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disciplina que estudia los cambios de las lenguas a lo largo de la historia De Wikipedia, la enciclopedia libre
La lingüística histórica o lingüística diacrónica es la disciplina lingüística que estudia el cambio de las lenguas con el tiempo y el proceso de cambio lingüístico. Por tanto, ocupa un lugar destacado en el estudio del parentesco genético de las lenguas.
Los resultados de la lingüística histórica pueden ser frecuentemente comparados con los de otras disciplinas, como la historia, la arqueología o la genética. En los estudios interdisciplinares de este tipo lo que se pretende es reconstruir la cronología relativa de contactos entre pueblos, rutas de expansión e influencias culturales mutuas.
Dentro de la lingüística histórica son especialmente importantes las técnicas de la lingüística comparada, entre las que destaca el método comparativo.
Las similitudes entre diferentes lenguas obedecen a una de tres causas posibles: a) casualidad; b) préstamo lingüístico; c) herencia o parentesco.
Cuando las similitudes entre palabras de distintas lenguas se deben a un origen común, estas palabras se llaman cognados. Dichos cognados pueden usarse para determinar la sucesión de cambios fonéticos dentro de una lengua o grupo de ellas (lo cual permite reconstruir parcialmente la historia de una familia de lenguas) o el grado de cercanía de dos lenguas dentro de una familia.
Cuando se examina una lista de cognados se aprecian correspondencias fonéticas regulares, por ejemplo, muchas palabras básicas en lenguas germánicas como fish 'pez', father 'padre', for 'para', empiezan por f-, mientras que en las lenguas románicas sus equivalentes son similares pero empiezan por p-. Similarmente las palabras interrogativas muestran una correspondencia wh- / qu-: who 'quién', what 'qué', where 'dónde' (latín quo), when 'cuando' (latín quando). A partir de las correspondencias fonéticas regulares puede tratar de reconstruirse el fonema detrás de cada correspondencia. Por ejemplo, la correspondencia entre el inglés wh- y el latín qu- se debe a que ambos sonidos derivan de la labiovelar *kw del protoindoeuropeo, que evolucionó el protogermánico *hw (y en inglés medio se transcribió como wh) y el latín arcaico se mantuvo como *kw (aunque se escribía como qu-).
Si todas las lenguas de un grupo emparentado en forma filogenética comparten un rasgo, suponemos que este se encontraba presente en la lengua madre. Así, por ejemplo, todas las lenguas indoeuropeas antiguas son lenguas flexivas con marcas de caso explícitas, por lo que dicho rasgo debió estar presente en el idioma protoindoeuropeo. El protoindoeuropeo ha sido reconstruido principalmente mediante el método comparativo, reconstruyendo los elementos detrás de cada correspondencia regular observada entre las lenguas indoeuropeas.
Este método intenta reconstruir sistemas lingüísticos antiguos partiendo de los datos de una sola lengua. Se basa en que las irregularidades del presente remiten a procesos que en el pasado fueron regulares. Este método se utiliza básicamente con aquellas lenguas aisladas de las que se desconocen parientes o en combinación con la reconstrucción externa. Los resultados de la reconstrucción externa mejoran cuando se practica previamente una reconstrucción interna dentro de cada lengua.
Pueden darse varios ejemplos de reconstrucción en español, donde sus paradigmas verbales presentan diptongación en presencia del acento puedo, puedes, puede, podemos, podéis, pueden (nótese que en las formas con ue el acento tónico recae en el dipotongo, mientras que las formas con o esta es átona) lo que llevaría a reconstruir las formas antiguas *pǫdo, *pǫdes, *pǫde, *pǫdemos,... (donde /ǫ/ representa la vocal abierta []). Igualmente el latín resuelve algunos participios que producirían tres consonantes seguidas , simplifancado a s en lugar de t (amā-re 'amar' > amā-tus 'amado') o bien eliminando alguna consonante:
Este método parte de ciertos supuestos de la retención de ítems de vocabulario básico. El método compara el porcentaje de cognados (palabras genéticamente relacionadas) común a las lenguas comparadas. Para muchos lingüistas los supuestos básicos son poco realistas, y no tienen en cuenta los factores sociopolíticos y culturales que pueden influir de manera puntualmente importante en la evolución de una lengua. Sin embargo, a pesar de esas objeciones el método sigue siendo frecuentemente comentado en los manuales de lingüística histórica y siguen escribiéndose artículos sobre su alcance. Asimismo existe un conjunto de estimaciones glotocronológicas que dan resultados razonablemente concordantes con datos históricos y arqueológicos. Además, cuando no existen fuentes escritas mediante las cuales se pueda investigar el pasado de dicha lengua, es frecuentemente una de las pocas alternativas existentes.
La paleontología lingüística es el estudio del vocabulario léxico reconstruido referente a plantas, animales, tecnología e instituciones. El conocimiento de dicho vocabulario léxico y su comparación con datos arqueológicos, paleobotánicos y paleozoológicos proporciona pistas sobre la prehistoria pasada de un grupo de lenguas, permitiendo conjeturar hipótesis más allá de los registros históricos conocidos.
El desarrollo de la gramática comparada se dio sobre todo por parte de germanistas. en la misma dirección que Franz Bopp o Jacob Grimm trabajaron August Friedrich Pott (1802-1887), creador de la etimología comparada; Georg Curtius (1820-1885), conocido sobre todo por sus Principios de etimología griega (1879); Friedrich Max Müller (1823-1900), cuyas Lecciones sobre la ciencia del lenguaje (1861) contribuyeron a divulgar las doctrinas de los comparatistas, y finalmente August Schleicher (1821-1868), que intentó codificar y sintetizar el conjunto de las lenguas indoeuropeas, entonces llamadas indogermánicas. su Compendio de gramática comparada de las lenguas indogermánicas (1861) representa la sistematización de todos los esfuerzos realizados por los comparatistas desde Bopp y Grimm.[1]
La historia de esta disciplina lingüística tiene su origen a mediados del siglo XIX con los llamados Neogramáticos, interesados en encontrar la raíz de todas las lenguas europeas (el indoeuropeo) y leyes fonéticas inmutables y sin excepciones.
Dos ideas son las que fundamentaron en aquel momento el desarrollo de la nueva forma de estudio lingüístico:
De esta segunda idea se concluía que, para que el cambio poseyera regularidad, parecía necesario que respetase la organización gramatical de la lengua y sólo alterase la palabra a través de su organización interna. Por lo demás, se sugería entonces que esa regularidad podía darse también en los componentes fonéticos; de aquí que en el siglo XIX se consolidase el estudio de las leyes fonéticas, uno de los terrenos donde la lingüística histórica obtuvo sus mayores éxitos.
Se suele señalar a 1816 como la fecha de nacimiento de la lingüística histórica con la aparición de la obra Sistema de conjugación de la lengua sánscrita, comparado con el de las lenguas griega, latina, persa y germánica del lingüista alemán Franz Bopp. El título describe perfectamente la metodología empleada: el llamado comparatismo o gramática comparada, técnica empleada por varios lingüistas de la época entre los que se incluyen a von Schlegel, Jacob Grimm, August Schleicher y Rasmus Kristian Rask. Las características iniciales del comparatismo eran las siguientes:
Posteriormente el método comparativo se aplicó a otras familias, muy tempranamente a las lenguas bantúes y a las Lenguas malayo-polinesias y durante el siglo XX virtualmente a casi todas las familias reconocidas. Igualmente ha habido un énfasis en la reconstrucción lingüística de las protolenguas que dieron lugar a las familias y grupos, los cuales lo denominan.
Las variedades dentro de una lengua histórica pueden ser de tres tipos, a cada uno de los cuales le corresponde un sistema lingüístico concreto:[2]
Los aportes prerromanos a la lengua española (anteriores al latín; es decir, a la conquista romana y romanización que comienza en el siglo III a. C. y no se completa hasta el siglo I a. C. ) son los correspondientes a las lenguas de los pueblos indígenas de la península ibérica (pueblos celtas en la Meseta, el norte y el oeste, pueblos iberos en la zona este y sur, celtíberos en la zona intermedia y tartesios en la zona suroeste), entre las que estaba la antecesora del idioma vasco, y las de los pueblos colonizadores (cartagineses y fenicios, que hablaban una lengua semítica, y griegos).
De esta remota época han sobrevivido probablemente elementos como:
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