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Orden militar española De Wikipedia, la enciclopedia libre
La Orden de Calatrava es una orden militar y religiosa fundada en el Reino de Castilla en el siglo XII, en el año 1158, por el abad Raimundo de Fitero, con el objetivo inicial de proteger la villa de Calatrava, ubicada cerca de la actual Ciudad Real. Pertenece al grupo de las órdenes cistercienses, en la actualidad es la descendiente y continuadora de la Orden Militar de Calatrava y, junto a la de Santiago, Alcántara y Montesa, forma parte del conjunto de órdenes hispánicas por antonomasia. Se define como una institución Católica que al igual que las órdenes hermanas en administración perpetua a la Corona de España defienden la fe y la tradición. Actualmente sus caballeros llevan una vida conforme a la castidad conyugal, la santificación personal y la defensa de la fe católica erga omnes.[1]
Orden de Calatrava | ||
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La Cruz de Calatrava, emblema de la orden | ||
Otorgada por Felipe VI | ||
Tipo |
Orden religiosa y nobiliaria (antiguamente también militar) | |
Afiliación | Iglesia católica | |
Primer gran maestre | Don García | |
Soberano | S.M. el rey Felipe VI | |
Estado | Actualmente es una orden religiosa y de caballería | |
Estadísticas | ||
Establecida | 1158 | |
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Actualmente y siguiendo el mandato del rey, las cuatro órdenes llevan a cabo sus actividades de forma conjunta y coordinada bajo las directrices que marca el Real Consejo, aunque conservando sus señas de identidad propias y su independencia. La dirección espiritual de la Orden está a cargo del capellán, Frey José María Berlanga López, rector de la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava y en última instancia del obispo de la Diócesis de Ciudad Real y prior de las órdenes militares españolas de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. De este modo suman sus esfuerzos a través de las Fundaciones del Real Hospital de Cuenca y Lux Hispaniarum, encargadas de acometer sus actividades histórico-culturales y benéfico-sociales. Dentro de ese espíritu de respeto a las tradiciones se engloba el Hermanamiento que en el año 2002 llevó a cabo la Orden con la Academia de Caballería, a la que se encuentra incorporado el antiguo Regimiento de Calatrava.
Las órdenes militares españolas actuales son herederas y continuadoras de las que fueron fundadas en el siglo XII. Del mismo modo, el Arma de Caballería del ejército de España, es heredera y continuadora de aquel ejército, que tuvo su origen a finales del siglo XV, en tiempos de los Reyes Católicos, momento histórico en el cual el ejército asume las misiones propiamente militares de las órdenes, con el mismo espíritu y los mismos valores profundamente arraigados y sentidos por ambas partes. Es una distinción otorgada por Felipe VI que guarda sus tres fines confesionales de Alabanza a Dios, Defensa de la Fe y santificación personal.[2]
Actualmente el real consejo de las órdenes militares españolas propone al rey el ingreso de nuevos caballeros y éste les concede y firma la merced de hábito. Existen unos requisitos de carácter religioso e histórico para el ingreso en la orden.
La Orden de Calatrava surgió en el siglo XII como respuesta a la necesidad de defensa territorial del Reino de Castilla. La ciudad de Calatrava, conocida en árabe como *Qal’at Rabah*, se encontraba estratégicamente situada junto al río Guadiana y fue conquistada por el rey Alfonso VII de León en 1147 durante las campañas de expansión cristiana. Calatrava se convirtió en un importante baluarte para la protección de Toledo y la frontera castellana ante la amenaza de los ejércitos musulmanes de Al-Ándalus. Sin embargo, la falta de ejércitos regulares y la dificultad de repoblar las zonas de frontera hicieron que Alfonso VII entregara la custodia de Calatrava a la Orden del Temple en 1150 para asegurar su defensa.
Poco después, debido a la creciente presión militar musulmana, los templarios abandonaron la fortaleza, devolviéndola al sucesor de Alfonso VII, el rey Sancho III. En 1158, ante la incertidumbre sobre quién defendería la fortaleza, el rey ofreció Calatrava a cualquier noble dispuesto a asumir la responsabilidad de su defensa. Raimundo de Fitero, abad del Monasterio de Fitero, junto con fray Diego Velázquez, un monje y antiguo guerrero, aceptaron el desafío. Sancho III, en reconocimiento a este acto de valentía, cedió la fortaleza a los monjes cistercienses mediante un acuerdo formalizado el 1 de enero de 1158 en Almazán.
La Orden de Calatrava, bajo el liderazgo de Raimundo de Fitero y fray Diego Velázquez, organizó en poco tiempo un ejército compuesto por más de 20,000 monjes y soldados. La llegada de este contingente logró desalentar a las fuerzas musulmanas, quienes finalmente se retiraron hacia el sur, consolidando así el dominio cristiano sobre Calatrava.[3].
Inicialmente, Raimundo de Fitero concibió la orden como una comunidad monacal antes que como una estructura militar, reflejando su origen en la espiritualidad cisterciense. Esta visión chocó con las aspiraciones de algunos caballeros, quienes deseaban una organización más militarizada. Esta tensión entre lo religioso y lo militar se resolvió con la creación de un maestrazgo, un cargo de liderazgo que gestionaba los aspectos militares y religiosos de la orden sin intervenir en cuestiones exclusivamente eclesiásticas.
La Orden de Calatrava surgió con una estructura híbrida de vida monacal y militar, lo que generó ciertas tensiones entre sus miembros. Algunos caballeros, poco acostumbrados a las rígidas reglas monásticas, mostraron reticencia a seguir las directrices de un abad cisterciense, al que consideraban poco adecuado para liderar una orden que también debía ejercer funciones militares en la frontera. La solución fue establecer una separación administrativa y militar: los monjes se trasladaron a Ciruelos, donde mantenían la vida espiritual, mientras que los caballeros se instalaron en Ocaña, donde se organizaban las actividades militares.
Para dirigir esta nueva orden militar hispánica, los caballeros decidieron elegir un líder propio, un Maestre, que pudiera gobernar tanto en lo militar como en lo religioso sin romper con la espiritualidad cisterciense. Así, la Orden de Calatrava se convirtió en la primera orden militar hispánica, enfocada en la defensa de la fe y el territorio.
El primer Maestre elegido fue Don García, un caballero que, mediante acuerdos con la Orden del Císter y la aprobación papal, obtuvo una regla inspirada en las prácticas cistercienses, pero adaptada a la vida de los caballeros. Bajo esta regla, los miembros de la orden asumieron tres votos religiosos: obediencia, castidad y pobreza. También se impuso la observancia del silencio en el dormitorio, el refectorio y el oratorio, en un esfuerzo por mantener el espíritu monástico en la vida diaria de los caballeros, pese a su vida en el campo militar.[4]
Además de estos compromisos, la regla especificaba que los caballeros debían ayunar cuatro días a la semana, dormir en sus armaduras y vestir únicamente el hábito blanco cisterciense, inicialmente adornado con una cruz negra. Esta cruz, símbolo de la orden, fue modificada en el siglo XIV, cuando se adoptó la cruz roja flordelisada, que se configuraría como el distintivo definitivo de la orden en el siglo XVI.[5][6]
La elección de Don García como primer Maestre marcó el inicio de una tradición jerárquica y militar en la Orden de Calatrava, que se consolidó como un modelo de vida caballeresca y religiosa, influenciando así el desarrollo de otras órdenes militares hispánicas, como la Orden de Santiago y la Orden de Alcántara. El maestrazgo de Don García, más allá de sus aspectos administrativos, también fortaleció la posición de la Orden como defensor de la fe en la península y como fuerza esencial en las campañas de la Reconquista.[7][8]
Durante el siglo XII, la Orden de Calatrava experimentó una expansión significativa en sus territorios y poder militar, fortaleciendo su rol en la defensa de la Reconquista. En 1174, el rey Alfonso VIII cedió a la Orden el Castillo de Zorita de los Canes y sus territorios, con el propósito de reforzar la defensa de la frontera norte del Tajo ante las incursiones almohades. Este enclave estratégico permitió a la Orden consolidar su presencia en la región y establecer una línea de fortificaciones defensivas para proteger Castilla.[9]
En 1179, la expansión de la Orden alcanzó la Corona de Aragón, cuando el rey Alfonso II de Aragón les cedió el castillo de Alcañiz, que se convirtió en la Encomienda Mayor de la Orden en Aragón. Esta posesión fue clave para la influencia de Calatrava en el Bajo Aragón y en la Corona de Aragón, asegurando un punto avanzado en la frontera oriental del reino.[10]
La expansión territorial de la Orden continuó en 1183 con la concesión de la Dehesa de Abenójar por Alfonso VIII, lo que resultó en que el pueblo pasara a llamarse "Abenójar de Calatrava" hasta 1814. La Orden administraba los nuevos territorios con autonomía, imponiendo su propia justicia y contribuyendo a la repoblación de áreas despobladas. La influencia y el poder de la Orden crecieron rápidamente, pero también enfrentaron desafíos militares significativos.
En 1195, la Orden sufrió una de sus mayores derrotas en la Batalla de Alarcos, donde las fuerzas cristianas fueron superadas por las tropas almohades lideradas por el califa Abu Yaqub Yusuf. Como consecuencia, la Orden tuvo que evacuar su fortaleza en Calatrava y retirarse a Ciruelos. Esta derrota dejó a la Orden al borde del colapso, con grandes pérdidas en su estructura militar y económica.[11]
Para contrarrestar la situación, los caballeros de la Orden, liderados por Martín Pérez de Siones, tomaron por sorpresa el Castillo de Salvatierra, trasladando allí su sede hasta 1211. Durante este período, la Orden fue conocida como la Orden de Salvatierra. Este castillo, ubicado en una posición defensiva estratégica, permitió a los caballeros continuar su actividad militar hasta que pudieron restablecer su fuerza.[12]
La consolidación definitiva del poder de la Orden llegó después de su participación en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Esta victoria cristiana marcó un punto de inflexión en la Reconquista, debilitando de manera decisiva a las fuerzas almohades en la península ibérica. Tras la batalla, la Orden de Calatrava estableció su sede en la fortaleza de Calatrava la Nueva en 1218. Esta nueva sede, construida en el castillo de Dueñas y en parte por prisioneros musulmanes, se encontraba en un lugar más defendible y estratégico, lo que garantizó su seguridad y permanencia. La antigua sede en Calatrava la Vieja, ubicada junto al río Guadiana, fue relegada a ser una Encomienda, manteniendo su valor simbólico pero sin el peso estratégico que había tenido en sus primeros años.[13]
A través de estas conquistas y su reorganización territorial, la Orden de Calatrava se convirtió en una de las principales instituciones militares y políticas de la península, adquiriendo vastos territorios y poder sobre numerosas poblaciones. Su influencia se extendió en toda la Meseta Central, con posesiones que incluían castillos, fortalezas, y encomiendas que le otorgaban una posición de señorío feudal sobre sus vasallos. A lo largo de la Reconquista, la Orden fue capaz de aportar hasta 2000 caballeros al campo de batalla, siendo una de las fuerzas militares más respetadas de la Edad Media ibérica.[14][15]
Durante la Reconquista, la Orden de Calatrava consolidó su poder político y militar en la península ibérica, alcanzando una influencia que se extendía a lo largo de la frontera entre Castilla y Aragón. Administraba amplios territorios, que incluían numerosos feudos y propiedades que ejercían señorío sobre miles de vasallos. La Orden actuaba con gran autonomía frente a los monarcas de Castilla y Aragón, manteniendo su fidelidad únicamente al Papa y al Abad de Morimond en Francia, quien supervisaba su dimensión espiritual.[16]
En 1228, el rey Fernando III concedió a la Orden nuevas plazas en Andalucía, como Martos, Porcuna y Alcaudete, lo que le permitió fortalecer su presencia en el sur de la península y expandir su influencia en la región. Durante los siglos XIV y XV, la Orden de Calatrava continuó extendiendo sus encomiendas en Jaén, Córdoba y Sevilla, consolidando su rol en la defensa de las fronteras y en la administración de nuevos territorios cristianizados.[17]
En 1487, la Orden experimentó un cambio trascendental cuando Fernando el Católico fue nombrado Maestre mediante bula papal, uniendo así el liderazgo de la Orden a la Corona Española. Con esta integración, la Orden quedó bajo el control directo de la monarquía, y desde entonces, todos los Reyes de España asumieron el título de Maestre. Esta decisión reforzó la centralización del poder en la Corona, limitando la autonomía que la Orden había tenido hasta entonces.[18]
Con la culminación de la Reconquista en 1492 y la consolidación de la unidad política bajo los Reyes Católicos, la función militar de la Orden comenzó a diluirse, y su propósito principal pasó a ser la administración de sus extensas propiedades. La acumulación de tierras y bienes convirtió a la Orden en una fuente importante de ingresos para la Corona, pero también la alejó progresivamente de su vocación original de defender la fe y el territorio. A medida que las necesidades militares disminuyeron, la Orden fue adaptándose a una función más económica y simbólica dentro de la monarquía española.
En el siglo XIX, con las reformas liberales y los movimientos de secularización, la Orden de Calatrava perdió la mayor parte de sus bienes. En 1855, la Desamortización de Pascual Madoz secularizó oficialmente sus propiedades, transfiriendo la mayoría de sus bienes al Estado y afectando gravemente su base económica. La Orden fue temporalmente suprimida durante la Primera República Española en 1873, aunque fue restaurada en 1875, con el papado a cargo de su regulación interna, limitándose entonces principalmente a funciones religiosas y simbólicas.[19][20]
En la actualidad, la Orden de Calatrava sigue activa como una orden de carácter religioso, centrada en la defensa de la fe católica y en la preservación de sus tradiciones. Su rama femenina, dedicada a la vida contemplativa, reside en el Monasterio de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Calatrava en Moralzarzal, Madrid. Este monasterio mantiene vivo el legado espiritual de la Orden, siguiendo la regla cisterciense y portando la histórica cruz de Calatrava en su hábito.[21][22]
La administración territorial de la Orden de Calatrava en La Mancha se organizaba en torno a una red de castillos que servían como centros de control y gestión. Estos castillos, además de marcar la influencia de la Orden, ayudaban a asegurar el dominio de la región, protegiendo sus recursos y supervisando a las poblaciones bajo su jurisdicción. Cada castillo contaba con una estructura jerárquica propia y una función estratégica dentro del territorio, situándose en puntos clave como rutas comerciales, caminos de paso y enclaves geográficos elevados que facilitaban la defensa de los límites fronterizos de la Orden.[23]
Al estar situada en una zona de constante conflicto fronterizo, donde las fortalezas podían cambiar de manos entre castellanos y almohades, la Orden organizó su territorio en torno a castillos dispuestos a una distancia estratégica de aproximadamente 40 kilómetros entre sí. Esta separación permitía a cada castillo controlar eficazmente un área, al tiempo que se aseguraba el apoyo mutuo en caso de ataques. Calatrava la Vieja destacaba como la sede central y el núcleo de esta red defensiva hasta la construcción de Calatrava la Nueva en 1218, que se convertiría en la sede definitiva de la Orden.[24]
El sistema de organización de castillos utilizado por la Orden no era una invención propia, sino que fue heredado en gran medida de las estructuras militares musulmanas. Muchos de los castillos y fortificaciones de la Orden fueron construidos por los almohades y posteriormente adaptados para su propósito cristiano. Otros castillos fueron erigidos por la Orden con el objetivo de fomentar la repoblación en áreas despobladas y de asegurar el control territorial frente a las incursiones musulmanas. La derrota en la Batalla de Alarcos en 1195 evidenció las debilidades de este sistema defensivo, ya que muchas fortalezas fueron abandonadas o se replegaron, lo que debilitó momentáneamente la capacidad de la Orden para mantener su control territorial.[25]
El rey Alfonso VIII reconoció la importancia estratégica de la Orden de Calatrava y otorgó derechos de conquista sobre castillos y territorios, además de concederle una quinta parte del botín obtenido en sus campañas. Esto facilitó el crecimiento territorial y económico de la Orden, que utilizaba sus recursos para consolidar su poder en las regiones de frontera y para fortificar sus plazas principales, fortaleciendo así el papel militar de la Orden en la Reconquista.[26]
Actualmente, la sede de la Orden se encuentra en la Plaza de las Comendadoras, número 10, en Madrid. Esta ubicación, conocida históricamente como el Convento de las Comendadoras de Calatrava, refleja el legado de la Orden en la capital española y sigue siendo un símbolo de su antigua influencia y relevancia en la península ibérica.[27]
Las altas dignidades de la Orden de Calatrava se desarrollaron y consolidaron a lo largo de los años, especialmente con la confirmación de los estatutos definitivos en 1467. La estructura jerárquica de la Orden reflejaba su dimensión espiritual y militar, y sus principales dignidades eran las siguientes:
La estructura jerárquica de la Orden de Calatrava reflejaba su misión de combinar objetivos militares y religiosos. Cada dignidad estaba diseñada para garantizar la eficacia en ambos ámbitos y permitía a la Orden mantener una administración robusta en sus dominios. Este sistema organizativo contribuyó al fortalecimiento de la Orden, tanto en sus funciones bélicas en la Reconquista como en la gestión de sus vastos territorios en la península ibérica.
A partir de 1487, el liderazgo de la Orden pasó a los Reyes de España, comenzando con Fernando el Católico tras la integración de la Orden en la Corona Española por medio de una bula papal. Desde entonces, los monarcas de España ostentan el título de Maestre de la Orden de Calatrava.
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