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Francisco Javier
religioso y misionero navarro De Wikipedia, la enciclopedia libre
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Francisco de Jasso y Azpilcueta[n 2] (Javier, 7 de abril de 1506–Isla de Sanchón, 3 de diciembre de 1552), más conocido como Francisco Javier, fue un religioso y misionero navarro de la Compañía de Jesús, reconocido principalmente por su labor misionera en Asia Oriental.[4]

Francisco de Javier fue un misionero jesuita de primer orden, miembro del grupo fundacional de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola. Destacó por sus misiones que se desarrollaron en el oriente asiático y en Japón. Recibió el sobrenombre de Apóstol de las Indias, quien para ello se calcula que recorrió más de 120 000 km (tres veces la circunferencia máxima o perímetro de la Tierra).
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Contexto histórico
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Bautizado como Francisco (Francés, en romance navarro) de Jasso[n 3] Azpilcueta Atondo y Aznárez de Sada, en 1506 en el Castillo de Javier, en el Reino de Navarra. Su padre don Juan de Jaso y Atondo, señor de Idocín, fue presidente del Consejo Real de Navarra tras haberse doctorado en Derecho canónico en la Universidad de Bolonia, por lo que suele encontrarse documentado como «el doctor Jasso». En 1483 contrajo matrimonio con doña María de Azpilcueta y Aznárez de Sada, hija de los señores de Javier.[5][6]
En 1512, con ocasión del pacto del reino de Navarra con Francia, se reinicia la conquista de Navarra por las tropas castellano-aragonesas al mando de Fadrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, por orden de Fernando el Católico, rey ya de Aragón y Castilla. Se ocupan gran parte de las plazas del Reino de Navarra, contando con el apoyo de los descendientes del noble beaumontés Luis de Beaumont, exiliados en Castilla, los llamados beaumonteses y que se habían enfrentado a los agramonteses en un largo conflicto civil que había finalizado a comienzos del siglo XVI. Tras la invasión parcial del Reino de Navarra por las tropas castellano-aragonesas con fuerte presencia guipuzcoana, se produjeron varias contraofensivas de los leales a los Albret, en este caso con gran apoyo francés, luchas que duraron hasta 1530.
En 1516, fallecido el padre en el exilio un año antes, los hermanos de Francisco participan en una infructuosa ofensiva con el legítimo Rey de Navarra Juan de Albret, por lo que la familia de Francisco fue desposeída de sus propiedades y el castillo desmochado por orden del Gobernador, el Cardenal Cisneros.
En 1521, una invasión navarro-francesa que penetraría hasta Logroño (antiguo territorio navarro) permite a los leales a Juan de Albret recuperar fugazmente el control casi total del Reino, aunque dura poco tiempo, y perdieron la parte al sur de los Pirineos, Alta Navarra, en 1524 (con la caída de la plaza Navarra de Fuenterrabía), mientras que la Baja Navarra, al norte de los Pirineos, se mantendría leal a Juan de Albret en la órbita francesa.
En 1530, Carlos I entonces rey de España, abandona sus aspiraciones a ocupar el resto del Reino de Navarra que se mantendría como reino independiente, y finalmente, a través de lazos matrimoniales se uniría con la Corona francesa con el título de Reyes de Francia y Navarra. La parte surpirenaica de la Alta Navarra, con la que se consuma la Corona de España (entendido el vocablo de acuerdo a la usanza actual, esto es, sin incluir Portugal) mantendría sus instituciones, privilegios y denominación como Reino hasta el siglo XIX en que se transforma en una provincia foral. La parte que quedó en Francia, la Baja Navarra, conserva su estatus de Reino hasta la abolición de los privilegios de los territorios de la monarquía francesa, tras la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII.
Francisco había abrazado la carrera eclesiástica y marcha en 1528 a París a la Universidad de la Sorbona, donde conoce a Ignacio de Loyola, con quien fundará más adelante la Compañía de Jesús. Aunque al principio no sintió simpatía por Ignacio de Loyola, terminó siendo su mejor amigo y colaborador. Efectivamente, se da la circunstancia de que en 1521, antes de iniciar su vocación eclesiástica, san Ignacio, en ese momento Íñigo de Loyola, había combatido con las tropas guipuzcoanas imperiales contra las francesas del Duque de Foix (que apoyaban a Juan de Albret), en las que combatían, junto a otros navarros, los hermanos de san Francisco Javier, y en la que Ignacio cayó herido en el sitio de Pamplona.
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Biografía
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Francisco de Javier nació en el castillo de Javier ubicado en lo que en la actualidad es la localidad de Javier, Navarra, norte de España, el 7 de abril de 1506 en el seno de una familia noble. Su padre, Juan de Jasso, era Presidente del Real Consejo del Rey de Navarra Juan III de Albret. Su madre fue María de Azpilcueta que pertenecía a una noble familia de la que formaba parte Martín de Azpilcueta, el llamado doctor navarrus. Era el menor de cinco hermanos: Magdalena, Ana, Miguel, Juan y él mismo.
Su niñez estuvo marcada por los hechos históricos que llevaron a la conquista del reino de Navarra por parte del reino de Castilla, dado que su familia estuvo muy involucrada en la defensa de la independencia de la primera. Su casa natal fue lugar de encuentro de los partidarios de los Albret y sufrió la revancha de la pérdida. Sus hermanos, miembros del ejército de Juan III, fueron encarcelados por ello. Estas circunstancias pudieron ser la causa de la determinación de Francisco por el estudio religioso.
Estudios en París
En 1524 Francisco Javier tiene tomada la determinación de ir a estudiar a París, a la Sorbona. Antes había cursado estudios en diferentes ciudades navarras, y los ultimó en Pamplona.
En septiembre de 1528 se fue a estudiar a París, donde conoció al que sería su mejor amigo, Íñigo de Loyola, posteriormente san Ignacio de Loyola, quien nunca le dejó solo en los momentos difíciles en París y siempre le ayudó, como, por ejemplo, cuando Francisco sufrió problemas económicos.
Fue allí donde con otros cinco compañeros se constituye lo que sería el embrión de la Compañía de Jesús. El 15 de agosto de 1534, una vez finalizados los estudios, juran votos de caridad y castidad, a la vez que prometen viajar a Tierra Santa, en la Cripta del Martirio de Montmartre. Francisco se queda en París otros dos años más estudiando Teología, después de participar en los Ejercicios espirituales junto a Ignacio de Loyola.
En 1537 se reúne con Ignacio de Loyola para viajar a Italia. En Roma visitan al Papa Paulo III para pedirle su bendición antes de emprender el viaje a Tierra Santa, viaje que no se iba a poder realizar por haber entrado Venecia en guerra con el Imperio Otomano. Llegan a Venecia y es ordenado sacerdote el 24 de junio. Durante su estancia en Venecia, mientras esperaban el barco para ir a Tierra Santa, se dedica junto a sus compañeros a predicar por los alrededores. Ante la tardanza del viaje, vuelven a Roma y se ofrecen al Papa para ser enviados a cualquier otro lado. De allí parte hacia Lisboa en 1540, donde comenzará la etapa más importante de su vida: la de misionero. El viaje a Portugal se debió a la solicitud del embajador portugués en Roma, Pedro de Mascarenhas, que pidió en nombre de Juan III de Portugal a Ignacio de Loyola algunos hombres suyos para enviarlos a las Indias Orientales. Para ese viaje, Francisco fue nombrado por el papa legado suyo en las tierras del Mar Rojo, del Golfo Pérsico y de Oceanía, a uno y otro lado del Ganges.
Sus viajes misioneros

El viaje a Lisboa fue por tierra y paró en Azpeitia (Guipúzcoa) para entregar cartas de Ignacio de Loyola a su familia. En Lisboa estuvieron un tiempo, hasta que Francisco fue designado para ser el enviado a las Indias. En ese tiempo no dejaron de predicar el evangelio a los pobres de la ciudad.
El 7 de abril de 1541, día que cumplía 35 años, sale la expedición y llega el 22 de septiembre a Mozambique. Allí se queda hasta febrero del año siguiente. En esa estancia ayuda en el hospital y percibe la realidad del trato que se da a los negros, lo cual le lleva a tener los primeros enfrentamientos.
Después de efectuar escalas en Melinde y Socotora, llega a Goa (ciudad que luego sería capital de la India Portuguesa) el 6 de mayo de 1542. Prepara un texto divulgativo basado en el catecismo de Juan Barros y comienza a predicar la doctrina católica por la ciudad, a la vez que asiste a moribundos, visita a presos y socorre a pobres.
Para lograr un acercamiento más intenso, se dedica a aprender la lengua del país. Tras rechazar el puesto de director del seminario de San Pablo, se embarca en octubre de 1542 para las islas de la Pesquería, en la costa de Goa, donde permaneció más de un año.

Evangeliza a los indios Paravas y recorre las ciudades de Tuticorrín, Trichendur, Manapar y Combuture. Encontró la oposición de los brahmanes, que habitaban las pagodas de la región.
Aprendió tamil y tradujo a esa lengua parte de los textos cristianos y una plática sobre el cielo y el infierno.
En noviembre de 1543 se encuentra con sus compañeros Micer Paulo y Mansilla en Goa y se entrevista con el obispo de la ciudad, Juan de Alburquerque, para pedirle misioneros. El obispo destina a 6 sacerdotes para esa labor. Con los nuevos colaboradores se vuelve a la Pesquería. En el viaje escribe varias cartas a sus compañeros de Roma, en una de ellas dice:
muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que se ocupen en la evangelización. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a esas Universidades dando voces como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la Universidad de París, diciendo en la Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas; ¡cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por negligencia de ellos! Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en estas partes, en esta tierra donde ando, que muchas veces me parece tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces de decir Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones.
Establece en la costa de Pesquería de Perlas un sistema de asignación de territorios a un responsable, el cual debía mantenerle informado del devenir de la misión. Una vez que ha organizado ese territorio, parte hacia Manapar y el distrito sur. Permanece un mes con los makuas, donde bautizará a más de 10 000 personas.
Durante 1544 realiza más de veinte viajes de evangelización. Ante las noticias de la ejecución de cristianos en Ceilán, Francisco regresa a Goa y habla con el gobernador para acompañar a las tropas que se iban a enviar para castigar las acciones contra los cristianos que el rey Jafnapatán había hecho. Por diferentes causas, dicha acción nunca se llevó a cabo.
En 1545 parte a las islas Molucas en compañía de Juan Eiro, y llega a Malaca poco después. Durante tres meses Francisco Javier aprenderá un mínimo el idioma y se familiariza con la cultura local; también traducirá, con ayuda de gentes entendidas, la parte básica de los textos de la doctrina católica. Ese mismo año escribe al rey de Portugal sobre las injusticias y vejaciones que les imponen los propios oficiales de Vuestra Majestad.

Sale hacia las Islas de Amborio y Ternate en enero de 1546, después de preparar las Instrucciones para los catequistas de la Compañía de Jesús. Llega a su destino al cabo de mes y medio. Recorre diferentes islas de la región y en Baranula (Ceran), según cuenta la tradición, un cangrejo le devuelve el crucifijo que había perdido durante una tempestad.
En junio llega a Ternate, rico centro comercial de especias y última posesión portuguesa y permanece en ella tres meses. De allí sale a las islas del Moro, donde pasa otros tres meses. De las islas del Moro emprende viaje de vuelta a Cochín, donde llegaría el 13 de enero de 1548.
Después de realizar labores de reordenación y supervisión de las misiones establecidas en India y Molucas, donde se siente decepcionado con el deterioro sufrido, tal y como demuestra en sus cartas, parte para Japón, junto a sus compañeros Cosme de Torres y Juan Fernández y el traductor Anjirō, el Domingo de Ramos de 1549. Llega a tierras niponas el 15 de agosto. Desembarcan en Kagoshima, entonces capital del reino Sur del Japón. Permaneció en esta ciudad durante un año y en tierras japonesas durante dos años y tres meses. Con la colaboración de su compañero Pablo de Santa Fe evangelizó por tierras niponas e hizo que se tradujera la obra Declaración de los artículos de la Fe, que se aprendió de memoria y solía recitar en las esquinas. Para responder a las preguntas que los transeúntes realizaban se valía de un intérprete. Ante el fracaso de la misión, pensó en citarse con el rey de la zona con la esperanza de que si este se convertía al catolicismo, el pueblo también lo haría. En 1550 se dirige al norte con esta intención. Funda una pequeña colectividad cristiana en Hirado. Llega a Yamaguchi, luego a Sakai y, finalmente a Meaco, donde intenta, sin conseguirlo, ser recibido por el emperador.
Se traslada a Yamaguchi de nuevo y obtiene del príncipe la garantía de respeto a los conversos al cristianismo. Ante esa perspectiva realiza, junto con sus dos compañeros, una intensa labor de predicación que da su fruto en la creación de una pequeña comunidad católica. Muchos de los convertidos son samuráis. La oposición del clero local, los bonzos, fue siempre fuerte.
Véase también: Historia del catolicismo en Japón

En septiembre de 1551 le llama el príncipe de Bungo, que le permite predicar en esas islas. Un mes después y dejando algunos conversos, Francisco Javier se vuelve a la India alertado por las noticias que le llegan. El viaje de vuelta se realiza en la nao Santa Cruz que capitaneaba Diego de Pereira, quien le da la idea de organizar una embajada a China en nombre del rey de Portugal para entablar negociaciones de paz. Cuando llega a Malaca se entera de que la India ha sido nombrada provincia jesuítica independiente de Portugal y que él es su provincial.
El 24 de enero de 1552 llega a Cochín y el 18 de febrero a Goa. Después de solucionar algunos problemas de las misiones y preparar el viaje a China, parte rumbo a ese país el 14 de abril. Le acompañan en la aventura el sacerdote Gago, el hermano Álvaro de Ferreira, Antonio de Santa Fe (que era de origen chino) y un criado indio llamado Cristóbal, y se embarcaron en la Santa Cruz capitaneada por Pereira.
Cuando llegan a Malaca tienen problemas con el Capitán de Mares, Álvaro de Ataide, que retrasa el viaje por dos meses e impide que Pereira siga al mando de la nao. Llegaron a la isla Shangchuan a finales de agosto de 1552, movidos, al parecer, por las afirmaciones de los japoneses, que no valoraban nada que no hubiese arraigado antes en China, y con la idea de evangelizar en China para que esto influyese luego en Japón. Esta isla era el lugar de encuentro entre los mercaderes chinos y portugueses.
Muerte y sepultura
Permanecen a la espera de la llegada de un barco chino que debe introducirles, clandestinamente, en el continente. Francisco Javier estaba en una choza acompañado de su fiel amigo de origen chino Antonio de Santa Fe. Pero por las condiciones de pobreza y el gélido viento frío que azotaba la isla, Francisco se enfermó de pulmonía, que le causó fiebre, por lo que deliraba diciendo: "Madre de Dios, ten misericordia de mí", "Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". Antonio lo cuidó esa noche del viernes y al amanecer del sábado "se durmió en el Señor". El 3 de diciembre de 1552, muere Francisco Javier cuando contaba 46 años de edad.[7]
Unos portugueses del barco Santa Cruz ayudaron a Antonio a introducir el cuerpo en una caja de madera, agregando cal al ataúd, y lo enterraron. Después de tres meses lo desenterraron para trasladarlo a Malaca, y al revisar el cuerpo vieron que estaba fresco, como si estuviera vivo. Lo metieron en una caja mejor, le untaron brea y se lo llevaron. En Malaca lo recibieron con entusiasmo y a su llegada cesó la gran mortandad que había. Un enfermo lo besó y quedó curado. Por eso su cuerpo es conducido a Goa (capital de la excolonia portuguesa), donde a petición de él mismo quería ser enterrado, y llega en la primavera de 1554 en medio de un gran recibimiento. Esa ciudad resguarda el cuerpo incorrupto de San Francisco Javier en la Basílica del Buen Jesús de Goa,[8] el mismo que es expuesto al público cada 10 años en una urna de cristal y plata en su propia base,[9] convirtiendo a Goa en un lugar de peregrinación de devotos de la India independientemente de su religión, donde después de caminar hasta diez días para llegar al lugar, esperan hasta siete horas para ver al santo, acogiendo hasta 3 millones de devotos en 44 días.
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Políglota
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Las lenguas habladas y escritas por Francisco de Javier sigue siendo objeto de investigación aunque no cabe la menor duda de que fueron muchas y necesarias tanto para realizar sus estudios en París, como para su formación en Italia y estancia en Portugal, sin olvidar la inicialmente recibida en su hogar.[n 4] Respecto a las lenguas orientales se tiene noticia de que predicó, al menos, en tamil, malayo, japonés.[10]
Conocía el latín, puesto que era el idioma empleado en los estudios universitarios eclesiásticos. No cabe duda de que el francés, puesto que vivió once años en París y tres de ellos dedicado a enseñar filosofía. Es muy posible, aunque no hay evidencia de ello, que antes de llegar a París ya dominara este idioma ya que en la corte de Navarra, con la Casa de Albret reinando, habría sido también una lengua habitual junto al occitano.[11] De su estancia en Italia durante tres años, se sabe que predicó y ejerció ministerios espirituales.[12] Por lo que concierne al portugués, lo practicó a partir de su llegada a Portugal en 1540 y en sus posesiones en Asia en las que ejerció el apostolado: buena parte de sus cartas están escritas en este idioma.[13]
Gracias a esas colecciones de sus cartas se puede afirmar que era «el castellano [...] la lengua con la que estaba más familiarizado, tanto oralmente como por escrito».[14] Respecto a uso del vascuence, y cuál de sus dialectos hubiera sido, es un asunto complejo de determinar por ser una lengua ágrafa. Francisco Javier vivió hasta las 19 años en el castillo de Javier, que pertenecía a la familia materna de los Aznárez de Sada hacía unos 250 años; en esta zona la lengua presente era el romance navarro o, incluso el navarro-aragonés, aunque no faltarían vecinos de los valles pirenaicos que hablaban variantes vascuences como el roncalés, salacenco o aezcoano.
La rama de los Azpilcueta, aunque oriunda de Baztán, también llevaban generaciones asentadas en la Navarra media (Martín de Azpilcueta como ejemplo más señero) y muy implicada en la vida de gobierno del reino de Navarra. Aunque casi con total seguridad sí se puede afirmar que Arnaldo Pérez de Jaso, abuelo paterno de Javier procedente de Ultrapuertos (también llamada en muchos escritos "Tierra de Vascos") fuera vascohablante, su asentamiento en Pamplona donde creó a su familia lleva a considerar siquiera si Juan de Jaso tuviera tal dominio. De su madre, natural de Atondo, no hay motivos para afirmar su uso y dominio tampoco. Con todo, aunque fuera a nivel oral, cabe considerar que algún nivel de comprensión tuvo pero no hay constancia de ello.[15]
Verd Conradi considera que san Ignacio,[n 5] nacido en Guipúzcoa, por su origen era «densamente vascohablante por no lindar con zonas de otras lenguas», por este motivo habría que sopesar cuál sería su dominio del castellano, mientras que con Francisco Javier sucedería lo contrario.Verd Conradi et al., 2018, p. 76 Koldo Mitxelena afirmaba que «el bilingüismo, por lo menos, tuvo que estar siempre bastante difundido en todo el país»[16] aunque, lejos de ser un fenómeno horizontal o territorial, era más bien vertical o social. Es factible, por ello, que entre los Oñaz y Loyola el castellano también fuera una lengua presente en el día a día tanto más cuanto que formaban parte de los Parientes Mayores con frecuentes y estrechos vínculos con otros territorios de la Corona de Castilla.[17]

La cuestión del vascuence / euskera
Sin duda, que pudo conocer el vascuence oralmente. Actualmente, el debate sigue abierto. Hay opiniones que consideran "incuestionable" el hecho.[18][19] Pero, en el siglo XVI seguía siendo una lengua ágrafa y nadie de los afirmantes aclara cuál de las ocho variantes según la clasificación de 1869 de Louis-Lucien Bonaparte, pudo emplear la familia del santo: ¿el bajo navarro? ¿el baztanés? ¿los dos?. Que parte de los antepasados fueran vascohablantes no se infiere que los nietos también lo fueran. Ni entonces ni ahora cabe tal lógica sistemáticamente aplicada. Y si se aplica, otra parte de sus antepasados no lo era.[20]
Sobre el valioso aporte de José Aguerre en 1957 con la traducción del artículo que Georg Schurhammer había escrito en 1929 («Die Muttersprache des hl. Franz Xaver» traducido como «La lengua materna de San Francisco Javier»)[21] contextualizar que Aguerre hace su aportación en un momento en que Schurhammer, recién publicado su primer volumen (de cuatro) sobre la vida del santo estaba siendo rebatido por el también jesuita e historiador navarro Ricardo García Villoslada. El navarro, reseñando la publicación de ese primer volumen en 1955, tras alabar y encomiar generosamente la ingente labor del historiador alemán, no duda en tildar a Schurhammer de un «vasquismo que desdibuja el genuino navarrismo de Javier». Schruhammer replica a García Villoslada exponiendo argumentos de proximidad tanto geográfica (se hablaba cerca, «en todos los valles de los Pirineos») como familiar (algunos antepasados).
Para Verd Conradi, en 2018, son débiles estos razonamientos puesto que el salto generacional y geográfico es notable. Además cuestiona el argumentado "punto de vista" del santo en el que se escuda el autor alemán para hacer valer sus tesis. Más aún, Verd Conradi expone varios hechos que cuestionan ese "punto de vista": considera que a pesar de la lealtad de Juan de Jaso hacia la corona navarra, «tenía una hija en la corte castellana como dama de Isabel la Católica y aceptó pronto a Fernando el Católico como rey de Navarra». En el caso de la madre, María de Azpilcueta, como señora de Javier, también proclamó su fidelidad al rey Católico (que había nacido en el palacio de su familia en Sos). Esteban de Zuasti, primo carnal de Javier y que había convivido con él en Javier, acudió a luchar contra los comuneros por orden de Carlos V.[22]

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Milagros atribuidos
Como es preceptivo en todo proceso de beatificación y santificación de una persona, en el caso de Francisco de Javier se recogen numerosos casos de prodigios relatados en los procesos y bula de canonización además de vidas y hagiografías, obras devocionales, novenas, etc. Todas ellas han servido de fuente, a su vez, para la iconografía aplicada a las obras artísticas dedicadas a su vida.[23] Es precisamente necesario el conocimiento de estos relatos para realizar una adecuada lectura e interpretación de tales obras, es decir, conocer la iconografía «que intenta leer correctamente la representación misma y proponer su explicación adecuada».[24] Algunos de sus milagros en vida:
- Expulsión de los tigres de Sancián.[25]
- Resurrección del enterrado en Comorín.[26]
- Don de lenguas.[27]
- El cangrejo y el crucifijo perdido en el mar.[28]

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Canonización, patronazgo y festividades
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Fue canonizado por el papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622 junto a san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Jesús, san Isidro Labrador y san Felipe Neri.
Ha sido nombrado patrono de varios sitios y obras:
- En 1748 el papa Benedicto XIV lo nombra patrono de Oriente, todas las tierras al este del cabo de Buena Esperanza.
- En 1904 el papa Pío X lo designa patrono de la Obra de la Propagación de la Fe.
- En 1927 el papa Pío XI le nombra Patrono Universal de las Misiones junto a santa Teresita del Niño Jesús.
- En 1952 el papa Pío XII lo proclama patrono del turismo.
- Es también patrono de la Rama Caminantes dentro del Movimiento Scout católico.
Es copatrón de Navarra junto con San Fermín de Amiens.[29] Su festividad se celebra el 3 de diciembre, en coincidencia con el día de su muerte. En los primeros días de marzo, se celebra anualmente una masiva peregrinación en su recuerdo hasta el Castillo de Javier, conocidas como Javieradas.
En su amplia obra hagiográfica, Georg Schurhammer llegó a elaborar «una larga relación de instituciones, ciudades, reinos y países que tenían como patrono al santo navarro»:[30]

El copatronazgo de Navarra: javieristas vs. ferministas
Cuando se afirma que san Fermín y san Francisco Javier son copatronos de Navarra es conveniente aclarar que esta situación se resolvió salomónica por intervención del papa Alejandro VII en un momento (1657) en que la disputa entre partidarios de unos y otros alcanzaba cotas violentas tras tres décadas de confrontación entre vecinos e, incluso, instituciones del Reino de Navarra.[31] Los «javieristas» contaban con el respaldo de la Diputación del Reino y de la Compañía de Jesús; los «ferministas», por su parte, contaban con el apoyo del Ayuntamiento de Pamplona y del Cabildo de la Catedral de Pamplona.[32][33]

Resumidamente la evolución de los hechos sería así:[34]
- 25 de octubre de 1619: Beatificación de Francisco de Javier por el papa Paulo V.
- 25 de febrero de 1621: Las Cortes de Navarra suplican la mediación de Felipe III de España, V de Navarra, para que solicitara del Vaticano «rezar al beato padre Francisco de Xavier, como se ha concedido al de Portugal». Respondiendo el papa favorablemente.
- 6 de noviembre de 1621: Disueltas las Cortes, la Diputación continua la tarea enviando al papa una carta de agradecimiento al tiempo que manifiesta su deseo de que fuera nombrado patrono «en todo el Reyno». A diferencia de ahora donde sólo hay una, entonces había localidades navarras dentro de las diócesis de Calahorra, Zaragoza y Tarazona.
- 12 de marzo de 1622: Santificación de Francisco de Javier por el papa Gregorio XV. Automáticamente, siguiendo el mandato encomendado por las Cortes de 1621, la Diputación del Reino lo declara y jura como patrono de Navarra dejando pendiente la ratificación a las siguientes Cortes (celebradas en 1624).
- 2 de agosto de 1622: En la iglesia de Jesús y María (entonces propiedad de la Compañía de Jesús, ahora convertida en albergue municipal de peregrinos), se celebra con total solemnidad una misa con la asistencia del obispo y el cabildo catedralicio junto a la Diputación en pleno con maceros, y una representación de ciudadanos notables. El abad de Leire, Antonio de Peralta, en nombre de todo el Reino, «juró solemnemente a San Francisco Javier como abogado y patrono de Navarra».
- 11 de julio de 1624: Reunidas las Cortes de Navarra, tratan el asunto «de haber de recebir por Patrón al Santo Francisco Xabier».
- 11 de agosto de 1624: En la Catedral de Pamplona «se juntaron los Tres Brazos en la sala de la Preciosa» y con sus maza por delante, en forma de Reyno, ratificaron el juramento que había hecho la Diputación.
- 3 de diciembre de 1624: Se celebra por primera vez oficialmente la festividad de san Francisco Javier.
- 1643: La Diputación publica un bando declarando a san Francisco Javier único patrono del Reino. De inmediato el Regimiento [Ayuntamiento] de Pamplona reacciona incoando un pleito ante el tribunal eclesiástico defendiendo que tal patronato le correspondía a san Fermín.
- 1648: Se dicta sentencia confirmando la resolución de la Diputación. Los regidores pamploneses, no conformes con la sentencia, apelan ante la Curia Romana.
- 1652: Tanto el virrey de Navarra, Diego López Pacheco y Portugal, duque de Escalona, como el conde de Santesteban, Diego Antonio de Croy y Peralta, ante la escalada de la confrontación, intervienen y se ofrecen como mediadores.[33]
- 1656: Tras un acuerdo salomónico consensuado «ambos santos quedaban declarados oficialmente copatronos del Reino.
- 14 de abril de 1657: El papa Alejandro VII, mediante un breve,[n 6] confirma y ratifica solemnemente el acuerdo del año anterior declarando a ambos «patroni aeque principales».[35][36]


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Iconografía y obra
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Como figura representativa «de primer orden en la historia de la Compañía de Jesús» representando «el ideal de joven misionero que lo deja todo por seguir a Cristo y anunciarlo por el mundo» de derivan los principales tipos iconográficos en los que se le representa: «predicando, peregrinando, catequizando y bautizando».[30]
Son muchas las obras que han reflejado al Apóstol de las Indias en pintura y escultura. Célebres artistas como Juan de Mesa, Vicente Berdusán, Zurbarán, Murillo, Rubens, Van Dyck, Luca Giordano, André Reinoso, Gregorio Fernández, Salvador Carmona, Goya, Sorolla o Eduardo Carretero, han inmortalizado con sus pinceles al Santo de Javier. Otros, bastante menos reconocidos, sin embargo, han firmado composiciones de una enorme divulgación por todo el mundo como es el caso del hermano jesuita Martín Coronas Pueyo autor de una composición que, sin duda, será la más conocida de toda su obra por esa difusión.[37]
Francisco Javier se convirtió a partir del siglo XVI en un ideal como misionero en tierra pagana. Esto ha dado lugar a una muy abundante obra que trata de su figura. Obra de todo tipo, especialmente epistolar, al considerarlo como ejemplo por los miembros de la Compañía de Jesús. Fue Javier quien creó el primer seminario de Goa y quien impulsó las vocaciones al sacerdocio de los indígenas, a la vez que proponía la catequización directa y la traducción de los textos litúrgicos a las lenguas locales.
La obra escrita de Francisco Javier se centra en la correspondencia que mantuvo con sus compañeros y responsables de evangelización. También hay pequeños escritos catequísticos conocidos, como el pequeño catecismo (1542), el gran catecismo (1546) y las Instrucciones para los catequistas de la Compañía de Jesús (1545).
- Pinturas de la iglesia de San Sulpicio de París (Francia)
- «Milagro de San Francisco Javier, resurrección de un muerto en Coulan (India)».
- «Transposición del cuerpo de San Francisco Javier a Goa (India portuguesas), milagros se hacen sobre su paso».
- Techo de la capilla de San Francisco Javier.
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Véase también
Notas
- Véase el apartado sobre la cuestión.
- En cuanto a las formas que usó de su nombre, aparece como Francisco de Jasso en el arrendamiento que hizo en Burguete en nombre de su madre, y Francisco de Jasso y de Xabier en su proceso de nobleza; pero como jesuita no usó el apellido paterno, sino el materno, al igual que su hermano, sucesor del señorío de Javier. Firmaba sus cartas como Francisco de Xabier, o mejor, solo con Francisco, con la excepción del Francés de Xabier de la carta que Ignacio de Loyola le llevó en mano a su hermano Juan de Azpilcueta en 1535.
- O «Pérez de Jaso», como usaba su abuelo, Arnaldo Pérez de Jaso, y algunos de sus tíos. En esta época los apellidos eran aún algo voluble. Véase en Baldó Alcoz, Julia. «Arnaldo (Arnalt) Pérez de Jaso». Historia Hispánica. Real Academia de la Historia.
- Sobre las lenguas habladas y escritas existen dos estudios principales, uno breve pero sintético de jesuita Georg Schurhammer de 1940 («De linguis Xaverii») y otro más extenso del filólogo portugués Eduardo Javier Alonso Romo. Véase en Alonso Romo, Eduardo Javier (2000). Los escritos portugueses de San Francisco Javier. Colecção Poliedro 2. Universidade do Minho, Centro de Estudios Humanísticos. ISBN 978-97-2964-788-8.. El P. Gabriel Verd Conradi en 2018 hace una revisión sobre el tema. Verd Conradi et al., 2018, p. 72
- Verd Conradi usa la figura de san Ignacio como contraste por razones de proximidad geográfica, social y familiar además de la estrecha relación mantenida entre los dos santos jesuitas.
- Según las fuentes el tipo de documento papal expedido varía: bula, decreto o breve. A falta de una comprobación más directa, se opta por el criterio del Archivo_General_de_Navarra: «mediante un breve, es decir, disposición papal». Véase en
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Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
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