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Jaled El-Hassani Ben El-Hachemi Ibn Hadj Abdelkader (en árabe:خالد الحسني بن الهاشمي بن حاج عبد القادر), conocido como Emir Jaled, es nieto de uno de los argelinos más notables del siglo XIX, Emir Abdelkader –considerado el fundador de la nación argelina y líder de la resistencia contra la ocupación francesa-. Emir Jaled nació en Damasco el 20 de febrero de 1875, y tras una controvertida carrera militar, pasó a tomar parte muy activa en la vida política argelina. En su juventud fue el miembro más destacado de los Jóvenes Argelinos (o Partido de los Jóvenes), y su papel clave sería el fundar el Movimiento por la Igualdad o la Reforma, que sería la base de su doctrina política: el Jadeísmo. Su actividad política tendrá su máximo esplendor entre 1919 y 1923, dando esperanza a un buen número de argelinos que vieron en su Movimiento una primera fórmula de nacionalismo. Fue presidente de honor de la asociación Estrella Norafricana (ENA, Etoile Nord-Africaine) a petición de Messali Hadj. Este papel tan activo en el creciente nacionalismo argelino, y su continua lucha por equiparar los derechos de los indígenas al de los colonos franceses, le forzó al exilio. A pesar de ello, continuó su lucha desde Siria y París, hasta fallecer en Damasco el 9 de enero de 1936.
Emir Jaled | ||
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Emir Jaled | ||
Información personal | ||
Nacimiento |
20 de febrero de 1875 Damasco, Siria | |
Fallecimiento |
9 de enero de 1936 Damasco (Mandato francés de Siria) | |
Nacionalidad | argelina | |
Educación | ||
Educado en | ||
Información profesional | ||
Ocupación | militar y político | |
Conflictos | Primera Guerra Mundial | |
Distinciones |
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El Emir Jaled nació el 20 de febrero de 1875 en Damasco, como consecuencia del exilio previo que tuvo que sufrir su abuelo, el carismático Emir Abdelkader. A su abuelo se le considera el padre de la nación argelina y la personificación de la resistencia contra la ocupación francesa. Aunque estaban presentes en la zona de Orán, la genealogía de la familia tiene sus orígenes en el Rif, concretamente provienen de los Banu Hashim, ligada a su vez a la genealogía del Profeta Mahoma.
El abuelo del Emir Jaled tuvo en su juventud un papel muy activo en la lucha contra la presencia otomana en Argelia. Con la llegada de la ocupación francesa, ésta pasaría a ser el eje de su vida política. El Emir Abdelkader fue un hombre de gran talla intelectual, a pesar de destacar en el plano político, se le considera escritor, poeta, sufí y un gran estudioso. En su lucha contra la presencia francesa en Argelia, acabaría exiliado en Siria. Allí destacó por la defensa de los cristianos, en la intervención en el Monte Líbano (1860), masacre que tuvo lugar entre drusos y maronitas. Ésta acción salvó la vida de muchos cristianos y le supuso un amplio y reconocido respeto internacional. Tras rechazar el título de Sultán, que buena parte de las tribus árabes argelinas le concedían, el Emir Abdelkader acabó sus días en Damasco con sus hijos y corte. Será su hijo el Emir Hachemi quien devenga el padre del Emir Jaled.
Dadas las vicisitudes familiares, el Emir Jaled pasaría toda su infancia y adolescencia en la capital siria, hasta la edad de los diecisiete años. En 1892, su familia se instaló en Argelia y al poco tiempo de estar instalados en Argel, su padre le envió a Francia donde obtuvo el bachillerato en el Liceo Luís El Grande. El Emir Hachemi, una vez finalizado el bachillerato por su hijo, querrá que éste se inscriba en la Escuela Militar de Saint-Cyr, ya en 1893. Sin embargo, abandonará la Escuela Militar, volviendo a Argelia donde empieza a destacar por su espíritu crítico hacia la administración francesa. Es en este periodo cuando toma contacto con el movimiento de los Jóvenes Argelinos, que es una suerte de movimiento intelectual que nace de una nueva burguesía árabe con formación académica Occidental.
Tras un periodo de tiempo en Argelia, su padre consiguió persuadirle de que finalizara sus estudios en la Escuela Militar de Saint-Cyr. Al finalizar sus estudios militares alcanzó el grado de Alférez, ya en 1897. Aunque continuó sirviendo en el Ejército Francés, se negó a obtener la nacionalidad francesa y siguió siendo un Oficial nativo.
Ese mismo año, será enviado al Regimiento Spahis de Meda, y luego al Regimiento de Cazadores Africanos en Mustapha (Argel), donde permaneció unos siete años. En 1904, a petición suya, se reincorporó al Regimiento de Spahis y fue enviado a Marruecos. En todo este periodo no dejó de frecuentar el entorno de los Jóvenes Argelinos y desde su llegada al país vecino fue monitorizado por parte del Mando francés. Su actitud despierta el recelo de cierta parte de la oficialidad francesa, como así se confirma, cuando el Emir Jaled se posicionó de parte del sultán Moulay Abdelaziz en contra del Sultán Hafid.[1] En 1908 es ascendido a capitán y trasladado a Argel. De nuevo en la capital argelina se volverá a aproximar a los Jóvenes Argelinos.
El Emir Jaled fue movilizado en 1914 para tomar parte en la contienda mundial junto al Ejército Francés. Tras un año de contienda, en 1915 será evacuado por tuberculosis pulmonar, accediendo al retiro tras su recuperación. Este punto pondrá fin a dieciocho años de carrera militar y dio paso a una profusa actividad política
Tras finalizar su carrera militar y poder recuperarse de la tuberculosis (1919), el Emir es reconocido como el líder de los Jóvenes Argelinos. Es por entonces considerado ya un activo portavoz del movimiento nacionalista musulmán, en pleno crecimiento. En ese mismo año, en enero, cobrará amplio eco la misiva que dirige al por entonces Presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson,[2] para presionar a Francia sobre su actividad colonial en Argelia.
La oportunidad que pretendía aprovechar el Emir era la política de reformas del gobierno de Georges Clemenceau, con la aprobación de la Ley de Reforma del 4 de febrero de ese mismo año. Este hecho hará que la política argelina se polarice en dos bandos, por un lado los partidarios de Emir Jaled y por otro los partidarios del delegado de finanzas, Maire d’Abbo, que personificó la intransigencia colona. Al final, el gobernador general de Argelia, implementará las reformas de Ley aprobadas el 4 de febrero y contrarias a los intereses de los nativos argelinos.
En ese mismo año de 1919, el Emir fundará junto a unos amigos, el periódico L’Ikdam, escrito principalmente en francés, salvo dos páginas en árabe. El eslogan del mismo fue: “Une Tribune Libre pour les Hommes Libres” (una tribuna libre para los hombres libres). A pesar de las dificultades políticas y financieras, el editorial podrá sobrevivir gracias a su amigo Sadek Denden y al Dr. M.S. Bendjelloul. Este periódico se convirtió en “órgano de defensa de los intereses políticos y económicos de los musulmanes del Norte de África”,[3] especialmente entre julio de 1921 y abril de 1923, periodo en el que Jaled participó de forma más activa. Los dos objetivos claros de este medio, serán tanto la administración como la prensa coloniales.
El Emir saldrá triunfante de las elecciones municipales indígenas del 30 de noviembre de 1919, donde recibirá acusaciones, por parte de los colonos, de trasladar a la población musulmana un mensaje político de corte religiosa y nacionalista.[4] Emir Jaled empezará a tener una influencia muy grande sobre la población musulmana, “su rotundo éxito no dejó indiferente y le dio gran notoriedad en los tres departamentos, siendo relacionado constantemente con las hazañas de su abuelo el Emir Abdelkader”, según reza un informe del gobierno general.
Al año siguiente (1920), fundará el Movimiento por la Igualdad o la Reforma, cuyo programa estará centrado en reivindicar la igualdad entre argelinos y franceses. En ese mismo año, el 01 de febrero, fue elegido en las elecciones del Consejo General y en las elecciones de la Delegación Financiera del 18 de abril. Solicitó, entre otros aspectos, que los musulmanes tuvieran representantes en la Cámara y el Senado. En ese contexto, recibió acusaciones de ser un agitador político y demagogo.[3]
A finales de 1920, al no obtener ningún resultado positivo desde Alger, decide volver a Paris. Una vez allí, solicitará a los senadores que no voten a favor de la Ley Indígena, pero su esfuerzo será en vano.
Entre 1921 y 1922, Emir Jaled y sus amigos, renunciaron a sus cargos electos, alegando la imposibilidad que tenían los musulmanes de hacer oír su voz de forma legal.
En 1922, el Emir pronuncia un discurso al Presidente de la República Francesa,[5] Alexander Millerand, en visita a Argelia. Este discurso tuvo un enorme impacto por solicitar directamente representantes de los musulmanes en el Parlamento. Señaló, en contrapartida, el compromiso de estos en la Primera Guerra Mundial del lado francés. Éste discurso o reclamación de carácter moderado, fue tachado de anti-francés, bolchevique y una clara prueba de agitación nacionalista musulmana.[3]
La primera condición para el éxito de Emir Jaled fue la unidad, por ello visitó numerosas poblaciones del interior del país donde pudo llevar a cabo reuniones y mítines que congregaron a miles de personas, siendo algo totalmente novedoso en la época. Fue a la Cabilia en abril de 1922, donde pudo dirigirse a más de 8000 personas.[6] Tras el discurso del Emir, la población musulmana de Bikra (unas 3000 personas) aprobó en la alcaldía la moción, pidiendo a las autoridades públicas que los argelinos indígenas tuvieran representación en el Parlamento.
En agosto de 1923, se exiliará a Egipto, “al verse cazado por sus oponentes y traicionado por una parte de la élite musulmana”[6].De hecho, la administración francesa, le había dado al Emir dos opciones: “o detención administrativa en un puesto en el extremo sur del país o la partida voluntaria de Argelia”[6].Belghoul, amigo, confidente y portavoz del Emir, cuenta sus condiciones iniciales: “El gobernador general convocó al Emir, le instó a renunciar a su política de agitación y elegir entre un retiro dorado o asumir ciertas sanciones”. Para influir en su decisión el gobierno le mostró una petición firmada por notables de la sociedad musulmana donde se exigía su arresto. Ante esta situación, el Emir dejó clara su intención de informar al pueblo de la maniobra del gobierno.
Encontrándose prácticamente bajo arresto domiciliario, al final, tanto él como su familia tomaron camino al exilio. La población estuvo al corriente de su llegada a Alejandría con posterioridad. Emir Jaled se convirtió en un héroe a los ojos de la población musulmana. Sin embargo, su partida sumió en una gran decepción a sus amigos y allegados, creyendo que el Emir los había abandonado.
En 1925, el Emir decidió cambiar su exilio en Egipto por Francia, concretamente Paris. Una vez allí, su principal papel fue el envío de una carta como representante de Argelia en el congreso musulmán, donde insistió en la necesidad de convocar a tal congreso islámico. Tras pasar poco más de un año, bastante infructuoso en la capital francesa, pasaría a exiliarse permanentemente en Siria.
Una vez instalado definitivamente en Siria, el Emir no cesó en su acción nacionalista. Mantuvo una fluida relación con el Alto Comisionado de Francia en el Levante, concretamente con De Jouvenelle y Jean Mélia. Además, sus viajes a París fueron continuos, donde mantuvo viva la llama de sus pretensiones políticas.
Henry De Jouvenelle fue ministro de la Instrucción Pública en Francia hasta que le destinaron como representante de Francia en Siria, cargo que desempeñó durante un año y que le propició cordiales relaciones con el Emir. Tras él, Jean Mélia fue el designado. Era un abogado liberal y había sido jefe del gabinete del gobernador general en Argelia. Destacó por ser el Presidente de la Liga Francesa en favor de los Indígenas Musulmanes en Argelia.
La etapa final del Emir en Siria arrancó con bastante energía, muestra de ello fueron los múltiples viajes a Francia y su actividad política en permanente contacto con las instituciones argelinas y francesas. Pero con el tiempo esta actividad fue menguando y el mismo Emir verá como sus deseos y el propio Programa Político del Movimiento que el lideraba no veían sus frutos, aunque con el tiempo esa semilla no quedará inerte, a pesar que el propio Emir desaparezca sin saberlo.
Los últimos años de vida del Emir, están marcados por la frustración y el abatimiento del líder nacionalista por no poder ver realizadas sus pretensiones. El 9 de enero de 1936 fallece en Damasco.
Dichas pretensiones, estarán inspiradas en sus inicios en las ideas 'wilsonianas'. Wilson estableció la base de su Credo, al hacer público el 8 de enero de 1918 los Catorce Puntos en la Conferencia de Versalles, en el contexto de la Triple Entente. El último punto sirvió hasta el final de inspiración al Emir, donde se señalaba la posibilidad de que ningún pueblo estuviera sometido a potencia colonial alguna.
A pesar de ello, el legado del Emir es muy notable y si a su abuelo se le considera el padre de la nación argelina, a él se le considera el padre del nacionalismo político argelino por muchos autores. Entre sus logros más importantes:
-Crear el Movimiento por la Igualdad o la Reforma, conocido popularmente como Jadeísmo (del francés Khadéisme). Estableciendo diez mandamientos o base doctrinal de las reivindicaciones nacionalistas. Estos preceptos serán reproducidos por Ferhat Abbas en su libro La noche colonial (p. 116-117).
El partido de los Jóvenes Argelinos o Partido de los Jóvenes nace, de forma espontánea, cuando el Emir es un adolescente entre la nueva burguesía musulmana, que normalmente ha recibido formación occidental. El joven Jaled se ve rápidamente atraído por esta asociación y frecuenta en Alger sus sedes, hasta que en 1919 se posiciona como líder del movimiento.
En los Jóvenes Argelinos, Emir Jaled encontrará materializada la mezcla de dos corrientes tan relevantes en el contexto de la época. Por un lado, el naciente y cada vez más fuerte patriotismo musulmán, en base a la nahda (en árabe النهضة). Por otro lado, la influencia tanto política como ideológica que emana de la Revolución Francesa. Todo ello irá hilando la creación de un panislamismo creciente, donde se pretende reencontrar la mejor versión del Islam, con el árabe como la lengua inherente a dicha religión.
EL esfuerzo principal del Emir será defender los intereses de Argelia en la Conferencia de Versalles donde el visualiza el evento como un momento clave, en el que se está redefiniendo el Mundo, tanto políticamente como geográficamente. Sus esfuerzos no encontrarán un eco en el ámbito internacional, pero a nivel local y regional comenzará a crecer su liderazgo. Es aquí cuando el Emir funda el Movimiento por la Igualdad o la Reforma, conocido también como Jadeísmo, y que podría definirse como una síntesis del comunismo anti-colonial de la época y el nacionalismo musulmán naciente. Ello le llevaría a poder definirse como puente entre las élites argelinas con influencia occidental y el resto del pueblo argelino.
De sus esfuerzos y vida política cabría resaltar los diez artículos que definen sus pretensiones nacionalistas y que han inspirado al nacionalismo magrebí en diferentes épocas y contextos:
Messali Hadj es miembro fundador de la asociación independentista argelina, la Estrella Norteafricana (ENA, Etoile nord-africaine en francés). En 1926 será su Presidente. Ésta asociación nacerá en Francia gracias a la labor de un grupo de inmigrantes argelinos que trabajan en el país colonizador. Desde sus inicios políticos Messali Hadj tiene relación con el Partido Comunista Francés (PCF) que tiene un marcado discurso anti-colonialista. Entre el 10 y el 15 de febrero de 1927 el PCF prepara un Congreso Anti-Colonial, donde Messali Hadj sobresale por su discurso.
A lo largo de su carrera, que transcurre entre Francia y Argelia, el político argelino pudo fundar el Partido del Pueblo Argelino (PPA), el Movimiento por el Triunfo de las Libertades Democráticas (MTLD) y el Movimiento Nacional Argelino (MNA). Al final desaparecerá de la escena política por la confrontación con el Frente de Liberación Nacional (FLN).
Señalar que a pesar de ser coetáneos, tanto Messali Hadj como Emir Jaled no tuvieron una estrecha relación, entre otras cosas porque desarrollaron sus carreras políticas en diferentes ámbitos y además tuvieron orígenes muy diferentes. Cuando Messali Hadj empezaba a tener un nombre en el mundo de comunismo francés y el nacionalismo argelino el Emir Jaled estaba ya exiliado en Siria. Pero a pesar de ello, es indudable que el Emir representaba un referente y despertaba admiración en Messali Hadj, prueba de ello es que a petición propia, en 1927 al Emir se la hace Presidente de Honor de la Estrella Norteafricana.
Se destaca esta relación como claro ejemplo de la influencia e inspiración que Emir Jaled supuso para muchos jóvenes políticos magrebíes del s. XIX, dispuestos a luchar por unos derechos e identidad que les eran privados.
Claude, Henry y Jean-Robert Collot, Le mouvement national algérien, textes 1912-1954, L’Harmattan, Paris, 1978.
Carta de Emir Jaled al Presidente Woodrow Wilson (mayo 1919), en original:
Monsieur le président,
Nous avons l’honneur de soumettre à votre haute appréciation et à votre esprit de justice un exposé succinct de la situation actuelle de l’Algérie, résultant du fait de son occupation par la France depuis 1830.
Dans une lutte inégale, mais qui a été cependant tout à l’honneur de nos pères, les Algériens ont combattu pendant 17 ans, avec une énergie et une ténacité incomparables pour refouler l’agresseur et vivre indépendants. Le sort des armes ne leur fut malheureusement pas favorable.
Depuis 89 ans que nous sommes sous la domination française, le paupérisme ne fait qu’augmenter chez nous, pendant que les vainqueurs s’enrichissent à nos dépens. La convention, signée le 5 juillet 1830 entre le général de Bourmont et le Dey d’Alger, nous garantissait le respect de nos lois, de nos coutumes et de notre religion. La loi de 1851 a consacré les droits de propriété et de jouissance existant au temps de la conquête.
En débarquant à Alger, le 5 mai 1865, Napoléon III lançait un manifeste à la population musulmane : « lorsque, il y a 35 ans, disait-il, la France a mis les pieds sur le sol africain, elle n’est pas venue détruire la nationalité d’un peuple, mais au contraire, affranchir ce peuple d’une oppression séculaire, elle a remplacé la domination turque par un gouvernement plus doux, plus juste, plus éclairé… »
Nous nous attendions à vivre en paix, côte à côte et en association avec les nouveaux occupants, nous basant sur ces déclarations officielles et solennelles. Par la suite, nous nous sommes aperçus, hélas, à nos détriments, que d’aussi belles promesses ne devaient subsister qu’en paroles.
En effet, comme au temps des Romains, les Français refoulèrent progressivement les vaincus en s’appropriant les plaines fertiles et les plus riches contrées. Jusqu’à nos jours, on continue de créer de nouveaux centres de colonisation, en enlevant aux indigènes les bonnes terres qui leur restent, sous le prétexte intitulé : « Expropriation pour cause d’utilité publique ». Les biens Habous, qui se chiffraient par des centaines de millions de francs et qui servaient à l’entretien des monuments religieux et à venir en aide aux pauvres, ont été pris et répartis entre les Européens, chose extrêmement grave étant donné la destination précise et religieuse qu’avaient assigné à ces biens leurs donateurs. De nos jours, malgré la loi de séparation des églises et de l’Etat, le peu de biens Habous qui reste est géré par l’administration française sous le couvert d’une cultuelle dont les membres serviles ont été choisis par elle. Inutile d’ajouter qu’ils ne possèdent aucune autorité.
Contrairement à notre religion, l’administration profite de toutes les occasions, surtout pendant cette guerre, pour organiser dans nos mosquées et nos lieux saints des manifestations politiques. En présence d’une foule composée surtout de fonctionnaires, on fait lire des discours préparés pour la circonstance par les chefs du culte et on pousse même le sacrilège jusqu’à faire participer la musique militaire à ces manifestations humiliantes pour l’esprit religieux du musulman. Voilà ce qu’on a fait des déclarations du général de Bourmont du 5 juillet 1830 et de la loi de 1851.
Pendant 89 ans, l’indigène a été accablé sous le poids des impôts : impôts français et impôts arabes antérieurs à la conquête et maintenus par les nouveaux conquérants. En consultant la balance des recettes et des dépenses de l’Algérie, on voit aisément que, des indigènes surtaxés, la répartition du budget ne tient presque aucun compte de leurs besoins spéciaux. Plusieurs tribus sont sans route et la grande majorité de nos enfants sans école.
Grâce à nos sacrifices, on a pu créer une Algérie française très prospère, où la culture de la vigne s’étend à perte de vue ; le pays est sillonné de chemins de fer et de routes entre les villages européens. Pas très loin d’Alger on trouve des tribus entières, dont les territoires très peuplés, pauvres et abrupts, sont sans voie de communication. Des agglomérations importantes sont dépourvues de tout. Comme au temps d’Abraham on y puise l’eau avec des peaux de boucs, dans des citernes ou des puits à ciel ouvert. C’est ainsi qu’en tout et pour tout, la part des plus nombreux est la plus faible et la charge des plus pauvres est la plus forte.
Sous un régime dit républicain, la majeure partie de la population est régie par des lois spéciales qui feraient honte aux barbares eux-mêmes. Et ce qui est typique, c’est que certaines de ces lois qui instituent des tribunaux d’exception (tribunaux répressifs et cours criminelles) datent des 29 mars 1902 et 30 décembre 1902. On peut voir là un exemple de la marche régressive vers les libertés. Pour que nous ne soyons pas taxés d’exagération, nous joignons à cette requête deux brochures écrites par deux Français d’Algérie : MM. François Marneur, avocat à la cour d’appel d’Alger et Charles Michel, conseiller général et maire de Tébessa. Elles sont édifiantes sur l’odieuse injustice de ces lois.
Un autre exemple démontrera la violation de la parole donnée ; le voici :
Avant 1912, les troupes indigènes étaient recrutées par voie d’engagement volontaire moyennant quelques avantages offerts aux engagés. Ces avantages furent supprimés progressivement et on arriva, en 1912, à la conscription obligatoire, d’abord partielle (10% du contingent) ensuite totale et cela malgré les énergiques protestations des Indigènes. L’impôt du sang nous a été appliqué en violation des principes les plus élémentaires de la justice. Appauvris, asservis et avilis par le droit du plus fort, nous n’avions jamais pu croire cependant qu’une pareille charge, réservée aux seuls citoyens français, jouissant de tous les droits, viendrait un jour peser sur nos épaules.
Des centaines de milliers des nôtres sont tombés aux différents champs de bataille, luttant malgré eux contre des peuples qui n’en voulaient ni à leur vie ni à leurs biens. Les veuves, les orphelins et les mutilés de cette guerre ont des traitements ou des subsides inférieurs même à ceux des néo-Français. Beaucoup de blessés, incapables de tout travail, viennent grossir les rangs des malheureux qui pullulent dans les villes et les campagnes. Il est bien facile à l’observateur impartial de constater la grande misère des Indigènes. A Alger même, des centaines d’enfants des deux sexes, déguenillés et rachitiques, traînent leur misère dans les rues en sollicitant la charité publique.
En présence de ces faits navrants, le Gouvernement général de l’Algérie reste absolument indifférent. Sous le fallacieux prétexte de ne pas porter atteinte à la liberté, les mœurs se sont complètement relâchées et les boissons alcoolisées sont servies à profusion aux Indigènes dans les cafés.
En vaincus résignés, nous avons supporté tous ces malheurs en espérant des jours meilleurs. La déclaration solennelle suivante : « aucun peuple ne peut être contraint de vivre sous une souveraineté qu’il répudie » faite par vous en mai 1917, dans votre message à la Russie, nous laisse espérer que ces jours sont enfin venus. Mais, sous la tutelle draconienne de l’administration algérienne, les Indigènes sont arrivés à un degré d’asservissement tel qu’ils sont devenus incapables de récriminer : la crainte d’une répression impitoyable ferme toutes les bouches.
Malgré cela, nous venons, au nom de nos compatriotes, faire appel aux nobles sentiments de l’honorable Président de la Libre Amérique : nous demandons l’envoi de délégués choisis librement par nous pour décider de notre sort futur, sous l’égide de la Société Des Nations.
Vos 14 conditions de paix mondiale, monsieur le Président, acceptées par les Alliés et les puissances centrales, doivent servir de base à l’affranchissement de tous les petits peuples opprimés, sans distinction de race ni de religion.
Vous représentez au nom du monde entier le digne porte-drapeau du droit et de la justice. Vous n’êtes entré dans cette guerre gigantesque que pour les étendre à tous les peuples. Nous avons une foi ardente en votre parole sacrée.
Cette requête est faite pour éclairer votre religion et attirer votre bienveillante attention sur notre situation de parias.
Veuillez agréer, Monsieur le Président, l’assurance de notre haute considération. La fuente: L’Algérie des Algériens, M. Kaddache
Discuro de Emir Jaled al Presidente de la República Francesa, en 1922: Monsieur le Président de la République, "Permettez-moi en ma qualité de représentant élu de la population musulmane au Conseil municipal, au Conseil général et aux Délégations financières, de vous adresser nos souhaites de bienvenue. Dans la longue et attentive visite dont vous voulez bien honorer l'Afrique du Nord, l'Algérie ne peut avoir, pour vous recevoir, que des mots de reconnaissance et de joyeux accueil. Soyez le bienvenu pour l'honneur insigne que vous nous faites, pour la marque de haut intérêt que vous nous témoignez et pour l'espérance qu'elle fait naître dans nos cœurs. À la veille du centenaire de l'occupation française, cette haute marque de bienveillance peut-elle avoir d'autre but que de proclamer hautement que les habitants de l'Algérie sans distinction de confession et de race, sont également les enfants de la France et ont un égal droit à son foyer? Au moment où, d'un bout à l'autre de la terre, le monde, bouleversé par un cataclysme sans précédent, essaye de reprendre son équilibre normal, les Musulmans algériens demandent instamment à la France de leur continuer sa tendre sollicitude en développant les libertés qu'elle leur a déjà si généreusement accordés afin de leur permettre de prendre définitivement rang dans la grande famille française. Ce ne sont pas les quelques réserves ou restrictions nécessitées par leur statut personnel qui pourraient mettre obstacle à leur définitive adoption et vous faire hésiter. Leur loyalisme n'a connu ni réserve ni hésitation lorsque, à l'heure du danger, ils ont combattu pour la défense du droit et de la liberté soutenus par la plus grande France. Ce n'est pas le simple fait du hasard que, suivant la noble tradition léguée par l’Emir Abdelkader, ils ont, depuis la conquête, observé religieusement la parole donnée à la France et le serment prêté. De tous les peuples, le peuple français, par sa glorieuse histoire et son génie, est celui avec lesquels ils peuvent le mieux s'entendre et fraterniser. Une occupation quasi-séculaire, une fréquentation journalière, la lente et sûre association des intérêts et des idées ont créé des liens puissants, qu'il serait impossible de rompre. Un siècle de vie commune fait que nous ne pouvons plus nous passer de la France, de son gouvernement organisé, de la paix qu'il procure, des possibilités de développement qu'il offre aux facultés de l'individu, de sa bienveillance naturelle, enfin! Or, si le libre jeu de ses institutions permet à ses propres enfants le plein épanouissement de leurs moyens, nous souhaitons qu'il en soit bientôt de même pour ses enfants adoptifs, dont les intentions les meilleures sont, parfois, mal interprétées ou incomprises. La tâche de collaboration entière avec vous qui reste à accomplir ne peut être menée à bien que par des hommes éclairés et mandatés par nous. C'est pourquoi avec la déférence et le respect dus à l'hôte illustre que vous êtes, nous venons solliciter une représentation musulmane au Parlement français. Seule, elle serait capable de porter à la Mère patrie l'expression de notre indéfectible attachement et de scelle l'anneau de notre destinée à la longue tradition de gloire qui place la France, dans le monde, à la tête de la civilisation et du progrès. Nous avons mérité cet honneur et elle considérera sans doute qu'elle se doit à elle-même de nous l'accorder. Dans l'Algérie musulmane, il peut se rencontrer des gens arriérés, des esprits incultes, il ne se rencontre pas un seul anti-français. C'est pourquoi, loyalement, nos mains et nos coeurs se tendent vers la France. Nous vous demandons de ne pas les repousser, de même que les personnalités éminentes qui vous accompagnent, de bien vouloir vous faire les interprètes de nos aspirations, et le cas échéant, de vous porter garant pour nous. Nous sommes certains de ne vous avoir pas sollicité en vain. Le souci que nous avons de nous créer, au sein de la France, une situation digne d'elle et digne de nous, est la meilleure preuve que nous sommes de bons français et que nous n'avons d'autres buts que de resserrer davantage les liens qui nous attachent à la Mère Patrie. Vive la France! Vive l'Algérie! Vive la République!" Revue Indigène, avril-juin 1922, pp,95-96
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