Monarquía constitucional
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La monarquía constitucional, también conocida como monarquía limitada o monarquía democrática, es una forma de monarquía en la que el monarca ejerce su autoridad de acuerdo con una constitución y no está solo en la toma de decisiones. En oposición a las monarquías absolutas (en las que un monarca es el único que toma las decisiones), es una forma de gobierno, en el cual existe separación de poderes, donde el monarca ostenta el poder ejecutivo nombrando al gobierno, mientras que el poder legislativo, lo ejerce una asamblea o parlamento, habitualmente electo por los ciudadanos.[1]A diferencia de las monarquías absolutas, las constitucionales están obligadas a ejercer poderes y autoridades dentro de los límites prescritos por un marco legal establecido
La ciencia política distingue entre monarquía constitucional y monarquía parlamentaria. En las monarquías constitucionales, el rey conserva el poder ejecutivo (pudiendo, por ejemplo, disolver el parlamento o dar sanción real a legislación). En cambio, en las monarquías parlamentarias, el poder ejecutivo proviene del legislativo, el cual es elegido por los ciudadanos, siendo el monarca una figura esencialmente simbólica. A nivel superficial, esta distinción puede ser difícil de establecer, ya que numerosas democracias liberales restringen el poder monárquico en la práctica más que en la ley escrita, por ejemplo, la constitución del Reino Unido, que otorga al monarca poderes legislativos y ejecutivos sustanciales, aunque limitados. Las monarquías constitucionales incluyen países como Liechtenstein, Mónaco, Marruecos, Jordania, Kuwait, Baréin o Bután, donde la constitución otorga poderes discrecionales sustanciales al soberano, mientras que ejemplos de monarquías parlamentarias incluyen países como el Reino Unido y otros reinos de la Mancomunidad, los Países Bajos, España, Bélgica, Noruega, Suecia, Lesoto, Malasia, Tailandia, Camboya o Japón, en los que el monarca retiene un poder de decisión personal significativamente menor, si es que alguno, en el ejercicio de su autoridad.
La monarquía constitucional puede referirse a un sistema en el que el monarca actúa como un jefe de estado ceremonial político y no partidista según la constitución, ya sea de manera codificada o no codificada. Si bien la mayoría de los monarcas pueden tener autoridad formal y el gobierno puede operar legalmente en su nombre, en la forma típica en Europa el monarca ya no establece personalmente la política pública ni elige a los líderes políticos. El politólogo Vernon Bogdanor, parafraseando a Thomas Macaulay, ha definido al monarca constitucional como «un soberano que reina pero no gobierna».[2]
Aunque las actuales monarquías son en su mayoría parlamentarias, históricamente no siempre ha sido así. Muchas de las monarquías han coexistido con constituciones fascistas (o en la práctica fascistas) como en Italia (desde 1861, una monarquía constitucional regida por el Estatuto Albertino de 1848, pero que a partir de 1922 convivió con el régimen dictatorial de Benito Mussolini) o Japón (la constitución japonesa de 1889 atribuía amplios poderes militares y políticos al emperador), o con dictaduras de gobierno militar como en Tailandia, en 2007.