Prostitución masculina
servicios sexuales de varones a clientela masculina y femenina De Wikipedia, la enciclopedia libre
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La prostitución masculina es una forma de la prostitución que se refiere a varones que prestan servicios sexuales tanto a mujeres como a otros varones. En diferentes culturas e idiomas, este fenómeno social tiene diferentes nombres populares, como el gigoló (si el hombre busca solo clientes femeninos) y chapero o taxiboy (si busca clientes de su mismo sexo), entre otros. El término prostituto, al contrario de su contraparte femenina prostituta, es mucho menos usual.[1] Los prostitutos que ofrecen servicios a clientes de su mismo sexo pueden considerarse a sí mismos heterosexuales o bisexuales, pues muchos de ellos mantienen relaciones heterosexuales aparte de su trabajo de prostitución e incluso muchos de ellos están casados con mujeres.[2]
En comparación con la prostitución femenina, la masculina ha sido menos estudiada. Algunos investigadores concluyen que ambos casos tienen diferencias y comportamientos notables.[3]
Si bien la prostitución masculina tiene muchas referencias históricas desde el mundo antiguo, como la prostitución masculina en Grecia, en la actualidad esta se ha venido relacionando especialmente con el llamado turismo sexual.
Debido a que el tema ha sido un tabú en el mundo hispanohablante, muchos de los términos para referirse a los hombres que ejercen este oficio en diferentes países iberoamericanos han sido tomados de otros idiomas, por ejemplo, «gigoló» del italiano y «taxiboy» del inglés.
El término «taxiboy» se refiere a un varón que se para en determinada calle o parque a esperar clientes en coche que lo abordan y contratan los servicios. En las grandes ciudades dichos lugares son identificados por los clientes potenciales, quienes reconocen en las maneras de vestir y las actitudes al «taxiboy». El término «rentboy» viene del hecho que el hombre «alquila su cuerpo», pero dicho término es menos conocido en países hispánicos.
El término escort se ha popularizado en los anuncios de prostitución en Internet. La palabra gigoló se refiere exclusivamente a prostitutos que prestan sus servicios a mujeres.
La mayoría de las civilizaciones antiguas presentan evidencias de prostitución masculina.[1] La práctica de vender favores sexuales por parte de varones o mujeres en el mundo antiguo está atestiguada por la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento.[1] Los prostitutos de la Antigua Grecia eran por lo general esclavos, debido a que quien se dedicaba a la prostitución perdía sus derechos civiles y políticos.[1] Tanto la antigua Grecia como el Imperio romano vieron la existencia de burdeles de prostitución masculina.[1] En la Edad Media del mundo Islámico, ejercer como prostituto era visto como cosa de personas de rango social inferior como muchachos y esclavos, mientras que quienes frecuentaban burdeles de prostitutos eran considerados pecadores y por lo tanto dicha práctica no era tolerada.[4]
Evidencias históricas muestran prácticas de prostitución masculina durante el siglo XVII en lo que hoy es el territorio de los Estados Unidos. Con el crecimiento urbano y el avance de las comunidades homosexuales durante el siglo XIX, la prostitución masculina comenzó a ser más aparente y esta incluía los baños públicos, los burdeles (por ejemplo, el Paresis Hall, en el distrito Bowery, de Nueva York) y los bares de prostitución masculina, en donde se solicitaban servicios sexuales a los hombres que vendían licor, quienes recibían por ello comisiones.[5]
En Asia, la prostitución masculina también ha estado presente: en Turquía, y en algunas áreas del Asia Central, varones adolescentes de entre 12 y 16 años realizaban danzas eróticas y sugestivas, y estaban dispuestos a prestar servicios sexuales. En India, los jisras pueden destinarse a la prostitución. En China, mujeres casadas buscan «patos», es decir, jóvenes prostitutos para tener relaciones sexuales.[cita requerida]
En España, la prostitución masculina es considerada invisible.[6] Un estudio de la Fundación Triángulo, de Madrid, reveló en el 2009 que el 87 por ciento de prostitutos detectados en el país europeo son inmigrantes, y que la mayoría son inmigrantes ilegales.[7] Sin embargo, otro estudio realizado en el 2003 por la Asociación Stop Sida y la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida, concluyeron que sólo el 17,1 por ciento de los prostitutos en España son extranjeros.[8]
Desde el año 2016 el número de prostitución masculina ha incrementado en España en más de un 60%.[9] El perfil de estos nuevos profesionales suele ser de personas en paro, con pocos recursos económicos y mayoritariamente homosexuales, que es el tipo de prostitución masculina más habitual en España.
En Hispanoamérica, el tema ha sido menos estudiado y está oculto, pero también se presenta. Se ha hecho evidente con el creciente desarrollo del turismo, especialmente del tipo sexual. En Cuba, los jóvenes buscan turistas y son conocidos como «jineteros», mientras que en los otros países del Mar Caribe, los prostitutos buscan clientes en las playas y en ciudades conocidas como destinos sexuales (por ejemplo, Sosúa, República Dominicana). En las grandes ciudades latinoamericanas, como Ciudad de Panamá, Asunción, Buenos Aires, Lima, São Paulo, Santiago, San José, Quito, Ciudad de Panamá, Montevideo, y especialmente en la Ciudad de México, ciertos lugares, como las llamadas «zonas rojas» o «zonas de tolerancia», las calles y los parques son lugares preferidos para los «taxiboys» a la manera en que esto se practica en Europa o en Asia. Por otra parte, el Internet ha desempeñado un papel determinante en el mundo de la prostitución masculina, y ha reducido el número de prostitutos en las calles. Según el antropólogo Camilo Ernesto Morales Cruz, de la Universidad Nacional de Colombia, la prostitución masculina en las culturas latinoamericanas es invisible para la sociedad:
(...) porque su ejercicio vulnera el ideal de lo masculino. Los sujetos que intervienen son considerados liminales: los trabajadores son discriminados por su profesión, que es catalogada como despreciable y va en contra de la dignidad humana y, a su vez, discriminados por sus prácticas sexuales «antinaturales» y «pervertidas».[10]
La prostitución masculina es muy variada y difiere en mucho de la prostitución femenina. Muchos varones ejercen la prostitución por necesidad, pero en cuanto adquieren un empleo estable, la abandonan naturalmente, aunque no en todos los casos. Otros de clases pudientes, especialmente adolescentes, la ejercen por obtener dinero alternativo, pero en edad más adulta la abandonan, aunque no en todos los casos.
Clientes y prostitutos se encuentran en numerosas formas. Muchos de los términos con los que se refieren a los prostitutos nacen de las maneras en los que estos son contactados o los lugares en donde estos se encuentran. Por ejemplo, en Colombia, un «prepago» es un prostituto al que se le paga antes de que este preste su servicio sexual. En Cuba, un «jinetero» es uno que «cabalga al turista». Estos nombres pueden tener su contraparte en la prostitución femenina. Un «gogoboy» es un prostituto que atrae clientes en espectáculos de danzas eróticas y estriptis. Internet ha contribuido a la internacionalización de ciertos nombres de origen anglosajón como «rentboys» y «escorts». Los masajistas también han tenido una relación con la prostitución masculina, especialmente en Asia.
La prostitución masculina puede ser ejercida de manera solitaria, en grupos o asociados a empresas de prostitución. La primera tiene mayores riesgos, tanto para el prostituto como para el cliente, mientras asociarse conlleva mayores garantías para ambas partes.
La siguiente es una clasificación no exhaustiva de los tipos de prostitución masculina:
La prostitución masculina profesional tiende a utilizar Internet como el principal medio de promoción de servicios, en las llamadas «agencias de escorts». El Internet se convirtió en uno de los medios principales para la promoción de la prostitución masculina, porque conlleva una cierta protección tanto para el cliente como para el prostituto, en comparación con la prostitución callejera.[cita requerida]
Muchas de ellas se presentan como agencias de modelaje. Los prostitutos se asocian a dichas agencias pagando una cuota mensual para que sean enlistados con fotografías, textos descriptivos, precios e información de contacto. Los clientes contactan directamente al prostituto, quien conserva toda la ganancia y paga la cuota estipulada.
Otra manera es que la agencia controla el contacto: el cliente contrata directamente con la agencia, de manera que esta hace de proxeneta y estipula el lugar de encuentro y las tarifas del servicio. Los prostitutos deben entregar a la agencia un porcentaje (en promedio, entre 25 y 33 por ciento). En este caso, la agencia busca prostitutos potenciales a los que les ofrece el seguimiento de una sesión de entrevistas, exámenes, sesión fotográfica y crean el portafolio del prostituto, que incluyen en la página para que la consulten los posibles clientes.[11] Es usual que un prostituto se asocie a varias agencias para garantizar un tiempo completo de trabajo y mayores rentas.
Otros sitios permiten que el proveedor autónomo se registre, cobrándole una cuota, y a través del sitio se presenta, entrando en contacto directo con los posibles clientes. A partir del 2007, hay premios anuales e internacionales (hookies, de hooker, argot inglés para «prostituta») para los prostitutos.[cita requerida]
Otra forma de prostitución masculina en Internet son los «modelos de webcam», quienes no obtienen contacto directo con el cliente. El prostituto exhibe su cuerpo según los deseos del cliente, quien paga el servicio a la agencia con una tarjeta de crédito o con algún sistema de afiliación.[cita requerida]
Numerosos prostitutos anuncian de manera individual sus servicios en canales de conversación que permitan esto o que hayan sido creados para ello, en grupos, foros y otros programas. Estos prostitutos piden por lo general precios más bajos quizá por ignorancia de los precios del mercado o por urgencia económica. Estos prefieren no mostrar sus fotos en el Internet, son más restringidos en sus servicios (no besos, no sexo anal, etc) y aparecen con frases como «en busca de algún generoso», «bu$co ayuda» y otras frases que den a entender lo que ofrecen.
La creación de páginas webs personales no es tan habitual, pues se pierden los contactos que las agencias suelen tener, y sobre todo el posicionamiento web, que es muy importante para conseguir tráfico y potenciales clientes a través del posicionamiento online, fundamental hoy en día en el mundo de internet[12].
Estas páginas webs personales suelen tener más contenido sobre el gígolo que las páginas creadas por las agencias, pues en estas solo importa el apartado estético. En las webs personales podemos encontrar[13]:
Aunque no es habitual, este tipo de páginas personales profesionales van apareciendo en el mundo online, más como una carta de presentación que como una forma de conseguir cliente, pues el tráfico web es bastante escaso.
Numerosas publicaciones como revistas o periódicos de tipo gay, eróticos o que promueven los contactos, tienen secciones de anuncios de «rentboys», masajistas masculinos, «terapistas» masculinos y otros que en realidad son personas que ofrecen prostitución.
Los «taxiboys» son aquellos prostitutos que esperan sus clientes en calles, parques, bares o clubes. Dichos lugares son por lo general identificados como tales y por lo tanto los clientes acuden a ellos en búsqueda de sus servicios, muchos de ellos en coche.
Calles y parques, sin embargo, resultan difíciles para ambas partes, porque los vecinos del lugar, al considerar dicha actividad como un problema de orden público y moral, llaman a la policía. Por otro parte, los prostitutos se hacen presa fácil de bandas homofóbicas o están más expuestos a cualquier tipo de violencia callejera, contrario a si se asocian a algún tipo de agencia. Al ser abordado en la calle por un cliente, el prostituto puede correr el riesgo de ser objeto de violencia del mismo sin mayores garantías. Por su parte, clientes pueden correr el riesgo de contratar criminales que se hacen pasar por prostitutos y tan solo quieren robarlos o poner en riesgo su vida. Sin embargo, dichos riesgos pueden ser relativizados por el tipo de lugar en que se encuentran.
Bares y clubes contienen menos riesgos y son muy comunes en Asia, especialmente Japón y Tailandia, en donde clientes pagan al lugar por un «muchacho de compañía» para conversar dentro del club y, eventualmente, terminar en relaciones sexuales.
Muchos prostitutos buscan trabajar en baños públicos gay o clubes de sexo, pero en dichos lugares la prostitución es prohibida, por lo que hacen contratos de manera secreta con los clientes.
Los burdeles de prostitución masculina son muy comunes en el Sudeste Asiático (Tailandia, Camboya, Vietnam, Filipinas), pero también pueden ser encontrados en ciudades de Estados Unidos, aunque en Occidente es bastante extraño, pues el prostituto en esa parte del mundo tiende a trabajar de manera más independiente.[1]
En noviembre de 2005 la antigua proxeneta y prostituta Heidi Fleiss anunció sus planes de asociarse con Joe Richards para convertir el «Cherry Patch Ranch» en Crystal, Nevada en un establecimiento de prostitución masculina destinado exclusivamente para mujeres,[14] pero en 2009 ella anunció que había abandonado esta idea.[15]
El turismo sexual homosexual se ha visto en países como Tailandia, México, la República Dominicana, y en el siglo XX en Marruecos y Argelia.
Mujeres viajan al sur de Europa (Italia, Grecia, Turquía, Croacia, Francia y España), al Mar Caribe (Jamaica, Barbados, República Dominicana y Martinica), África (Kenia) y Asia (Bali, Indonesia, Tailandia) para disfrutar sexo con jóvenes prostitutos de dichos países. Otros países con menos recurrencia, pero creciente turismo sexual femenino son Nepal, Marruecos, Fiyi, Ecuador y Costa Rica.
Mujeres organizan sus vacaciones a dichos países para conocer y disfrutar de «novios temporales» que encuentran por lo general en las agencias de escorts. Ellas solicitan «jóvenes de compañía», «guías turísticos» e «instructores de baile» con los que puedan tener además relaciones sexuales. Alemanas prefieren República Dominicana, Grecia y Marruecos, japonesas van a Bali en Indonesia. Las mujeres son de todas las edades, pero en general son de clase media en búsqueda de romances y sexo.[16] Prostitución masculina orientada a mujeres extranjeras tome liderazgo en la actualidad en India con agencias de gigolos,[17] aunque la prensa ha denunciado casos de abusos por parte de gigolos para sus clientes.[18]
Los precios en la prostitución masculina son determinados por la oferta y la demanda. Además están bien determinados por elementos como la edad, la belleza física, la posición sexual, la raza, la personalidad, la experiencia en la cama, el tiempo en el cual el prostituto estará con el/la cliente, la habilidad para mantener una erección, el encanto, el deseo de practicar actos de fetichismo, la fama y la reputación. Agencias y los mismos prostitutos pueden cambiar sus precios de acuerdo a cambios en la demanda para atraer clientes.
La categoría de la prostitución masculina también afecta los precios. En realidad se piensa que las agencias de escort son las que contienen la mayor cantidad de prostitutos, pero por ejemplo según estudios del «Journal of Homosexuality» de Estados Unidos, menos del 5 por ciento de prostitutos en ese país pueden ser considerados prostitutos de agencia (escorts), mientras que la gran mayoría son en realidad «rentboys», «taxiboys» y prostitutos eventuales que son jóvenes que se dedican eventualmente a ello para obtener alguna renta. Este factor hace que la definición de precios fijos o regulares varíe y que estos puedan cambiar dramáticamente en cuestión de horas.
Prostitutos con mayor experiencia tienden a cobrar precios más altos que novatos o prostitutos ocasionales. Es posible que ello se deba a que conocen mejor el mercado y los métodos para anunciarse. Por otro lado, los precios pueden variar notablemente entre un país industrializado y uno en vías de desarrollo. Prostitutos en países como República Dominicana o Vietnam pueden venderse por precios que son muy inferiores a lo que pedirían sus colegas de Europa, Japón o Estados Unidos.
Todas las formas de prostitución masculina tienen riesgos tanto para el prostituto como para el/la cliente.
Los estudiosos del tema[¿quién?] concluyen que la violencia en contra de los prostitutos es menor que la violencia ejercida en contra de las prostitutas. Los prostitutos que trabajan en la calle y los más jóvenes (especialmente adolescentes), son los más vulnerables a ser víctimas de violencia callejera y abuso.
El número de clientes que terminan siendo víctimas de falsos prostitutos es menor de la que se quiere evidenciar, muchas veces creado el pánico por casos individuales. Los prostitutos tienden a prevenir a sus clientes potenciales de posibles riesgos y generan elementos que permitan su segura identificación. En tal caso, las agencias de prostitutos prueban ser más seguras.
En algunos países del mundo, por ejemplo en Australia, los burdeles de prostitución, sean masculinos o femeninos, son legales, con excepción del Estado de Tasmania, mientras que la prostitución en las calles está prohibida. En otros países como Estados Unidos, los burdeles son técnicamente ilegales (excepto en Nevada), pero la mayoría de las ciudades no ponen en práctica la prohibición de la ley evitando así que los trabajadores sexuales sean arrestados por su actividad desde que no se involucren en evidente prostitución callejera. En este país, el término «servicio de escorts» es en realidad un eufemismo para prostitución y la mayoría de los prostitutos aseguran que hacen su trabajo por cuestión de tiempo y no en búsqueda de sexo, que este resulta de manera espontánea y consensual y que ellos «no son prostitutos».
Otra de las preocupaciones legales de la prostitución masculina es la del abuso infantil. Dado que los prostitutos más deseados son menores de edad, proxenetas y clientes intentan buscar prostitutos de edades inferiores a 18 años o incluso inducir a menores de edad a la prostitución por medio de dádivas. Según estudios de la UNICEF para el año 2000, en México se estimaba que alrededor de 30 mil menores de edad estaban dedicados a la prostitución y siendo víctimas de abuso infantil.[19]
Sin embargo, a diferencia de la prostitución femenina, la masculina incurre mucho menos en el fenómeno del tráfico de personas y de prostitución forzada, aunque varones menores de edad —e incluso mayores de edad—[20] son susceptibles de caer en dichas redes. La prostitución de menores de edad es intolerable por los sistemas judiciales de todos los países del mundo. Como los menores de edad tienden a ser más deseables, muchos prostitutos jóvenes intentan dar un aspecto infantil para atraer clientes, pero ellos mismos y las agencias a las que pertenecen deben demostrar que están en edad legal ante cualquier autoridad que lo requiera. De otro lado, la prostitución en todas sus formas es una de las principales raíces de la pornografía infantil en la cual proxenetas o abusadores pagan dinero o incluso incurren a amenazas para que menores de edad posen desnudos.[21]
La disparidad de edad entre el prostituto y su cliente, así como la diferencia de su clase social y económica, es fuente de criticismo social. En un estudio realizado en Dinamarca en 2003 con jóvenes dedicados a la prostitución, la mayoría veía su actividad como negativa y que hacían todo lo posible para ocultarla, lo que los lleva a vivir una doble vida y a crear cada vez más distancia con las personas cercanas (amigos y parientes). El aislamiento y el sufrimiento de no poder compartir sus experiencias como prostituto crean problemas afectivos. Muchos de los prostitutos en el estudio describieron que veían a sus clientes como meras relaciones sociales, mientras otros hablaron de ellos como figuras paternales.[22]
Este estigma también incluye otro tipo de relaciones amorosas que incluye una forma más sutil de prostitución o «casi» prostitución: se trata de la relación entre una persona muy madura y un jovencito.[23] Esta disparidad en la edad recibe por lo general duras críticas del entorno social, tanto para el prostituto, como para el cliente.
La prostitución masculina ha sido ampliamente explotada por la literatura, el cine y el arte.
La novela del escritor colombiano Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios[24] representa un caso de prostitución masculina latinoamericana fuertemente relacionada con el mundo del crimen en los bajos mundos de las grandes ciudades.
La obra del tailandés Chai Pinit con redacción del escritor fantasma Soshan Itsarachon, Bangkok Boy, A Stolen Childhood (Muchacho de Bangkok, una niñez robada),[25] es la autobiografía de cómo un niño campesino que sufre abusos de uno de sus profesores en la escuela termina involucrado en drogas, alcoholismo y prostitución en las calles de Bangkok y Pattaya.
En fotografía, Alvin Baltrop retrató el mundo marginal del West Side neoyorquino de mediados de la década de 1970, sobre todo el ambiente de la prostitución masculina y del tráfico y consumo de drogas. Otros artistas también han utilizado a chaperos como modelos, como el estadounidense Jack Pierson.
El grupo argentino Virus en su canción Sin disfraz hace referencia a un taxi boy.
El grupo argentino Los Piojos tiene una canción llamada "Taxi Boy" en su álbum de 1996, 3er arco.
El tema de la prostitución masculina ha sido objeto de estudio de teóricas feministas como Justin Gaffney y Kate Beverley. Según sus investigaciones con prostitutos y comparando con la posición subordinada de la mujer en sociedades patriarcales, la experiencia de la población de prostitutos es «oculta» y, como las mujeres, ocupan un lugar subordinado en sociedad.[26]
En contraste, teoristas sociales de la teoría crítica post-estructural como Douglas Langston, concluyen que a diferencia de las prostitutas, los trabajadores sexuales tienen una construcción social mucho menos sumisa que la de sus colegas femeninas y que, según sus propias entrevistas con prostitutos para su estudio, la actitud de estos hacia las mujeres es misoginia. Langston dice que la prostitución masculina no es sumisa y que, igual que la erótica masculina y la fetichización de la dominación patriarcal, la prostitución masculina busca la dominación sexual de la mujer.[27]
Sin embargo, estudiosos[¿quién?] coinciden en que la prostitución masculina y la femenina tienen numerosas diferencias que deben ser estudiadas por separado:
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