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mecanismo fisiológico de la percepción De Wikipedia, la enciclopedia libre
Los sentidos son el mecanismo fisiológico de la sensación,[1] y permiten obtener información de lo que está a nuestro alrededor así como determinados estados internos del organismo.[2]
Aunque tradicionalmente se hablaba de cinco sentidos, hoy en día se enumeran más, puesto que los investigadores no se ponen totalmente de acuerdo en cuanto a su número y clasificación.[3]
El estudio y la clasificación de los sentidos se lleva a cabo, sobre todo, a través de las neurociencias, la psicología cognitiva y la filosofía de la percepción.[1]
Los seres humanos cuentan, tradicionalmente, con cinco sentidos,[4] además de otros adicionales:
Los sentidos restantes se pueden considerar tipos de tacto o sensación física del cuerpo (somatosensación):
La modalidad sensorial se refiere a la forma en que se codifica la información, que es similar a la idea de transducción. Las principales modalidades sensoriales se pueden describir en función de cómo se transduce cada una. Enumerar todas las diferentes modalidades sensoriales implica separar los sentidos principales en categorías, o submodalidades, más específicas del sentido más amplio. Una modalidad sensorial individual representa la sensación de un tipo específico de estímulo. Por ejemplo, la sensación y percepción general del tacto, que se conoce como somatosensación, se puede separar en presión ligera, presión profunda, vibración, picazón, dolor, temperatura o movimiento del cabello, mientras que la sensación y percepción general del gusto se puede separar en submodalidades de dulce, salado, ácido, amargo, picante y umami, todos los cuales se basan en diferentes sustancias químicas que se unen a las neuronas sensoriales.
Los receptores sensoriales son las células o estructuras que detectan sensaciones. Los estímulos del entorno activan células receptoras especializadas en el sistema nervioso periférico. Durante la transducción, los receptores convierten el estímulo físico en potencial de acción y lo transmiten al sistema nervioso central para su procesamiento.[10] Diferentes tipos de células receptoras detectan diferentes tipos de estímulos. Las células receptoras se pueden clasificar en tipos según tres criterios diferentes: tipo de célula, posición y función. Los receptores se pueden clasificar estructuralmente según el tipo de célula y su posición en relación con los estímulos que perciben. Los receptores se pueden clasificar además funcionalmente según la transducción de estímulos o cómo el estímulo mecánico, la luz o la sustancia química cambiaron el potencial de la membrana celular.[1]
Una forma de clasificar los receptores se basa en su ubicación en relación con los estímulos. Un exteroceptor es un receptor que se ubica cerca de un estímulo del ambiente externo, como por ejemplo los receptores somatosensoriales que se ubican en la piel. Un interoceptor es aquel que interpreta estímulos de órganos y tejidos internos, como los receptores que detectan el aumento de la presión arterial en la aorta o el seno carotídeo.[1]
Las células que interpretan la información sobre el entorno pueden ser (1) una neurona que tiene una terminación nerviosa libre, con dendritas incrustadas en el tejido que recibiría una sensación; (2) una neurona que tiene una terminación encapsulada en la que las terminaciones nerviosas sensoriales están encapsuladas en tejido conectivo que mejora su sensibilidad; o (3) una célula receptora especializada, que tiene distintos componentes estructurales que interpretan un tipo específico de estímulo. Los receptores del dolor y la temperatura en la dermis de la piel son ejemplos de neuronas que tienen terminaciones nerviosas libres (1). También se encuentran en la dermis de la piel corpúsculos laminares, neuronas con terminaciones nerviosas encapsuladas que responden a la presión y al tacto (2). Las células de la retina que responden a estímulos luminosos son un ejemplo de receptor especializado (3), un fotorreceptor.[1]
Un receptor de proteína transmembrana es una proteína en la membrana celular que media un cambio fisiológico en una neurona, más a menudo a través de la apertura de canales iónicos o cambios en los procesos de señalización celular. Los receptores transmembrana son activados por sustancias químicas llamadas ligandos. Por ejemplo, una molécula de un alimento puede servir como ligando para los receptores del gusto. Otras proteínas transmembrana, que no se denominan exactamente receptores, son sensibles a cambios mecánicos o térmicos. Los cambios físicos en estas proteínas aumentan el flujo de iones a través de la membrana y pueden generar un potencial de acción o un potencial graduado en las neuronas sensoriales.[1]
Una tercera clasificación de los receptores es según la forma en que el receptor transduce los estímulos en cambios de potencial de membrana. Los estímulos son de tres tipos generales. Algunos estímulos son iones y macromoléculas que afectan a las proteínas receptoras transmembrana cuando estas sustancias químicas se difunden a través de la membrana celular. Algunos estímulos son variaciones físicas del entorno que afectan los potenciales de membrana de las células receptoras. Otros estímulos incluyen la radiación electromagnética de la luz visible. Para los humanos, la única energía electromagnética que perciben nuestros ojos es la luz visible. Algunos otros organismos tienen receptores de los que carecen los humanos, como los sensores de calor de las serpientes, los sensores de luz ultravioleta de las abejas o los receptores magnéticos de las aves migratorias.[1]
Las células receptoras se pueden clasificar además según el tipo de estímulos que transducen. Los diferentes tipos de células receptoras funcionales son mecanorreceptores, fotorreceptores, quimiorreceptores (osmorreceptores), termorreceptores, electrorreceptores (en ciertos mamíferos y peces) y nociceptores. Los estímulos físicos, como la presión y la vibración, así como la sensación del sonido y la posición del cuerpo (equilibrio), se interpretan a través de un mecanorreceptor. Los fotorreceptores convierten la luz (radiación electromagnética visible) en señales. Los estímulos químicos pueden ser interpretados por un quimiorreceptor que interpreta los estímulos químicos, como el sabor o el olor de un objeto, mientras que los osmorreceptores responden a las concentraciones de solutos químicos de los fluidos corporales. La nocicepción (dolor) interpreta la presencia de daño tisular a partir de información sensorial de mecanorreceptores, quimiorreceptores y termorreceptores.[11] Otro estímulo físico que tiene su propio tipo de receptor es la temperatura, que se detecta a través de un termorreceptor que es sensible a temperaturas superiores (calor) o inferiores (frío) a la temperatura corporal normal.[1]
Cada órgano de los sentidos (ojos o nariz, por ejemplo) requiere una cantidad mínima de estimulación para detectar un estímulo. Esta cantidad mínima de estímulo se llama umbral absoluto.[12] El umbral absoluto se define como la cantidad mínima de estimulación necesaria para la detección de un estímulo el 50% del tiempo.[13] El umbral absoluto se mide mediante un método llamado detección de señal. Este proceso implica presentar estímulos de diferentes intensidades a un sujeto para determinar el nivel en el que el sujeto puede detectar de manera confiable la estimulación en un sentido determinado.[12]
El umbral diferencial o diferencia apenas perceptible (en inglés just noticeable difference, JDS) es la diferencia más pequeña detectable entre dos estímulos, o la diferencia más pequeña en estímulos que pueden considerarse diferentes entre sí.[13] La Ley de Weber es una ley empírica que establece que el umbral de diferencia es una fracción constante del estímulo de comparación.[13] Según la ley de Weber, estímulos más grandes requieren que se noten diferencias más grandes.[12]
La estimación de magnitud es un método psicofísico en el que los sujetos asignan valores percibidos de estímulos dados. La relación entre la intensidad del estímulo y la intensidad perceptiva se describe mediante la ley de potencia de Steven.[13]
Platón menciona, en su diálogo Fedón, que la vista y el oído son superiores al resto de los sentidos.[14]
Ramon Llull consideró que el sexto sentido es la facultad por la que se conceptualizan y se llaman los seres que son percibidos por todos los demás sentidos. A esta facultad la llamó «afato».[15]
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