Pintura románica
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Pintura románica es la denominación historiográfica[2] de las manifestaciones pictóricas del periodo considerado convencionalmente como "Románico" en Europa Occidental (la cristiandad latina); de forma restrictiva se limita a los siglos XI y XII, aunque puede extenderse a los periodos denominados convencionalmente como "Prerrománico" (siglos V al X) y "Tardorrománico" (siglo XIII, coexistiendo con el denominado convencionalmente como "Gótico").
Llamando pintura románica en conjunto a la desarrollada en Occidente desde la invasión de los bárbaros hasta mediados del siglo XIII en que empezó la gótica pueden distinguirse en ella varios estilos a semejanza de la arquitectura, destacando los siguientes:El estilo de imitación bizantina y el románico se manifiestan en pintura mural, miniaturas y mosaicos; mientras que los estilos restantes son propios de miniaturas o iluminaciones de códices ya que han desaparecido las demás obras de los mismos.
- El de imitación bizantina, que en Italia se llamó italo-bizantino.[3] [ En Sicilia e Italia meridional, árabe-normando-bizantino ].
- El carolingio, principalmente desarrollado en Francia. [ Con una cronología anterior, se habla de merovingio; en Alemania, con una cronología posterior, se habla de otoniano ].
- El visigodo y mozárabe en España. [ El Prerrománico español, de denominaciones debatidas, incluye también las de "arte asturiano" y "arte de repoblación" ].
- El románico propiamente dicho, que les sigue.
- El irlandés y sus afines del Norte, es un estilo separado de los anteriores pero que influye en todos. [ Arte hiberno-sajón ].
Francisco Naval y Ayerbe, Tratado compendioso de Arqueología y Bellas Artes, 1920.[4]
Siguiendo la tradición antigua ininterrumpida durante la Alta Edad Media, el edificio románico no se consideraba totalmente acabado hasta que sus muros se cubrían de pintura.
La pintura románica es un capítulo original y breve, ya que la desaparición de los muros continuos, las bóvedas y ábsides lisos con la llegada del gótico pondrá fin a esta experiencia de pintura mural. Muchas de sus características son semejantes a las de la escultura. ... Nota peculiar será por lo tanto la subordinación al espacio arquitectónico.[6]
Los temas, muy repetidos, son casi únicamente religiosos y se encuadran en una función didáctica imprescindible dado el analfabetismo generalizado, además de incluir contenidos alegóricos sólo accesibles a una minoría iniciada (la élite monacal y el alto clero).[7]
El origen de las formas y la iconografía es doble: el mosaico bizantino, revitalizado en el Sur de Italia; y la tradición altomedieval de iluminación de manuscritos en los scriptoria monásticos de España, Irlanda y Centroeuropa. La plástica románica está dominada por el horror vacui, la necesidad de llenar los espacios vacíos, tanto en las páginas de los manuscritos como en los muros de las iglesias, de formas y colores; preferentemente formas sintetizadas y simétricas, delimitadas por trazos rígidos (contornos de líneas negras), y colores puros y brillantes, lo que se ha interpretado como una reacción a la oscuridad tanto de los edificios como del ambiente vital.[8] En entornos convencionales, sin sombras ni profundidad, con poca o ninguna representación de paisaje, y sin perspectiva lineal (pero sí perspectiva jerárquica), las figuras son hieráticas y simplificadas (por ejemplo, los pliegues paralelos, los rasgos faciales idénticos), yuxtapuestas y frontales, multiplicadas en ritmos repetitivos (como también hace la decoración abstracta en bandas, cenefas o grecas); un conjunto de rasgos que produce un efecto de intemporalidad y ubicuidad, interpretado a la vez como dramático e ingenuo o primitivista, que fascinaba a las vanguardias del siglo XX. Por el contrario, muy poco valorado era este estilo desde los siglos finales de la Edad Media, siendo reemplazado por obras posteriores e incluso destruido (muchas veces junto con su entorno arquitectónico); lo que trajo como consecuencia que, salvo excepciones (como el Panteón de reyes de San Isidoro de León),[9] la mayor parte de los ejemplos que han llegado hasta la actualidad sean en realidad los menos importantes, frescos de pequeñas iglesias rurales en zonas alejadas de los grandes centros artísticos, que a veces se han preservado precisamente por haberse cubierto para dejar la pared encalada.[10]
Aunque con una gran variedad expresiva, entre la calma majestuosa y severa y la agitación delirante y visionaria, la románica es una pintura fuertemente distorsionada y estilizada, con muy pocos restos de la calidez naturalista y humanizadora apreciable tanto en el arte clásico de la Antigüedad como, más tarde, en la pintura gótica.[11]