinsuyo.
A raíz de sus antedichas facultades, Illapa fue considerado el tercer dios más importante dentro del panteón incaico. Solamente superado por Viracocha e Inti.
Se le representa como un imponente hombre de brillantes vestiduras de oro y piedras preciosas que habitaba en el mundo superior. Asimismo, Illapa portaba una warak'a con la que producía las tormentas y una makana de oro, la cual simboliza la trinidad del rayo, el trueno y el relámpago. Según el cronista Bernabé Cobo, otra representación que los incas le daban a Illapa era la de un guerrero formado por estrellas en el mundo celestial.
Sus ritos tomaban lugar en las más altas montañas, pues creían que Illapa habitaba en ellas. Sus ritos consistían en danzas, cánticos, fiestas y sacrificio de animales (en periodos de suma necesidad, también se efectuaban ofrendas humanas). Illapa se manifestaba en el mundo terrenal bajo la forma de un puma o halcón.
Existe una leyenda que rezaba que Illapa guardaba agua que sacaba de la Vía Láctea en un urpu y se lo entregaba a su hermana Mama Quilla para que la cuidase. Al llenarse dicho urpu, Illapa lanzaba un proyectil de su huaraca al aribalo produciendo un estruendo que provocaría el trueno, el rayo vendría a ser las chispas producidas por el impacto y finalmente la salida del agua sería la lluvia.
Se dice que los incas, para atraer la atención de la deidad para que esta produjera la lluvia, amarraban perros negros y los dejaban sin comida ni bebida. Pasaría un tiempo en el que estos animales empezarían a sollozar de dolor por hambre y sed. Esto hacía que el dios Illapa se apiadase de ellos y mandara la lluvia para evitar sus muertes. También se menciona que si los perros llegasen a morir, esta deidad demostraba su furia mandando un poderoso rayo que se encargase de fulminar sin dejar rastro de los culpables de la muerte de dichos animales.
Illapa tenía lugar en el Coricancha así como el dios Inti y otros dioses adicionales. La iglesia de San Blas (Cuzco) fue edificada sobre un templo en la que se rendía culto a este dios. Se cree que Sacsayhuamán habría sido usado tanto como fortaleza militar como templo ceremonial, dedicado a varias divinidades entre las que destacaba Illapa. Según el cronista Cristóbal de Molina, Illapa tenía su propio templo, el cual era conocido como Pucamarca.
Mama Killa (también como: Mama Quilla o simplemente Killa) se traduce del quechua como "Madre Luna". Mama Killa era hermana y esposa de Inti; también era considerada madre del firmamento. De ella se tenía una estatua en el Templo del Sol, en el que una orden de sacerdotisas le rendía culto.
Los incas celebraban en su honor una gran fiesta denominada Coya Raymi. Naturalmente, a la diosa Mama Quilla estaba adscrito el fervor religioso de las mujeres, y ellas eran quienes formaban el núcleo de sus fieles seguidoras, ya que nadie mejor que la diosa Mama Quilla podía comprender sus deseos y temores, y darles el amparo buscado.
Pachamama (también conocida como: Mama Pacha) se traduce generalmente como "madre Tierra o madre naturaleza", pero una traducción más literal vendría a ser "madre mundo". Pachamama era la diosa de la Tierra y la fertilidad que preside de la siembra y la cosecha.
Ella era la esposa de Pachacámac, quien era considerado como el dios del cielo y las nubes, asociado también al fuego y a los terremotos. La unión de la Pachamama junto a Pachacámac vendría a representar la unión de la tierra y el cielo.
Pachamama también es una deidad omnipresente e independiente que tiene su propio poder creativo autosuficiente para sostener la vida en la Tierra. Sus santuarios son piedras sagradas o troncos de árboles legendarios. Pachamama era representada como una mujer adulta que lleva la cosecha de papas y hojas de coca. Otra representación de esta diosa es la de un dragón. Asimismo, Pachamama era simbolizada con un espiral.
Dentro de la cosmovisión andina, la Pachamama se consideraba un ser sagrado, la madre de los cerros y los hombres ya que no solo cuida lo material sino también de lo espiritual; protectora de la naturaleza, proveedora de agua y de alimentos favoreciendo la fertilidad de la Tierra y que cobija a los seres humanos a cambio de ayuda y protección. Los incas promovían la mayor veneración hacia a ella y por lo tanto su culto era importante, porque de ella dependían el éxito de las cosechas del imperio.
Si bien es considerada un espíritu bondadoso y colaborador de las actividades humanas, puede también resultar hostil a quienes no respetan la naturaleza; su rencor se muestra a través de sequías, terremotos o hacer que el clima sea poco propicio para el cultivo de alimentos.
Pachacámac (también como: Pachakamaq) proviene del quechua y tiene por significado "alma de Tierra" o "el que anima el mundo/universo". Al igual que otros dioses andinos, Pachacámac era un dios atribuido a muchos elementos; no obstante, se lo establece comúnmente como un dios creador de carácter ctónico. Este dios fue adorado por la Cultura Ichma, Wari, Lima, Chancay y Chincha.
Pachacámac era un dios asociado al fuego, al cielo, las nubes y los terremotos.
Comúnmente se le considera como una reedición del dios Huiracocha. El poder e influencia del dios Pachacámac era tal, que los incas pensaron que, Pachacámac era el nombre que los habitantes de la costa le daban a Huiracocha. Pese a estas semejanzas, se tratarían de dioses distintos.
Su representación se encuentra en un ídolo de madera encontrado en el santuario de Pachacámac. Dicho ídolo posee doble rostro que viene a representar la dualidad, bastante presente en la cosmovisión de los antiguos peruanos.
Al parecer, Pachacámac estaría asociado a los canidos. Esto a raíz de diversas descripciones ofrecidas por muchos cronistas. Ellos mencionan que, al llegar los españoles a su santuario, se encontraron con el ídolo de un zorro hecho de oro. En dicho santuario también se han logrado encontrar múltiples enterramientos de perros.
Los antiguos peruanos tenían el pensamiento de que bastaba un solo movimiento de su cabeza para producir cataclismos masivos, y si se movía completamente, el mundo llegaría a su extinción. Esto se debe a que Pachacámac era un dios oráculo capaz de predecir el futuro y controlar los movimientos de la Tierra. Debido a esto, Pachacámac también es conocido como el "dios de los temblores".
Se le conoce como el dios creador de la segunda generación de humanos. Tras una encarnizada y larga batalla entre Pachacámac y el dios Kon, batalla en la que Kon acabaría siendo derrotado y desterrado por el victorioso Pachacámac.
Kon fue el responsable de crear a la primera generación de humanos. Tras su derrota, Pachacámac destruyó todo lo que Kon había creado; esto con el propósito de crear una nueva generación de humanos. A los humanos que el dios Kon creó, Pachacámac los terminaría convirtiendo en zorros, monos y aves. Este dios los enviaría a poblar los diversos valles que yacen en la costa. Pachacámac entonces, crearía la nueva generación de humanos, este les proveyó una cantidad mayor de agua y mejor capacidad de dominar las tierras cultivándolas a placer. En agradecimiento, los humanos construyeron un templo cerca de la actual ciudad de Lima, el templo de Pachacámac.
El dios Pachacámac era sumamente respetado; pues no se le podía mirar directamente a los ojos e incluso sus sacerdotes entraban de espaldas a verlo. Debido a su potente influencia, los incas lo adoptaron en el panteón como parte del mito de la creación de los incas. A los grandes templos solamente entraban los altos dignatarios, pero los peregrinos del común podían observar y hacer sus propios sacrificios en las plazas.
Chasca Coillur (en ortografía quechua: Ch'aska Quyllur) es la personificación del planeta Venus. Los incas la establecieron como la diosa de la belleza, autora de las flores y protectora de las doncellas.
La diosa Chaska era descrita como una bella mujer celestial de extensa cabellera rizada. Fue el hecho de ser la estrella más hermosa entre todas las demás lo que hizo que el Sol la considerase su paje.
De acuerdo con algunas crónicas, Chaska era la responsable de enviar el agua celeste a la Tierra cuando ella sacudía su hermosa cabellera rizada. Otras fuentes afirman que ella es dueña de un cantarillo, el cual es destruido por un hermano suyo; de esta forma, se forman diversos fenómenos atmosféricos además de la lluvia.
Mama Cocha (también como: Mama Qucha) viene del quechua y se traduce como la "madre de las aguas" o "madre de los mares". Mama Cocha es la diosa del mar y todo lo relacionado con las aguas. En algunas leyendas, ella viene a ser la madre de Inti y Mama Quilla con Viracocha.
Se describe a Mama Cocha como una diosa de gran belleza, pálida y joven quien estaba casada con Viracocha. Mama Cocha era la diosa que les enseñó a los incas sobre la agricultura y la creación de caminos, templos y demás, viviendo en el Hanan Pacha.
Mama Cocha es considerada como una de las cuatro madres elementales; entre ellas, se encuentra a Mama Nina (madre del fuego), Pachamama (Madre tierra) y Mama Wayra (Madre de los vientos). Teniendo como dato curioso que ella junto a Pachamama y Mama Quilla formen las tres fases de la Luna.
Sus poderes se derivaban del agua, representando al mar y sus respectivas mareas, al igual que los lagos, fuentes naturales y ríos. Se tenía la creencia de que sus hijos eran los manantiales.
Era considerada una diosa muy importante para los incas, pues esta tenía un rol muy fundamental para la buena pesca, protegiendo a los pescadores de maremotos, entre otros desastres, y al hacer que las mareas fueran buenas para la navegación. También cumplía el rol de producir la lluvia para abastecer los cultivos.
Kuychi (también como: K'uychi, Cuychi, Kuyuchi o Cuyuchi) es la personificación del arcoíris. Su figura tenía múltiples interpretaciones; sin embargo, su presencia estaba mayormente considerada como un mal presagio, pues estaba asociado con la muerte y las enfermedades.
Al igual que otros dioses andinos, Kuychi es descrito como una entidad ambivalente. La entidad multicolor fue considerada un símbolo de prosperidad, así como también, fue vinculada con la aparición de enfermedades y el mal augurio.
Supay era tanto el dios de la muerte como el gobernante del Uku Pacha, así como una raza de demonios. Supay es colocado comúnmente como la personificación de toda la maldad. Sin embargo, Supay era un dios ambivalente, podía ser considerado tanto malo como bueno.
Las antiguas leyendas mencionaban que Supay iba más allá de la maldad que evocaba. Debido a que él es descrito como el protector y guía del camino que toman los muertos. Rol muy similar al del dios egipcio Anubis.
Supay fue creado por Viracocha, con el propósito de mostrar a la humanidad que siempre habrá maldad en el mundo, pero no la suficiente. Debido a esto, los incas creyeron que él era un ser que equilibraba la balanza entre el bien y el mal. El hecho de que Viracocha lo haya creado, lo hace hermano del dios Inti, Illapa y Mama Quilla.
Podía ser benevolente con los vivos de su agrado y con los que tenían una muerte digna, pero era terrible y malvado con el resto, tanto en el mundo inferior como en el mundo terrenal, porque podía inclinar la balanza de la mala suerte con solo pensarlo.
Supay era cruel y se burlaba de los sufrimientos ajenos, de las creencias y hasta los conocimientos, porque lo ponía todo en duda, y era capaz de cambiar las ideas y los pensamientos, haciendo del hombre santo un malvado, y de un hombre sabio un loco sin conciencia ni conocimiento.
Uku pacha, era su hogar natural, pero podía ir y venir de la tierra al cielo cuando se le antojara, extendiendo un manto de terror y desazón por donde pasaba, recordándole a todos y cada uno, dioses o humanos, que estaban siempre bajo la amenaza de la destrucción, la desaparición y la muerte, con lo que cualquier cosa que creyeran hermosa o segura, podía desaparecer en un instante y para siempre, frustrando todos los sueños y los planes de los dioses y los hombres.
Supay también fue creador de hombres, pero le salieron a su imagen y semejanza convirtiéndose con el tiempo en terribles demonios de las profundidades, de los caminos, de las montañas, de las aguas, de la selva y de las cuevas.
Los españoles lo asimilaron con el diablo, pero en las tradiciones y leyendas andinas supay aparece como huaca de la buena y mala suerte, del amor sexual o del enamoramiento, de la trasgresión y de la aventura, de los excesos y de la diversión que no se toma la vida en serio, porque la vida es pasajera y nada seria.[9]
Kon (también conocido como: Wakon) era el dios del viento y la lluvia. Se menciona que vino desde el Norte, apareciendo por primera vez en el mar. Kon era originalmente una deidad de la costa peruana, específicamente de la cultura Paracas y Nazca, los incas más tarde lo incluirían a su panteón.
Este dios era liviano, puesto que carecía de huesos y carne. Pese a lo anterior, tenía forma humana. Kon era representado como un ser con rostro de felino, aunque se cree que usaba máscaras felínicas. Debido a estas características, este dios es conocido como "el felino volador". En muchas de sus representaciones Kon portaba cabezas trofeo y un báculo. Debido a sus prominentes ojos, también es conocido como el "dios oculado". En algunos huacos y cerámicas, Kon era descrito también como un hombre con rasgos de ave.
Cuenta una leyenda que Kon era un dios creador y que habría creado la primera generación de humanos que poblaron la Tierra. Sin embargo, estos se olvidarían pronto de él, esto desató la furia de Kon castigándolos con la ausencia de la lluvia e hizo que las fértiles tierras se conviertan en extensos desiertos costeros. Kon solo les proveyó de algunos ríos para que puedan con mucho esfuerzo trabajar honradamente y subsistir.
Pasaría un tiempo en el que otro dios conocido como Pachacámac, cuyo nombre significa "alma de Tierra" o "el que anima el mundo/universo" llega a la Tierra. Este se enfrentó a Kon en una batalla larga y encarnizada, en la cual Kon acabaría siendo derrotado y desterrado por el victorioso Pachacámac.
Como se detalló anteriormente, aparte del gran Viracocha y el culto a los dioses generales del panteón incaico, la población común tenía su propio panteón de dioses regionales y/o menores. De manera semejante a los romanos, los incas autorizaron que las religiones pertenecientes a las culturas integradas dentro del imperio se mantuviesen. Esto se efectuaba bajo la siguiente condición: aceptar la hegemonía del culto solar por encima de sus costumbres y/o tradiciones anteriores.[10] Muchos de estos elementos culturales fueron integrados de una u otra forma dentro de la mitología incaica. Por nombrar un ejemplo, se tiene al dios Illapa, cuyo culto fue forjado para poder oficializar a otros dioses atmosféricos dentro del panteón incaico.[11] A pesar de ello, el culto hacia estas divinidades permaneció mayormente dentro de su región respectiva:[12]
El templo más importante del Imperio inca fue conocido como Coricancha ("El Templo Dorado" en quechua) el cual estaba ubicado en el corazón del Cusco inca y según la leyenda fue construido por Manco Cápac como un lugar de culto para la deidad principal del Inca, el dios Inti. Durante el reinado de Pachacútec, este templo albergó las riquezas del Imperio inca, tales como oro, importantes artefactos religiosos y efigies doradas de importantes deidades incas.[18] El Coricancha está en el corazón de Cusco y es el punto de convergencia de los 41 caminos que salen de Cusco hacia el resto del imperio, con un sistema llamado ceque, que cumplió una función política, religiosa y administrativa en el Imperio inca. El Coricancha fue escenario de importantes ceremonias religiosas, como durante el Inti Raymi en el que luego de una procesión por el Cusco, el Sapa Inca ingresaba al Coricancha. En el templo, espejos cóncavos enfocaban los rayos del Sol para encender un fuego para el sacrificio de llamas y en determinadas circunstancias niños, para complacer y rendir tributo a los dioses. El Coricancha también funcionó como observatorio para los incas, ya que se alineaba con el Sol en días importantes del año como solsticios y equinoccios, alineando los cielos y la tierra, tema importante en las creencias y religión de los incas. El uso de Coricancha como observatorio también fue útil para comprender en qué momento del año estaban los incas y qué alimentos estarían disponibles durante todo el año.[19]
La mitología sirvió para muchos propósitos dentro del Imperio inca. La mitología podría utilizarse a menudo para explicar los fenómenos naturales o para dar a los numerosos habitantes del imperio una forma de pensar sobre el mundo. Por ejemplo, hay un mito de origen bien conocido que describe cómo comenzó el Imperio inca en su centro en Cusco. En este mito de origen, cuatro hombres y mujeres emergieron de una cueva cerca de Cusco, y comenzaron a asentarse dentro del Valle del Cusco, para gran disgusto del pueblo Hualla que ya había estado habitando la tierra.[20] Los Hualla se subsistían del cultivo de coca y ajíes, que los incas asociaban con los pueblos del Amazonas y que eran percibidos como inferiores y salvajes.[20] Los Inca se enfrentó a la batalla con los Hualla, luchando con bastante crueldad, y finalmente los incas salieron victoriosos. El mito alega que estos primeros pueblos incas plantarían maíz, un pilar de la dieta inca, en el lugar donde derrotaron brutalmente a los Hualla.[20] Por lo tanto, continúa el mito, el Inca llegó a gobernar todo el Valle del Cusco, antes de finalmente conquistar gran parte del mundo andino.[20]
Al crear este mito, los incas reforzaron su autoridad sobre el imperio. En primer lugar, al asociar a los Hualla con plantas de la selva, el mito del origen del Inca probablemente habría hecho que el oyente pensara que los Hualla eran primitivos en comparación con los incas. Por lo tanto, la derrota de los Hualla por parte de los incas y su supuesto desarrollo de la agricultura basada en el maíz, respaldaron la noción de que los incas eran los administradores legítimos de la tierra, ya que podían hacer que la tierra fuera productiva y dócil.[20] Estos mitos se reforzaron en los numerosos festivales y ritos que se celebraron en todo el Imperio inca. Por ejemplo, había festivales del maíz que se celebraban anualmente durante la cosecha. Durante estas fiestas, la élite Inca se celebró junto con el maíz y la principal deidad del Inca, Inti.[20] Como tal, el mito de la siembra de maíz de los incas originales se utilizó para asociar a la élite inca gobernante con los dioses, así como para representarlos como los portadores de la cosecha. De esta manera, los mitos del origen de los incas se utilizaron para justificar la posición de élite de los incas dentro de su vasto y multiétnico imperio. Dentro del Imperio inca, los incas tenían un estatus especial de "incas por sangre", que les otorgaba importantes privilegios sobre los pueblos no incas.[21] La capacidad de los incas para mantener su posición de élite no fue poca cosa, dado que menos de cincuenta mil incas pudieron gobernar a millones de pueblos no incas. La mitología fue una forma importante por la cual los incas pudieron justificar tanto la legitimidad del estado inca como su posición privilegiada con el estado.
El despliegue estratégico de la mitología inca no terminó después de que el imperio inca fuera colonizado por los españoles. De hecho, la mitología inca se utilizó para resistir y desafiar la autoridad de las autoridades coloniales españolas. Se utilizaron muchos mitos incas para criticar la codicia desenfrenada del imperialismo europeo. Hubo asesinatos y violaciones generalizados de mujeres y niños en América del Sur por parte de los soldados europeos. Por ejemplo, existen mitos entre los indígenas del antiguo imperio inca que cuentan las historias de extranjeros que llegan a los Andes y destruyen objetos valiosos.[22] Uno de esos mitos es el cuento de Atoqhuarco entre los quechuas, que describe cómo una mujer indígena es destruida en un acto de rebelión contra un extranjero lascivo que, a su vez, finalmente se transforma en un zorro depredador.[22] Las poderosas instituciones coloniales también son criticadas en algunos de estos mitos, y la Iglesia Católica es frecuentemente criticada. Por ejemplo, la historia del sacerdote y el sacristán destaca la hipocresía y la naturaleza abusiva de un sacerdote católico y su trato insensible hacia sus feligreses indígenas.[22] Como tal, estos mitos muestran que la mitología inca fue estratégicamente desplegada para subvertir y rebelarse contra el dominio español en el antiguo Imperio inca.
La mitología incaica sigue siendo una fuerza poderosa en las comunidades andinas contemporáneas. Después de que las naciones que alguna vez fueron parte del Imperio inca obtuvieron su independencia de España, muchas de estas naciones lucharon por encontrar un mito de origen adecuado para respaldar la legitimidad de su estado.[23] A principios del siglo XX, hubo un resurgimiento del interés por la herencia indígena de estas nuevas naciones. Si bien estas referencias a la mitología inca pueden ser más evidentes, como la presencia de Inti en la bandera argentina, otras referencias a la mitología inca pueden ser más sutiles.[24] Por ejemplo, a fines del siglo XX el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada hizo referencia a los mitos incas sobre la Pachamama, figura de la Madre Tierra inca, para justificar sus programas de distribución de tierras.[23] Además, los gobiernos modernos continúan haciendo referencia al antiguo Imperio inca para respaldar sus reclamos de legitimidad, hasta el punto de que existen celebraciones de rituales financiados por el municipio que hacen referencia a la mitología inca, especialmente en Cusco y sus alrededores.[23] El poder de la mitología inca resuena en la política contemporánea, con políticos haciendo referencias a la mitología e imágenes incas.[25] Si bien el Imperio inca puede haber dejado de existir hace cientos de años, su vibrante mitología continúa influyendo en la vida en toda América andina en la actualidad.
Al igual que otras culturas nativas americanas, la sociedad inca estuvo fuertemente influenciada por las poblaciones animales locales, tanto como fuentes alimenticias, textiles y de transporte, como también como piedras angulares religiosas y culturales. Muchos mitos y leyendas de los incas incluyen o tratan únicamente sobre un animal o una mezcla de animales y sus interacciones con los dioses, los humanos o el entorno natural.
Las llamas fueron importantes para la economía del Imperio inca, podían usarse para lana, transporte de mercancías y alimentos. También jugaron un papel importante en la vida religiosa de los incas, siendo un valioso sacrificio para los dioses y utilizados en importantes ceremonias religiosas como ofrendas.[26] Urcuchillay era un dios adorado por los incas, en particular por los pastores de llamas. Se creía que Urcuchillay protegía y vigilaba a las llamas de la Tierra. Las obras de arte de llamas creadas por los incas muestran una mayor reverencia hacia las llamas, un ejemplo de esto es una representación de una llama construida con oro puro, un material extremadamente valioso para los incas debido a su significado religioso, ya que se consideraba el sudor del Inti.[27]
Para los incas, el puma era un animal de carácter sagrado y primordial en la vida religiosa. Los incas creían que el puma representaba el poder y la fuerza, así como la paciencia y la sabiduría. La capital inca, Cusco, tomó la forma de un puma, con la enorme ciudadela de Sacsayhuamán representando la cabeza del puma.[28] El sitio de Kenko al norte de Cusco contiene monolitos y estructuras alineadas astronómicamente, que en ciertos días crean efectos de luz y sombra. En el amanecer del solsticio de junio, la luz pasa a través de una fisura cuidadosamente diseñada alineada para iluminar primero a uno de los gnómones y luego al otro, y ambos proyectan sombras que crean una imagen. El resultado se conoce como "el despertar del puma".[29] El puma también está asociado con la riqueza y la prosperidad. El Manuscrito de Huarochirí menciona cómo era una práctica de los incas usar pieles de puma para mostrar su riqueza.[30]
Los incas criaban perros para cazar y hurgar en la basura, pero rara vez con fines religiosos. No obstante, el pueblo Huanca tenía una base mucho más religiosa para el consumo de carne de perro. Dentro de la mitología incaica, Huallallo Carhuincho, el antiguo dios principal del pueblo Huanca, se representaba alimentándose únicamente de perro después de que este fuese derrotado por otro dios, Pariacaca, en una batalla que duró tres días y tres noches.[31] En algunas partes de América del Sur, a los Huanca se les conoce como "los Huanca come perros". Este comportamiento de comer perro fue menospreciado en otras partes del imperio.[32]
También existe una ciudad llamada Alqullaqta, o "Pueblo de los perros", que contiene estatuas de perros y se cree que representan las almas de los perros que han muerto. La gente a menudo guardaba huesos y los dejaba en las estatuas para que les diera una mejor posición en la otra vida.
A veces se creía que los perros podían moverse entre la vida y la muerte y también ver el alma de los muertos. Además, el Inca creía que las almas muertas infelices podían visitar a las personas en forma de perros negros. Se informó que el pueblo aimara de Bolivia creía que los perros estaban asociados con la muerte y el incesto. Creían que los que mueren deben cruzar un océano hacia el más allá en el oído o en la nariz de un perro negro. Además, algunas fuentes informan que las mujeres que duermen solas por la noche pueden quedar embarazadas por fantasmas que producirían un bebé con patas de perro.[32]
A pesar de que solo hay una especie de oso en América del Sur (el oso de anteojos, Tremarctos ornatus), la historia de la esposa y los hijos del oso es una historia destacada entre los incas.[32] El pueblo andino creía que los osos representaban los hábitos sexuales de hombres y mujeres y se advirtió a las niñas de la “violación de los osos”. Esta historia detalla a un oso que se disfraza de hombre que somete a una niña y la lleva a su cueva donde la alimenta y la cuida. Poco después, descubre a dos niños mitad oso mitad humanos. Con la ayuda de los niños, los tres pueden escapar de la cueva y regresar a la sociedad humana. Los niños oso se entregan al sacerdote de la ciudad que intenta matar a los cachorros varias veces (arrojándolos de los edificios, enviándolos a la naturaleza, enviándolos a los oficiales de combate), pero solo es capaz de hacer que maten al niño oso más joven.[32] El oso mayor supera las pruebas y es enviado a luchar contra un alma condenada, a la que derrota y salva de la condenación. El alma le da al oso su propiedad y riqueza y el hombre oso ahora completamente desarrollado deja la sociedad humana como una paloma blanca. Este cuento podría interpretarse como la difícil historia de un nativo americano contra la sociedad hispana en la que se encuentran, lo que se vuelve más creíble a medida que este folclore se vuelve más prominente después de la conquista española.[32]
Además de esta historia, se cree que los seres mitad oso mitad humanos llamados Ukuku son los únicos que pueden traer hielo desde la cima de las montañas, ya que tienen la inteligencia de los hombres pero la fuerza de los osos. Los payasos Ukuku se pueden ver en las celebraciones del Corpus Christi de Cuzco donde peregrinan a un glaciar cercano y pasan la noche en el hielo como iniciación a la virilidad.[33]
El zorro generalmente no tenía una buena reputación entre los incas o la gente de los Andes y era visto como un presagio. Los sacrificios a los dioses incluían una variedad de bienes y animales, incluidos los humanos, pero nunca se vio que incluyeran zorros. La mitología inca contiene referencias a dioses engañados por zorros. En un encuentro, la deidad Cuniraya Viracocha se enfureció con un zorro y dijo: "En cuanto a ti, incluso cuando te escondes y mantienes las distancias, la gente te despreciará por completo y dirá "¡Ese zorro es un ladrón!" Cuando te maten, te tirarán descuidadamente a ti y a tu piel también”.[34] En otras narraciones, se dice que el zorro trató de robar la Luna, pero la Luna abrazó al zorro, lo que resultó en manchas en la Luna. Finalmente, el zorro todavía juega un papel en la sociedad andina actual donde el aullido de un zorro en el mes de agosto se percibe como un signo de buena suerte.[32]
Los incas tenían nombres indígenas para constelaciones, así como nubes interestelares (nebulosas oscuras) visibles desde el hemisferio sur. El zorro (Atuq en quechua) es el nombre de una nebulosa oscura en la Vía Láctea, y las narrativas andinas, incluidas las incas, pueden referirse a las nebulosas oscuras en lugar del animal.
Tradicionalmente considerado como una de las comidas preferidas de los dioses, el cuy (Cavia porcellus) se sacrificaba en innumerables ocasiones y de diferentes maneras,[35] se sacrificaban cuyes en la ceremonia del primer corte de cabellos de los niños,[36] también en los rituales relacionados con la limpieza de acequias,[36] los ritos terapéuticos y los de adivinación.[37] [38] Los muros de casas recién construidas se rociaban con sangre de cuyes antes de poner el techo, con el fin de garantizar su solidez.[37] Ofrendas de cuyes a Pachacamac se relatan, cuando un grupo yauyos viene a implorar a la divinidad que le devuelva a su hijo Llocllayhuancupa, quitado como castigo por haber descuidado a su huaca.[38] También se mencionan los cuyes en el marco del culto a la diosa Mama (o Chaupiñamca), esposa de Pachacamac, y a otras huacas como Chuquisuso o Macahuisa entre los yauyos.[37] Se les sacrificaba abriéndolos con la uña del pulgar, ahogándolos en un mate de agua mientras se dirigían a la huaca, luego se les destripaba desde arriba hasta abajo. Se rociaban los ídolos con su sangre, así como los campos en época de siembra; parece que parte de los cuerpos luego se enterraban cerca.
El cóndor fue un ave sagrada para los incas quienes creían que comunicaba el mundo celestial (Hanan Pacha) con el mundo terrenal (Kay Pacha) y para la cosmovisión inca era el único animal que podía comunicarse con el mundo de los dioses y las estrellas.[39]
Actualmente, el cóndor sigue siendo un ave sagrada para los hombres del Andes. En algunos pueblos del Perú aún se celebra el ritual andino conocido como ‘Yawar Fiesta’ (Fiesta de Sangre) el cual tiene al cóndor como protagonista principal.[40]
Antes de la fundación del Imperio inca, había varias otras culturas en varias áreas del Perú con sus propias creencias, incluidas las culturas de Chavín, Paracas, Moche y Nazca. Se pueden encontrar creencias preincas adicionales en el Manuscrito de Huarochirí, un texto del siglo XVII que registra los mitos, la cultura y las creencias de la gente de la provincia de Huarochirí en los Andes occidentales.[41]
Una de las figuras más importantes en las creencias andinas preincaicas es la deidad creadora Viracocha, quien incluso durante la época incaica fue una de las deidades más importantes del panteón incaico y vista como el creador de todas las cosas, o la sustancia de la cual todas las cosas son creados, e íntimamente asociado con el mar.[42] En la iconografía andina preincaica, Viracocha toma la forma de un Dios de los báculos, caracterizado por figuras de frente que sostienen objetos verticales que se denominan dos "báculos". Como deidad principal, Viracocha era el dios creador y sirvió como el ícono religioso principal de todos los Andes peruanos, particularmente durante el Horizonte Temprano (900-200 a. C.) en adelante.[43]
Algunos dioses incas y preincas:
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