Loading AI tools
conflicto armado en Cuba contra España (1868-1878) De Wikipedia, la enciclopedia libre
La Guerra de los Diez Años, Guerra del 68 o Guerra Grande (1868-1878), también conocida en España como Guerra de Cuba, fue la primera de las tres guerras cubanas de independencia, insurrectas contra las fuerzas coloniales españolas. La guerra comenzó con el Grito de Yara, en la noche del 9 al 10 de octubre de 1868, en la finca La Demajagua, en Manzanillo, que pertenecía a Carlos Manuel de Céspedes.
Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o Pacto de Zanjón, donde se establece la capitulación del Ejército Independentista Cubano o Mambises frente a las tropas españolas. Sin embargo, grupos dispersos de patriotas cubanos continuaron luchando durante la mayor parte del año 1878 e intentarían reiniciar la lucha durante la llamada Guerra Chiquita (1879-1880).
Según el informe presentado por el presidente del gobierno español Antonio Cánovas del Castillo ante las Cortes la guerra había causado unos cien mil muertos y había costado doscientos cincuenta millones de pesetas.[7]
Las "leyes especiales" prometidas en la Constitución española de 1837 nunca se promulgaron por lo que la isla de Cuba siguió regida por un capitán general que ejercía un poder prácticamente absoluto, generalmente en favor de los grandes propietarios de las plantaciones esclavistas de caña de azúcar —la llamada "sacarocracia"—, por ejemplo, tolerando la entrada clandestina de medio millón de esclavos procedentes de África entre 1820 y 1873. Ese estado de cosas se mantuvo hasta que apareció un nuevo grupo de propietarios ligados al comercio y a las empresas tabaqueras, en su mayoría emigrantes españoles de primera o segunda generación. Los gobiernos de la Unión Liberal del general O'Donnell formaron una comisión para estudiar las reformas que se debían aplicar en Cuba pero no llegó a ninguna conclusión. En ese contexto es en el que se produjo el Grito de Yara que inició la primera guerra de la independencia cubana.[8]
La revolución española de 1868, La Gloriosa, fue precedida por una amplia conspiración vinculada a los intereses de los criollos reformistas cubanos, emparentados con los generales Serrano y Dulce.[9] Pero la Gloriosa fue también el detonante de la revolución en Cuba, donde el ambiente estaba preparado psicológicamente desde el abandono de Santo Domingo en 1865 y la Guerra de Secesión Estadounidense. Sin embargo, la revuelta no fue encabezada por negros esclavos o libertos, sino por personajes de las clases medias. Acontecimiento que no habían previsto los criollos reformistas.[10]
De todos los grandes conflictos potenciales, la esclavitud era el mayor. En las Cortes de Cádiz, el abogado español antiesclavista Agustín Argüelles presentó en 1811 una proposición para abolir la trata de esclavos. El diputado cubano Andrés Jáuregui se opuso radicalmente, amenazando con una sublevación contra España si se abolía el tráfico. Las amenazas de segregarse y de pedir la anexión a Estados Unidos marcaron las siguientes discusiones y votaciones, donde los diputados americanos se manifestaron contra la trata de esclavos y los cubanos, tanto criollos como peninsulares, a favor.[11]
Diez de Octubre
No es sueño, es verdad: grito de guerra
Lanza el cubano pueblo, enfurecido;
El pueblo que tres siglos ha sufrido
Cuanto de negro la opresión encierra. Del ancho Cauto a la Escanbraica sierra,
ruge el cañón y, al bélico estampido,
el bárbaro opresor, estremecido,
gime, solloza y tímido se aterra.Fragmentos del poema 10 de Octubre, escrito por Martí a razón del comienzo de la guerra
La insurrección independentista comenzó el 10 de octubre de 1868 con el llamado Grito de Yara pronunciado por el hacendado Carlos Manuel de Céspedes en su propiedad del oriente de la isla llamada La Demajagua, un ingenio pequeño, anticuado, pobre e hipotecado por deudas.[cita requerida] Previamente Céspedes había liberado a sus esclavos y leído la declaración de independencia, el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, donde explica las causas de la guerra y sus objetivos.
Sin embargo el grito de Yara no fue secundado por los hacendados del Occidente de la Isla, mucho más próspero que el Oriente. Por su parte el "partido español" optó por enfrentarse tanto a los insurrectos como a los representantes del gobierno metropolitano que tras la revolución de 1868 pretendía introducir ciertas reformas en la isla, "por más que este programa liberalizador hubiese de ser, por fuerza, harto moderado, si pensamos que el poder estaba en manos de hombres como [los generales] Serrano o Dulce, asociados por sus respectivos matrimonios a la riqueza azucarera cubana".[13]
Así pues, la guerra comienza el 10 de octubre de 1868, cuando Céspedes pone en libertad a sus esclavos y lee la declaración de independencia, el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, donde explica las causas de la guerra y sus objetivos.
Esta guerra tuvo un carácter antiesclavista,[14] anticolonialista y de liberación nacional. Además, desde el punto de vista cultural ayudó a que el sentimiento de nacionalismo se afianzara. Se luchó por el progreso de la economía y sociedad, por lo que tuvo un carácter contracultural.
El hito militar más relevante fue la toma de Bayamo por parte de los insurgentes, ciudad que posteriormente incendiarían. Cuando los generales enviados desde la Península para combatirles, como el conde de Valmaseda o Valeriano Weyler, utilizaron la política de la tierra quemada, que ya habían usado en Santo Domingo, para dejar sin apoyos ni recursos a la guerrilla insurgente, Céspedes respondió con la misma política y ordenó la destrucción de las plantaciones de caña de azúcar —«las llamas [habían de ser] los faros de nuestra libertad», afirmó— y a pedir que se sublevase a las dotaciones de esclavos —«Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista»—. Este programa político, a pesar de que contemplaba la abolición de forma gradual e indemnizando a los propietarios, como en Inglaterra, fue rechazado por los propietarios azucareros del Occidente de la Isla y por la burguesía de La Habana de origen metropolitano.[15]
El Gobierno Provisional de 1868-1871 envió a Cuba al general Domingo Dulce como nuevo capitán general para que iniciara ciertas reformas que pusieran fin a la sublevación, pero se encontró con la radical oposición de la alta burguesía de La Habana, que controlaba el comercio, la banca, la producción de tabaco, las navieras y otras actividades fundamentales, y que contaba con el apoyo armado de los «batallones de voluntarios del comercio».
El citado "partido peninsular" o "partido español" es el que se hizo dueño de la isla, logrando no solamente echar a Dulce sino a la mayoría de los funcionarios nombrados por los gobiernos del Sexenio Democrático.[cita requerida] Es posible incluso que este grupo estuviera detrás del asesinato del general Juan Prim,[cita requerida] presidente del gobierno español, que parecía dispuesto a negociar con los insurgentes, y que también fuera uno de los promotores de la Restauración borbónica en España ya que ayudó a financiar el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos que el 29 de diciembre de 1874 puso fin a la Primera República Española seguramente[cita requerida] por medio de José Cánovas del Castillo, directivo del Banco Español en la Isla de Cuba y hermano del jefe del partido alfonsino, Antonio Cánovas del Castillo.
Que la guerra durara diez años a pesar de los medios con que contaban los que se oponían a los insurgentes independentistas se debió, según Josep Fontana, a la "escasa capacidad de la metrópoli, que hubo de ver cómo se perdía la tercera parte de los soldados llevados a la isla, vestidos con malos uniformes, mal alimentados y pésimamente preparados, de modo que un 90 por 100 de los que murieron lo hicieron en hospitales y por causas naturales".[17]
Algunas de las figuras más importantes de la guerra fueron:
España, al margen de su ofensiva militar, emprendió una ofensiva paralela, la civil. Para ello, incrementó el número de contingentes de inmigrantes españoles hacia Cuba, con el objeto de "españolizar" la Isla.[cita requerida]
Del año 1868 a 1880, llegaron a Cuba 382 476 españoles, y para el año 1898, cuando Cuba logra su independencia, eran 960 682, de los cuales 449 287 eran civiles y 511 395 eran militares.[18]
Año | Civiles | Militares |
---|---|---|
1868 | 15 035 | 7044 |
1869 | 14 005 | 26 200 |
1870 | 13 698 | 14 131 |
1871 | 11 880 | 17 819 |
1872 | 15 045 | 8613 |
1873 | 14 475 | 11 995 |
1874 | 14 978 | 12 163 |
1875 | 14 616 | 19 419 |
1876 | 12 220 | 33 688 |
1877 | 10 080 | 17 818 |
1878 | 10 783 | 9266 |
1879 | 15 109 | 26 323 |
1880 | 12 055 | 4018 |
Total | 173 979 | 208 497 |
Población española llegada a Cuba
Uno de los eventos más trágicos de la guerra de los Diez Años fue el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, lo que ocurrió durante el gobierno del general Blas Villate y de la Hera, conde de Balmaseda (o Valmaseda).
Los ocho estudiantes fueron arrestados en su aula universitaria el 25 de noviembre de 1871, por el propio gobernador español de La Habana, acusados falsamente de haber arañado la tumba de un periodista español. Al día siguiente, bajo las órdenes del segundo cabo, general Crespo, por encontrarse ausente Valmaseda, los estudiantes fueron procesados en juicio sumarísimo. El fallo de este juicio no fue aceptado por los voluntarios españoles amotinados frente al edificio de la cárcel donde se celebrara el juicio. Los estudiantes fueron procesados seguidamente una segunda vez, donde fueron condenados a muerte.
Valmaseda, que había regresado a La Habana, no revocó el fallo ni lo conmutó por pena inferior. Los ocho estudiantes fueron ejecutados el 27 de noviembre de 1871, dos días después de su arresto. La fecha de noviembre 27 se celebra en Cuba como día de Duelo Nacional.
Los siguientes datos genealógicos fueron proveídos por Vivian Narváez, quien extrajo la información de la referencia que aparece al final de la página. Los ocho estudiantes, cuyo nombre no olvidará ningún cubano fueron: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, Anacleto Bermúdez y González de Piñera, José de Marcos Medina, Ángel Laborde y Pereda, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Carlos Augusto de la Torre y Madrigal, Carlos Verdugo y Martínez, y Eladio González y Toledo.
Durante la guerra de los Diez Años, el gobierno Español embargó las propiedades de aquellas personas que ellos consideraban que apoyaban a la causa rebelde.
El Gobernador Superior Político publicó una orden a este efecto el 20 de abril de 1869. Esta orden fue publicada en la Gaceta del 9 de julio de 1869.
Comenzando en julio de 1869, listas de nombres de individuos cuyas propiedades habían sido embargadas fueron publicadas en el Diario de la Marina (periódico oficial del apostadero de La Habana).
A nivel gubernamental se destaca la “Alianza contra España”, formada por Perú, Chile y Bolivia, surgida durante la guerra del Pacífico de 1865-1866, a las que enseguida se unieron Venezuela, Colombia, México, República Dominicana, Haití, Brasil, El Salvador y Guatemala, que hicieron causa común con los insurgentes cubanos. Es de destacar la solidaridad que tuvieron muchas personas del mundo con los independentistas cubanos. Entre los extranjeros que participaron voluntariamente en la contienda a favor de los sublevados, destacan los estadounidenses Thomas Jordan y Henry Reeve, el puertorriqueño Juan Rius Rivera, el peruano Leoncio Prado, el venezolano José Miguel Barreto, los dominicanos hermanos Marcano, etc. Igualmente, hubo franceses, italianos, e incluso españoles nacidos en la península ibérica que se unieron al Ejército Libertador Cubano. El dominicano Máximo Gómez y el polaco Carlos Roloff también se unieron a los insurrectos cubanos, pero ellos ya residían en Cuba antes de estallar el conflicto.
En el caso de los alemanes,[19] había un conflicto sobre la participación o no de un cuerpo de voluntarios. Basado en un telegrama de Otto von Bismarck en favor de la colaboración, las dos partes intentaron influir en Bismarck, sin embargo, ganaron los partidarios en favor de España. Ferdinand Heydrich Klein, jefe de la Compañía de los alemanes, que aglutinaba los comerciantes más influentes de Matanzas, así lo pedía a Bismarck[20] y acordó formar en 1869 un comité de cinco miembros (George Rasch, P.J.Niese, Gustav Rohlson, A. Félix Lienau y el propio F. Heydrich, llamado el "Club de Alemanes") para preparar la formación de la tropa de voluntarios.[21] Aunque convencieron a Bismarck de la neutralidad de los voluntarios, su posición era claramente en favor de España.[22] Lo principal era proteger sus plantaciones e industrias.
Cuba se encontraba bajo una crisis que la metrópoli no podía solucionar, entre otras cosas porque el gobierno español estaba enfrascado en diversos problemas internos que terminaron con la vuelta de los Borbones en 1874. La esclavitud era un freno para el desarrollo económico de la Isla y también constituía un problema social. Los cubanos aún seguían en un segundo plano en materia política; el conflicto terminó aparentemente con la Paz de Zanjón en 1878 que no puso solución a ninguno de los problemas anteriores.
Tras la victoria en la tercera guerra carlista en febrero de 1876, el gobierno español presidido por el liberal-conservador Antonio Cánovas del Castillo se propuso poner fin a la otra guerra que quedaba pendiente, la de Cuba. En aquel momento ya había causado cerca de cien mil muertos, de los cuales más del 90 % lo habían sido por enfermedades tropicales.[23] Entre 42 000[24] y 70 000 soldados[25] fueron enviados a la isla de refuerzo ―para hacer frente a 7000 insurgentes―[26] y se suscribió un empréstito de 200 millones de pesetas con el recién creado Banco Hispano Colonial para financiar la campaña.[27] Al mando de las operaciones fue enviado a Cuba el general Martínez Campos que desembarcó en noviembre de 1876. En un intento de reducir el apoyo de la población a los rebeldes ―especialmente de la rural― introdujo normas de carácter humanitario en la actuación de los soldados españoles que comenzaron a dar resultado aprovechando la creciente división interna de aquellos.[28][29][30][31]
En el otoño de 1877 Martínez Campos inició conversaciones con los insurgentes que culminaron con la firma el 10 de febrero de 1878 del convenio o pacto de Zanjón. En el mismo había dos «capitulaciones» principales, además de la conservación de la libertad de los esclavos que habían combatido en las filas rebeldes: la primera, la concesión a Cuba de las «mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la isla de Puerto Rico», lo que implicaba también la abolición de la esclavitud ―en Puerto Rico había sido abolida en marzo de 1873, durante la Primera República Española―; la segunda, el «olvido del pasado» sobre los posibles delitos cometidos por ambos bandos a lo largo de los diez años de guerra. De esta forma se puso fin a la contienda, aunque hasta mayo continuaron las hostilidades contra una facción independentista encabezada por Antonio Maceo que no había aceptado el acuerdo y que finalmente se rindió ―Martínez Campos le permitió que se refugiara en Jamaica―.[28][32][33]
Hubo dos reivindicaciones de los insurrectos que no fueron aceptadas por Martínez Campos: la «asimilación [de Cuba] a las provincias españolas bajo la Constitución vigente [en España], excepción de las quintas» y la garantía de que el general seguiría para asegurar el cumplimiento de lo pactado. A pesar de todo, la «paz de Zanjón» fue vista como el comienzo de una nueva era para la isla, «en la cual fueron asequibles para los cubanos muchas de las libertades formales propias de un Estado liberal».[34] Sin embargo, muchos plantadores y propietarios de esclavos no lo vieron del mismo modo «por parecerles mucho lo que a los enemigos se concedía» y uno de sus representantes la llegó a calificar como «la mil veces maldita paz del Zanjón».[35]
Seamless Wikipedia browsing. On steroids.
Every time you click a link to Wikipedia, Wiktionary or Wikiquote in your browser's search results, it will show the modern Wikiwand interface.
Wikiwand extension is a five stars, simple, with minimum permission required to keep your browsing private, safe and transparent.