Literatura LGBT de Argentina
subgénero de la literatura argentina / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
Estimado Wikiwand AI, Seamos breves simplemente respondiendo estas preguntas clave:
¿Puede enumerar los principales datos y estadísticas sobre Literatura LGBT de Argentina?
Resumir este artículo para un niño de 10 años
La literatura LGBT de Argentina, entendida como literatura escrita por autores argentinos que involucre tramas o personajes que formen parte o estén relacionadas con la diversidad sexual, tiene una tradición que se remonta al siglo XIX, aunque la aparición de la literatura LGBT como categoría propia dentro de las letras argentinas no tuvo lugar hasta finales de la década de 1950 y principios de la década de 1960, a la par del nacimiento del movimiento a favor de los derechos LGBT en el país.[1]
Las primeras representaciones de relaciones entre personas del mismo sexo en la literatura argentina tuvieron una marcada connotación negativa y eran usadas para ilustrar la idea de supuesta degradación social en las clases populares y como un paradigma antagónico del proyecto de nación que se deseaba promover. La más antigua de estas representaciones tiene lugar en el cuento «El matadero» (1838), de Esteban Echeverría, considerado un clásico de las letras nacionales y donde el sexo entre hombres es usado como metáfora del salvajismo. Durante el resto del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, las representaciones de personajes homosexuales continuaron siendo negativas y muchas culminaban en tragedia.[2][3] De entre estas obras destaca la pieza teatral Los invertidos (1914), de José González Castillo, que fue prohibida tras su estreno debido a su temática y que sigue a un hombre burgués que tiene un amante homosexual secreto y que decide suicidarse cuando su esposa se entera de su orientación sexual.[4][5]
El cuento «La narración de la historia» (1959), de Carlos Correas, marcó un cambio de paradigma al convertirse en la primera obra literaria argentina en que la homosexualidad era mostrada como un rasgo normal del protagonista y no como algo pernicioso. Sin embargo, su publicación fue controvertida y provocó un proceso judicial por supuesta inmoralidad y pornografía, además de una serie de ataques contra el autor y contra la «conjura homosexual/marxista».[6] También en 1959, Silvina Ocampo publicó «Carta perdida en un cajón», primero de sus cuentos en incluir referencias lésbicas.[7] Pocos años después, en 1964, Renato Pellegrini publicó la primera novela LGBT argentina, Asfalto, que narra la historia de un joven homosexual que descubre la subcultura gay de Buenos Aires y que le costó a su autor una condena de cuatro meses de cárcel por el delito de obscenidad.[8]
En la segunda mitad del siglo XX, varios autores argentinos empezaron a incorporar actos o personajes LGBT en tramas con subtexto político sobre el peronismo o las dictaduras militares.[9] La figura más destacada en este ámbito fue Manuel Puig, por ejemplo en la novela The Buenos Aires affair (1973), pero principalmente en El beso de la mujer araña (1976), considerada una de las obras más reconocidas de la literatura LGBT latinoamericana y de las mejores obras en español del siglo XX.[10][11][12] En la novela, Puig sigue la historia de Valentín y Molina, un militante revolucionario de izquierda y un homosexual fanático del cine, respectivamente, mientras comparten celda en los tiempos del terrorismo de Estado en Argentina.[13] Otras obras con personajes LGBT o donde actos homosexuales violentos se emplearon como metáfora para abordar temas políticos fueron «La invasión» (1967) de Ricardo Piglia,[14] La boca de la ballena (1973) de Héctor Lastra,[9] y «El niño proletario» (1973) de Osvaldo Lamborghini.[9] Aunque no relacionada con la política,[15] durante esta época también destaca la figura de Alejandra Pizarnik, quien exploró la violencia sexual lésbica en algunas de sus obras.[16]
Durante la última dictadura argentina vieron la luz las dos novelas consideradas como fundacionales de la narrativa lésbica argentina: Monte de Venus (1976), de Reina Roffé, y En breve cárcel (1981), de Sylvia Molloy.[17] La primera transcurre en un colegio y narra la historia de una joven lesbiana que recuenta en grabaciones sus aventuras amorosas y sus vagabundeos por la ciudad,[18][17] mientras que la segunda sigue a una mujer que escribe su historia desde una habitación en que espera en vano a la mujer que ama.[19] A causa de su temática, ambas se vieron afectadas por la censura. Otra novela lésbica de importancia histórica es Habitaciones, de Emma Barrandéguy, publicada en 2002, pero escrita originalmente en la década de 1950.[20]
La década de 1990 vio la publicación de varias obras LGBT reconocidas, tales como El affair Skeffington (1992) de María Moreno, que cuenta la biografía ficticia de una autora estadounidense que explora su sexualidad tras mudarse a París,[21][22] Plástico cruel (1992) de José Sbarra, sobre una poeta travesti enamorada de un muchacho del campo,[23] Plata quemada (1997) de Ricardo Piglia, que sigue a una pareja de criminales homosexuales que asaltan un banco y deciden quemar el dinero,[24] y Un año sin amor (1998) de Pablo Pérez, en la que explora su experiencia viviendo con VIH.[25]
Durante el siglo XXI, la literatura LGBT ha ganado mayor visibilidad en Argentina gracias a éxitos comerciales y críticos de la mano de autoras como Gabriela Cabezón Cámara,[26] quien empezó a explorar la diversidad sexual en su novela La Virgen Cabeza (2009)[27] y alcanzó fama internacional con Las aventuras de la China Iron (2017); y Camila Sosa Villada, en particular con su novela Las malas (2019).[26]