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escritora y etnóloga española De Wikipedia, la enciclopedia libre
Carmen Baroja y Nessi (Pamplona, 10 de diciembre de 1883-Madrid, 4 de junio de 1950)[1], también conocida por su seudónimo Vera de Alzate, fue una intelectual, escritora y etnóloga española. Fue multidisciplinar y emprendedora, siendo una de las fundadoras del Lyceum Club Femenino y promotora del teatro de cámara El mirlo blanco.[2][3]
Carmen Baroja | ||
---|---|---|
Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Carmen Baroja y Nessi | |
Nacimiento |
10 de diciembre de 1883 Pamplona (España) | |
Fallecimiento |
4 de junio de 1950 Madrid (España) | (66 años)|
Nacionalidad | Española | |
Lengua materna | español | |
Familia | ||
Padre | Serafín Baroja | |
Cónyuge | Rafael Caro Raggio | |
Hijos | Julio, Pío, Ricardo, Carmen | |
Información profesional | ||
Ocupación | escritora, orfebre, etnóloga | |
Empleador | Lyceum Club de Señoras | |
Movimiento | Generación del 98 | |
Seudónimo | Vera de Alzate | |
Lengua literaria | español | |
Género |
Poesía Infantil Ensayos | |
Obras notables | Recuerdos de una mujer del 98 | |
Miembro de | Lyceum Club Femenino | |
Pertenece a una saga familiar de destacada intelectualidad: sus dos hermanos Pío y Ricardo Baroja fueron escritores —y éste, sobre todo, pintor, como su cuñada Carmen Monné—, su hijo Julio Caro Baroja fue antropólogo y su hijo Pío Caro Baroja fue director de cine y escritor. Al ser los hermanos escritores reoconocidos, Carmen Baroja quedó opacada por ambos hombres durante su vida y no fue reconocida hasta pasar su muerte.
Hija de un ingeniero de minas, tras residir en Pamplona, Valencia, Burjasot, Cestona y San Sebastián, se trasladó a vivir con su familia a Madrid. Se dedicó a la orfebrería, la etnografía y al folclore, y escribió artículos sobre estas materias (muchos de ellos bajo el seudónimo de "Vera de Alzate"), catálogos y varios libros. Antes de casarse con el editor Rafael Caro Raggio, viajó a París con Ricardo y, durante su estancia, disfrutaron de la vida cultural parisina, especialmente de los museos. Allí comenzó su interés por la orfebrería, contando con el apoyo familiar en esta dedicación, pues compartió el taller con su hermano Ricardo Baroja, intercambiando con él las técnicas de trabajo sobre la orfebrería. En 1908 participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid, en la sección de Artes decorativas, y obtiene su primera medalla por un modelo de caja de caudales.[2][4]
Si bien Carmen Baroja no fue una activista feminista de grandes declaraciones públicas como otras contemporáneas, su compromiso con los derechos de las mujeres se refleja claramente en su obra literaria. En cuentos como “El encaje roto” y otras obras cortas, Baroja denuncia la situación de las mujeres, especialmente en lo referente a las convenciones sociales y los matrimonios impuestos.
Participó activamente en la fundación de un club de señoras, el Lyceum Club Femenino, presidido por María de Maeztu, al que acudían, entre otras, Zenobia Camprubí, Elena Fortún, Concha Méndez, María Teresa León y Victoria Kent, en el que intelectuales, médicos o artistas pronunciaban conferencias. Ella era la encargada de la Sección Artística. Sin embargo, lo abandonó cuando se "politizó", pues fue muy crítica con los derroteros del feminismo que veía ya entonces radicalizarse.
En 1926 puso en marcha el teatro de cámara El Mirlo Blanco en el salón de la casa familiar junto a su cuñada, la pintora Carmen Monné, casada con Ricardo, en cuya casa se reunían. En las representaciones, actuaron amigos y miembros de la familia. Compartió este proyecto con sus hermanos y amigos Valle Inclán, Azorín y Manuel Azaña. Sus amigas Isabel Oyarzábal y Magda Donato estrenaron allí su personal adaptación de la obra de Federico García Lorca para el teatro de cámara.
El Gobierno de la República, por medio del Ministerio de Instrucción Pública, la designó miembro del Comité Ejecutivo del Patronato del Museo del Prado.[1][3]También fue funcionaria del Museo del Pueblo Español.[3][5]
La Guerra Civil la separó de su marido durante toda la contienda y la familia se refugió en su residencia familiar de "Itzea", ubicada en Vera de Bidasoa, como relata en sus Recuerdos de una mujer de la Generación del 98, cuyo horror desarrolla en el capítulo dedicado a "Los tres años de guerra en Itzea". Su marido, Caro Raggio, se quedó en Madrid al cuidado de la imprenta, pero lo perdió todo y tuvo que volver a su antiguo empleo en Correos para sobrevivir; murió en 1943. Al finalizar la Guerra Civil, Carmen regresó a Madrid y recuperó sus antiguos trabajos en el Museo del Pueblo Español y como profesora de encaje en la Escuela de Artes y Oficios, además de ser colaboradora asidua del diario La Nación, de Buenos Aires,[3]donde solía firmar con el seudónimo “Vera de Alzate”. En los Recuerdos..., escritos en los años cuarenta, se confesaba "madre orgullosa y vieja feliz". De los cuatro hijos del matrimonio, sólo sobrevivieron Julio y Pío. Los otros dos, Ricardo y Carmen, fallecieron a muy corta edad.
Algunos de sus versos fueron publicados en el libro Tres Barojas. Poemas (Pamplona, Pamiela, 1995). Fue autora también de cuentos infantiles como el titulado Martinito el de la casa grande (1942; reeditado en Madrid, Castalia, 1999). Entre sus libros etnográficos destacan El encaje en España (Barcelona: Lábor, 1933) y Joyas populares y amuletos (1949), que quedó inédito.[6]
Muchos años después de su muerte se editaron unas memorias tituladas Recuerdos de una mujer de la generación del 98 (Barcelona: Tusquets, 1998) a cargo de Amparo Hurtado Díaz, donde aparecen varios integrantes de la generación del 98 y otros personajes de la cultura y el arte; una galería de "hombres notables" que no salen en general muy bien librados: «Eran —escribe— señoritos de Madrid, de clase más bien acomodada, llenos de ideas sociales o burguesas que, a pesar de su indudable talento, no pudieron desechar ni tampoco creo que jamás lo intentaran; más bien, al contrario, acaso las fomentaron». A Ortega nos lo pinta como "el colmo de la cursilería" y a Marañón, como a un excelente médico estropeado por sus veleidades aristocráticas y su excesivo amor a la sociedad elegante. Y concluye: «No he comprendido nunca por qué la gente tiene ese afán de conocer personalmente a escritores y a artistas. Creo que la mayoría de las veces lo único interesante son las obras que dejan».[7] Compartió época con otras mujeres escritoras como Carmen de Burgos, Consuelo Álvarez Pool (Violeta), Regina de Lamo, Blanca de los Ríos y Belén de Sárraga.[8]
Temas recurrentes en su obra:
Crítica a las normas sociales: Muchas de sus historias se centran en las dificultades de las mujeres para escapar de los papeles tradicionales de esposas y madres. Baroja abordaba con frecuencia el tema de los matrimonios forzados y la falta de libertad de las mujeres para decidir su destino.
Empatía hacia la mujer marginada: Sus personajes femeninos solían ser mujeres comunes que enfrentaban dificultades para sobrevivir en una sociedad dominada por el patriarcado. Carmen Baroja mostraba simpatía hacia estas mujeres, retratando su sufrimiento, pero también su resistencia.
Denuncia de la violencia de género: En algunos de sus relatos se toca de forma explícita o implícita la violencia psicológica y física que sufrían las mujeres dentro del matrimonio, tema que pocos autores trataban en la época.
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