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La historia sel islam. De Wikipedia, la enciclopedia libre
La historia del islam es la historia de la fe islámica como religión. Como la mayoría de las religiones del mundo, el desarrollo histórico del islam ha tenido un impacto claro sobre la historia política, económica y militar tanto dentro y fuera de las zonas geográficas en que el Islam es mayoritario. Como con el cristianismo, el concepto de un «mundo islámico» puede ser más o menos útil al tratar diferentes períodos de la historia.
El islam surgió en la península arábiga en el siglo VII con el profeta Mahoma, que dio lugar a una expansión territorial que se prolongó hasta un siglo después de su muerte. Este imperio no se mantuvo unido por mucho tiempo; el nuevo sistema de gobierno pronto derivó en una guerra civil conocida para los historiadores del islam como la Fitna, y posteriormente en una Segunda Fitna. Después de esto, dinastías rivales reclamarían el califato, o liderazgo del mundo musulmán mientras muchos estados e imperios islámicos prestaban al califa una obediencia meramente simbólica.
A pesar de esta fragmentación del islam como comunidad política, los imperios musulmanes del califato Abbasí, los mongoles y los otomanos Seléucidas estuvieron entre los más grandes y poderosos del mundo. Hubo notables científicos, astrónomos, matemáticos, doctores y filósofos musulmanes durante la Edad de Oro del islam. La tecnología floreció; hubo mucha inversión en infraestructura económica, como sistemas de irrigación y canales. El hincapié en la importancia de la lectura del Corán llevó a un alto nivel de alfabetización en la población general.[cita requerida]
Posteriormente, en los siglos XVIII y XIX, muchos territorios de mayoría musulmana fueron cayendo bajo el dominio de los poderosos imperios europeos. Luego de la Primera Guerra Mundial y la ocupación de Constantinopla, los remanentes del Imperio otomano fueron divididos en la partición del Imperio otomano como protectorados europeos. En la actualidad, ningún estado musulmán reclama el califato universal (véase califato mundial).
Aunque afectado por varias ideologías seculares, como el comunismo y el panarabismo, durante gran parte del siglo XX, la identidad islámica y la prominencia del islam en temas políticos han aumentado casi indiscutiblemente durante los últimos años del siglo XX y comienzos del XXI. El rápido crecimiento demográfico de la población musulmana, el interés geopolítico de algunas regiones de mayoría musulmana y la globalización han influido en la importancia del islam en la configuración del mundo en el siglo XXI.
El estudio de los primeros periodos de la historia islámica se ve dificultado por la falta de fuentes.[1] Por ejemplo, la fuente historiográfica más importante sobre los orígenes del islam es la obra de al-Tabari.[2] Aunque al-Tabari es considerado un excelente historiador para los estándares de su época y lugar, hizo un uso liberal de presentaciones míticas, legendarias, estereotipadas, distorsionadas y polémicas de la materia -que, sin embargo, se consideran islámicamente aceptables- y sus descripciones del comienzo del Islam son posteriores a los acontecimientos en varias generaciones, ya que al-Tabari murió en el año 923 de nuestra era.[3][4]
Los distintos puntos de vista sobre cómo tratar las fuentes disponibles han conducido al desarrollo de cuatro enfoques diferentes de la historia del islam primitivo. Los cuatro métodos cuentan con cierto apoyo en la actualidad.[5][6]
En la actualidad, la popularidad de los distintos métodos empleados varía en función del ámbito de las obras consideradas. Para los tratamientos generales de la historia del Islam primitivo, el enfoque descriptivo es más popular. Para los estudiosos que analizan en profundidad los inicios del islam, los métodos más utilizados son el crítico de las fuentes y el crítico de la tradición.[5]
Después del siglo VIII d.C., la calidad de las fuentes mejora.[11] Las fuentes que trataban épocas anteriores con un gran desfase temporal y cultural empiezan a ofrecer relatos más contemporáneos, mejora la calidad del género de los relatos históricos disponibles y aparecen nuevas fuentes documentales, como documentos oficiales, correspondencia y poesía.[11] En cuanto a la época anterior al inicio del Islam -en el siglo VI de nuestra era-, las fuentes también son mejores, aunque de calidad desigual. En particular, las fuentes que cubren el Área de influencia sasánida en el siglo VI d.C. son pobres, mientras que las fuentes para el Áreas bizantinas de la época son de una calidad respetable, y se complementan con fuentes cristianas siríacas para Siria e Irak.[12]
Arabia antes de Mahoma estaba escasamente poblada por habitantes de habla árabe. Algunos eran beduinos, pastores nómadas organizados por tribus. Algunos eran agricultores, que vivían en oasis en el norte, o en las áreas más fértiles y densas en el sur (en lo que se conoce ahora como Yemen y Omán). En ese tiempo, la mayoría de los árabes eran seguidores de las religiones politeístas, aunque unas pocas tribus seguían el judaísmo, el cristianismo (incluido el nestorianismo) o zoroastrismo. La ciudad de la Meca era un centro religioso para algunos politeístas árabes norteños, ya que contenía el muro sagrado del Zamzam y un pequeño templo, la Kaaba.
Mahoma nació a las afueras de La Meca en el Año del Elefante, según el calendario islámico. La mayoría de los musulmanes equivalen este con el año gregoriano 570,[13] pero algunos prefieren el 571. Quedó huérfano a temprana edad y fue criado por su tío Abu Talib. Se convirtió en comerciante, se casó con una viuda rica y pudo haber seguido una vida de tranquilidad y prosperidad.
Sin embargo, cuando tenía unos 40 años, dijo haber experimentado una revelación divina[14] mientras estaba meditando en una cueva a las afueras de La Meca. Esto habría sido en el año 610 de la era cristiana. Después de un periodo inicial de dudas y miedos, comenzó a predicar a sus parientes y luego al público, a todos los residentes de La Meca.
Mahoma afirmó que había sido escogido por Dios, como los profetas hebreos que lo precedieron, para predicar el arrepentimiento, la sumisión a Dios y la venida del día del juicio. Dijo que no estaba predicando una nueva religión, sino que estaba reviviendo la antigua y pura, tradición que los cristianos y los judíos habían degradado. Atrajo seguidores, pero también creó enemigos.
En el año 622, Mahoma y muchos de sus seguidores huyeron a la ciudad vecina de Medina. A esta migración se le llamó la Hégira. Fue el primer año del «reinado» de Mahoma como un gobernante secular, así como líder religioso. Siguiendo la costumbre de la época, historiadores posteriores tomaron ese año como el comienzo del calendario musulmán.
Los preceptos indicados en el islamismo fueron la base para el comienzo de la expansión árabe. La obligación de los creyentes a practicar la guerra santa en defensa de la fe favoreció la incorporación de soldados a los ejércitos árabes y a dejar de luchar entre sí.
Por otra parte, también hubo otras razones que impulsaron la expansión árabe. Desde el punto de vista económico, la pobreza del territorio habitado por este pueblo impulsó la búsqueda de tierras más fértiles y prósperas. A esto se agrega la paulatina decadencia de los imperios persa y bizantino, condición propicia para la introducción de esta nueva cultura.
A la muerte de Mahoma en el año 632, sus sucesores, denominados califas, fueron los encargados de dirigir al pueblo islámico y procurar la expansión de la religión y del territorio.[15] En los siglos VII y VIII, los musulmanes logran expandir su imperio apoderándose de territorios que abarcaban desde la península ibérica en el occidente hasta la India en oriente.
Omar fue sucedido por Uthmán ibn Affán, otro de los primeros seguidores de Mahoma. Bajo Uthmán, el nuevo imperio cayó en una guerra civil a la que se llamó la Fitna, o desorden. Muchos de los familiares y primeros seguidores de Mahoma estaban descontentos con Uthmán, porque sentían que estaba favoreciendo indebidamente a sus parientes y actuando menos como un líder religioso y más parecido a un rey. Soldados rebeldes mataron a Uthmán y ofrecieron el liderazgo a Ali ibn Abi Tálib, el primo y yerno de Mahoma. Muchos musulmanes (en particular quienes tenían sus propios candidatos al califato), rechazaron aceptar a Ali como líder, por lo que este pasó su breve califato luchando contra las facciones disidentes y los parientes de Uthmán, los Omeyas. Ali murió a manos de un asesino jariyí y los Omeyas reclamaron el califato. Ellos lograron retener el liderazgo de la mayoría de los musulmanes por varias generaciones, pero salvo por un breve período, nunca volvieron a gobernar sobre un imperio islámico no dividido. La fe islámica divergió también, separándose en las principales de la actualidad, los suníes y los chiíes. (Esta es quizás una enorme simplificación de una historia religiosa compleja).
El gobierno de los Omeyas fue interrumpido por una segunda guerra civil (la segunda Fitna) en el año 680,[16] se restableció pero luego terminó en el año 758. Después de esto, dinastías rivales reivindicarían el califato, o liderazgo del mundo musulmán, y muchos estados e imperios islámicos solo prestarían una obediencia simbólica al califa, incapaz de unificar al mundo islámico.
La mayoría de la población de este nuevo imperio no era musulmana. Sometida al estatuto de dhimmí y bajo pago de un impuesto de capitación (yizia), la población conquistada descubrió que sus religiones eran toleradas. De hecho, las autoridades musulmanas regularmente desalentaban las conversiones, ya que esto erosionaba su base impositiva. Bajo los Omeyas, los que buscaban convertirse, tenían que encontrar un benefactor árabe que los adoptara en su tribu. Una vez que fueran árabes honorarios, podrían convertirse.
Sin embargo, la mayoría de la población con el tiempo se convirtió al islam. Si fue un movimiento rápido o lento, es una cuestión fuertemente debatida en el mundo académico, y solo se decidiría por estudios meticulosos país a país.
La unidad política del islam comenzó a desintegrarse. Los emiratos, que aún reconocían el liderazgo teórico del califa, se deslizaron hacia la independencia, y un breve resurgir del control terminó con el establecimiento de dos califatos rivales: el de los Fatimíes en el norte de África y el de los Omeyas (Califato de Córdoba) en España (los emires allí eran descendientes de un miembro de esa familia que logró escapar). Al final, los abbasíes gobernaron como marionetas para los emires buyíes.
Una serie de nuevas invasiones arrasó sobre el mundo islámico. Primero, los recientemente convertidos turcos selyúcidas conquistaron rápidamente el Asia islámica, esperando restaurar el gobierno ortodoxo y vencer a los fatimíes, pero pronto ellos también cayeron presos de la descentralización política. Después de la desastrosa derrota de los bizantinos en la batalla de Manzikert en 1071 Occidente lanzó una serie de cruzadas y por un tiempo capturaron Jerusalén. Sin embargo, Saladino restauró la unidad, derrotó a los fatimíes y retomó la ciudad. Se lanzaron nuevas cruzadas con al menos el intento nominal de recuperar la ciudad sagrada. Pero se logró poco más que el saqueo y ocupación de Constantinopla, dejando al Imperio Bizantino seriamente debilitado y listo para una conquista posterior.
Durante este tiempo, se realizaron grandes avances en las áreas de astronomía, poesía, ciencias filosóficas y matemáticas.
Para comienzos del siglo XIII, una amenaza mucho más seria se cernía sobre el islam. Los mongoles, que invadieron Bagdad en 1258, habían conquistado la mayoría de los territorios islámicos al este de Egipto. Las hordas terminaron permanentemente con el Califato Abbasí y la Era Dorada del islam medieval, dejando al mundo islámico arruinado y confuso. Posteriormente los mongoles se convirtieron al islam y desarrollaron su propia cultura basada en el intercambio diverso y sofisticado, integrando elementos de cada esquina de Eurasia.
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