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Los ácidos grasos omega-6 (ω-6) son un tipo de ácido graso poliinsaturado comúnmente encontrados en los aceites vegetales y la piel de animales. Estudios recientes han encontrado que niveles excesivos de omega-6, comparado con omega-3, incrementan el riesgo de contraer diferentes enfermedades, incluyendo depresión.[1][2][3]
Las dietas modernas normalmente tienen una proporción 10:1 de ácidos grasos omega-6 a omega-3, algunos de 30 a 1. La proporción sugerida es de 4 a 1 o menor.[4][5] Los riesgos de alta concentración o consumo de omega-6 están asociados con ataques al corazón, ACV, artritis, osteoporosis, inflamación, cambios de ánimo, obesidad y cáncer.[6] Los medicamentos modernos están hechos para tratar y controlar los efectos dañinos de los ácidos grasos omega-6.[7]
Los ácidos grasos del tipo ω-6 son ácidos grasos insaturados por tener enlaces dobles en sus cadenas, tienen la peculiaridad de tener el primer enlace doble en el carbono de la posición 6, contando los carbonos desde el final de la cadena del ácido graso. En comparación, los ω-3 tienen su primer doble enlace en el carbono 3, y los ω-9, en el noveno carbono. Las funciones metabólicas que aprovechan a los ácidos grasos, las prefieren de cadena larga, de modo que los ω-6, de 18 carbonos y un enlace simple, son elongados a cadenas de 20 carbonos y cuatro enlaces doble (ácido araquidónico, precursor de los eicosanoides) y cadenas de 22 carbonos y seis enlaces dobles (ácido docosahexaenoico).[8]
Nomenclatura: Ácido linoleico (18:2, es decir, 18 carbonos y 2 enlaces dobles), es el más corto de los ω-6, esencial.
Nombre común | Nomenclatura | Nombre químico |
---|---|---|
Ácido linoleico | 18:2 (n-6) | Ácido 9,12-octadecadienoico |
Ácido eicosadienoico | 20:2 (n-6) | Ácido 11,14-eicosadienoico |
Ácido araquidónico | 20:4 (n-6) | Ácido 5,8,11,14-eicosatetraenoico |
Ácido docosadienoico | 22:2 (n-6) | Ácido 13,16-docosadienoico |
Ácido adrénico | 22:4 (n-6) | Ácido 7,10,13,16-docosatetraenoico |
Ácido docosapentaenoico | 22:5 (n-6) | Ácido 4,7,10,13,16-docosapentaenoico |
Ácido caléndico | 18:3 (n-6) | Ácido 8E,10E,12Z-octadecatrienoico |
El ácido araquidónico (20:4) es el precursor de las prostaglandinas, entre otras moléculas.
En este caso los Omega-6 aparecen en forma de araquidónico precursores de las prostaglandinas de la serie 2 que tienen un efecto contrario a las anteriores pues aumentan los procesos inflamatorios y favorecen la coagulación sanguínea. Estos ácidos grasos no son perjudiciales en sí mismos, pues cumplen funciones necesarias en el organismo, pero no hay que excederse en su consumo.
Las fuentes dietéticas de los ácidos grasos ω-6, incluyen:
Los mamíferos son capaces de insertar dobles enlaces en la posición 9 de los ácidos grasos pero no pueden hacerlo en las posiciones 3 y 6, lo cual es indispensable para sintetizar ácidos grasos poliinsaturados; consecuentemente, los ácidos linoleico y alfa-linolénico deben ingerirse con la dieta y, por lo tanto, se denominan "esenciales".[9] Se ha calculado que la ingesta más baja de ácido linoleico (AL) necesaria para prevenir signos de deficiencia en humanos es de aproximadamente 2 g/día, que es fácilmente alcanzable con una dieta típica para adultos.[10]
El AL puede ser metabolizado por las enzimas elongasas y desaturasas para generar ácidos grasos con una cadena carbonada más larga y un mayor número de dobles enlaces; entre estos, el ácido araquidónico (AA) es el más abundante y fisiológicamente relevante.[11] La conversión de AL a ácidos grasos de cadena larga (esencialmente AA) es muy limitada (<1%); en consecuencia, aumentar la ingesta de AL en la dieta no conduce a un aumento significativo de los niveles tisulares de AA, ni contribuye a la biosíntesis de prostaglandinas u otros metabolitos de AA.[12]
Otro punto crítico es la competencia de ácidos grasos pertenecientes a diferentes series (ω-3, ω-6, ω-9) como sustratos para las desaturasas y elongasas, que utilizan preferentemente como sustrato los ácidos grasos n-3, seguidos del n-6 y n-9.[13]
Después de la hidrólisis por las enzimas lipasa y/o la emulsificación por las sales biliares, el AL de la dieta (así como todas las grasas de la dieta) es absorbido por los enterocitos desde la luz del intestino delgado. Dentro de los enterocitos, el AL se reesterifica en triglicéridos o, en menor medida, en fosfolípidos o ésteres de colesterilo, que luego se incorporan a los quilomicrones y llegan al torrente sanguíneo;[14] dentro de las células, el AL puede incorporarse a los lípidos de la membrana celular o, alternativamente, usarse como sustrato para reacciones metabólicas, según el tipo de tejido y sus requerimientos.[15]
La ingesta de AL ha aumentado en los Estados Unidos del 3% al 4%, en la década de 1960, a alrededor del 6% al 7% de la energía dietética en la década de 1980 y se ha mantenido en este nivel desde entonces, un hallazgo corroborado por un aumento en la proporción de AL en tejido adiposo de alrededor del 8% en la década de 1960 a alrededor del 18% en la actualidad. Se ha postulado que este aumento de AL podría promover la aterogénesis al aumentar la cantidad de LDL oxidada captada por los macrófagos tisulares en el endotelio vascular para formar células espumosas.[16]
Existen evidencias que sugieren que los niveles excesivos de ácidos ω-6 proporcionales a los ω-3, pueden incrementar la probabilidad de un número de enfermedades y depresión. La dieta típica de la población moderna, en particular del hemisferio occidental tienen una relación de ω-6 a ω-3 en exceso del 10:1 y a veces hasta 30:1. La proporción óptima se piensa que debe ser de 4:1 o menor.[17][18] Al respecto, los cambios en la dieta y el estilo de vida habrían ocurrido demasiado rápido para que el genoma humano se adaptara, por tanto, los humanos todavía están biológicamente adaptados al entorno de sus ancestros preagrícolas.[19]
Datos de estudios clínicos y metanálisis sugieren una asociación entre ingestas dietéticas altas o niveles tisulares de ω-6, y específicamente ácido linoleico, y la mejora del riesgo cardiovascular (principalmente del perfil de lípidos plasmáticos), así como el control glucémico a largo plazo y la resistencia a la insulina.[20] Sin embargo, en 2018, una revisión sistemática Cochrane (19 ensayos controlados aleatorios en 6461 participantes) sobre las grasas ω-6 para la prevención primaria y secundaria de enfermedades cardiovasculares informó que no había evidencia que respaldara que aumentar estas grasas reduce los resultados cardiovasculares.[21] Una revisión ha resumido la gran cantidad de evidencia que implica negativamente a los aceites vegetales ricos en ω-6 en el desarrollo, la progresión y la patogenia de las ECV humanas, citando el hecho de que la introducción del aceite de soya en los Estados Unidos coincide claramente con una mayor incidencia de esta enfermedad crónica no transmisible.[22]
De otro lado, numerosas líneas de evidencia muestran que el ω-6 ácido linoleico promueve estrés oxidativo, LDL oxidado, inflamación crónica de bajo grado y aterosclerosis, y es probablemente uno de los principales culpables dietéticos de causar enfermedad coronaria, especialmente cuando se consume en forma de aceites de semillas industriales, comúnmente denominados 'aceites vegetales'.[23]
La razón propuesta por la cual los resultados de los estudios científicos sobre el impacto del consumo de PUFA no son consistentes es que varios estudios de cohortes anteriores en el campo de la epidemiología de la nutrición tomaron en cuenta solo el contenido total de PUFA en la dieta sin diferenciar en el grupo de ω-3 y ω-6.[18]
Existen varios mecanismos plausibles por los cuales el ω-6 puede afectar positivamente el riesgo de cardiopatía coronaria.[21] El AL dietético aumenta significativamente la expresión de ciclooxigenasa-2 (COX-2) en la aorta;[24] la alteración del metabolismo del AA se observa en forma de aumento de la formación de eicosanoides proinflamatorios y disminución de la producción de factores antiinflamatorios;[21] asimismo, existe una vía de inflamación independiente del AA promovida por la ingesta de aceites de semillas ω-6, como el aumento de la producción de metabolitos de ácido linoleico oxidado (OXLAM) y eicosanoides LA CYP proinflamatorios.[25]
Los ω-3 también reducen las moléculas de adhesión (VCAM-1 e ICAM-1), las quimiocinas (MCP-1), las metaloproteinasas de la matriz y las citocinas inflamatorias.[26]
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