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La demanda de dinero explica los motivos por los que los individuos deciden guardar una parte de su riqueza en forma de dinero, renunciando a la rentabilidad que podrían obtener si colocaran tales recursos en otros activos. Cuando el dinero es un bien sin un valor intrínseco en sí mismo, puede parecer paradójico que exista una demanda de dinero en vez de, en todo caso, de los bienes que se pueden adquirir con ese dinero.[1] Para entender la demanda de dinero, es preciso recordar que la liquidez de un activo es la facilidad con que puede convertirse en el medio de cambio de la economía. La definición de dinero es precisamente la de medio de cambio de la economía, por lo que es por definición el activo más líquido que puede existir, la demanda de dinero es por tanto demanda de liquidez frente a otros activos más rentables pero menos líquidos.
Para el pensamiento económico neoclásico, las razones para demandar dinero son dos:
En esta corriente de pensamiento, los motivos para demandar dinero no están ligados al tipo de interés existentes y están únicamente asociados a la conveniencia del sujeto económico.
Fue formulada por primera vez por David Hume, que formuló una identidad fundamental: M x V = P x T donde:
La velocidad de circulación del dinero se define precisamente como el resultado de PT/M, con lo que la ecuación de Fisher se convierte en una identidad. Sin embargo, esta teoría propugna que a medio y a corto plazo, V tiende a ser una constante, con lo que, dada una determinada cantidad de transacciones en la economía, existe una relación directa entre la masa monetaria y el nivel de precios, es decir que M = k x P, donde k es una constante a corto plazo, que definimos como T/V. Por lo tanto, existe una relación directa entre la inflación y el incremento de la masa monetaria.
Friedman y otros monetaristas reescribieron dicha teoría haciendo una importante distinción entre los efectos a corto y a largo plazo de las variaciones del dinero. Afirman que, a largo plazo, el dinero es neutral. Las variaciones de la cantidad de dinero, después de haber actuado a través de la economía, no producen efectos reales y solo alteran los precios. Sugieren, por tanto, un incremento constante y reducido de la masa monetaria que no produzca inflación.
También llamada formulación de las disponibilidades, en cuanto pone el acento en el saldo líquido que cada individuo quiere tener. La diferencia fundamental con el punto de vista de Fisher es que mientras este analiza el dinero como un flujo, la escuela de Cambridge lo hace como un fondo. Otra diferencia fundamental es que la teoría cuantitativa pone el acento en la oferta de dinero, aunque también tenga en cuenta la demanda a través de T, mientras que la formulación de la escuela de Cambridge pone el acento en la demanda de dinero.
La ecuación, fue formulada por Pigou de la siguiente forma: M/P = k.R, o lo que es lo mismo,
M = k x R x P , donde:
Sustituyendo k por 1/V y R por T, tendríamos la misma ecuación que la teoría cuantitativa del dinero, pero la equiparación entre T y R es imposible porque son cosas totalmente distintas: T expresa el número de transacciones que se realizan en una economía y R la riqueza total de la economía. Arthur Pigou hablaba en términos de una economía con un único bien, el trigo. Keynes reformuló esta teoría, generalizándola para una economía con multitud de bienes, sustituyendo R por Y convirtiendo la ecuación en M = k x P x Y Monge (2021)[2] demostró que la ecuación de Cambridge proviene de una función de utilidad tipo Cobb-Douglas; con ello se prueba que, en el cuantitativismo clásico, el dinero posee utilidad marginal decreciente (origen de la inflación como fenómeno dinerario).
Keynes[3] clasificaba en tres los motivos por los que los sujetos económicos desean mantener saldos líquidos:
Existe un interés crítico por debajo del cual ningún inversor espera que el tipo de interés vaya a bajar, sino que por el contrario espera que en todo caso va a subir, por lo que todos los inversores deciden mantener sus ahorros en forma de dinero a la espera que el tipo de interés vuelva a subir. En esa situación, por más dinero que se emita, no hará descender el tipo de interés, puesto que los inversores mantendrán el nuevo dinero en forma líquida, a la espera que vuelva a subir el tipo de interés: se entra en una situación que se ha denominado "trampa de la liquidez" en la que por más dinero que se inyecte a la economía, el tipo de interés no puede bajar.
Combinando todos los factores estudiados se llega a la conclusión de que la demanda de dinero es un función que básicamente depende de dos factores, la renta monetaria y los tipos de interés.
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