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filósofo, teólogo, escritor y religioso franciscano español De Wikipedia, la enciclopedia libre
Francisco (de) Soto (y) Marne (h. 1698 en Miajadas - ¿1771?), religioso, teólogo y filósofo franciscano español.
Tomó el hábito franciscano observante en Extremadura y se consagró a la enseñanza y la predicación. Hacia 1733 comenzó a enseñar Filosofía en diversos conventos de su orden y cinco años más tarde fue nombrado lector (profesor) de Teología en el convento franciscano de Ciudad Rodrigo (Salamanca) y posiblemente ya estaba jubilado de estos trabajos en 1748.
Poco después de su entrada en la vida sacerdotal fue nombrado cronista de la provincia franciscana de San Miguel y en estas funciones prosiguió la crónica publicada en 1671 por fray José de Santa Cruz editando una segunda parte en Salamanca (1743). Ofició como fraile guardián y escribano titular del Colegio misionero de Nuestra Señora de los Ángeles de la Moheda, destinado a la formación de misioneros en España y Ultramar. Es posible que permaneciera allí hasta 1738, cuando se convirtió en lector (profesor titulado) de Teología en Ciudad Rodrigo, provincia de Salamanca. Para su trabajo como cronista de su provincia tuvo que ser nombrado además cronista general de la religión seráfica (desde 1694, había dos cronistas generales, uno para la rama observante y otro para la descalza) sucediendo a Eusebio González de Torres.
En 1749 entró en polémicas con el benedictino fray Benito Jerónimo Feijoo, suscitando varios escritos de defensa de este último y otros. Dos años más tarde, fue elegido custodio en el capítulo provincial de San Miguel del 17 de julio de 1751 y el 2 de abril de 1752 fue nombrado comisario general del Perú por el general Pedro Juan de Molina para reemplazar al padre Eugenio Ibáñez Cuevas, función que consistía en supervisar el régimen y la disciplina de las distintas provincias, conventos y misiones franciscanas de Ultramar. Partió a Lima con este cometido y el 22 de enero de 1753, ya en el Perú, fue nombrado además Calificador y Consultor del Santo Oficio o Inquisición.
En Lima continuó con sus labores de predicación y enseñanza en la cátedra escotista de la Universidad de San Marcos. Allí se comprometió fuertemente en la reforma de la enseñanza, elaborando importantes instrucciones sobre los estudios de Teología y Filosofía; además dirigió la reconstrucción material del Colegio de Guadalupe y erigió en Chile un importante colegio de misiones americanas, el Colegio de San Ildefonso de Chillán (1756). Terminó su comisariato general en 1765 y no se dispone casi de información sobre su periodo posterior; es posible que volviera a su provincia de origen, San Miguel, y muriese hacia 1771, pero se ha encontrado un sermón suyo que, aunque datado en Lima en 1754, fue publicado en 1775, lo que podría hacer creer que vivía aún en esta época en América.[1]
La oratoria de Soto Marne es, para el padre Isla, el modelo ideal de su Fray Gerundio de Campazas. Del Florilegio sacro, célebre sermonario de Soto Marne son los fragmentos alegados por fray Gerundio, obligado a defenderse ante el padre provincial por los disparates del sermón pronunciado en su estreno como predicador.[2] De él dice el padre Isla por boca del provincial, que sabía tanta teología como fray Gerundio, pues «por aprovechar un insulso retruecanillo» era capaz de encajar errores doctrinales. Así, el comienzo del sermón dedicado a la Expectación de María, sermón pronunciado por Soto Marne en la catedral de Ciudad Rodrigo el día de su fiesta de 1736,[3] sirve a Isla para imaginar el siguiente diálogo entre el provincial y fray Gerundio:
Abrióle en el sermón siguiente de la Expectación, y luego incontinenti se halló al principio con esta primera cláusula: «Tan complicado genio anima en la común expectación la esperanza, que su posesión y carencia son inexorables parcas de la vida.»
—¡Qué diantres quiere decir aquí! —exclamó el provincial.
—No lo sé, padre nuestro —respondió fray Gerundio—; pero ahí está el primor de ese inimitable estilo: hablar al parecer en castellano, y no haber ningún castellano que lo entienda.
[...]Por el hábito de mi padre Santo Toribio, que esto es hablar culto y elevado, y que yo me muero por esto.
Sin hacer caso el provincial de la sandez de fray Gerundio, prosiguió leyendo: «complica la esmeralda púrpura flamante con esplendor virente...»Isla, Fray Gerundio de Campazas, t. I, II, cap. IX, 17
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