Historia del circo
historia de los espectáculos circenses / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
La historia del circo tiene su inicio en 1768, año en que Philip Astley fundó el Astley Riding House en Londres, considerado el primer circo moderno. Derivado de numerosos antecedentes históricos del ámbito del espectáculo, el entretenimiento, las variedades y las ferias ambulantes, el concepto actual de circo proviene, sin embargo, de las innovaciones que Astley introdujo en su espectáculo. Militar de carrera, Astley destacó por sus habilidades como jinete, motivo por el cual, tras licenciarse del ejército en 1768, inició un espectáculo ecuestre, al que añadió una banda de música y, con el tiempo, diversas figuras del mundo de la farándula y los espectáculos ambulantes, como acróbatas, saltimbanquis, mimos y payasos. Al juntar los diversos oficios circenses en un solo recinto —rescatando a muchos de estos artistas del ambiente callejero, casi marginal, en el que trabajaban hasta entonces—, Astley sentó las bases del espectáculo circense tal como se considera hoy día.
Se puede definir al circo (del latín circus, «círculo», y este del griego kírkos) como un espectáculo basado en diversas habilidades humanas por lo general fuera de lo común, encaminadas a divertir, entretener, asombrar, cautivar y hacer volar la imaginación. También se llama circo al recinto donde se realiza el espectáculo, por tradición una carpa itinerante con graderías para el público y una arena central para los espectáculos. El circo incluye diversos oficios, como acróbatas, jinetes, malabaristas, mimos, payasos, equilibristas, titiriteros, trapecistas, forzudos, gimnastas, contorsionistas, zancudos y figuras como el hombre bala o lanzadores de cuchillos; también, en ocasiones, solía incluir magos (o bien ilusionistas, adivinos y mentalistas), ventrílocuos, faquires o personajes como tragafuegos y tragasables; por último, antiguamente solía incluir diversos tipos de rarezas (o «fenómenos») como personas deformes, gigantes o enanos, siameses, albinos, mujeres barbudas u otro tipo de personajes con características poco habituales, generalmente englobados bajo la denominación de freak show, hoy día ya prácticamente inexistentes. En ocasiones, también incluye diversos tipos de actuaciones con animales amaestrados —los más habituales, caballos, osos, leones y elefantes—, aunque hoy día van desapareciendo por las leyes de protección de animales. También fueron populares durante un tiempo los circos de pulgas. La presentación suele correr a cargo de un maestro de ceremonias.
El circo —también considerado como «arte circense»— tiene numerosos antecedentes del mundo del espectáculo y la farándula, las artes escénicas y las ferias ambulantes, con unos orígenes que se remontan hasta la Prehistoria, ya que siempre ha sido inherente al ser humano la necesidad de comunicarse y expresarse, de tener ciertos momentos de ocio y diversión. Durante el siglo XIX y hasta principios del xx surgió un espectáculo híbrido entre el circo y el teatro, con espectáculos de pantomima u opereta que utilizaban grandes decorados y un gran número de figurantes.[1] El circo tradicional sigue vivo en numerosas compañías vigentes hoy día. Sin embargo, en los años 1970 se forjó un nuevo concepto denominado «circo contemporáneo» (nouveau cirque en francés), de estructura más dramática y narrativa, sin la utilización de animales, con un nuevo concepto estético y una simbiosis con otras clases de artes escénicas, como el teatro, la música, el baile y el mundo de las performances.[2]
El espectáculo circense tiene su razón de ser en los sentimientos que despiertan en el público, sobre todo en la mezcla de episodios cómicos —generalmente protagonizados por payasos— con la tensión que generan las acrobacias y otras actuaciones que pueden conllevar cierto riesgo para el artista, pese a que generalmente se realizan con una red protectora o algún otro tipo de dispositivo de seguridad. El contraste entre suspense y relajación, en un clima de hechizo y atracción potenciado por la música y las reacciones del público, comporta en el espectador diversos estados de ánimo que le hacen evadirse de la realidad y pasar un rato de placer y sosiego, todo ello favorecido por la actuación en directo y la proximidad entre público y artistas.[1]
El circo no es simplemente un espectáculo, es una manera de viajar a través de la propia vida.[3]