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escritor de textos literarios compuestos para ser representados en un espacio escénico De Wikipedia, la enciclopedia libre
Un dramaturgo (en griego; δραματουργός, de δρᾶμα, «drama», y έργον, «tarea») o autor teatral es un escritor de textos literarios compuestos para ser representados en un espacio escénico.[1] A estos textos literarios del género de la dramaturgia se les da el nombre de obras teatrales u obras dramáticas.[2]
Los primeros dramaturgos de los que se tiene referencia en la literatura occidental son los antiguos griegos, y las representaciones más antiguas datan del siglo V a. C.. Estas obras son consideradas clásicas y todavía son leídas como puntos de referencia. Notables entre ellos están Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes.[3][4]
Poética de Aristóteles, escrita en el siglo IV a. C., es un tratado fundamental para comprender la teoría del drama en la antigua Grecia y observar el análisis sobre la tragedia y la comedia.
Años más tarde, el teatro es adoptado por el Imperio Romano, aunque lo hará por su naturaleza pedagógica que transformará en propagandística -por su capacidad romanizadora- y su potencial como entretenimiento. Sus autores más destacados son: Livio Andrónico, Nevio, Plauto, Terencio y Séneca.[5][6][7]
Durante la Edad Media, la figura del dramaturgo en Occidente estuvo profundamente influenciada por la Iglesia Católica. Inicialmente, la creación dramática fue objeto de desconfianza y desaprobación debido a su asociación con prácticas paganas y su potencial para la inmoralidad. Los dramaturgos enfrentaron un entorno adverso en el que su labor era limitada y, a menudo, ignorada por las autoridades religiosas.[8]
Con el tiempo, la Iglesia reconoció el valor del teatro como herramienta pedagógica y evangelizadora, lo que permitió a los dramaturgos participar en la creación de representaciones teatrales para rituales y celebraciones religiosas. Los primeros trabajos de dramaturgos en este período se centraron en el desarrollo de "dramas litúrgicos", representaciones realizadas dentro de las iglesias durante festividades como la Pascua y la Navidad. Estas obras tenían el objetivo de ilustrar episodios bíblicos para una audiencia mayoritariamente analfabeta. A medida que estas representaciones se trasladaron al exterior de los templos, los dramaturgos comenzaron a desarrollar estilos más elaborados, como los autos sacramentales y los misterios, que consolidaron a los dramaturgos y su teatro como un medio artístico más amplio.[9][10]
Es importante destacar que los dramaturgos de este período son de autoría anónima.[11] Esto se debe, en parte, a la concepción medieval de la creación artística, donde la obra se consideraba un producto colectivo al servicio de la comunidad y la fe, más que una expresión individual. Además, la transmisión oral y la copia manuscrita de los textos contribuyeron a la pérdida de información sobre sus autores.[9][12]
Con el restablecimiento del dinamismo comercial y la aparición de entidades políticas más independientes del control eclesiástico, el papel del dramaturgo resurgió con fuerza en Europa. Durante esta época, la dramaturgia se transformó en un arte vinculado tanto al entretenimiento como a la reflexión social y política. Los dramaturgos comenzaron a crear obras para cortes nobles, teatros públicos y, en menor medida, espacios religiosos, sentando las bases del teatro moderno. Esto marcó el inicio de una tradición en la que los nombres de los dramaturgos comenzaban a ser reconocidos por sus contemporáneos y a ser preservados para la posteridad.[13]
En el Renacimiento, el dramaturgo se convirtió en un creador destacado dentro de un contexto cultural influenciado por el humanismo. Inspirados por el redescubrimiento de las obras clásicas griegas y romanas, los dramaturgos exploraron estructuras narrativas más complejas y temáticas universales como el poder, la justicia y la condición humana. Este período marcó el surgimiento de autores como Gian Giorgio Trissino en Italia, quien escribiría la primera tragedia importante del periodo, Sofonisba (1515). La primera comedia significativa escrita en italiano fue Calandria (1506) de Bernando Dovizi da Bibbiena (1470-1520). Además, Ludovico Ariosto (1474-1533) se destacó en la comedia erudita con obras como La Cassaria (1508) y I Suppositi (1509), que sentaron las bases para el teatro renacentista en Italia.[14]
Con la llegada del Barroco, a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII, la dramaturgia alcanzó nuevas alturas en su búsqueda de lo grandioso y lo dramático y la figura del dramaturgo se consolidó como un creador clave en la vida cultural de Europa. Este período, que forma parte de la Época Moderna, estuvo caracterizado por un estilo exuberante y emocional que se reflejó tanto en las obras como en la puesta en escena. En España, los dramaturgos del llamado Siglo de Oro, como Lope de Vega y Calderón de la Barca, transformaron el teatro nacional con obras que exploraban temas universales como el honor y el destino.[15][16]
En Inglaterra los dramaturgos William Shakespeare, y Ben Jonson ampliaron los límites de la dramaturgia con personajes complejos y profundos. En Francia, autores como Molière, Pierre Corneille y Jean Racine renovaron la escena creando obras que exploraban la complejidad de las pasiones humanas y los dilemas éticos con un estilo clásico y refinado. Los dramaturgos del Barroco no solo entretuvieron, sino que reflejaron las tensiones y aspiraciones de su época, marcando el apogeo de la dramaturgia barroca dentro de la modernidad.[17][18][19]
Con el desarrollo de las ciudades y la consolidación del teatro a la italiana, el siglo XVIII, conocido como el 'Siglo de las Luces' o de la Ilustración, experimentó un auge en la maquinaria teatral y en el papel de los dramaturgos como agentes clave en la evolución del teatro moderno. Este período estuvo marcado por el surgimiento del 'teatro ilustrado', que reflejaba los cambios sociales y filosóficos de la época.[20][21]
El dramaturgo del siglo XX se enfrenta a un panorama teatral profundamente transformado por las tensiones sociales, políticas y culturales de la época. Este siglo marcó un punto de inflexión en la creación dramática, en el que los autores comenzaron a cuestionar las estructuras narrativas tradicionales y a experimentar con nuevos lenguajes escénicos. Los dramaturgos de este período lideraron movimientos que desafiaron las convenciones establecidas y exploraron nuevas formas de expresión.[27][28](Manifestaciones y modalidades del teatro en el siglo XX)
Entre los principales enfoques y corrientes destacaron:
La segunda mitad del siglo XX también surgieron:
Este período también vio un auge de dramaturgas que transformaron la escena con perspectivas nuevas sobre género, identidad y sociedad, ampliando el alcance y la riqueza del teatro contemporáneo.
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