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Batalla de Somosierra
30 de noviembre de 1808 De Wikipedia, la enciclopedia libre
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La batalla de Somosierra fue un enfrentamiento entre las tropas españolas al mando del general español Benito de San Juan y las fuerzas francesas del Grande Armée bajo el mando directo de Napoleón durante la Guerra de la Independencia Española.[1][2] La batalla tuvo lugar el 30 de noviembre de 1808 en el puerto de Somosierra, en la sierra de Somosierra, provincia de Segovia.[3][4]
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A pesar de que el general San Juan había escogido una posición defensiva extremadamente fuerte,[5] la batalla resultó en una impresionante pero inevitable victoria francesa, gracias a la superioridad abrumadora en efectivos, instrucción y experiencia de combate frente a los españoles, y especialmente a la caballería polaca al servicio de Napoleón que realizó una carga sorpresiva contra un punto débil de las líneas españolas.[6][4][7][8]
Como resultado de la batalla, la villa de Madrid quedó totalmente abierta e indefensa al avance francés y cuando Napoleón sitió rápidamente la ciudad y la bombardeo, la ciudad subsecuentemente se rindió de manera incondicional el 1 de diciembre de 1808.[9][10]
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Después de la catastrófica derrota francesa a manos de los españoles en la batalla de Bailén, el ejército francés decidió realizar una retirada estratégica y cruzaron la frontera hispano francesa regresaron a Francia para reagruparse; esto motivó a un furioso Napoleón a realizar una segunda invasión de España que él mismo dirigiría en persona.[11][2]
Napoleón desarrolló entonces una brillante estrategia que consistió en rodear por dos direcciones distintas a todos los ejércitos españoles a lo largo de toda la frontera entre Francia y España.[12] La ofensiva resultante fue completamente devastadora para España y obligó a todos sus ejércitos a replegarse ante el avance francés; la operación napoleónica ha sido descrita como "una avalancha de fuego y acero".[13]
Cuando se dio la ofensiva dirigida por Napoleón en persona contra Madrid a finales de 1808, San Juan fue apresuradamente elegido como comandante de un recién formado Exercito de Castilla la Nueva, unidad que dirigió en la Somosierra.[3]
Después de consultar con sus oficiales subordinados y de analizar la situación, San Juan decidió tratar de detener a Napoleón en un paso de montaña conocido como Somosierra,[14] en una posición defensiva increíblemente fuerte y que en teoría parecía ser totalmente inexpugnable;[15][9] más aún, el terreno era increíblemente difícil y escarpado por lo que una carga de caballería parecía ser imposible.[16]
Durante su avance hacia Madrid, las fuerzas de Napoleón se vieron bloqueadas en el valle de Somosierra por unos 9000 españoles, procedentes de algunas divisiones de los ejércitos de Extremadura, Andalucía y Castilla,[1] recién incorporados al Ejército del Centro y bajo el mando del general San Juan.[5]
Para defender Madrid ante el avance de los 45.000 hombres del Grande Armée, la fuerza armada más poderosa del mundo, el militar encargado con la defensa de Madrid, el general Eguía,[17][18] disponía de unos 21.000 hombres con poca experiencia o disciplina. Eguía envió a San Juan al mando de unos 12.000 hombres al segoviano puerto de Somosierra, la entrada más directa a Madrid. A su vez, San Juan envió a 3000-3500 hombres a Sepúlveda, a 30 kilómetros de Somosierra, y estableció otra barricada, formado por unos cientos de milicias en Cerezo de Abajo, a unos 10 km de Somosierra. A lo largo de un camino ascendente habían sido situadas cuatro baterías de cuatro cañones de 12 libras cada una para batir a la infantería francesa durante el ascenso hacia el puerto de montaña. Por otra parte, Eguía envió unos 9000 hombres del Ejército de Extremadura, bajo el general Heredia, a proteger el puerto de Guadarrama, unos 100 kilómetros al oeste, otra eventual vía del Sistema Central por la que Napoleón podría avanzar hacia Madrid.[15]
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Desarrollo de la batalla
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La batalla en sí comenzó cuando Napoleón ordenó al mariscal Victor, al mando de la vanguardia que atacara el puerto al amanecer del día 30. La mañana trajo una densa niebla que no se levantaría hasta mediodía. El desigual duelo artillero que se trabó en las primeras horas de la batalla puso de manifiesto que el fuego francés de contrabatería era algo completamente ineficaz a la hora de tomar la posición española. Las baterías españolas, además de bien servidas, eran muy superiores en alcance y potencia a sus contrapartes francesas, que solo contaban con artillería de campaña de un calibre de 6 y 8 libras.[2] No obstante, la posición de las baterías españolas no se había protegido por obras, tierra, parapetos, caballos de frisia, cestones, ni ninguna otra previsión que pudiera estorbar un avance directo y decidido hacia ellas, lo que luego se demostraría clave en el desenlace de la batalla.[19][9]

Ante las evidentes dificultades al flanqueo de la posición gracias al buen trabajo de la infantería española, apoyada por guerrillas y milicias, Napoleón, impaciente, ordenó avanzar por el estrecho desfiladero a sucesivas columnas de infantería de línea, que fueron martilleadas por el constante fuego de las baterías españolas causando la metralla una auténtica carnicería que obligó a retroceder una y otra vez a los regimientos de línea franceses. El estrecho puente que necesariamente tenían que cruzar los franceses antes de poder desplegar sus regimientos en línea de fuego hacía muy dificultoso el avance bajo el fuego de la artillería española. Decididamente San Juan había elegido un terreno excelente para plantear una batalla defensiva. La jornada avanzaba, eran las 11 de la mañana y al levantar la niebla Napoleón constató lo difícil y costoso que estaba resultando el ataque. Como era típico en él, ordenó otro ataque frontal, en este caso una carga a la compañía de Cazadores a Caballo que lo acompañaba como escolta. Esta carga fue deshecha por la artillería española a poco de comenzar, con grandes pérdidas. Es entonces que al parecer se recurrió al Tercer Escuadrón del Regimiento de Caballería Ligera Polaca de la División de Caballería de Lasalle, ese día de servicio junto al emperador.[7][16]
Eran 150 jinetes liderados por Jan Kozietulski, que recibieron la orden de tomar a toda costa las posiciones fortificadas de artillería española.[6] Napoleón dio la orden a pesar del distinto parecer de sus asesores, que juzgaban imposible tomar la posición con una carga directa.[9][7] Los polacos, deseosos de demostrar su valía ante el emperador, se lanzaron a la carga a través del puente, y después por un camino ascendente de fuerte pendiente.[3][19] A pesar de la pérdida de dos tercios de los jinetes, éstos consiguieron que los españoles perdieran su posición defensiva y los obligaron a retirarse del paso con ayuda de la División de Dragones de La Houssaye, que cargó en apoyo de los polacos.[7]
La carga polaca pareció titubear en un principio ante el tupido fuego enemigo; sin embargo, Kozietulski los increpo gritando: Naprzód psiekrwie, Cesarz patrzy; frase que se traduciría en "¡Adelante desgraciados, el Emperador nos está viendo!".[5]
Después de todo esto, Kozietulski perdió a su caballo mientras atacaba la primera batería española y después de esto se unió al ataque de un segundo escuadrón de caballería liderado por el teniente polaco Andrzej Niegolewski, quien dirigió personalmente el ataque hasta el final y recibió nueve heridas en total durante el combate: siete puñaladas con bayoneta y dos disparos de carabina en la cabeza.[7]

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Consecuencias
Véase también
Bibliografía
Referencias
Enlaces externos
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