Inflación en Argentina
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La inflación en Argentina se mantuvo en general en un solo dígito entre 1900 y 1944, aunque con picos de dos dígitos en 1900-1901, 1917-1918, 1920, 1933, y con varios años de alta deflación. Entre 1945 y 1975, la tasa anual promedio fue de dos dígitos, con un gran pico de tres dígitos en 1959 (129,5%), y picos superiores al 30% en 1948 (31%), 1951 (36,7%), 1952 (38,8%), 1966 (31,9%), 1971 (34,7%), 1972 (58,5%) y 1973 (60,3%).[1] En el período 1975-1988 se disparó un ciclo de altas tasas inflacionarias anuales de tres dígitos con picos en 1976 (444%), 1984 (626,7%) y 1985 (672,2%).[1] Entre 1989 y 1990 hubo un pico de hiperinflación de 3079% y 2314% respectivamente.[1] En la década de 1990, de la mano de la ley de convertibilidad del peso con el dólar, la inflación fue bajando hasta alcanzar niveles cercanos a cero. Con el estallido de la convertibilidad en diciembre de 2001 retornó la inflación, con tasas del orden del 20-25% para el período 2002-2017, aunque con dos picos de 47,6% y 53,8% en 2018-2019,[2][3][4][5] que llevó a que la economía argentina fuera categorizada como «economía hiperinflacionaria».[3][6][7][8] En 2020 la inflación fue del 36,1%[9], en 2021 alcanzó el 50,9%, en 2022 cerró en 94,8% y el año 2023 cerró con 211,4%,[10] la cifra más alta desde 1991que fue de 2314% . Alcanzando récords históricos .
El país mide la inflación a través del Índice de precios al consumidor (IPC) que calcula el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Varias provincias tienen sus propios centros oficiales de registro de la inflación en sus territorios.
El gobierno que más inflación tuvo en la historia argentina fue el de Raúl Alfonsín (1983-1989), con un promedio anual de 592,28% y un pico hiperinflacionario en 1989 que llegó al 3079,5%. El gobierno que menos inflación tuvo fue el segundo mandato de Carlos Menem (1995-1999), con un promedio anual de 0,025%.[1]
La persistencia del fenómeno inflacionario en la economía argentina a lo largo del tiempo, junto con la incapacidad política de combatirla, hace que se un tema de larga data en Argentina con graves daños en el poder adquisitivo de sus ciudadanos a lo largo de su historia.[11]Al ser un problema económico tan persistente su reducción termina influyendo en la vida política. Como ejemplos positivos se cuentan la victoria breve de Alfonsín tras la implantación del plan Austral o la reelección de Carlos Menem con el convertibilidad[12]. En cambio, fue condicionante para la caída del radicalismo en las elecciones de 1989 [13]y del peronismo tras las elecciones de 2015 y 2023[14][15].