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personaje de la mitología griega De Wikipedia, la enciclopedia libre
En la mitología griega, Melampo (en griego Μέλαμπους, «el de los pies negros», de μέλας, mélas, «negro», y πούς, poús «pie») era un adivino griego. Hesíodo le dedicó un poema, la Melampodia, hoy desaparecido.[1]
Hijo de Amitaón y Aglaya y hermano de Biante según Diodoro Sículo,[2] o según otra tradición transmitida por Apolodoro, hijo de Amitaón e Idómene, hija de Feres.[3][nota 1] Ya de adulto, Melampo llegó a ser un adivino y curandero reputado. Recibió de Apolo el don de la profecía, y fue iniciado en el lenguaje de los pájaros:
En su infancia, Melampo había adquirido el don de la adivinación de la siguiente manera: habiendo encontrado una serpiente muerta, le tributó unos funerales, y las crías del reptil (que era hembra), agradecidas por esta acción y porque las había criado, lamieron sus orejas y le otorgaron así la facultad de entender, en particular, el lenguaje de las aves y, en general, el de todos los animales».[4]
En el Catálogo de mujeres Melampo comienza sus andanzas en Fílace. Biante pretendió a Pero, hija de Neleo. Éste, como eran muchos los aspirantes, dijo que la entregaría a quien le llevara las vacas de Fílaco —guardadas en Fílace por un perro al que no podía acercarse ni hombre ni fiera. Biante, incapaz de robar las vacas, llamó a su hermano para que le ayudara. Melampo le prometió hacerlo y predijo que sería descubierto durante el robo, pero que después de estar prisionero un año, conseguiría las vacas. Hecha esta promesa, Melampo se dirigió a Fílace y, tal y como había vaticinado, fue sorprendido y encerrado bajo vigilancia en una habitación. Poco antes de cumplirse el año, escucha a unos gusanos en lo oculto de un tejado; uno pregunta qué parte de la viga estaba carcomida, y otros contestan que faltaba ya poco. Inmediatamente pidió que lo cambiaran de celda y poco después se derrumbó la otra. Fílaco, admirado, reconociéndolo buen adivino, lo desató y le rogó que le dijese cómo podría lograr la descendencia de su hijo Ificlo. Melampo accedió a condición de obtener las vacas. Habiendo sacrificado y troceado dos toros, llamó a las aves. Al llegar un buitre, por él supo que en una ocasión Fílaco, mientras castraba carneros, había dejado el cuchillo aún ensangrentado cerca de Ificlo; el niño huyó asustado y él clavó el cuchillo en la encina sagrada, cuya corteza, creciendo en torno, acabó por ocultarlo. Melampo dijo que si se encontraba, y raspado el orín se le daba a beber a Ificlo durante diez días, conseguiría un hijo. Enterado de esto por el buitre, Melampo encontró el cuchillo y durante diez días dio el orín raspado a Ificlo, quien luego engendró a Podarces. Después condujo las vacas a Pilos y tomando a la hija de Neleo se la entregó a su hermano.[5][6]
Encontrándose en la Argólida fue llamado por el rey Preto. Las tres hijas de este enloquecieron cuando llegaron a la edad núbil, según Hesíodo,[7] por rechazar los misterios de Dioniso, o como dice Acusilao por haber menospreciado la estatua de madera (xoanon) de la diosa Hera. Se creían vacas.[8] Errantes por toda la región argiva, atravesaron Arcadia y el Peloponeso por lugares yermos. Melampo reclamó un tercio del reino como precio de la sanación. Preto se negó y las tres princesas enloquecieron aún más, quedando pronto afectadas todas las mujeres argivas, que abandonaron sus casas, mataron a sus hijos y marcharon al desierto. Melampo aceptó curarlas a cambio de otro tercio del reino para su hermano Biante, condición que Preto admitió. Acompañado de los jóvenes más vigorosos, las persiguió con gritos y danzas frenéticas desde las montañas hasta Sición. Murió la mayor de las prétides, Ifíone, pero las demás recobraron la cordura mediante lustraciones. Preto las casó con Melampo y su hermano, que así consiguieron los dos tercios del reino.[9]
Algunos dicen que Melampo se desposó con una mujer de Argos, sin más,[10] pero generalmente se conviene que se desposó con Ifianasa, hija de Preto[9] —aunque otros la refieren como Ifianira, hija de Megapentes.[11] Sea como fuere se le atribuyen varios hijos, conocidos colectivamente como los Melampódidas, que como es fama eran reputados como hábiles augures. No en vano se dice que Zeus dio a los Amitaónidas la cualidad de la inteligencia, esto es, la previsión sobre el futuro.[12] Para Homero Melampo «construyóse una excelsa morada y engendró dos varones robustos, Antífates y Mantio».[10] Diodoro opina que engendró a «Antífates y Manto, y también a Biante y a Prónoe».[11] Otros más añaden a Abante[13][14] o a Cérano.[1] Pero la sucesión en el trono de Argos se sucedió así: Melampo - Antífates - Oícles - Anfiarao - Anfíloco. Este último fue uno de los Epígonos y pretendiente de Helena.[15]
Predecesor: Anaxágoras |
Reyes de Argos |
Sucesor: Antífates |
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