Después de la masacre, el presidente Hosni Mubarak reemplazó a su Ministro del Interior, el general Hassan al-Alfi, por el general Habib al-Adly.
La industria turística de Egipto en general, y de Luxor en particular, se vio seriamente afectada en el número de visitantes y decayó aún más después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, de los atentados en Sharm el-Sheij del 23 de julio de 2005 y de las bombas de Dahab de 2006 (causaron 23 muertos, 5 ellos turistas).
La masacre, sin embargo, afectó negativamente a los terroristas islámicos en Egipto, ya la opinión pública se volvió en masa en contra de ellos. Inmediatamente después de los ataques, varios manifestantes se mostraron en contra de los asesinos en Luxor de manera espontánea y demandaron medidas del gobierno, lo que se tradujo en una visita de Mubarak a la región pocos días más tarde.
Los organizadores y cómplices del ataque se dieron cuenta rápidamente que la masacre había sido un error y reaccionaron negando haber participado. Al día siguiente de los asesinatos, el líder de Grupo Islámico, Rifai Taha, declaró que los atacantes tenían la sola intención de tomar como rehenes a los turistas, pese a la evidencia abrumadora de la naturaleza inmediata y sistemática de la masacre. Otros negaron completamente estar vinculados con los grupos extremistas. El jeque Omar Abdel-Rahman culpó a Israel por los ataques, y Ayman Zawahiri sostuvo que los asesinatos habían sido obra de la policía egipcia.[8][9]