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Historia de Río Grande del Sur
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La historia de Río Grande del Sur, el estado más meridional de Brasil, se inicia con la llegada del hombre a la región, hace cerca de 11 mil años atrás. Sus cambios más dramáticos, sin embargo, ocurrieron en los últimos cinco siglos, después del descubrimiento de Brasil. El transcurso más reciente se dio en medio de diversos conflictos armados externos e internos, algunos de gran violencia. Guilhermino César afirmó que esa historia "es uno de los capítulos más recientes de la historia brasileña", pues mientras en el nordeste del país se cantaban misas polifónicas, este estado aún era ocupado por un puñado de poblados y estancias de ganado portuguesas en el centro-litoral, y el sursudeste era una «tierra de nadie» donde frecuentemente incursionaban tropas españolas mandadas por Buenos Aires, defendiendo los intereses de la Corona Española, propietaria legal del área en esa época. Esencialmente, Río Grande del Sur, hasta finales del siglo XVIII, era una región virgen habitada por pueblos indígenas.[1] Los únicos focos importantes de civilización y cultura europeas en todo el territorio a esa altura fueron un grupo de reducciones jesuitas fundadas en el noroeste, destacándose entre ellas los Siete Pueblos de las Misiones Orientales. No obstante, siendo de creación española, hasta hace poco tiempo las Misiones fueron consideradas como un capítulo aparte de la historia del estado, sobre todo por no haber dejado una descendencia cultural directa significativa. En años recientes, sin embargo, han sido asimiladas a la historiografía integrada del estado.[2]
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En la primera mitad del siglo XIX, después de muchos conflictos y tratados, Portugal logró la posesión definitiva de las tierras que hoy componen el estado, desplazando a los poco españoles que había, desmantelando las reducciones jesuíticas y masacrando o dispersando a los indígenas. Con ello, se estableció una sociedad de matriz claramente portuguesa y una economía basada principalmente en la producción de charqui y trigo, iniciando un florecimiento cultural en los mayores centros urbanos del litoral (Porto Alegre, Pelotas y Río Grande). Ese crecimiento contó con la contribución de muchos inmigrantes alemanes, que abrieron nuevas áreas y crearon significativas culturas regionales y economías prósperas. En 1835 se inició un dramático conflicto que involucró a los gaúchos en una guerra fratricida, la Guerra de los Farrapos, de carácter separatista y republicano. Tras su fin, la sociedad pudo reestructurarse. A fines de siglo, el comercio se fortaleció, llegaron inmigrantes italianos y judíos, y en los albores del siglo XX, Río Grande del Sur se había convertido en la tercera mayor economía del país, con una industria en ascenso y una rica clase burguesa, aunque aún era un estado dividido por serias rivalidades políticas que desembocaron en crisis sangrientas. En esa época, el positivismo delineaba el programa estatal de gobierno, creando una dinastía de políticos herederos de Júlio de Castilhos, quien gobernó hasta los años 1960 e influyó en todo el Brasil, especialmente a través de Getúlio Vargas, que en su origen fuera castilhista. En el período de dictadura militar, Río Grande del Sur enfrentó muchas dificultades respecto a la libertad de expresión, tal como el resto del país, pero el crecimiento económico de la época (conocido como Milagro Brasileño) propició inversiones en infraestructura. En las últimas décadas, el estado ha ido consolidando una economía dinámica y diversificada, aunque bastante ligada al sector agropecuario, y ha ganado fama por su población politizada y educada.[1][3][4]