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concepto económico sobre tipos de mercado De Wikipedia, la enciclopedia libre
El mercado libre, libre mercado o mercado liberal es el sistema en el que el precio de los bienes es acordado por el consentimiento entre los vendedores y los compradores, mediante las leyes de la oferta y la demanda. Requiere para su implementación de la existencia de la libre competencia, lo que a su vez requiere que entre los participantes de una transacción comercial no haya coerción, ni fraude, etc, o, más en general, que todas las transacciones sean voluntarias.
Lo anterior se puede entender como una propuesta,[1][2] constructo social[3][4][5] o modelo económico[6][7] acerca del funcionamiento del mercado de uso general en economía, economía política, sociología, ciencias políticas, etc. En las palabras de Ludwig von Mises:
La construcción imaginaria de una economía de mercado puro o sin trabas supone que existe división del trabajo y la propiedad privada (control) de los medios de producción y que por consiguiente hay un mercado para el intercambio de bienes y servicios. Se supone que el funcionamiento del mercado no es impedido por factores institucionales. Se supone que el gobierno, el aparato social de compulsión y coerción, intenta o se interesa en la preservación de la operación del sistema de mercado, se abstiene de obstaculizar su funcionamiento, y lo protege contra infracciones por terceros. El mercado es libre, no hay interferencia, de factores ajenos al mercado, con los precios, tasas de salarios y tasas de interés. A partir de estos supuestos la economía trata de dilucidar el funcionamiento de una economía de mercado puro. Sólo en una fase posterior, después de haber agotado todo lo que se puede aprender desde el estudio de esta construcción imaginaria, se vuelca al estudio de los diversos problemas planteados por la interferencia con el mercado por parte de los gobiernos y otras agencias que emplean coerción y compulsión.[8]
Es necesario notar que lo anterior sugiere la posibilidad de dos criterios o aproximaciones (no necesariamente alternativas). El primero pone énfasis en las condiciones políticas legales -tales como la libertad de los actores para decidir. Desde este punto de vista generalmente se considera que la fuente última de una tal impedimenta es el gobierno o Estado[9][10] y consecuentemente el concepto se opone al de mercado regulado, entendido como ese en el cual el gobierno controla las fuentes de suministros, los precios o la producción, etc. La segunda aproximación pone acento en las condiciones económicas necesarias para la existencia de un mercado libre. Esas esencialmente son conocidas como competencia perfecta y su existencia es asumida, especialmente a niveles introductorios a la disciplina, a fin de facilitar el estudio de la misma[11]
En la práctica el término economía de libre mercado es utilizado como un término descriptivo de los sistemas económicos en un territorio particular, usualmente un estado-nación. Implica que el sistema económico se aproxima al modelo ideal. Tal sistema concreto puede ser descrito como más libre que otros, como “relativamente libre” o como "no libre", de acuerdo al criterio utilizado. Que la economía deba ser libre o el grado de libertad deseable u óptimo o incluso el grado en el cual una economía es de hecho libre es, junto con sus presumidas precondiciones y consecuencias, una disputa política, constituyendo uno de los aspectos más importantes del debate político económico moderno.[12]
Tales problemas son evitados con el uso del término economía de mercado, que se refiere a cualquiera en la cual el mercado juega un papel "de importancia" pero admite un rol estatal, es decir, lo que algunos llaman una economía mixta. Sin embargo, no hay un consenso acerca de cual sería el balance de intervención estatal permisible sin que una economía de mercado se transforme en economía dirigida.[13][14][15][16][17][18]
Las actividades económicas y el comercio son prácticas sociales encontradas en casi todas las sociedades conocidas, lo que implica algún tipo de intercambio o trueque o mercado. Por ejemplo, Aristóteles se refería a la adquisición “no natural” de bienes (a diferencia de la “adquisición natural” que se logra a través de la caza, pesca y agricultura).[19] (véase también crematística). En el Génesis, la Biblia se refiere a “donaciones” de oro y joyas a los padres de mujeres a cambio de ellas (refiriéndose a esos acuerdos como "Alianzas" o "Convenios"), para posteriormente, en el Éxodo relatar la oferta de un “pago” por uso de agua para beber. Tucídides relata como 7 mil habitantes de Hícara (en Sicilia) fueron hechos prisioneros y 'vendidos' como esclavos en Catania,[20] etc.
El consenso entre los economistas es que la propuesta del “mercado libre” comenzó a concretarse en Europa durante el siglo XVIII, con la famosa sugerencia del laissez faire, que alcanzó fama en Francia a partir de 1751 (a pesar de que aparentemente fue enunciada en 1680), la publicación de La riqueza de las naciones (1776) por Adam Smith en Inglaterra, proponiendo el librecambismo (free trade); la "libre competencia" (free competition) y el "mercado libre" (free market)[21] basadas en la hipótesis de la "mano invisible" y la promulgación en la Francia Revolucionaria del Decreto de Allarde (marzo de 1791) que estableció la libertad de oficio[22] y la Ley Le Chapelier (junio de 1791) que proclama la libertad de empresa como norma legal.
Generalmente se percibe que el mayor desarrollo de la “libre competencia” se dio en el Reino Unido, a partir de la propuesta de Smith, a mediados del siglo XIX.[23][24] Para el siglo XIX la propuesta del “libre mercado” (entendido tal como se expresó en la práctica,[25] es decir, y para diferenciar, lo que en castellano se conoce como "libre concurrencia"[26]) ciertamente había encontrado apoyo político organizado, en la forma del liberalismo, en muchos países. Sin embargo, no es claro si el apoyo precedió la emergencia de ese modelo de "libre concurrencia" o lo siguió. Para von Mises, el concepto del mercado libre surgió a partir del desarrollo del aparato intelectual -incluyendo los métodos de análisis e ideas y percepciones, etc derivadas de esos análisis- que se originaron a partir de las propuestas de Smith y otros. (von Mises, op. cit). Otros lo ven como el resultado del éxito de la propuesta inicial, combinada con la supervivencia de formas "autoritarias" anteriores, específicamente, el interés de los empresarios o propietarios y el gobierno o estado[27][28] (ver Escuela de Mánchester). Los seguidores del libertarismo argumentan que esa versión de “libre concurrencia” no refleja ese compromiso, ya que implica medidas de coerción, sino otra cosa, en la existencia de leyes que controlan y regulan el mercado. En la teoría marxista, la propuesta del "libre mercado" simplemente expresa, a nivel ideológico, la transición de la realidad económica desde el feudalismo al capitalismo, reflejando solo una etapa, necesariamente coerciva, en la lucha de clases.[29]
Sin embargo las “reglas impersonales” de este juego social no son modelables en la forma necesaria para analizarlo de acuerdo a la teoría de los juegos.[30] El cumplimiento de estas reglas puede ser supervisado por un árbitro neutral (gobierno). Se podría tratar de implementar una tentativa a lo largo de esas líneas bajo los principios de los juegos no cooperativos de Nash. Desde este punto de vista, el mercado libre llevaría teóricamente a una situación de equilibrio socioeconómico similar al Equilibrio de Nash. Sin embargo esto ocasiona un grave problema: en el mercado libre los participantes no tienen incentivos para cumplir las reglas -pero si, por el contrario, para romperlas- lo que establece un equilibrio lejano al resultado óptimo para todos los jugadores, el que sería solo alcanzable con mecanismo o juez que “castigue” a los infractores, lo que a su vez invalida la asunción original que el “mercado libre” produce el mejor resultado económico posible, dado que en esas circunstancias la intervención del "juez" puede producir un resultado mejor para todos los participantes. Esto habría llevado a Nash a sugerir que su propuesta “pone cabeza abajo” 150 años de desarrollo económico. Clifford F. Thies replica que eso es solo un ejemplo de la arrogancia de Nash.[31] Una respuesta más medida es la sugerencia -ya mencionada- que el análisis de la teoría de los juegos no es aplicable a la propuesta del mercado libre puro. En la práctica, muchos proponentes del mercado libre, a partir de Smith e incluyendo a Hayek, reconocen la necesidad de ese juez/gobierno, y, por lo menos en parte, debido a esa razón.
Sin embargo esta sugerencia lleva a percepciones cercanas a las de la Economía Social de Mercado, las cuales no son universalmente aceptadas como implementando un mercado libre tal como generalmente se lo entiende.[32][33][34][35][36]
Continuando con la sugerencia del mercado como un juego social, se ha argumentado que el mecanismo básico del libre mercado puede verse como una forma de legitimar o facilitar "decisiones comunes”,[37] a través de lo que se algunos llaman el voto del dinero,[38] en el cual, a un nivel, la compra de un producto es equivalente al voto para que se continúe produciendo y, en otro, para que alguna actividad se implemente. Por ejemplo: quien sea desee "ayudar a los pobres" puede donar su dinero con ese objetivo.[39]
Los jugadores en este supuesto juego pueden tener diferentes habilidades, conocimientos, y recursos, los cuales pueden ser conflictivos con normas sociales de equidad, así un mercado libre puede no coincidir con lo que algunos consideran un mercado equitativo. O, algunos pueden ver la aplicación de reglas por igual para todos los participantes como la esencia de la equidad. Desde este punto de vista se propone, a partir del siglo XVIII, que el mercado libre depende y protege el derecho de propiedad privada o "individual" (considerado en esta perspectiva como fundamental[40]); por lo que es inherentemente no solo más eficiente sino también justa.[41] Sin embargo para algunos el mercado libre es el único que puede ser eficiente, sea o no justo.[42] Para otros, tal sistema es simplemente más ético, independientemente de si es o no más eficiente.[43]
Tal como se avanzado, los economistas tratan el libre mercado como un modelo económico o constructo lógico,[44][45][46][47] importante desde el punto de vista del análisis económico.
Desde este punto de vista el libre mercado teórico funciona de acuerdo al postulado de la oferta y demanda, lo que lleva los precios de mercado hacia un equilibrio económico que balancea las demandas de los productos contra las ofertas de los productores.[48] A estos precios de equilibrio, el mercado distribuiría los productos a los compradores de acuerdo a la utilidad que cada comprador otorgue a cada producto, dentro del límites del poder de compra. Los componentes necesarios para el funcionamiento de un libre mercado ideal incluyen:
Lo anterior se interpreta, a nivel de economía política, como la ausencia completa de presiones artificiales sobre el precio, tales como impuestos, subsidios, tarifas, y otros fenómenos producto de regulaciones gubernamentales "innecesarias", tales como la existencia de patentes y monopolios gubernamentales; junto a la no existencia más general de monopolios, oligopolios y otros fallos del mercado.
El efecto del mercado libre en la riqueza de la sociedad e individuos está sujeto a controversia. Kenneth Arrow y Gerard Debreu demostraron que bajo ciertas condiciones idealizadas, un sistema de libre comercio lleva a la eficiencia de Pareto. Lo anterior vindica un percepción anterior de Vilfredo Pareto, expresada en el primer teorema fundamental del bienestar que proporciona una base teórica para la creencia en la eficiencia de las economías de mercado libre, ya que establece que todo equilibrio económico obtenido a través de la "competencia perfecta" es eficiente en el sentido de Pareto (es decir, lleva a una asignación eficiente de los recursos económicos de acuerdo a ese criterio, aunque puede no ser eficiente respecto a otras medidas de bienestar económico).
Sin embargo, este resultado solo es válido bajo condiciones muy restrictivas como la existencia de competencia perfecta, lo que no se da con mucha frecuencia en los mercados reales. Greenwald y Stiglitz demostraron (en el llamado Teorema de la Asimetría de la información) que, en la presencia ya sea de información imperfecta o mercados no perfectamente competitivos, el resultado del mercado no es eficiente en términos de Pareto. Sigue que en la mayoría de las situaciones de la economía en el mundo real, los efectos de esas desviaciones de las condiciones ideales deben ser tomadas en cuenta.[49]
Aún más, la eficiencia de Pareto es una noción mínima de optimalidad y no necesariamente resulta, produce o implica una distribución socialmente deseable de los recursos, ya que no hace ninguna declaración sobre la igualdad o el bienestar general de una sociedad.[50][51] (ver Eficiencia distributiva). Por otra parte, Oskar Lange y Abba Lerner demostraron que ni siquiera el mercado es necesario para alcanzar la eficiencia de Pareto ya que puede llegarse al mismo resultado sin mecanismos de mercado (ver solución de Lange-Lerner y debate sobre el cálculo económico en el socialismo). Por otra parte la eficiencia de Pareto solo se da en una situación de equilibrio económico general por lo que los mercados reales pueden trabajar muy alejados de la eficiencia de Pareto.Todo esto ha dado origen a versiones generalmente llamadas "Nueva economía".[52]
En cuanto a los estudios académicos sobre el impacto económico de contar con mercados eficientes y competitivos, tradicionalmente la literatura económica académica ha ido documentando que contar con mercados eficientes y competitivos es beneficioso para promover la creación de riqueza gracias a que impulsan la eficiencia, la innovación, la competitividad internacional y la productividad. Asimismo, los estudios más recientes sobre la materia documentan que contar con este tipo de mercados facilita que dicho crecimiento tenga naturaleza inclusiva, ayudando así a reducir la desigualdad, al promover mejores condiciones de consumo, más empleo, igualdad de oportunidades y mejores servicios públicos[53].
Como se avanzó, el término economía de libre mercado se utiliza como una propuesta política general, a su vez con dos sentidos:
Desde este punto de vista, los sistemas económicos particulares se han descrito como "de economía libre" aun cuando el estado intervenga en la economía, con tal que esa intervención esté dentro de ciertos límites.[54] Así, los términos capitalismo, economía de libre mercado y economía mixta son, desde esta perspectiva, términos prácticamente intercambiables[55] .[56] Sin embargo, y quizás obviamente, no todos están de acuerdo:
"Pero la imagen que mucha gente tiene de la "economía de mercado" seguramente ya es la de una economía mixta, como sugiere el hecho de que mayorías aún más importantes apoyen fuertes regulaciones estatales. Eso, y minorías sustanciales tajantemente en contra del mercado, explica por qué vivimos en una economía mixta y no en una economía libre.".[57]
Internacionalmente, desde los años 70 del siglo XX reaparece en el panorama la promoción - en distintos niveles de entusiasmo y compromiso - de una economía global de libre comercio, la desregulación, la privatización de empresas públicas y la reducción del gasto social, medidas que algunos denominan, a veces impropiamente, neoliberalismo.[58]
Para la propuesta general la función de un gobierno es arguible. Idealmente el uso de la fuerza o poder coercivo del estado en el mercado está limitado a proteger a los participantes del mercado de la coerción o abusos por terceros, incluyendo protección del derecho de propiedad y cumplimiento de contratos. Sin embargo, que exactamente se entiende por abusos está abierto a interpretación. Por ejemplo, para Adam Smith, las externalidades negativas hacen que algunos transfieran a otros por lo menos parte del costo de sus actividades, obteniendo así beneficios personales extras, mientras que las positivas posibilitan la adquisición de beneficios sin contribuir (ver problema del polizón). Según Smith, este y otros problemas similares requieren la existencia de un organismo (el Estado) que los pueda solucionar, lo que a su vez implica un cierto grado de intervención estatal.
A pesar de que la teoría de juegos no es aplicable a la propuesta del mercado libre "puro"[59] algunos[60] proponen que la esencia del libre mercado puede entenderse como un juego en el cual los jugadores compiten de acuerdo a un conjunto de reglas que previene la coerción (incluyendo el robo);[61] el cumplimiento de estas reglas puede ser supervisado por un árbitro neutral (gobierno).[62]
Sin embargo esta sugerencia lleva a percepciones cercanas a las de la Economía Social de Mercado, las cuales no son universalmente aceptadas como implementando un mercado libre tal como generalmente se lo entiende.[63][64][65][35][36]
Continuando con la sugerencia del mercado como un juego social, se ha argumentado que el mecanismo básico del libre mercado puede verse como una forma de legitimar o facilitar "decisiones comunes”,[37] a través de lo que se algunos llaman el voto del dinero,[38] en el cual, a un nivel, la compra de un producto es equivalente al voto para que se continúe produciendo y, en otro, para que alguna actividad se implemente. Por ejemplo: quien sea desee "ayudar a los pobres" puede donar su dinero con ese objetivo.[66]
Los jugadores en este supuesto juego pueden tener diferentes habilidades, conocimientos, y recursos, los cuales pueden ser conflictivos con normas sociales de equidad, así un mercado libre puede no coincidir con lo que algunos consideran un mercado equitativo. O, algunos pueden ver la aplicación de reglas por igual para todos los participantes como la esencia de la equidad. Desde este punto de vista se propone, a partir del siglo XVIII, que el mercado libre depende y protege el derecho de propiedad privada o "individual" (considerado en esta perspectiva como fundamental[40]); por lo que es inherentemente no solo más eficiente sino también justa.[41] Sin embargo para algunos el mercado libre es el único que puede ser eficiente, sea o no justo.[42] Para otros, tal sistema es simplemente más ético, independientemente de si es o no más eficiente.[43]
Tal como se avanzado, los economistas tratan el libre mercado como un modelo económico o constructo lógico.[44][45][46][47] Hay una variedad de índices o tentativas de estimar o medir el grado que la economía de un país determinado posee o exhibe "libertad de comercio" o su tendencia opuesta: la concentración industrial o monopólica de poder económico. El éxito de estas tentativas es discutible (ver más abajo).
Por ejemplo, la Fundación Heritage, un ala de pensamiento conservador, trató de identificar los factores clave que permiten medir el grado de libertad de la economía de un país en particular. En 1986 introdujeron el Índice de Libertad Económica (ILE) que está basado en unas cincuenta variables. Este y otros índices similares no definen un mercado libre, pero miden el grado en el cual una economía moderna es libre, lo que significa en la mayoría de los casos que está libre de intervención del estado. Las variables están divididas en los siguientes principales grupos:
A cada grupo se le asigna un valor entre 1 y 5; ILE es el promedio aritmético de los valores, redondeado a centésimas.
Inicialmente, países que son tradicionalmente considerados capitalistas de libre mercado recibieron altos rangos, pero la situación evolucionó, con el resultado que en el presente —y desde por lo menos 1995— los dos países con mejores resultado son Singapur y Hong Kong,[67] que, irónicamente, son países que practican la planificación indicativa.
Otras tentativas incluyen el Índice de Lerner y el Índice de Herfindahl. A pesar de que estas medidas son técnicas, por lo que gozan de aceptación entre economistas, no logran el mismo nivel de popularidad entre los partidarios del mercado libre.[68]
Diversos analistas han reflexionado sobre la relación entre mercado y ética y si bien algunos han argüido contra el cuestionamiento ético del papel del mercado,[69][70] otros autores consideran útil el cuestionamiento ético bajo dos puntos de vista:
Ya Adam Smith notaba que el funcionamiento del mercado libre requiere una posición ética: para Smith la justicia tiene una función fundamental como “el pilar principal que mantiene todo el edificio” (de la vida social) (ver Teoría de los sentimientos morales), es decir, es el fundamento que hace posible mantener una cohesión social; cohesión que sustenta el orden público necesario -en la opinión de Smith- para asegurar el buen funcionamiento económico. (ver "mano invisible").[71][72][73]
Sin embargo, esa no es la percepción más común del trabajo de Smith: “Para evitar el análisis de una realidad humana compleja, la economía ha glorificado el supuesto de la motivación egoísta, extendiéndolo a todas las acciones económicas. Es solo una parte de la verdad: el hombre económico no solamente se sale en ocasiones de los patrones de la racionalidad, sino que está en su naturaleza no comportarse siempre bajo el restringido supuesto de la búsqueda del máximo interés propio. Adam Smith generó una cohorte de defensores del egoísmo[74] como explicación del comportamiento económico a pesar de que su misma obra niega la simplificación del conjunto de motivaciones mediante el arquetipo del agente egoísta. La dimensión ética encierra enormes complejidades, pues el 'homo economicus' habrá de moverse por egoísmo o por otros objetivos según el caso, y el análisis científico deja de ser tan simple como muchos quisieron hacerlo. Pero solo integrando la ética en la economía se puede avanzar en el acercamiento a la realidad. Las normas y valores que guían el comportamiento colectivo tienen, por lo demás, un papel decisivo en el desarrollo de las sociedades.[75] Lo que incita aún más a la economía a preocuparse por las consideraciones éticas como factor indispensable de su análisis.”.[76] Esto ha dado origen al llamado problema de Smith: “El "problema de Smith" es fruto de lecturas positivistas que no consideran el contexto general, ni las interrelaciones existentes entre las distintas partes del programa de investigación smithiano. En realidad, se puede comprobar que existen muy importantes analogías entre la configuración social propuesta en la Teoría de los sentimientos morales y la armonía del mercado de La riqueza de las naciones, hasta el punto de ser parte de un mismo paradigma.[77]
Sin embargo, Friedrich von Hayek sugiere que en lo anterior hay un problema fundamental. La ética es producto de la actividad humana y, como tal, no ha permanecido sin cambio a través del proceso histórico. Hayek advierte sobre la posible confusión de la ética solo como expresando lo que el llama la ética del “pequeño grupo”, que en realidad fue o está siendo gradualmente reemplazada por lo que Hayek llama la ética “del orden extendido.” (o grupo extenso). Esta nueva ética es la del mercado, del mundo de los negocios y los contratos, la ética de la sociedad civil, que abandona la persecución de fines colectivos a favor de reglas abstractas, de aplicación general, que facilitan la obtención de fines individuales. Esta ética sirve de mecanismo impersonal para la coordinación de acciones y planes individuales con tanto los de otros individuos como la sociedad misma en grupos extensos. El mecanismo fundamental de esta ética es un proceso de intercambio que se rige por reglas impersonales.[78]
Lo anterior implica que el mercado es ajeno, según Hayek, a cuestiones de justicia social. El término justicia social
“[…] no puede aplicarse a los resultados de una economía de mercado: no puede haber justicia distributiva donde nadie distribuye. La justicia tiene sentido sólo como una regla de conducta humana y ninguna regla concebible para la conducta de los individuos que se ofrecen entre sí, bienes y servicios en una economía de mercado producirá una distribución que pueda describirse con significado como justa o injusta”.[79]
Sin embargo algunos sugieren que la “ética del mercado” no es universalmente aplicable en la sociedad, cualquiera sea el tamaño de esta:
“Probablemente la aportación más destacada que los padres de la "Economía Social de Mercado" (ver ordoliberalismo) hicieron al pensamiento político-económico consiste en la clara delimitación que marcaron entre la economía de mercado como conjunto de instrumentos organizativos por un lado, y el objetivo de una sociedad "justa", concebida de manera independiente de aquel, por el otro. De modo expreso, no dejaron librada enteramente a los mecanismos del mercado la distribución del bienestar social. Bien por el contrario, impusieron la vigilancia permanente y, eventualmente, la corrección de los efectos distributivos del mercado con miras a alcanzar mejor el objetivo distributivo, el cual en sí es independiente del mercado. Mientras que el mercado en principio siempre tiene la razón cuando se trata de la asignación de recursos, incluyendo el factor trabajo, esto no es igualmente válido con respecto a la asignación definitiva de derechos de consumo. Si el mercado concede un ingreso muy por debajo del promedio a determinados actores, la concepción de la economía social de mercado no se da por satisfecha con estas circunstancias, sino las considera motivo para una corrección estatal.”.[80]
Sobre la relación entre ética y mercado, el sociólogo clásico Max Weber escribió:
La comunidad de mercado, en cuanto tal, es la relación práctica de vida más impersonal en la que los hombres pueden entrar. No porque el mercado suponga una lucha entre los partícipes. Toda relación humana, incluso la más íntima, hasta la entrega personal más incondicionada, es, en algún sentido, de un carácter relativo, y puede significar una lucha con el compañero, quizá para la salvación de su alma. Sino porque es específicamente objetivo, orientado exclusivamente por el interés en los bienes de cambio. Cuando el mercado se abandona a su propia legalidad, no repara más que en la cosa, no en la persona, no conoce ninguna obligación de fraternidad ni de piedad, ninguna de las relaciones humanas originarias portadas por las comunidades de carácter personal. Todas ellas son obstáculos para el libre desarrollo de la mera comunidad de mercado y los intereses específicos del mercado; en cambio, éstos son las tentaciones específicas para todas ellas. Intereses racionales de fin determinan los fenómenos del mercado en medida especialmente alta, y la legalidad racional, en particular la inviolabilidad formal de lo prometido una vez, es la cualidad que se espera del copartícipe en el cambio, y que constituye el contenido de la ética del mercado que, en este respecto, inculca una concepción muy rigurosa: en los anales de la bolsa es casi inaudito que se rompa el convenio más incontrolado e improbable cerrado con la firma. Semejante objetivación -despersonalización- repugna, como Sombart lo ha acentuado a menudo en forma brillante, a todas las originarias formas de las relaciones humanas. El mercado 'libre", esto es, el que no está sujeto a normas éticas, con su explotación de la constelación de intereses y de las situaciones de monopolio y su regateo, es considerado por toda ética como cosa abyecta entre hermanos. El mercado, en plena contraposición a todas las otras comunidades, que siempre suponen confraternización personal y, casi siempre, parentesco de sangre, es, en sus raíces, extraño a toda confraternización. En primer lugar, el cambio libre tiene lugar sólo fuera de la comunidad de vecinos y de todas las asociaciones de carácter personal; el mercado es una relación entre fronteras de lugar, sangre y tribu, en su origen la única relación formalmente pacífica en ellos. No puede darse originariamente un actuar entre compañeros de comunidad con la intención de obtener una ganancia en el cambio, como tampoco es ninguna necesidad entre ellos en épocas de economía agraria autónoma. Nos presenta, plásticamente, la expresión contra la confraternización personal una de las formas más características del comercio poco desarrollado: el "comercio mudo", evitando contacto personal, en el cual el ofrecimiento se hace colocando en cualquier parte la mercancía, de la misma manera la contraoferta, y el regateo mediante acrecentamiento de los objetos ofrecidos por ambas partes, hasta que una de ellas, no satisfecha, se marcha o, satisfecha, toma consigo la mercancía de la otra. La garantía de la legalidad de los actores del cambio descansa únicamente en el supuesto, hecho con razón por ambas partes, de que cada una de ellas tiene un interés en continuar en el futuro las relaciones de intercambio, sea recíprocamente, sea con otros compañeros; por eso mantienen lo convenido y se evitan, por lo menos, las graves violaciones a la buena fe. En tanto que existe aquel interés es válido el principio: honesty is the best policy, que naturalmente no es de ningún modo de una exactitud racional universal y, por eso, también tiene una validez empírica oscilante, la más elevada, como es natural, para explotaciones racionales con una clientela permanente. Pues, en el campo de las relaciones firmes de clientela, capaces, por consiguiente, de ir acompañadas del aprecio personal mutuo de las cualidades éticas pertinentes, las relaciones de intercambio, sostenidas por el interés de los partícipes, pueden despojarse, del modo más fácil, del carácter de regateo ilimitado, a favor de una limitación relativa de la oscilación del precio y de la explotación de las constelaciones del momento. Y esto, por interés propio. Los detalles, importantes por sus consecuencias sobre la formación del precio, no nos interesan aquí. El precio fijo, esto es, el mismo precio para todo comprador y el estricto realismo, no es sólo propio de los mercados locales de la Edad Media en Occidente, en un alto grado específico en contraposición al Oriente y Lejano Oriente, sino que es, además, supuesto y a su vez producto ele una detemlinada etapa de la economía capitalista, a saber, del capitalismo naciente. No se da cuando esta etapa desaparece. Falta, además, en todos aquellos estamentos y otros grupos que participan en el cambio no regular y activamente sino sólo ocasional y pasivamente. El principio: caveat emptor, vale, por ejemplo, según la experiencia, casi siempre en el comercio con capas feudales o en el caso de compra de caballos entre camaradas de la caballería, como lo sabe todo oficial. La ética específica del mercado les es extraña; el comercio, para su concepción, como para la asociación vecinal campesina, es una vez por todas idéntico con una conducta en la que la cuestión está en ver quién engaña a quién.[...E]l carácter impersonal de las puras relaciones de negocio, racionales desde el punto de vista económico y, por eso, irracionales desde el punto de vista ético, choca, en las religiones éticas, con un sentimiento de desconfianza nunca claramente expresado pero tanto más seguro. Toda relación puramente personal de hombre a hombre, sea como fuere, incluso la de la más completa esclavitud puede reglamentarse éticamente; pueden insertarse en ella postulados éticos, puesto que su forma depende de la voluntad individual de los que participan en la relación; por consiguiente, da margen para la virtud de la caridad. Pero no ocurre así en las relaciones racionales de negocio; y tanto menos cuanto más racionalmente diferenciadas estén. Las relaciones del tenedor de una obligación hipotecaria con el deudor de un banco hipotecario, del tenedor de valores del estado con el contribuyente, de un accionista con los trabajadores de la fábrica, de un importador de tabaco con los braceros de una plantación, de un industrial metalúrgico con los mineros, no sólo no están reglamentadas de hecho en sentido caritativo, sino que tampoco son susceptibles en principio de tal reglamentación. La objetivación de la economía sobre la base de la "socialización" que supone el mercado sigue en absoluto su propia legalidad objetiva, cuya no observancia acarrea el fracaso económico y a la larga la ruina. La socialización económica racional es siempre objetivación en este sentido, y no es posible dominar un cosmos de acciones societarias objetivo-racionales con exigencias caritativas a determinadas personas. El cosmos objetivado, despersonalizado, del capitalismo no ofrece en absoluto ningún lugar para ello. En él fracasan las exigencias de la caritas religiosa no solamente, como en general, por la resistencia e incapacidad de las personas concretas, sino porque no tienen sentido. Se enfrenta con la ética religiosa un mundo de relaciones interpersonales que no puede doblegarse a las normas de aquélla.
[...] Tanto el cálculo natural como el cálculo en dinero son técnicas racionales. En modo alguno abrazan la totalidad de todas las gestiones económicas. Antes bien, junto a ellas está también la acción económica, orientada económicamente de hecho pero ajena al cálculo. Y esta su orientación puede ser de carácter tradicional o de carácter afectivo. En su forma primitiva todo afanarse de los hombres por su alimentación es muy semejante a lo que en los animales tiene lugar bajo el imperio de los instintos. Asimismo, la acción económica conscientemente orientada por la devoción religiosa, la emoción guerrera, los impulsos de piedad u otros afectos semejantes se encuentra escasamente desarrollada en su grado de calculabilidad. "Entre hermanos (de clan, de gremio, de creencia) no se regatea"; en los círculos familiares, de camaradas y juveniles no se calcula o se hace en forma muy elástica, y en caso de necesidad se "raciona": un precedente bien modesto de la calculabilidad. Respecto de la penetración de la calculabilidad en el comunismo familiar originario, véase infra cap. v. Soporte del cálculo fue siempre el dinero y esto explica que el cálculo natural haya permanecido técnicamente todavía menos desarrollado de lo que le obliga su propia naturaleza (en esto hay que dar la razón a O. Neurath).
Durante la impresión de este libro se publicaba (en el Archiv f. Sozíalwiss., 47) un trabajo de L. von Mises que se ocupa de estos problemas.
Respecto a la ética capitalista en particular, como una ética sobre el mercado pero no dentro del mismo, Weber cita las recomendaciones de Benjamin Franklin como ejemplos de la misma en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo donde observa los vínculos de las pautas de conducta de ahorro y cálculo económico con los resultados de la ética calvinista.
Profundizando en la temática, John Rawls reintroduce la justicia en la sociedad y el mercado:[81] La “justicia es la virtud fundamental y en realidad, indispensable del sistema social”.[82] Rawls establece una diferencia entre lo bueno y lo justo. Lo bueno, simplificando mucho, corresponde generalmente a lo moral, aquello sobre lo cual incluso individuos de buena voluntad pueden legítimamente disentir: hay diferencias de opinión acerca de que es lo bueno o correcto desde el punto de vista del judaísmo, cristianismo, budismo, etc. Lo justo corresponde a la ética, y es, en principio, algo acerca de lo que puede haber un acuerdo general. Rawls ofrece el siguiente argumento: considérese ya sea un o un grupo de individuos que tengan que decidir sobre como construir el ordenamiento o las instituciones básicas no una sociedad ideal pero de una aceptable.[83] Esa sociedad no será perfecta, habrá desigualdades. Diferentes roles sociales tendrán diferentes ventajas y desventajas. Adicional -y crucialmente- considérese cual sería el efecto sobre la propuesta si las posiciones a ocupar por los proponentes mismos fueran asignadas al azar. Rawls sugiere que, dadas esas condiciones, un individuo racional propondría un esquema tal que incluso el rol social menos favorecido poseyera las suficientes ventajas como para satisfacer un requerimiento mínimo de desarrollo personal. (ver Teoría de la justicia (libro). Adicional, y quizás crucialmente, Rawls considera que tales individuos racionales propondrían medidas para garantizar el estándar de vida mínimo aceptable de aquellos que son afectados por condiciones inevitables que impiden o precluyen esa responsabilidad individual, tales como la niñez, vejez, incapacidades ocasionadas por accidentes o condiciones o enfermedades crónicas, etc. (ver “principio de la diferencia” en “Segundo principio de justicia” en op. cit). El resultado sería, en ambos casos, justo por definición, aunque por diferentes razones: es justo que los individuos se beneficien de sus esfuerzos, pero también lo es que no sean penalizados por aquello sobre lo cual no tienen responsabilidad.
Muchos liberales consideran que la contribución de Rawls “revive la idea del contrato social de Hobbes, Locke, Rousseau y Kant.”[84] y que, como tal, es de mayor importancia en las concepciones liberales modernas.[85][86][87] y central al debate político social contemporáneo.[88][89] Rawls mismo considera que su posición es un retorno a la del liberalismo político de personajes tales como “ Hume, Smith, Bentham y Mill, (quienes) eran teoristas sociales y economistas de primer orden”.[90]
De nuevo, y quizás obviamente, no todos los que se consideran liberales están de acuerdo: ‘trataremos de resumir las ideas esenciales de Rawls, para concluir que, al igual que otros célebres socialistas, sus ideas son ilógicas a la par que insostenibles.”.[91] Esto a su vez lleva a algunas respuestas igualmente fuertes: "El neoliberalismo no es liberal"[92] - que posiblemente reflejen la importancia de la problemática.[93]
Lo anterior ha dado origen a dos posiciones generales. Por ejemplo, y entre otros, Milton Friedman postula específicamente que la única responsabilidad social de una empresa es hacia sus accionistas,[94] es decir, maximizar sus beneficios (ver: Teoría del accionista).
Alternativamente, se habla de la Responsabilidad social corporativa o de las empresas hacia la sociedad[95]
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