Guerras bizantino-normandas
De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
Las guerras bizantino-normandas fueron una serie de conflictos que acontecieron entre 1041 y 1185 y en los que los reyes normandos de Sicilia disputaron a los bizantinos la posesión del sur de Italia y Sicilia, los Balcanes o Constantinopla.
Justiniano (527-565) había sido el último emperador en intentar restaurar la unidad y universalidad del Imperio romano. Después de haberse apoderado del norte de África, el general Belisario emprendió la difícil reconquista de Italia (535-553). Sin embargo, estas conquistas resultaron efímeras e Italia fue invadida a partir del 569 por los lombardos, que se apoderaron del exarcado de Rávena dos años después. Esto puso fin a la presencia bizantina en el centro de Italia; sin embargo, algunas ciudades costeras y el sur de Italia siguieron siendo bizantinas.
Cuando llegaron a Italia en el cambio de milenio, los normandos se coligaron con los lombardos contra los bizantinos. En 1029, Ranulfo Drengot, aventurero normando y mercenario, se instaló en Aversa, primera etapa de un largo enfrentamiento con los bizantinos por la dominación del sur de Italia. En 1060, Roberto Guiscardo se adueñó de Calabria, lo que dejó a los bizantinos limitados a la posesión de unas pocas ciudades costeras, entre ellas Bari, que se rindió en 1071.
Posteriormente, los normandos se interesaron por los Balcanes. Roberto Guiscardo continuó arrebatando parte de la Italia meridional a los bizantinos desde 1057; luego ocupó la isla de Corfú y la ciudad costera de Dirraquio[nota 1] en 1082, tras haber infligido una contundente derrota al emperador Alejo Comneno el año anterior. Llamado de vuelta a Italia, dejó la continuación de las operaciones a su hijo, Bohemundo, que fracasó en el empeño. Junto con su sobrino el joven Tancredo de Altavilla y Roger de Salerno, Bohemundo se sumó a la Primera cruzada en 1096, de la que fue uno de los principales caudillos. Se apoderó de Antioquía el de 2 de junio de 1098, ciudad que debería haber devuelto a los bizantinos, pero que decidió conservar y de la que hizo el centro de un principado que sus descendientes indirectos gobernaron con cierta dificultad durante más de dos siglos.
En el siglo siguiente, Manuel I Comneno (1143-1180) quiso restablecer la supremacía de Bizancio en el mundo mediterráneo y chocó con Roger II de Sicilia (1130-1154); el primer paso fue recuperar, merced a la ayuda de los venecianos, la soberanía sobre la isla de Corfú (1149), centro de las expediciones bizantinas a Italia y de las normandas a las costas griegas. El emperador reconquistó varias plazas con la ayuda de los barones locales desposeídos al tiempo que todo el sur de Italia se sacudía el dominio siciliano. Sin embargo, la arrogancia del jefe militar bizantino, Miguel Paleólogo, le enajenó las simpatías de la población y los barones lo abandonaron; la derrota de Brindís de 1158 marcó el fin del dominio bizantino en Italia.
Una última invasión normanda de los Balcanes tuvo lugar en 1185-1186, en tiempos del emperador bizantino Andrónico Comneno (1183-1185). Guillermo II de Sicilia (1166-1189) intentó apoderarse de Constantinopla. Como había hecho Roberto Guiscardo, se hizo primero con Dirraquio, para dirigir luego su flota hacia Corfú e invadir las dos islas de Cefalonia y Zacinto, y seguidamente avanzar por tierra hasta Tesalónica. Esta marcha originó la caída de Andrónico, al que sustituyó Isaac Ángelo (1185-1195 y 1203-1204). El general Alejos Branas logró hacer retroceder a los normandos hacia Sicilia, que conservaron únicamente los condados palatinos de Cefalonia y Zacinto, hasta la llegada de los turcos otomanos.