Las habilidades gerenciales, habilidades directivas, habilidades de gestión, habilidades organizativas o habilidades administrativas[1] son las necesarias para gestionar óptimamente una organización o un evento complejo.[2]
Habilidades técnicas: son las específicamente implicadas en el correcto desempeño de un puesto determinado y se adquieren siempre por formación académica o una experiencia laboral prolongada
Habilidades interpersonales (detalladas más abajo): las que se refieren a la capacidad de trabajar con otras personas y de motivarlas
Habilidades conceptuales: capacidad de analizar información compleja y resolución de problemas
En otras clasificaciones las habilidades técnicas y las habilidades conceptuales se agrupan en habilidades personales del directivo.
La mayoría de las habilidades gerenciales son comunes a las habilidades empresariales o cualidades empresariales, es decir, las necesarias para gestionar exitosamente una empresa. También pueden considerarse habilidades del emprendedor o habilidades emprendedoras. Aunque se puede distinguir entre emprendedor y empresario (el emprendedor desarrolla su propio concepto de negocio, actuando como un inventor, mientras que el empresario se ocupa de conceptos de negocio anteriormente desarrollados),[3] los dos necesitan las habilidades que se enumeran a continuación.
Hay que distinguir las habilidades empresariales (entrepreneurial skills) de las habilidades gerenciales (management skills o, menos habitualmente, managerial skills). Las gerenciales son un subconjunto de las empresariales. Tanto el emprendedor como el empresario están al frente de la compañía, mientras que el gestor o directivo se encuentra en niveles inferiores de la empresa, o bien es gestor de alguna organización u órgano administrativo. Por ejemplo, un gestor no necesita innovar, pero un empresario sí, y más un emprendedor.
Por eso toda habilidad gerencial le viene bien a un empresario o emprendedor, pero le hacen falta además otras capacidades. En la lista de más abajo se marcan en negrita las habilidades específicamente empresariales.
Las habilidades empresariales pueden dividirse en personales e interpersonales:[4]
Visión: anticipar correctamente el futuro,[5] al menos a medio plazo, visualizando las razones que explican esa evolución. Por ejemplo, prever que los vehículos eléctricos reemplazarán a los térmicos, y por ello sería un buen negocio montar una fábrica de baterías.
Reparto óptimo del trabajo entre las diferentes personas que forman su equipo, según sus capacidades, lo que incluye saber delegar
Comportamiento moral con colaboradores, clientes y proveedores. Un comportamiento inmoral, por ejemplo no pagar a los proveedores pudiendo hacerlo[11] o incumplir a sabiendas los plazos de entrega a los clientes, redundará en graves perjuicios para la empresa. «La conducta ética es la única que garantiza la sostenibilidad y la rentabilidad de las empresas» Antonio Garrigues Walker[12]
Ser buen vendedor: darse cuenta de lo que necesita el posible cliente (o lo que le podría venir bien), ofrecérselo en condiciones ventajosas o atractivas,[5] y cumplir lo que se le prometa
Control del trabajo: asegurarse de que se va realizando conforme a lo planificado, y de no ser así, establecer medidas correctoras eficaces
Conseguir inspirar confianza. Esto se logra con respeto, sinceridad, lealtad, transparencia, cumplimiento de los compromisos,[13] un lenguaje corporal adecuado,[14] servicio y demostración de capacidad técnica.[15]
Lo anterior no debe entenderse como que hacen falta todas y cada una de estas habilidades para conseguir el éxito empresarial, pero cuantas más se tengan, y en mayor grado, más probable será el éxito.[16] Por otra parte, si el empresario o emprendedor se da cuenta de que no posee alguna o varias de ellas, puede intentar aprenderlas, por ejemplo mediante cursos de formación, o encargar tareas que las requieran a personas que sí las posean. En eso consiste saber delegar.[17]
Entre las razones para no emprender se cita la conciencia de falta de habilidades emprendedoras.[18] Se considera por tanto que si el sistema educativo imparte habilidades emprendedoras habrá un mayor grado de emprendimiento.[19]
Pensar en el dinero como un medio para conseguir los objetivos y no como un fin en sí mismo.
No bloquearse ante la incertidumbre[5] y ser capaz de tomar decisiones correctas cuando la información es insuficiente.
Capacidad de comunicación.
Vocación de servicio: el emprendedor quiere ser útil para los demás, ofrecer algo que cree necesario, o en condiciones más ventajosas que las del mercado en ese momento.
Tolera las críticas y los fracasos, y los aprovecha para mejorar.[6]
Inconformismo: el emprendedor no está contento con "lo que hay" y busca mejorarlo, cambiarlo, transformarlo o dejarlo atrás.
Pensamiento innovador: si el pensamiento operativo selecciona entre los medios existentes para lograr el fin deseado, y el pensamiento estratégico encuentra nuevos medios para conseguir el fin deseado, el pensamiento innovador encuentra nuevos fines para los medios existentes.[20] Por ejemplo, aprovechar las cáscaras de almendra, en principio un desecho de la producción de turrón, como alternativa de biomasa al pellet de madera.[21]
Entusiasmo: el emprendedor cree firmemente en lo que hace y lo transmite con positividad y energía a sus colaboradores y posibles clientes.[6]
Asertividad: dice lo que quiere decir con respeto, firmeza y amabilidad.[6]
Paciencia: sabe que el camino es largo y tiene la capacidad de esperar resultados positivos sin inquietarse.[9]
Esfuerzo: está dispuesto a sacrificar mucho tiempo y dedicación para conseguir su objetivo.[9]