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El título nobiliario de marqués del Valle del Tojo (Toxo en su forma antigua, pronunciado Tojo), conocido comúnmente como marqués de Yavi, por la población en donde se encontraba una de sus residencias principales (Yavi), en la actual Provincia de Jujuy, era el más importante en el territorio del Virreinato del Río de La Plata, en lo que después sería la República Argentina y también la República de Bolivia.[1]
Marquesado del Valle de Tojo, conocido como "Marquesado de Yavi" | ||
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Escudo de Juan José Feliciano Fernández Campero y Pérez de Uriondo Martiarena, IV marqués del Valle de Toxo | ||
Primer titular | Juan José Fernández Campero de Herrera | |
Concesión | Felipe V de España siglo XVIII | |
Actual titular | Título caduco según la legislación nobiliaria española. | |
Comprendía una región que se extendía por gran parte del actual departamento de Tarija (actuales provincias de Méndez, Cercado y partes de José María Avilés y O'Connor), siendo los centros importantes: Tojo, Tarija y La Angostura; gran parte de Jujuy (los actuales departamentos de Yavi, Cochinoca, Santa Catalina, Rinconada, Susques, Humahuaca, Tumbaya, Ledesma, Tilcara, Valle Grande y Santa Bárbara), siendo los centros importantes: Yavi, Puesto del Marqués, Sansana, Yoscaba, Cochinoca, Casabindo y Coranzulí; el oeste de Salta (los actuales departamentos de Santa Victoria, Iruya y Orán) siendo los centros importantes: Iruya, Orán, San Antonio de los Cobres y Santa Victoria Oeste; norte de Catamarca (departamento de Antofagasta de la Sierra), siendo centro importante Antofagasta de la Sierra; sur del departamento de Chuquisaca (provincias de Nor Cinti y Sud Cinti), siendo los centros importantes: Camataqui, Santa Ana, Pazpaya y Escapana; extremos sureste del departamento de Potosí (este de las provincias de Modesto Omiste, Nor Chichas y Sud Chichas), siendo los sobresalientes: Estumilla, Talina, Livi Livi, Reinecilla y Sococha; Región de Antofagasta siendo su capital homónima el centro importante. La región del marquesado termina abarcando todo el desierto y puna de Atacama y, también por extensión a San Salvador de Jujuy.
La influencia de toda esta extensión geográfica se deduce de la concesión a principio del siglo XVII, de las Encomiendas de Indios de Casabindo y Cochinoca a don Bernardo Gutiérrez de Ovando, las cuales serían el fundamento jurídico de la posesión de las tierras que luego detentaron los Marqueses del Valle de Tojo.
El eje administrativo y de residencia de los titulares del Marquesado se encontraba en el territorio del actual Departamento de Tarija, hoy perteneciente a Bolivia. Los monumentos que hoy existen en la localidad de Yavi, en Jujuy, -la iglesia de San Francisco y la Casona de los Marqueses- son las últimas construcciones en pie de uno de los numerosos centros poblados del Marquesado, radicando, su importancia en su ubicación estratégica a la vera del principal camino terrestre ("Camino Real") que comunicaba el Río de la Plata con el Alto Perú, un oasis natural de ricas pasturas, cruzado por el Río Yavi, en medio de la puna jujeña.
El Marquesado constituyó el único título nobiliario concedido por la Corona de España en el territorio de lo que luego sería la República Argentina, el cual estaba vinculado a un "mayorazgo" o propiedades, organizadas alrededor de las encomiendas de Cochinoca y Casabindo, en la actual Provincia de Jujuy.
Aunque la Corona española también concedió títulos nobiliarios a ciertos habitantes del Río de la Plata, tales como el título de Conde de Buenos Aires a Santiago de Liniers o a Ramón García de León y Pizarro,como receptor del marqués de Casa Pizarro, el de Vizconde de la Nueva Orán, correspondiente al territorio de San Ramón de la Nueva Orán, Salta, otorgado por el rey Fernando VII de España; el caso de los Marqueses del Valle de Tojo constituyó un caso inusual en el territorio del Virreinato del Perú, en un primer momento y luego, en el Virreinato del Río de la Plata, tanto por su extensión geográfica, como por su importancia económica en toda la región del Tucumán.
La designación de "Marqueses de Yavi" es un toponímico habitual con el que se conocía a los Marqueses del Valle del Tojo, por parte de la población, siendo el de "Marquesado del Valle de Tojo" —o Toxo— el verdadero nombre de este marquesado.
El origen de las propiedades que abarcaba el Marquesado se remontaban al siglo XVII, cuando don Bernardo Gutiérrez de Ovando recibió de la Corona española, las tierras que comprendían la región de Tarija y su área de influencia. Estos bienes permanecieron entre sus herederos hasta que Juana Clemencia de Ovando, se convirtió en la única heredera de tan extenso patrimonio. Cómo era menor de edad, su madre y un tío maniobraron a fin de casarla con Juan José Fernández-Campero de Herrera, un hidalgo nacido en 1645, en Abionzo, Cantabria, que había llegado como miembro del séquito del Virrey del Perú, Pedro Antonio Fernández de Castro, X Conde de Lemos. El matrimonio se celebró el 5 de agosto de 1678, y como Juana Clemencia Ovando contaba con doce años de edad, ese mismo día levantó su protesta ante escribano público declarando que su matrimonio era forzado por su madre y su abuelo materno, aunque luego rectificó estas declaraciones aduciendo que habían sido impuestas por su padrastro, don Pedro de Santisteban. Sin embargo, la heredera universal de los bienes de los Ovando murió de sobreparto el 30 de diciembre de 1690, dejando como único heredero a su esposo Juan José Fernández Campero.
Convertido en uno de los terratenientes y encomenderos más ricos del territorio de la Audiencia de Charcas, Juan José Fernández Campero acrecentó el patrimonio recibido de su esposa, obteniendo el título de Márques del Valle de Tojo el 9 de agosto de 1708. Ese mismo año contrajo matrimonio con Josefa Gutiérrez de la Portilla. Debido a la munificencia de sus donativos piadosos y el apoyo brindado a la Compañía de Jesús, la familia Fernández Campero gozó del prestigio propio de la antigua nobleza, aun cuando su título fuera reciente y comprado a la Corona. Como muestra de su devoción, los Marqueses del Valle de Tojo dotaron al Colegio de la Compañía de Jesús de Tarija y a otras obras piadosas en esa ciudad, Potosí y Yavi.
El patrimonio de los Marqueses del Valle de Tojo continuó creciendo mediante la compra de propiedades, aparte de los ingresos obtenidos de las encomiendas reconocidas por la Corona. También la fortuna de la familia Campero aumentó durante el siglo XVIII, gracias al comercio de grandes manadas de mulas, destinadas al principal centro de demanda de estos animales: la explotación minera de la ciudad de Potosí. Las pasturas de la Puna eran aptas para la cría y el engorde de estos animales de transporte, como también permitía el transporte del oro y la plata extraídas de las explotaciones mineras a pequeña escala ubicadas en las propiedades del Marquesado. Esta riqueza permitió, en el caso del primer marqués, Juan José Fernández Campero y Herrera, realizar donaciones para la construcción de las Iglesias de la Puna -Cochinoca, Casabindo- y adquirir una magnífica biblioteca, como también contratar al pintor cuzqueño Mateo Pizarro para la decoración de la Iglesia de San Francisco de Yavi.
El título nobiliario desapareció por las disposiciones de la Asamblea del año XIII que determinaban el fin de los privilegios nobiliarios y feudales en el territorio rioplatense. Durante este periodo de las Guerras de la Independencia, el cuarto marqués Juan José Feliciano Fernández Campero, luego de un delicado equilibrio de lealtades entre los realistas y las fuerzas patriotas provenientes desde Buenos Aires, se sumó a las tropas revolucionarias de su pariente Martín Miguel de Güemes en la llamada Guerra Gaucha, siendo derrotado y capturado por el ejército realista en la Batalla de Yavi el 15 de noviembre de 1816. Capturado fue llevado a Lima para luego ser embarcado a España, muriendo en Kingston, Jamaica, el 22 de octubre de 1820, desde donde fue repatriado por intermedio de la Cancillería argentina, en marzo de 2010.[2]
Las fincas y demás bienes que constituían la base económica del antiguo Marquesado, fueron recuperadas y ampliadas mediante compra, por el heredero del último marqués, el general boliviano Fernando María Campero Barragán (1808-1883), quien ejerció el control de toda la región, aprovechando la confusión reinante en la zona fronteriza entre la naciente República de Bolivia y la Confederación Argentina. Autores como Juan Isidro Quesada, hacen referencia a que Fernando Campero fue reconocido como "el Marqués" por parte de su tío político, el mariscal Andrés de Santa Cruz, en mérito a los servicios prestados por su familia a la causa de la Independencia. Y con este apelativo fue conocido por los pobladores de la Puna, quienes continuaron pagando sus derechos de encomienda hasta pasada la primera mitad del siglo XIX.[3]
Esta última cuestión se prolongó hasta la década de 1870, cuando los pobladores indígenas de Cochinoca y Casabindo en la provincia de Jujuy, impugnaron judicialmente los títulos de propiedad de Fernando Campero y sus derechos de continuar cobrando sus derechos de encomienda cuando esta institución había sido abolida en las Provincias Unidas del Río de la Plata por la Asamblea del Año XIII. Esta situación fue motivo de disputas políticas y de causas judiciales en la provincia de Jujuy, enmarcada en el enfrentamiento entre los liberales mitristas y sus oponentes federales. El gobernador Pedro José Portal, -mitrista- había revocado los derechos de propiedad de Fernando Campero sobre las propiedades de Cochinoca y Casabindo, mientras que el gobernador José María Álvarez Prado restituyó la posesión de los bienes a Fernando Campero haciendo reserva la provincia de iniciar un juicio posterior de clarificación de títulos para verificar la procedencia de la plena titularidad del dominio. La disputa judicial entre Campero y sus impugnadores tuvo diferentes estadios, hasta que la Corte Suprema de la República Argentina resolvió la cuestión en 1877, declarando caducas e incompatibles con el régimen jurídico y constitucional argentino, las antiguas mercedes reales otorgadas en encomienda sobre los pobladores de Cochinoca y Casabindo.[4] La propiedad principal del antiguo Marquesado, la finca de Yavi, fue transmitida a los herederos de Fernando Campero Barragán y de su segunda esposa Corina Aráoz de Campero, quienes la mantuvieron en su patrimonio hasta mediados del siglo XX. Otros bienes inmuebles ubicados en la Provincia de Jujuy fueron objeto de transacciones entre la Familia Campero y sus habitantes bajo el auspicio del gobierno jujeño.[1]
Los restantes bienes del antiguo Marquesado fueron divididos por disposiciones testamentarias de Fernando María Campero Barragán, en 1883. Los bienes ubicados en territorio boliviano, fueron entregados a los hijos de su primer matrimonio con Tomasa de la Peña Campero y Santa Cruz. La primera esposa de Fernando Campero era hija de Juan Ignacio de la Peña Campero y de María Josefa Santa Cruz, Villavicencio y Calahumara, nieta a su vez de José de la Peña Pinto y Narcisa Campero Palavecino, ambos vecinos de San Miguel de Tucumán. Narcisa Campero era nieta del Maestre de Campo, don Diego Fernández Campero y Sigler, afincado en Tucumán, quien falleció en junio de 1729,[5] sobrino a su vez, del primer marqués del Valle de Tojo. También, Tomasa de la Peña Campero y Santa Cruz, era sobrina del Mariscal de Zepita, Andrés de Santa Cruz, lo que explica el papel que jugó Fernando María Campero Barragán en el delicado equilibrio entre la Confederación Argentina y Bolivia en la primera mitad del siglo XIX.
Por su parte, los bienes ubicados en el territorio argentino correspondieron a sus hijos habidos del segundo matrimonio de Fernando María Campero-Barragán con Corina Aráoz, como también a los restantes hijos legitimados y nacidos de su unión con Vicenta Valverde. Hoy la descendencia de los marqueses se encuentra esparcida en Bolivia y en el Norte argentino.
En la actualidad los fondos documentales del Marquesado del Valle de Tojo, cuyo acervo está constituido por testamentos, cartas dotales, dispensas eclesiásticas, y otros actos relativos a la vida familiar de los Marqueses, como también, otros documentos de carácter comercial, jurídico y político, están depositados en el Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy. Dicha documentación está identificada como "los fondos del Marquesado del Valle de Tojo", destinado a la consulta de investigadores.
Hubo cuatro marqueses desde su creación por la Real Cédula emitida por Felipe V, rey de España, hasta su supresión por las disposiciones de las Asamblea del Año XIII, de las Provincias Unidas del Río de la Plata. No obstante, en el periodo de la Guerra de la Independencia, entre 1812 y 1825, la situación fue ambigua porque tanto Juan José Feliciano Fernández Campero, como también su hijo Fernando María Campero Barragán, eran tratados socialmente como "marqueses".
Culminado el proceso independentista de las antiguas colonias españolas, el título fue reclamado en España, bajo la legislación española, durante la década de 1870 por un descendiente colateral de la familia Pérez de Uriondo. El título fue rehabilitado por el Rey Alfonso XII, convirtiéndose Vicente Francisco del Sol y Veyán en el último marqués del Valle de Tojo. El título se encuentra extinto y ha sido eliminado de los registros del Ministerio de Justicia español, como también, del listado de títulos nobiliarios de la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España.
En América, los titulares del marquesado fueron los siguientes:
Sin embargo, cabe señalar que dos descendientes más pretendieron el título:
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