Studiolo de Isabel de Este
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El studiolo de Isabel de Este fue una habitación privada acondicionada en el palacio ducal de Mantua donde Isabel se retiraba para dedicarse a sus aficiones, la lectura, el estudio, la correspondencia y donde recibía a sus invitados. Inicialmente ubicado en el piso principal del castillo de San Jorge, fue trasladado en 1522 a los apartamentos de la Corte Vecchia. Isabel, marquesa consorte de Mantua, fue la única noble italiana que tuvo un studiolo, prueba de su reputación de dama culta del Renacimiento, que prefería los intereses intelectuales y artísticos a un estilo de vida hedonista.
En esa cámara reunió, según la moda de la época en las cortes de Italia, las piezas más preciadas de sus colecciones, que inicialmente solo eran hallazgos antiguos, aunque luego también acogió obras contemporáneas encargadas expresamente para el lugar a los mejores artistas de la época, como las pinturas alegóricas de Mantegna. El ciclo pictórico del studiolo (ahora en el Louvre) que ilustraba el conflicto entre el Vicio y la Virtud, tardó unos diez años en completarse y también incluía obras de Perugino, Lorenzo Costa el Viejo y Correggio. Tres años después de la muerte de Isabel, en 1542, sus herederos encargaron un inventario que permite conocer con exactitud el contenido de las colecciones guardadas, contándose 1600 piezas entre obras de arte y curiosidades: vasos y vasijas preciosas en jaspe, cristal, ágata, camafeos, un salero de calcedonia, espejos, relojes, jaulas de pájaros, caracoles fósiles y un "cuerno de unicornio" (el diente de un narval): la colección de monedas y medallas antiguas contaba con más de mil piezas y todavía había alrededor de ochenta estatuillas antiguas y modernas.[1]
A medida que el studiolo cayó en desuso las pinturas fueron trasladadas a otras zonas del palacio en 1605, pasando a ser parte de la Galería Celeste, la magnífica colección de los Gonzaga. El declive de la familia no diezmó la colección, como si hará el duque Vincente II, que a través del marchante de arte Daniel Nys, venderá parte de la colección, por una cantidad insignificante al rey Carlos I de Inglaterra.[2] En 1627, ya muerto Vicente, la mayor parte de la colección se envió a Londres con el fin de garantizar su conservación y antes de sufrir el destino de otras obras de arte que aún se encontraban en Mantua cuando la ciudad fue saqueada en 1630.