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La Ciberutopía es la creencia en que las nuevas tecnologías de la comunicación, especialmente Internet, son en sí mismas emancipatorias, y que Internet favorece a los oprimidos más que a los opresores. Esta teoría ha acompañado a Internet desde sus inicios, y fue objeto de crítica ya en 1995 por el colectivo Critical Art Ensemble.[1] Aunque la visión romántica del ciberespacio fue dañada por la explosión de la burbuja de las punto com, la visión utópica de Internet continuó reinventándose en la primera década del siglo XXI.[2] Es una forma de tecnoutopía.
Se ha dado en llamar Doctrina Google a la fe entusiasta de los ciberutópicos en el poder liberador de la tecnología, acompañada por el irresistible impulso de alistar a las empresas de nuevas tecnologías, en la lucha global por la libertad. Este enfoque liberal de la democratización de las sociedades ha recibido muchas críticas.[3]
La realidad ha dado la razón a los ciberutópicos sobre la potenciación de la libertad en algunos aspectos como:
Sin embargo las nuevas tecnologías de las comunicación, como han indicado diversos autores, tienen aspectos que atentan contra la libertad del individuo:[8]
Estos aspectos han provocado el crecimiento del número de ciberescépticos o ciberrealistas (forma de tecnorealismo) argumentando que el poder adapta sus tácticas usando tecnologías para responder a las amenazas.[10]
Es origen de la ciberutopía es la ideología Californiana, un conjunto de creencias combinadas con actitudes bohemias y antiautoritarias, que provienen de la contracultura de los 60, junto con una visión utópica de la tecnología y que se apoya en las políticas económicas neoliberales.[11] El origen de esta ideología fueron personas el fervor universitarlos de los años 1990 y el auge de la industria de las nuevas tecnologías, llamada en aquel momento punto com, de Silicon Valley. Adam Curtis lo conecta con la filosofía conectivista de Ayn Rand. Esta ideología impulsó la primera generación de pioneros de Internet.[12] Esta ideología se reflejó, documentó, e incluso activamente promovió en las páginas de la revista Wired, la cual fue fundada en San Francisco en 1993 y sirvió durante varios años como la "biblia" de sus adherentes.[13][14][15] Esta ideología creía que el cambio tecnológico revolucionaría los asuntos humanos, y que la tecnología digital en particular - de la cual Internet no sería sino un modesto precursor - incrementaría la participación democrática, la vida asociativa y la libertad personal, liberando así al individuo del rígido abrazo del gran gobierno burocrático. La conexión en tiempo real entre personas el acceso generalizado y aparentemente libre a tantísima información romperían el control social por parte de los poderes tradicionales.[3] Por otro lado los "trabajadores auto-empoderados de conocimiento" presentarían a las jerarquías tradicionales como redundantes; las comunicaciones digitales les permitiría a ellos escapar de la ciudad moderna, un "obsoleto remanente de la era industrial".[13][14][15] Sus adherentes reclaman transcender las convencionales distinciones "derecha/izquierda" en la política volver obsoleta a la política. Sin embargo, este tecno-utopismo atrae desproporcionadamente adherentes del extremo del espectro político del liberalismo libertario. Por lo tanto, a los tecno-utópicos frecuentemente les desagrada las regulaciones gubernamentales y creen en la superioridad del mercado libre. Prominentes "oráculos" del tecno-utopismo incluyen a George Gilder y Kevin Kelly, un editor de Wired quien ha publicado también varios libros.[13][14][15] Finalizando el boom de las punto com de los años 1990, cuando la burbuja especulativa ocasionó las proclamas de que una era de "prosperidad permanente" había llegado, el tecno-utopismo floreció, típicamente entre el pequeño porcentaje de la población que eran empleados de Internet startups y/o propietarios de grandes cantidades de stocks de alta tecnología. Con la subsiguiente quiebra, muchas de esas tecno-utopías punto com tuvieron que controlar algunas de sus creencias a la vista de un claro retorno a la realidad de la economía tradicional.[14][15]
En algunas obras de ciencia ficción aparece este tono optimista que considera a Internet como un medio para la libertad de expresión.
En 2011 Evgeny Morozov, en su libro El desengaño de Internet. Los mitos de la libertad en la red, critica la ciberutopía, particularmente las políticas globales. Morozov cree que es una creencia ingenua y que son innegables los inconvenientes del ciberespacio, ya que ofrecen a los poderes no democráticos grandes oportunidades como poder ejercer la vigilancia y la propaganda masiva (por ejemplo, pagando a bloggeros para que publiquen opiniones afines). Además, los gobiernos autoritarios no tienen complejo en aplicar censura ya sea directa o indirecta (por ejemplo, pagar a personas para que troleen, presionar a personas para que no publiquen cierto tipo de opiniones). Además de estas ventajas que ofrece al poder, Morozov resalta el poder que tienen los intermediarios como los ISP, el buscador más importante (Google) o las empresas que hay detrás de las redes sociales más importantes (Facebook y Twitter).[8] Las nuevas tecnologías aumentan las capacidades de todos los actores, y eso no tiene por qué favorecer la igualdad y la justicia. Por otro lado, pensar que sortear las instituciones es, por defecto, empoderamiento o liberación es equivocado. ¿Qué clase de liberación es no tener asistencia sanitaria por no poder pagarla y tener un gobierno tan débil que no pueda hacer nada?[16]
Andrew Keen, Jaron Lanier, y Nicholas Carr han apuntado que el impulso de las nuevas tecnologías está sacrificando nuestra humanidad en nuestra sociedad. Lanier lo describe como "un apocalipsis de auto-abdicación".[17] Lanier establece que la "consciencia está intentado quedarse fuera de la existencia".[17] Él entonces nos hace la pregunta "¿Qué pides a una persona?".[17] Lanier alerta que enfatizando la masa estamos quitando énfasis de los individuos y cuando pides a las personas que dejen de ser personas, ellos se comportan como la muchedumbre. Keen y Carr también están de acuerdo en que es peligroso la mentalidad de la muchedumbre que domina Internet. Keen establece que más que crear más democracia, Internet está fortaleciendo las reglas de la muchedumbre y que más que acoger el renacimiento de una sociedad igualitaria ha creado una "centrada en sí misma".[18] cultura de voyeurismo y narcisismo. Nicholas Carr establece que "los métodos prevalentes de las comunicaciones computerizadas computerizada y la coordinación aseguran que el rol de la gente va a tener un retroceso. Estamos diseñando un sistema que nos descarta".[19]
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