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Conchoprimo[1] fue el nombre genérico con el que eran llamados los caciques rurales que tomaban parte en las guerras civiles sucedidas en la historia dominicana,[2] especialmente en las ocurridas entre los años 1865 y 1916, es decir, entre el fin de la Guerra de la Restauración y la primera intervención estadounidense en Santo Domingo. Este período de la historia dominicana se caracterizó por la continua inestabilidad política, desorden social, derrocamientos, problemas económicos, corrupción, guerras civiles y revoluciones montoneras, donde era común ver a estos jefes campesinos armados.
A principios del siglo XX este estereotipo del "caudillo campesino alzado" fue utilizado por la prensa de entonces para personificar a la nación dominicana en varias situaciones, muy especialmente en caricaturas de corte político.
Desde su origen en 1844, el caudillismo ha sido un elemento importante de la cultura política dominicana. Sin embargo, este se agrandó después del final de la Guerra de la Restauración (1863-1865). Durante la Guerra de la Restauración, se crearon delegaciones regionales dirigidas por una figura militar, cuya función era dirigir la guerra contra la anexión. El gobierno de turno le otorgaba a estos caudillos una determinada cantidad de dinero del presupuesto nacional para usarlo a su discreción y a los que estaban en la frontera, se les cedía el control de los impuestos sobre importaciones, lo que les permitía obtener préstamos de los comerciantes locales para financiar sus ejércitos privados, compuestos generalmente de campesinos.
El estado dominicano se mantuvo en esta época con mucha debilidad institucional. Cuando la Guerra de la Restauración terminó, el aparato político-estatal del país quedó dominado por docenas de estos caudillos, que empezaron a matarse entre sí por el poder sobre el país. Cuando un Gobierno le retiraba asignaciones de dinero, o afectaba los intereses de uno o de varios de estos caudillos, estos se levantaban en armas contra ese Gobierno. Una vez derrocado, los caudillos apoyaban al nuevo gobierno que mejor defendiera sus intereses. Lo mismo pasaba con los caudillos que veían sus intereses afectados con el gobierno derrocado.
Los gobiernos dominicanos tuvieron muchos problemas para mantenerse en el poder, ya que en el país quedaron numerosos caciques militares con soldados a su disposición, siempre prestos a derrocar al gobierno que no se ajustara a sus intereses. Entre 1865-1879, la República Dominicana tuvo más de 50 alzamientos armados y 21 gobiernos gracias a la inestabilidad política generada por los caudillos.
Los pobladores rurales se adherían masivamente a los caudillos debido a dos razones: en primer lugar, el deseo de movilidad social, de obtener recursos para asegurar la solución de elementales problemas existenciales. Enrolarse en las revueltas le aseguraba al hombre común un alto nivel de inmunidad, participar de las dádivas y en actos de pillaje, obtener algún rango militar, y sobre todo, una mayor primacía ante sus congéneres en un entorno donde primaba la inseguridad. En segundo lugar, es posible que en la adhesión a las revueltas incidiera un elemento de carácter subjetivo, referido a esa conciencia heroica propia de las sociedades premodernas.
A Concho Primo
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