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El grado de hemerobia es un índice que evalúa y mide la influencia, presión y/o el impacto antrópico sobre el desarrollo y la salud de los ecosistemas en un espacio geográfico determinado, para definir su nivel de naturalidad y/o de antropización.[1][2] Para ello toma en consideración diversos factores antropogénicos que inhiben el desarrollo de un sistema natural hacia un estado clímax o consumado de su equilibrio dinámico,[1] y que correspondería al estado potencial de dicho espacio en la ausencia total del componente antrópico.[2][3] De esta manera se denota la existencia de una relación inversamente proporcional entre grado de hemerobia y grado de naturalidad.[4]
El término surgió desde las ciencias ecológicas,[5] pero ha tenido influencia en los estudios de paisaje,[6] así como en los estudios geográficos y territoriales.[7] Su cálculo es útil para conocer el estado del medio ambiente, así como en el monitoreo y la evaluación de medidas de gestión pública destinadas a la protección ambiental y el ordenamiento del territorio,[6] para los cuales se ha determinado un gradiente hemeróbico que da cuenta del tránsito y evolución de los espacios naturales a artificiales, y sus rasgos característicos, implicancias y efectos sobre los seres vivos y la biodiversidad.[1][3][6]
El término proviene del griego «hemeros-», que significa domesticado, y de «-bios» que significa vida; fue acuñado por primera vez por (Jalas, 1955), con un enfoque en la clasificación de la presencia de especies vegetales,[5] en un contexto de hábitats agroculturales y urbanos.[1] Más tarde el concepto se extendería a las comunidades vegetacionales (Sukopp, 1976;[8] Blume & Sukopp, 1976),[9] y al grado de ecosistema (Kowarik, 1988).[10] Posteriormente surgieron aplicaciones en los estudios de paisaje (Steinhardt et al, 1999), hasta abarcar su sentido actual,[6] y en conjunto con (Grabherr et al, 1998) se obtuvo un nuevo modelo metodológico de la hemerobia,[11] que permitió integrar en un solo valor todos los impactos antrópicos sobre las diferentes variables de la vegetación y del hábitat, como también a las diferentes escalas espaciales.[1][11] Esta evolución, sumado al desarrollo satelital y de software especializados, fue situando este indicador como un análisis centrado en el procesamiento espacial y de teledetección, e involucrado en el uso de sistemas de información geográfica.[3]
La creciente y constante habilidad e intensidad con que el ser humano puede modificar el paisaje en que habita y/o adquiere bienes y servicios ambientales, es lo que da curso al fenómeno de la hemerobia.[7][12][13] De este modo las sociedades humanas convierten su espacio de uso en hábitats diferentes a los previamente naturales,[14] y en consecuencia reconfiguran la espacialidad de la biota,[15] en un proceso que se ha acrecentado dado el avance tecnológico sin precedentes,[16] hasta constituirle en un factor determinante en dicha configuración.[12] Metodológicamente, los criterios para la identificación del valor de hemerobia suelen ajustarse en conformidad a las especificidades territoriales que los casos ameritan; no obstante, se observa una cierta regularidad en la graduación y estratificación con que se clasifican los espacios evaluados, al consignar la existencia y definición de una serie de pisos o niveles de hemerobia con rasgos culturales y ecológicos resultantes de su interrelación con la naturalidad,[6] y que se recogen a continuación:
Piso de hemerobia | Grado de naturalidad | Rasgos culturales | Rasgos ecológicos |
---|---|---|---|
Metahemerobia | Artificial | Urbanización | Biocenosis extinta |
Polihemerobia | Extraño a lo natural | Periurbanización | Destrucción de la biocenosis |
a-euhemeróbicos | Rural intensivo | Presencia intensiva de agricultura, fertilización y biocidas | |
ß-euhemeróbicos | Rural extensivo | Influencia continua en el tiempo | Áreas erosionadas y forestas |
Grado mesohemeróbico | Semi-natural | Presencia evidente y periódica | Mixtura natural-introducida |
Grado oligohemeróbico | Próximo a lo natural | Baja influencia cultural | Sistema natural reconocible |
Grado ahemeróbico | Natural | Sin influencia cultural | Autóctono y desarrollado, sin alóctonos |
Los rasgos característicos de cada piso hemeróbico cumplen a su vez el papel de variables sometidas al cálculo de la hemerobia,[3] para lo cual se toma en consideración el carácter tridimensional de la conceptualización del espacio: como geosistema, como territorio, y como paisaje.[7] En este sentido se evalúa la geosistemática del espacio, en la presencia, el desarrollo y la salud de los ecosistemas;[1] asimismo el desgloce del espectro de territorialización del espacio, en la magnitud de la urbanización y/o periurbanización, el impacto de áreas industriales, silvo-agropecuarias u otros tipos de actividad socioeconómica en el uso del suelo, además de la presencia de equipamientos e infraestructuras logísticas y productivas diversas, en su capacidad de fraccionar los entornos naturales, y la planificación urbano-regional, cual marco regulatorio y/o intencionado de la política societal de ocupación;[3][7] para en última instancia analizar las rupturas, homogeneidades, reescalados y evoluciones de los patrones del paisaje.[17] De esta manera, todas las variables señaladas son requeridas para esta evaluación.[1][3][7][17] Luego de esta definición de variables, se procede al cálculo de la hemerobia en función de las siguientes formulaciones:
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El índice de hemerobia proporciona información global sobre el estado del medio ambiente,[6] así como de la magnitud de la antropopresión y/o el impacto antrópico sobre éste, por lo cual es una poderosa herramienta para la toma de decisiones, y el monitoreo y evaluación de las medidas políticas y administrativas a lo largo del tiempo en relación con la protección del ecosistema y la ordenación del territorio, de manera que sus resultados están dirigidos principalmente a la gestión pública, así como al desarrollo de la conciencia colectiva sobre el cuidado de la naturaleza.[6][7]
Con el avance de la hemerobia, traducible en una antropización del medio ambiente, surgen a la vez respuestas conductuales desde los propios seres vivos implicados en estos espacios, las cuales pueden interpretarse como sinantropías,[18][19] o hemerofobias,[20][21] según sea el caso de adaptación o rechazo a la presencia humana y sus impactos ambientales.[18][19][20][21] En aquel marco, evaluaciones sobre la antropización, tales como la hemerobia, pueden aportar en el entendimiento de estos efectos,[20][21] así como en la destrucción, pérdida y fragmentación de la biodiversidad.[16]
align="left"|Caso de estudio aplicado a Alemania, a partir de métodos de análisis ecológicos y geográfico-espaciales en (Walz & Stein, 2014).[3] La clasificación de pisos hemeróbicos se simboliza de la siguiente forma:
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