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abogado ecuatoriano De Wikipedia, la enciclopedia libre
Bernardo Valdivieso (Loja, Ecuador, 1745 -1805) fue un filántropo impulsor de la educación en la Época Hispánica. Ocupó varios cargos públicos, entre ellos regidor del Cabildo de Loja y Comandante de Milicias. Lleva su nombre el colegio Bernardo Valdivieso, primer establecimiento de educación secundaria de la ciudad de Loja, y uno de los más antiguos del Ecuador. Un monumento en su ciudad natal recuerda su figura.
Bernardo Valdivieso fue hijo de Bernardo de Valdivieso y Estrada, y María González de las Eras. Obtuvo en Lima el título de doctor en Jurisprudencia. Prohombre ilustre, descendiente de una antigua familia de encomenderos asentada en el Corregimiento de Loja, perteneciente a la Real Audiencia de Quito, del Virreinato del Perú, y más tarde adscrita al virreinato de Nueva Granada. Vivió en una época de importantes cambios bajo los reinados de Fernando VI, Carlos III, y Carlos IV de España, reyes borbones del Absolutismo Ilustrado, cuyo forma de gobierno se distanció del espíritu religioso y humanístico de los Reyes Católicos de la dinastía Habsburgo , quienes pusieron las bases del gran Imperio español, primera potencia cumbre de la Modernidad. Bernardo Valdivieso vivió al final de los tiempos de mayor esplendor del Imperio y murió en 1805, cuando este empezaba ya su declive, tras haber sido la potencia hegemónica por más de tres siglos.
España abarcaba más de la mitad de lo que hoy son los EE.UU, incluyendo parte de Alaska, además de Filipinas, que pertenecía al virreinato de Nueva España (México). También poseía territorios en África y Oceanía, sumados a sus reinos europeos, que incluían gran parte de Italia. Era el imperio donde el sol no se pone. Todos los nacidos en los territorios hispanos eran considerados súbditos de la corona española, y tenían todos los mismos derechos y garantías individuales, siendo los indios los más protegidos por la Corona española. Los territorios americanos de España estaban divididos en dos grandes virreinatos: El virreinato de Nueva España (México), y el virreinato del Perú.
Buscando una mejor administración del gran Imperio, estimado en más de 20 millones de kilómetros cuadrados, Carlos III creó los virreinatos de Nueva Granada y Río de la Plata. El virreinato de Nueva Granada (1739) abarcaba lo que hoy es Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá y Nicaragua. Por su parte el virreinato de Río de la Plata (1777) abarcaba Argentina, Uruguay, Paraguay y buena parte de Brasil, además de la Guinea Ecuatorial en el continente africano. En tiempo de Bernardo Valdivieso, la Gobernación de Loja, perteneciente a la Real Audiencia de Quito, adscrita en principio al virreinato de Perú, pasó a formar parte del Virreinato de Nueva Granada. Muchos consideraron estas nuevas divisiones territorial como innecesarias.
La políticas económicas de Carlos III para los territorios americanos tampoco fueron consideradas acertadas al favorecer la entrada de productos extranjeros, especialmente de Inglaterra y Holanda, en contra de la industria manufacturara hispanoamericana. En cuanto a la administración pública, los nuevos funcionarios, imbuidos del espíritu de la Ilustración, descuidaron los altos principios que se mantuvieron hasta bajo el reinado de los Habsburgo. Todos estos hechos, sumados a la expulsión de los jesuitas de los reinos de España (1767), dieron lugar a una serie de factores que incidirían en la vida del filántropo lojano.
Con la expulsión de los jesuitas, la educación sufrió un duro revés en los virreinatos de América. La historia demostraría que ello formó parte de un complot masónico, que tomó como pretexto el Motín de Esaquilache, del cual fueron culpados los jesuitas, para bajo ese pretexto expulsarlos de todos los reinos hispanos y así despojar a la Compañía de Jesús de sus rentas y donaciones particulares con las que sostenía sus colegios y misiones evangelizadoras. También el Colegio de Loxa, fundado por los jesuitas en 1727, quedaría abandonado tras la expulsión de los jesuitas.
Fue cuando Bernardo Valdivieso, por entonces regidor del Cabildo de Loja, auspició con su fortuna la educación de la juventud lojana. Al morir hizo testamento legando cinco grandes haciendas al Colegio de Loja, con cuyas rentas se sostuviera de forma perpetua. Pero el Cabildo lojano iniciaría un largo proceso que duró aproximadamente cuarenta años, a fin de dejar sin efecto la voluntad del filántropo. Bernardo Valdivieso tuvo dos hijos naturales; José Eulalio y Francisca. Nombró administrador a su hijo José Eulalio, quien murió de forma violenta en septiembre de 1813, a manos de un esclavo negro en Casanga. España había sido obligada a aceptar el comercio de esclavos negros en sus territorios tras el Tratado de Utrecht (1713), que puso fin a la Guerra de Sucesión. España fue obligada a permitir el tráfico de esclavos en su territorio porque ello constituía una enorme fuente de ingresos para la potencias rivales, en especial para Inglaterra. Respecto a la muerte del heredero de B. Valdivieso, José Eulalio, este se había quejado meses antes ante el Cabildo lojano de un esclavo negro que se había fugado y de otro que se negaba a dejar su cuchillo. Meses después, José Eulalio murió asesinado, y las haciendas destinadas a sostener el Colegio de Loja terminaron en poder de doña Gertrudis de Valdivieso, mediante una retroventa de dudosa transparencia jurídica celebrada en noviembre de 1840.
Simón Bolívar, en su breve paso por Loja en 1823, intentó poner en funcionamiento el Colegio de Loja, pero tal acción solo duró hasta cuando el Gobierno republicano desposeyó definitivamente a la institución de sus rentas. Por fin, en 1826, tras una serie de contratiempos legales, la institución reabrió finalmente sus puertas con el nombre de Colegio San Bernardo, llamado después colegio Bernardo Valdivieso. El colegio incluía una escuela de niños que nunca dejó de funcionar incluso tras la expulsión jesuita, y un fondo para una preceptora de niñas. Fue el deseo del filántropo lojano incorporar la enseñanza del álgebra a más de las otras asignaturas obligatorias. De este colegio devendría más tarde la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, que sería a su vez el germen de la Universidad Nacional de Loja, creada en 1943 bajo la presidencia de Arroyo del Río.
Bernardo Valdivieso fue contemporáneo del historiador Juan de Velasco, y del médico y periodista Eugenio de la Santa Cruz y Espejo, si bien no es probable que llegaran a conocerse. Los escritos de Espejo contra el rey Carlos III le habían hecho huir de Quito y refugiarse en Bogotá. Médico, abogado, erudito y polemista incisivo, Espejo estaba en desacuerdo con las políticas del rey Carlos III. Las nuevas distribuciones territoriales, los cambios administrativos, el afrancesamiento frívolo de las élites y la irrupción del contrabando inglés en los mercados criollos, habían vulnerado la economía quiteña. Además, las arcas reales destinadas para el sostenimiento de los virreinatos de América estaban menguadas por las innumerables guerras que afrontaba España en ese momento y por la constante lucha contra la piratería inglesa, holandesa y francesa, que intentaban hundir el comercio español.
Cuando Bernardo Valdivieso rondaba los 30 años, España jugaba un papel decisivo en la independencia de los Estados Unidos de América (1776), apoyando con dinero, hombres y armas la emancipación de las 13 colonias del norte. Fue precisamente el español Luis de Unzaga y Amézaga quien sugirió el nombre de Estados Unidos de América para los territorios liberados del poder de Inglaterra. La asesoría política de Unzaga salvó al general George Washington de ser destituido por el congreso tras ser derrotado varias veces por los ingleses. El mismo Washington lo reconocería más tarde: "Sin la ayuda de España no hubiera sido posible la independencia de los Estados Unidos de América". Los grandes militares españoles Luis de Córdova, Francisco de Miranda y Bernardo de Gálvez fueron también decisivos en la independencia de los EE.UU. Pero la España gestora de la primera globalización ya entraba lentamente en su etapa final como potencia hegemónica. Sin embargo su moneda, el real de a ocho español, la primera moneda dura de la historia, continuaba siendo todavía la divisa internacional de peso constante. Tanto, que fue la primera moneda que adoptó EE. UU. en los comienzos de su vida republicana. El dólar americano, llamado en principio Spanish Thaler o dólar español, con el signo de una S cruzada por dos columnas, haría referencia a la S de España (Spanish) y las dos columnas de Hércules que mostraba la moneda española en su haz.
La Revolución Francesa (1789), acaecida seis años antes de la muerte de don Bernardo de Valdivieso, alumbraría un reguero de sangre, guerras y enfrentamientos sociales de consecuencias insospechadas. Pocos años después de la muerte de don Berardo de Valdivieso en 1805, las oligarquías financieras anglosajonas auspiciaron la destrucción de la unidad hispanoamericana con las guerras de la independencia, que en realidad fueron guerras civiles, de secesión, cainitas, dejando como resultado una veintena de países endeudados usurariamente con la banca inglesa, y, peor aún, enfrentados entre sí, con luchas intestinas y con sus recursos en manos de intereses anglosajones. Las guerras de la independencia destruyeron la industria y el comercio de Hispanoamérica, dejando además cientos de miles de muertos. Simón Bolívar despojó a los indios de sus tierras[1] en 1924; dos años después lo hizo J. M. Pombo en Colombia, y 20 años después, Benito Juárez en México. Hasta entonces los indios tenían los títulos de propiedad de sus tierras, otorgadas con cédulas reales. Con la Independencia perdieron sus tierras y demás privilegios; sus tierras fueron rematadas, terminando en manos de las nuevas élites partidarias de la revolución, que redujeron a los indios a trabajos serviles.
En honor a Bernardo de Valdivieso se erige un monumento en la plaza central de la ciudad de Loja, frente a la iglesia Catedral. Es una estatua fundida en bronce oscuro y tiene una altura de 1,85 m. Se trata de una efigie pedestre; al no lucir botas ni espada sugiere la memoria de un hombre de letras.
La estatua fue encargada al escultor francés Leo Laporte Blairsy.[2] Su erección en la plaza de la ciudad data del 24 de mayo de 1909 tras una larga disputa entre liberales y conservadores. Los conservadores proponían levantar en la plaza la Imagen en bronce de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, bajo cuya advocación fuera fundada la ciudad en 1548, pero la facción liberal se impuso erigiendo en la plaza la estatua de don Bernardo de Valdivieso.
Respecto a la fidelidad de la efigie con la verdadera estampa del filántropo lojano, ha habido discusiones desde el principio, puesto que la imagen no corresponde a un caballero hispano de finales del siglo XVIII. La capa gruesa y pesada desdice del tiempo y del contexto geográfico en que vivió don Bernardo de Valdivieso. Por otra parte, la barba y la manera de llevar el cabello tampoco corresponden a la usanza hispánica de entonces. Por esos años no se estilaba la barba, y el cabello, con risos en las sienes, era recogido con una coleta. Riñe además la levita de solapas anchas y cuatro botones, que pertenece más bien a la posterior moda napoleónica. Solamente las calzas de hebillas se ajustan al momento histórico, así como el calzón y las medias de seda hasta las rodillas. Por otro lado, tanto la levita como la capa abultada, al igual que la amplia esclavina aludirían más bien a un prócer anglosajón de mediados del siglo XIX. Retratos de personajes hispanos de la época de don Bernardo de Valdivieso muestran todavía las ornadas casacas largas de mangas profusamente bordadas, la chupa (chaleco) de abundantes botones, el sombrero de tres puntas y, muy de vez en cuando, la larga capa española de esclavina corta. En cuanto al planteamiento estético de la imagen, guardaría más relación con los monumentos a George Washington (como por ejemplo el que se levanta en Bogotá), o con algunas efigies de Thomas Jefferson.
La estatua de don Bernardo de Valdivieso fue encargada un siglo después de su muerte, y lo más probable es que quienes la encargaron no contaran con ninguna imagen del prócer. En cierto momento se adujo que hubo una confusión al momento de desembarcar la estatua en Puerto Jelí, y que la verdadera efigie de don Bernardo de Valdivieso habría ido a parar a otro sitio, probablemente a Chile. Pero ello supondría una serie de incongruencias más insostenibles que todos los supuestos barajados en torno al asunto. Lo más probable es que el escultor francés no asumiera la investigación necesaria, ni tampoco el debido cuidado para reproducir una imagen acorde con un gentilhombre hispano de finales del siglo XVIII, y que optara más bien por reproducir el prototipo de las efigies de próceres nórdicos anglosajones que correspondían más o menos a esa época. Y más teniendo en cuenta la vieja rivalidad entre Francia y España, agravada por la invasión napoleónica, que para entonces aún estaba fresca. Y tampoco puede soslayarse el desdén que la Ilustración afrancesada europeizante ha mostrado siempre hacia todo lo hispano.
Varias placas en el monumento recuerdan su figura:[3]
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